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El colapso climático es una realidad. Así lo precisa la gran cantidad de evidencia científica, de allí que se estén presentando cambios como el incremento en el nivel del mar, la desaparición de varios humedales, o la pérdida de vida silvestre, por mencionar solo algunos.
Tales modificaciones en los ecosistemas que podrían llegar a ser irreversibles para el planeta han llevado a la Organización de Naciones Unidas (ONU) a lanzar una alerta sobre las imperiosa necesidad de adoptar acciones e implementar iniciativas que permitan mitigar y si es posible, frenar las consecuencias mortíferas de la crisis climática. En tal sentido es una prioridad enfocar la atención en uno como el Amazonas, conocido como uno de los ecosistemas más importantes de la tierra y que hoy en se encuentra más amenazado que nunca, con problemáticas tales como la alta deforestación o el peligro de extinción de varias de sus especies.
Con ocasión de que este 26 de enero se celebra el Día de la Educación Ambiental, una fecha para identificar problemáticas ecológicas, crear conciencia sobre la necesidad de conservar y proteger el medio ambiente, Naciones Unidas ha exhortado a poner atención sobre uno de los “pulmones del mundo”, cuya preservación constituye una de las claves para la sustentación vital del planeta.
Importancia de la región Amazónica en la sustentabilidad del planeta
Las siguientes son tres razones fundamentales para fortalecer la protección del bosque tropical del Amazonas, famoso por su biodiversidad, que comprende buena parte de la región septentrional de Suramérica.
Controla los niveles de dióxido de carbono: la selva amazónica es esencial para equilibrar los niveles de dióxido de carbono en el planeta Tierra. A través de su proceso de fotosíntesis, las plantas y árboles de la Amazonía absorben alrededor de 1.000 millones de toneladas de dióxido de carbono y luego liberan oxígeno al aire, contribuyendo así con el 20 % del oxígeno presente en la atmósfera terrestre.
Participa activamente en el clico del agua: el Amazonas contribuye de manera significativa al ciclo del agua en América. A través de la transpiración en las hojas de los árboles, el agua del suelo se eleva hacia el cielo. Esta humedad se combina con la evaporación del océano Atlántico para formar el “río volador”, una gran corriente de vapor que transporta más agua que el propio río Amazonas. El “río volador” alimenta los nevados y glaciares de la Cordillera de los Andes, causando el deshielo de estos y formando ríos y valles en la costa del Pacífico, además de generar lluvias en zonas geográficas de Brasil, Uruguay, Paraguay y el norte de Argentina.
Contribuye a reducir el calentamiento global: el suelo y la vegetación del Amazonas contienen una cuarta parte de todo el CO2 que se genera en el mundo. Cuando la vegetación del Amazonas filtra el aire, reduce este gas de efecto invernadero. Sin este proceso se empeoraría el calentamiento global y habría temperaturas más altas.
Sin embargo, la realidad es que la crisis climática está alterando la composición de los árboles en el Amazonas, ya que no están logrando adaptarse lo suficientemente rápido a estos cambios. Por ejemplo, las especies de árboles que prefieren ambientes húmedos están muriendo con mayor frecuencia debido a las sequías, mientras que las especies más resistentes no son capaces de compensar esta pérdida. A esto se suma la alta deforestación, donde según la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, Susana Muhamad, entre 2001 y 2021, se deforestaron 3.182.876 hectáreas, de las cuales 1.858.285 (58 %) correspondieron a la Amazonía colombiana.
Es aquí donde juegan un factor fundamental las reservas naturales, ya que son territorios protegidos debido a su importancia para la vida silvestre, la flora y la fauna. Además, son gestionadas por el hombre con el objetivo de conservarlas, permitiendo al mismo tiempo la investigación y educación.
Un ejemplo de esto es la Reserva Natural Palmari, ubicada sobre el río Javari, en la frontera virgen entre Brasil y Perú, que es uno de los mayores afluentes del río Amazonas. Si se le compara con los demás destinos del trapecio amazónico colombo–brasilero, el mayor número en diversidad de especies en fauna silvestre terrestre y acuática se encuentran precisamente en esta reserva natural, la cual desde su creación en enero de 1990, se ha encargado de poner en marcha proyectos de investigación y de conservación para estas especies, así como de sus bosques vírgenes y sus cuerpos de agua.
En definitiva, mantener estas reservas naturales se ha convertido en una de las claves para lograr la conservación del Amazonas, reduciendo así el impacto comercial de caza, pesca y tala de árboles que se ha estado llevando a cabo por parte de madereros, cazadores, pescadores, recolectores ilegales de alevinos de peces ornamentales, e inclusive, por parte de inversionistas depredadores que se camuflan bajo la bandera del ecoturismo.
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