Batallas de la sensibilidad: el populismo como alternativa al fascismo

POR FRANCISCO SIERRA CABALLERO* Y DANIELA INÉS MONJE MEDINA** /

El vínculo entre comunicación y democracia es una construcción política, jurídica e intelectual que se ha consolidado a lo largo de los últimos 75 años en el marco del derecho público internacional y que se asienta fundamentalmente en la definición de los derechos humanos a la información y a la libertad de expresión a partir de los documentos suscritos en el período de posguerra como la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuyo artículo 19 define por vez primera como un derecho universal el derecho a la información que cualquier persona puede ejercer, entendido en su triple dimensión de emitir, recibir e investigar sin censura alguna por parte de los poderes públicos o privados.

Desde entonces se han desplegado una batería de declaraciones, directivas y legislaciones diversas tanto a nivel internacional como en la Unión Europea (UE) que, fundadas en este espíritu, han recogido y mejorado con especificaciones varias, la complejidad creciente que el derecho a la información, y más ampliamente los derechos a la comunicación, demandan en las sociedades contemporáneas como garantía para el despliegue de sistemas democráticos de calidad. Uno de los aspectos considerados a inicios del siglo XXI, sobre la base de la revisión del Pacto de San José de Costa Rica, suscrito en 1969, fue la ampliación en el año 2000 de la Declaración de Principios de Libertad de Expresión elaborado por la Relatoría de la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

 

A partir del artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos se indica específicamente que «la libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental e inalienable, inherente a todas las personas. Es, además, un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática». El mismo documento señala asimismo que «los monopolios u oligopolios en la propiedad y control de los medios de comunicación deben estar sujetos a leyes antimonopólicas por cuanto conspiran contra la democracia al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho a la información de los ciudadanos», y se ofrece un despliegue de interpretaciones sobre lo que significa hablar de libertad de expresión, lo cual implica el derecho de las personas a buscar, recibir y difundir información y opiniones con igualdad de oportunidades por cualquier medio de comunicación sin discriminación, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social a acceder a la información sobre sí misma o sus bienes en forma expedita y no onerosa, ya esté contenida en bases de datos, registros públicos o privados y, en el caso de que fuere necesario, actualizarla, rectificarla y/o enmendarla, así como a acceder a la información sobre si misma en poder del Estado.

Estas definiciones, aun cuando resultan progresivas en materia de derechos, se han mostrado insuficientes a la luz de las transformaciones tecnológicas que se produjeron de modo acelerado a partir de la revolución digital. El despliegue de plataformas de contenidos que aconteció a partir de 2004 generó un desplazamiento estructural en el mercado, en los modos de producción y consumo de información que no tiene parangón en la historia: iniciando con la creación de Facebook en 2004, YouTube en 2005, Twitter 2006, IPhone en 2007, WhatsApp en 2009, Instagram en 2010, Telegram en 2013, Alphabet 2015, por solo ofrecer algunos ejemplos de lo ocurrido en una década.

A partir de la plataformización de la sociedad, resulta imperioso conformar espacios de reflexión que contribuyan a la calidad democrática, a la construcción de marcos normativos éticos fundados en el cuidado y la reducción de riesgos a partir de una interacción virtuosa entre el Estado, la academia, el sector privado y la ciudadanía. La agenda de problemas en materia de comunicación ha sumado a los ya históricos temas referidos a infraestructura, derechos de los periodistas, democratización de las comunicaciones, radiodifusión, monopolios de la comunicación, acceso y participación ciudadana, otros retos vinculados a los procesos de digitalización, gestión de datos e información personal, control y manipulación de comportamientos o regulaciones varias sobre Inteligencia Artificial generativa aplicada en el campo de la comunicación y la cultura.

Con la sanción del Reglamento de Inteligencia Artificial de la UE, recientemente aprobado, se inicia un nuevo ciclo global que pondrá en relación los diferentes acuerdos alcanzados para avanzar en la gobernanza de la Inteligencia Artificial, ya sea mediante directrices o a través de principios o códigos de conducta como los definidos en otras latitudes tales como la 

Por todo esto, y si bien el juego cambio-conservación ha dado mucho de sí y en algún momento fue clave para perfilar las alternativas políticas, considero que hoy funciona como una estrategia de la derecha para mantener neutralizada las alternativas de la izquierda.

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@lucianacadahia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Batallas de la sensibilidad: el populismo como alternativa al fascismo

POR LUCIANA CADAHIA /

La crisis del neoliberalismo contemporáneo puede ser experimentada como un retorno de lo político, y si prestamos atención a la forma de este retorno, a la brecha interna que se abre tras este fracaso epocal, descubrimos que se organiza bajo la forma de un momento populista. A su vez, la configuración de este momento se expresa como un conjunto disperso de demandas de los de abajo y temor inconfesado por los de arriba. Por eso, esto nos recuerda a lo que decía Marx en el Manifiesto comunista, cuando afirmaba que el estigma hacia el comunismo era el reconocimiento inconfesado del poder que tenía para transformar las relaciones de fuerzas en el campo de la política. Pero es preciso comprender que este momento populista tiene dos rostros: uno reactivo e inmunitario y otro emancipador y progresivo.

Existe una delgada línea que separa a uno de otro, y muchas veces se tiende a identificar al populismo con algunas de sus derivas autoritarias. Sin embargo, estas reducciones se deben al hecho de que tratan de pensar el populismo desde las clásicas coordenadas de izquierda-derecha y se pierde de vista lo que hay en juego. Usualmente la izquierda se ha reconocido en la consigna del “cambio” y la de derecha en la forma de la “conservación”. Del lado de la izquierda es curioso que esta búsqueda del cambio constante se haya traducido, paradójicamente, en un repliegue identitario, una especie de conservación de las esencias del cambio verdadero. Y el reverso de esta actitud ha sido la de convertir toda transformación política materialmente existente en algo insuficiente, falaz y engañoso. Una forma de la sospecha que termina por asumir la lógica acusatoria y paranoide hacia todo aquello que no está a la altura del deseo propio.

Por otra parte, esta voluntad de cambio permanente ha expresado serias dificultades para conservar lo instituido, a la vez que ha prevalecido la pulsión disgregadora en múltiples identidades diferenciadoras incapaces de articular con lo otro. Del lado de la derecha llama la atención la capacidad que ha tenido para apropiarse de los recursos de la izquierda, al punto de hegemonizar la consigna del cambio como un sentimiento difuso de realización privada e individual. Tan es así que este término se ha convertido en varios de los eslóganes de campaña de la derecha latinoamericana. Su mayor conquista ha consistido en lograr una identificación entre la propia insatisfacción privada y el anhelo difuso de un cambio abstracto y carente de cualquier anclaje en la realidad. Así, el cambio por el cambio se muestra como el motor del goce capitalista que sostiene a las subjetividades contemporáneas.

Por todo esto, y si bien el juego cambio-conservación ha dado mucho de sí y en algún momento fue clave para perfilar las alternativas políticas, considero que hoy funciona como una estrategia de la derecha para mantener neutralizada las alternativas de la izquierda.

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@lucianacadahia