“Academia y crítica de prensa soslayan la valiosa literatura latinoamericana: un ejemplo es César Vallejo, quien ha sido celebrado ‘post mortem’. Esa es una de las más grandes injusticias”

El traductor y crítico literario Luis Dapelo.

POR LUIS MARTÍNEZ ANDRADE* /

Entrevista con el traductor y crítico literario Luis Dapelo, realizada en la ciudad de París, el pasado 2 de septiembre.

Su labor, como explica en este diálogo periodístico, ha sido “la de recuperar obras que han ido por la senda de la indiferencia y recuperarlas con veinte o cuarenta años de retraso”, por cuanto considera que “el público tiene derecho a leer, a enterarse, a conocer y a saber… y esto se logra a través de la traducción”. Se lamenta de la indiferencia de la academia “hacia obras que debieron de haber sido traducidas cuando fueron publicadas en las décadas del ochenta y noventa”.

“La academia ha tenido muchas carencias, ha sido muy displicente al no traducir algunas obras clave”, afirma.

Se trata del politólogo, investigador, editor y traductor Luis Dapelo (1964), quien se ha dedicado al estudio de América Latina a través de múltiples autores a quienes ha traducido. Estudió Ciencias Políticas en Roma y se licenció en Lenguas y Literaturas Extranjeras (español) con una tesis de traducción. Se doctoró en la Universidad de Génova en Estudios Latinoamericanos (historia de la traducción literaria). Tradujo al italiano entre otros autores a Carlos Fuentes y Juan Marsé. Enseñó Lengua y traducción desde el año 2000 al 2011 en Génova y Cagliari. En Francia es editor y traductor. Ha traducido a intelectuales latinoamericanos como José Aricó, José Carlos Mariátegui, Bolívar Echeverría, Adolfo Sánchez Vázquez, Beatriz Sarlo. Ha editado El Arte y la revolución de César Vallejo.

¿Cómo surgió su interés por Latinoamérica? ¿Cuáles han sido las figuras artísticas o políticas que han marcado su formación?

Antes que nada, me gustaría agradecerte por este espacio para difundir un poco de mi trabajo tanto como editor como de traductor. Mi caso es muy parecido al de muchos, es decir, fue un redescubrimiento de las Américas encontrándome lejos, estando afuera, fundamentalmente, estando en Europa. Aunque este interés siempre estuvo presente, no lo estuvo de manera orgánica, sino que vino a partir del estudio de la Historia, la historia de la Conquista, y sobre todo la historia contemporánea. Por supuesto, por aquellos años, durante mi etapa de adolescente, no tenía los instrumentos ni la bibliografía necesaria. Curiosamente, los referentes venían del mundo de la literatura, esto es, los escritores del boom. Para mí el boom ocupa un lugar muy importante porque da lugar a una internacionalización que no existía antes. Anteriormente, la literatura se encontraba muy fragmentada ya que estaba destinada a un consumo local. Con la llegada del boom esto se quiebra. Con el boom los escritores hispánicos comienzan a ser conocidos y, por tanto, a ser leídos en Europa. Todo esto me llevó a seguir estudiando la historia, ya que parte de las temáticas del boom está dedicada al estudio de las sociedades. Esto me orilló a estudiar y a digerir cosas que yo no hubiera podido hacerlo antes. Gracias a la infraestructura que se tiene en Europa: red de bibliotecas, industria cultural consolidada, etc. Por supuesto, hablo de la segunda mitad de la década del ochenta. Cuando empecé mis estudios en Roma, en el área de Ciencias Políticas, me incliné también por el estudio de la Historia: la historia de Latinoamérica. Esto también le sucedió a gente como Mario Vargas Llosa o Alfredo Bryce Echenique que, al ser residentes en Europa, se dieron cuenta que tenían que enterarse más de la historia de las Américas. Comenzar un viaje intelectual sin pretensiones identitaristas, esto es, pensar las Américas con sus particularidades. Por supuesto que existe el problema de la circulación de libros, de ideas, de conocimiento entre los países que componen el continente y, paradójicamente, es en Europa donde se puede armar el rompecabezas. Desgraciadamente, los discursos identitaristas limitan dicha circulación dando paso al ombliguismo: énfasis en los localismos. Parafraseando al historiador francés Alain Rouquié, quise conocer el otro extremo del Occidente. Profundicé también en la literatura contemporánea. Mi interés no fue el de convertirme en un escritor sino en un literato, esto es, dedicarme a las letras. Internarme en el campo de las letras.

Usted ha sido traductor al francés de pensadores de fuste como José Carlos Mariátegui (Ni calque ni copie. Le Marxisme hétérodoxe de J.C. Mariátegui, Delga), Adolfo Sánchez Vázquez (Les idées esthétiques de Marx, Delga), José M. Arico (Marx et L’Amérique Latine, Delga), Beatriz Sarlo (Sept Essais sur Walter Benjamin, Delga), Elías José Palti (La nation comme problème, L’Harmattan), Bolívar Echeverría (Les Illusions de la modernité, Delga), por mencionar algunos. ¿Cuáles son los obstáculos que ha tenido que librar, tanto dentro del espacio académico como del universo editorial, para poder llevar a buen puerto dichas traducciones.

Muy buena pregunta. Me gustaría extenderla a otro contexto para dar cuenta de un panorama más completo del proceso. Empecé esta carrera de traductor en Italia donde traduje principalmente a literatos y escritores de ficción. Aunque traduje un par de ensayos, mis traducciones versaron más en novelas de ficción. Cuando cambié de país, cuando me mudé a Francia, digamos que el campo más favorable era para el ensayo. Además, el ensayo siempre me ha interesado. En Francia, en una casa editorial fundé la colección “Amériques”, una colección que publicaba ensayos en diálogo con la filosofía. No sólo ensayo filosófico sino también ensayos de historia de la cultura. He encontrado, durante estos últimos ocho años, obstáculos en lo que se refiere a la crítica: la crítica de prensa. He notado muy poco interés por parte del mundo académico. Por supuesto, cuando empecé en esta nueva fase de mi quehacer, nunca tuve como horizonte tener como interlocutor a la academia, pero lo que más me sorprendió fue la indiferencia de la academia hacia obras que debieron de haber sido traducidas cuando fueron publicadas en las décadas del ochenta y noventa. Aunque la academia ha tenido muchas carencias, también ha sido muy displicente al no traducir algunas obras clave. El mundo académico europeo también ha desarrollado el ombliguismo y no ha reconocido la pluralidad de centros que ha producido obras tan valiosas y de gran calado como los que se producen aquí. Mi labor ha sido la de recuperar obras que han ido por la senda de la indiferencia y recuperarlas con veinte o cuarenta años de retraso. Pienso que el público tiene derecho a leer, a enterarse, a conocer y a saber… y esto se logra a través de la traducción. Por supuesto, también pasa por la promoción de autoras y autores que desgraciadamente han sido soslayados.

Por otra parte, también he encontrado obstáculos en la crítica de prensa (por supuesto, no es lo misma que la crítica académica) pues he visto mucha improvisación, mucha incompetencia. Por ejemplo, y aquí cito el caso de un libro de ensayos que traduje y que envié a un diario de gran circulación a la persona que supuestamente es la encargada de reseñar las novedades hispánicas y esa persona se confesó incapaz de poder hacer la lectura. Luego lo envié a una revista en la que se encuentra alguien que anda por el mundo vociferando que es experto en cuestiones argentinas y no conocía a la autora que es una de las mayores criticas literarias. Esto, evidentemente, condiciona mucho la recepción de una obra.

Gracias a su labor como editor y traductor, los lectores de lengua francesa tienen acceso a la obra del escritor peruano César Vallejo, un “intelectual total” como usted muy bien lo define en la edición francesa del libro El Arte y la Revolución (L’Harmattan, 2021) que ha sido una víctima de la censura del mercado. ¿Cómo es posible que, hasta ahora, en Francia, se empieza a valorar la importancia de este gran escritor y pensador?   

César Vallejo es otra de tantas víctimas. De hecho, hay que hacer una crónica histórica de esta situación. Vallejo ha sido celebrado post mortem. Esa es una de las más grandes injusticias. Si bien es cierto que Vallejo tuvo eco con sus pares, en la época que publicó sus obras, mucho de su material, sobre todo la prosa, quedó sin ser publicado o fue editado posteriormente gracias a los buenos oficios de su viuda. Sin embargo, la crítica aplicó una censura, ya que la mayoría de sus escritos en prosa están cargados de un marcado compromiso ideológico. La crítica que se insertó en la Guerra Fría causó muchos estragos no solo en el caso de Vallejo sino también con los escritores comprometidos. Escritores que pagaron un precio muy alto debido a su toma de posición. Lo que resulta curioso por una parte e, incomprensible, por otra, es precisamente la injusticia que se perpetúa en el caso del escritor peruano. La primera edición de Las Crónicas es de 1969, es decir, más de treinta años después de su fallecimiento. La última edición argentina, la de la casa editorial Losada, es una edición de 2015. La crítica ha hecho hincapié en su producción poética, Julio Ortega, por ejemplo. Sin embargo, la crítica ha soslayado la producción en prosa de Vallejo. Es una injusticia no reconocer la calidad de prosista de este escritor peruano. ¿Por qué? Pues por su compromiso ideológico. Aunque la Guerra Fría formalmente ha terminado, se heredaron muchos de esos prejuicios ideológicos. Todavía existe un macartismo. Las Crónicas son textos breves de altísimo valor y allí el compromiso de Vallejo es claro. No se autocensura. Las Crónicas parisinas de Vallejo son las mejores, desde el punto de vista de un extranjero, de la Tercera República francesa. No he encontrado a ningún hispánico que hay escrito tan bien de la Tercera República francesa siendo un protagonista y un testigo directo. César Vallejo capta todo: la moda, la literatura, las instituciones culturales. Hizo un retrato muy completo de la sociedad francesa. Evidentemente, también hizo una crítica social y una crítica literaria muy refinada. Dicha crítica literaria refleja su erudición no solo de las literaturas europeas sino también de la literatura rusa. Si no se incorpora este aspecto de la obra de este escritor peruano, seguiremos teniendo un Vallejo mutilado.

¿Cuál es la situación de los estudios sobre América Latina o “lo latinoamericano” en el hexágono francés? Tengo la impresión que la academia, sobre todo la francesa, está compuesta por grupos de poder, el sociólogo francés Pierre Bourdieu usaba el término de campo para referirse a la disputa por el capital simbólico de estos grupos. En qué medida la existencia de estos grupos obstaculiza la recepción de autores y obras que escapan al canon.   

Me parece que hay que ser directos y frontales, lo que evidentemente no suele gustar a mucha gente. En todos los países, el neoliberalismo ha tomado por asalto a las instituciones universitarias. Esto ha generado un desajuste en la organización de los estudios. Hoy el ataque a las Humanidades es una realidad. Además, también somos testigos que la academia no lucha por defender a las Humanidades porque hay una suerte de sometimiento a esta categoría fetiche que es el mercado. Yo la padecí en Italia. Cuando era profesor, cada año se cambiaban los planes de estudio para que estuvieran en concordancia con las necesidades del mercado. No les importaba que ese tipo de modificaciones iban a crear un desastre. Ahora bien, los grupos de poder que siempre han existido antes solían negociar. Hoy parece que ya no hay más negociación. Los grupos de poder también responden a la lógica neoliberal. Ciertas problemáticas de las Américas que deberían ser tratadas por la universidad se han dejado de lado. Algunos cursos fundamentales para entender la sociedad han sido borrados o eliminados de los planes de estudio. Cada vez hay menos puestos para la investigación literaria hispánica o histórica. La academia se encuentra en un terreno bastante estéril en lo que refiere a la producción, ya que muchos investigadores tienen que hacer frente a la escasez de recursos y fondos que condicionan la producción: la publicación de obras, la publicación de estudios. Cada vez hay menos espacios para la discusión. Veo una academia bastante domesticada, con falta de dinamismo, de efervescencia. Esto evidentemente es muy dañino porque se pierden muchos debates. Hay mucha interrupción en la circulación de los saberes y hay cada vez menos conexiones entre la academia local con la academia extranjera. No es suficiente la firma de convenios o que una persona venga solo un mes para realizar una estancia, ya que los intercambios de saberes tienen que ser constantes, por supuesto, siguiendo líneas de investigación autónomas y no las dictadas por un ministerio que solo se preocupa por el mercado.

*Sociólogo mexicano y colaborador científico de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Entre sus más recientes publicaciones se encuentran: Ecología y Teología de la liberación. Crítica de la modernidad/colonialidad (Herder, 2019), Textos sin disciplina (Universidad de Guadalajara, 2020) y Teoría crítica anticolonial. Ensayos de historia intelectual (Tirant Humanidades, 2023).

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