Cuentos peligrosos

POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL*

En homenaje a la memoria del escritor y periodista vallecaucano Umberto Valverde (1947-2024).

Poética del barrio y de las muchachas en flor

Los cuentos de Umberto Valverde (Cuentos completos. Cali: Programa editorial Universidad del Valle, 2019) vueltos a leer, ahora reunidos en un volumen editado por la Universidad del Valle después de cinco décadas, resulta gratificante. Hay que decir que resisten el paso del tiempo, manteniendo su frescura narrativa y su sensibilidad que se proyecta hasta nuestros días. Los que destacaron la obra de Valverde, Álvaro Mutis, Manuel Mejía Vallejo, Jacques Gilard, Darío Ruiz, Oscar Collazos, Eduardo Aguilar y Roberto Burgos, escritores de consagrada actividad y logro, dieron en el blanco. A esto se suma la aparición de Reina rumba, consagrada por las opiniones de Guillermo Cabrera Infante. Se trata de una breve y notable obra de juventud. Lo que viene luego es otro cuento, el del giro de Quítate de la vía perico. Darío Restrepo Henao, autor del logrado prólogo a los cuentos de Valverde, destaca su importancia en la cultura popular de Cali y en el universo de la música internacional, al igual que sus virtudes literarias.

Umberto Valverde (1947-2024).

Las claves de los cuentos del Bomba Camará están en Cali, el barrio obrero y la microbiografía del autor, que para la época se condensa en la ilusión de la revolución y la soledad, a lo que se suma su atrevimiento de escritor. Son las claves de contexto, las del texto son el ritmo de la prosa, la poesía en ciertas frases y fragmentos y la frescura de los ambientes: la calle, el barrio, el bar, la gallada.

El viaje a Nueva York, en La calle mocha, está como hilo conductor hacia el cosmopolitismo y las ansias de libertad. Es la nostalgia, la evocación, la que da permanencia a esta literatura. Lo que permite poetizar la cruda realidad que se lee con la ilusión de los tiempos de juventud, divino tesoro que se va para no volver, de acuerdo con el verso de Rubén Darío.

Bomba camará es literatura popular por el lenguaje que elabora e incorpora: los dichos, el hablado, la memoria oral, la música, el fútbol como en Un faul para un pibe. También por las historias que cuenta y que circulan como bochinche caleño, lo que resume la algarabía de la calle y el barrio. Los cuentos de Bomba camará son de formación sentimental de infancia y adolescencia, en los ambientes en que nació y creció Umberto en el seno de una familia proletaria. Son auténticos y referidos a su biografía.

Se trata de una historia del barrio donde la literatura narra lo que la historia no logra: la vida cotidiana, privada, las costumbres en común. Aquí está la música que opera como texto-contexto, siendo como afirma Álvaro Mutis, afroantillano argentino mexicano. A lo que hay que añadir, a los Beatles, nombrados por Umberto, y el Rock and roll. Sincretismo cultural, amasijo de distintas voces en que la africanía y las Antillas, en una circularidad envolvente le dan a nuestra Rumba su fuerza, su potencia dominante.

La música en el Bomba camará es memoria, educación sentimental, lenguaje en que se condensa la sabiduría del juglar que se vuelve canto coral y baile de todos. Música que es liberación, camino regio al erotismo y que teje promiscuidades. Sexo violento, prostibulario y amoroso. Un cuento, Esa otra muerte, el de los putos jóvenes homosexuales y asesinados, es una exploración a la corrupción y está inspirado en hechos criminales. El erotismo del cuento es intenso y la trama se vuelve un asunto tenebroso: un cuento peligroso, a las honduras de la condición humana. Ese lenguaje intenso de los cuerpos, magia para los sentidos embelesados, está incorporado al Bomba camará con gran eficacia narrativa. Los cantantes son héroes y las canciones himnos, odas a la alegría o a la tristeza, a veces relacionados.

Tal vez este libro es fundador literario. Al igual que Cabrera Infante lo afirma a propósito de Reina Rumba, ese tesoro de la vida cultural musical de Cali y del universo del Caribe y Nueva York, simbolizado en Celia Cruz que es la santa, la diosa tutelar de Umberto Valverde desde siempre.

Se trata de una literatura realista, lejos de la copia, y que trasciende la crónica periodística. Su estética es volver metáfora y poesía la vida cruel e ilusionada de las gentes del común. Bomba camará supera la tentación del naturalismo narrativo y la idealización de esas realidades que enfrenta. Valverde, al mismo tiempo que ennoblece la historia del Barrio Obrero, ejerce una dura crítica social, mostrando y demostrando que lo popular maravilloso, rico en vivencias, también es miserable. La otra cara del Barrio Obrero. En el Bomba hay una poética del barrio y de las muchachas en flor. Una narrativa salpicada de picaresca como en Los inseparables, con juego de billar y sobre todo con la terrible costumbre de la violación por tres jóvenes de una muchacha virgen, el ritual macabro de la “vaca muerta”. Es la pandilla y la delincuencia juvenil.

Las mujeres pueblan el Bomba como lo harán, y de manera superlativa, En busca de tu nombre. Con una exploración sicológica, poniéndose en la piel de ellas en sus variadas conductas humanas, atrapadas en la vida familiar, con los amoríos liberadores que educan sentimentalmente, van asumiendo una visibilidad entre la ternura y la provocación para el lector masculino y seguramente para las mujeres. Este sustrato femenino, este interés en centrar su personalidad, constituye una de las dimensiones decisivas de lo logrado por esta literatura, de su verdad y veracidad.

En busca de tu nombre vienen a ser unos cuentos que mantienen la pericia técnica, lo acertado del tono realista poético del Bomba. Pero al mismo tiempo es una ruptura en tanto literatura de transición generacional y geoespacial. Son jóvenes universitarios y bachilleres intelectuales, activistas políticos y sindicales. Son nuevas relaciones sociales y culturales frente a las que el escritor, desafiado en su identidad, se afianza a ella. Con lo originario, lo barrial, lo que viene del Bomba y que está cantado por Roberto Ledesma en el bolero popular “yo soy así… y nunca cambiaré”.

La metamorfosis del carácter generacional impacta el mundo sentimental de En busca de tu nombre, donde se va volviendo un imperativo el de tomar en serio a las mujeres. Este toque de feminismo del autor hace que el lenguaje poético enamore al lector. Las muchachas en flor de Valverde, imaginadas y reales, son las deseadas por la generación de jóvenes de esos tiempos.

Es la música cantada, bailada, recordada, recitada, orquestada y personal. Que se vuelve ritual intenso, iniciación del trato, la amistad y el sexo, cuya infidelidad es la tarjeta de presentación. Es el baile en los salones y que define a Domingo Sonoro, el último cuento del Bomba.

A través de la mujer se descifra la compleja relación humana porque es más cálida y transparente. Su propósito en los distintos nombres es buscar a una de ellas y que resultan varias. La intensidad de Rosa, el último de los cuentos de En busca de tu nombre¸ es impactante, es un momento sublime en esta narrativa. Valverde logra, a través de la ensoñación del moribundo en una narración onírica, recrear el asesinato político de Francisco Garnica, líder comunista disidente. La tortura, la destrucción del cuerpo a culatazos y bayoneta calada recrea la mentalidad de los militares y las élites, que viene de la Violencia anterior.

El asesinato de Garnica y Carlos Morales conmovió a la opinión pública que lo conoció gracias a la denuncia vigorosa del concejal Elías Salazar García, quien a la postre también fue asesinado. Valverde realiza el ritual literario de un duelo, que es el de Rosa, la compañera de Paco y de todos los jóvenes rebeldes de entonces.

Este cuento que se publica ahora y que el duende de la censura o el descuido lo excluyó de la edición de la Universidad de Antioquia (1976) y de Colcultura (1980), es el punto culminante que le da sentido a la intensidad narrativa. Rosa viene a ser el cuento que globaliza el sentido del libro y es antológico en el género.

La formación sentimental en los cuentos de En busca de tu nombre se expresa de manera plástica en las distintas circunstancias de este joven protagonista en su relación con las mujeres que incluye a una profesora seducida al adulterio como ocurre en Verano.  O ese cuento narcisista de macho herido que reprocha y censura la independencia de la bella joven en Lelé y que retrata con exactitud un momento y unas circunstancias de la vida del escritor: una experiencia, la del rechazo, decisiva en la formación sentimental.

Caigo en cuenta que el poeta Carlos Jiménez Moreno en su libro La travesía del ojo (Cali: Ediciones Universidad del Valle, 1992) recogió el asunto dramático del crimen de Garnica en un bello poema. Sobre el poema y el libro escribí en el prólogo un juicio estético de sus calidades. El cuento de Umberto y el poema de Carlos se emparentan, se acompañan en el torbellino de la sensibilidad literaria de época y muestran la lealtad de estos jóvenes a las raíces de su ciudad con sus costumbres en común, su vida cotidiana y la trascendencia de los afectos.

Reina rumba. De la libertad a la soledad

Una década posterior a los Cuentos, Valverde vuelve a ocupar la escena con su celebrada obra Celia Cruz. Reina rumba. Cabrera Infante la canonizó, definiéndola y al mismo tiempo elogiando su contenido y significación. Se popularizó esa carta del autor de Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto. Valverde, con la autorización del autor cubano, la colocó de prólogo a las ediciones posteriores.

La legendaria cantante cubana Celia Cruz (1925-2003) y el escritor vallecaucano recientemente fallecido Umberto Valverde.

Son nueve renglones contundentes de quien era erudito en el tema, en la música y la literatura de la que se ocupa el libro Reina rumba. Dice: “Es un reportaje, una entrevista, una biografía, una autobiografía, una confesión y a la vez un poema. No había visto nunca antes una apropiación tan total de la música cubana – excepto, claro, en ciertos músicos de salsa-. Pero no como música vivida, como literatura. A pesar de mi larga frecuentación con el jazz yo no he podido hacer remotamente siquiera lo que tú has hecho”.

Y remata: “De más está decirte que me gustaría haberle escrito. Porque no fue así me ha gustado mucho leerlo”.

Cabrera Infante volverá a insistir en la importancia de esta obra en un escrito titulado Salsa para una ensalada, donde escribe:

“Ahora intento vislumbrar esas islas como veleros comunicantes pero debo confesar que me faltaba perspectiva. No porque no tenga suficiente distancia –la corriente del Golfo llega tibia a Inglaterra-sino porque nunca tuve mucha intimidad con ese mar y esas tierras. Preferiría dejar esa impresa a Umberto Valverde, joven Jonás que en Cali, al otro extremo de un Caribe metonímico, ha vivido el monstruo y le conoce las entrañas musicales. Es el Leviatán que lleva música adentro, como el ballenato que cantó en la ópera. Su onda no es sólo la de David; son muchas ondas: son las ondas del mar Caribe y ha hecho nacer entre ellas una venus negra, una Venus afro, a la que él llama Reina Rumba: a Celia Cruz. Con una intuición más de poeta que de periodista o de escritor, Valverde ha compuesto un libro que es un homenaje, una hagiografía, una autobiografía (de la cantora y del autor) y al mismo tiempo un poema épico a la lírica Celia, nombre celeste, que es ahora la salsa como antes había sido el son de la Habana- y aquí son es sonido y también hijo: hijo de todos, de la Ma Teodora a Miguel Matamoros”.

“Valverde ha titulado su libro Celia Cruz: Reina Rumba y no puedo citarlo en parte, en arte aquí, porque todo el tomo es una larga oración ondulante y continua, como una marea hacia esa cantante que ha significado tanto para tantos y ahora es todo para todos: surgió de Cuba pero la recogió América; la acogió Santo Domingo y la elogió San Juan y la festejó Caracas; ella de vuelta al mito que salió y siempre fue: Afrodita, Afro ditta, Afro dicha. Celia es una enorme Venus de color, la morena mujer montaña, Venusberg (para hacer una aria y hacer rabiar a ese ario, Wagner), y al mismo tiempo la dueña de la voz, la reina de la rumba y la cima del son. Valverde, a quien ningún compromiso anterior ha impedido venir, va al verde y está internado en la jungla de las vísperas caribes, noches insuladas, jardines de sonido”. (Montclair, New Jersey, 19 de marzo de 1982).

Guillermo Cabrera Infante (1929-2005).

Hacia 1982, el historiador Helio Orovio publicó el Diccionario de la música cubana donde se excluye nada menos que a Celia Cruz, La Sonora Matancera y otros músicos de alta nota que emigraron de la isla. Orovio se excusó diciendo que el libro fue censurado para su publicación, porque el original sí los incluía. En conversación con Celia Cruz en Estados Unidos, el historiador cubano le explicó y pidió excusas por lo sucedido. También lo hizo en Cali con Umberto. La cantante contestó:

“-No te excuses, Helio, que al fin yo ya tengo mi libro, es una lástima que no lo haya escrito un cubano, sino un caleño”. 

Celia Cruz asumió la obra con entusiasmo, al igual que su esposo el músico Pedro Knight, y lo recomendaron en toda parte. Celia compartió las apreciaciones de Cabrera Infante.

Diré que Celia Cruz Reina Rumba es una sinfonía literaria, un poema musical, un canto coral, una memoria desgranada del barrio obrero, una nostalgia anclada en historias de vida de un joven hijo de María -la proletaria textilera- y Octavio –educador y poeta del movimiento sindical. El hilo conductor de esta potente composición artística es la música popular afrocubana antillana, que circuló en unas ondas expansivas por el continente. Inicialmente por los proletarios negros y gentes del común, y luego entró en el gusto de las clases altas y el registro mediático. Se volvió una música de grandes audiencias por la radio y luego la televisión. Asimismo, se entronizó en bares y cantinas, los prostíbulos y fiestas familiares, en los bailes de salón y discotecas. En los conciertos y ferias logró la consagración.

En el centro de esta saga se destaca Celia Cruz, al lado de una pléyade de cantantes de distinta nacionalidad, incluyendo al colombiano Nelson Pinedo, al igual que La Sonora Matancera lo logró en medio de una variada presencia de orquestas de alta calidad. Esta saga y mucho más, está contado y cantado en este libro. Como juglar de barrio y desde las calles está la memoria del escritor enriquecida por una rigurosa investigación que incluye la búsqueda permanente de la música y los autores perdidos. Lo que exhibe es una exquisita erudición, un escritor autodidacta que hizo sus cursos intensivos en la universidad de la vida.

Pero, lo que le da a esta obra su dimensión artística es el lenguaje que resulta del uso de la síntesis de canciones, con la finura de la prosa. Un lenguaje cantado y, sin embargo, escrito, para estructurar una historia de vida: la de Celia Cruz. Un lenguaje oído, recogido, hablado, fundante de la sensibilidad y sicología de Valverde que se refleja en el hecho de que la novela también es un bosquejo autobiográfico del autor. Un lenguaje popular, vuelto metáfora universal. Texto y contexto como en los cuentos del Bomba camará.

La Reina rumba es un libro que busca la libertad. La teje del pasado de las vidas paralelas de Celia y Umberto a través de las emociones del recuerdo, la evocación y la nostalgia. Literatura de emociones, elaboradas creativamente, manteniendo desnuda, sin maquillaje, la formación y desarrollo de la personalidad de su autor: sus bajezas humanas al ejercer violencia sobre Sonia, su afición al aguardiente, su llegada al consumo de la cocaína entre bastidores de la industria del espectáculo. Tan lejano a la biografía de Celia Cruz, puritana y austera en sus costumbres, abierta al público con su enorme simpatía, su vibrante y única voz, con las canciones de una tradición y un presente que le ha dado a buena parte de América –incluyendo Nueva York y otras ciudades- un referente colectivo, con arraigo propio y sentido de identidad y unidad cultural de nuestros pueblos.

La Reina rumba, el mito de Celia Cruz, es la otra cara, de su compañera inseparable, de toda la vida, la soledad. El precio que se paga en esta novela por la libertad es la soledad.

– Valverde, Umberto. Celia Cruz. Reina rumba. Cali: Ediciones Atenas. Manantial de cultura, 2002.

*Profesor Emérito Universidad Nacional de Colombia.