POR OCTAVIO QUINTERO
Salimos por la puerta de atrás de la razón cuando lo que hacemos no está en armonía con lo que pensamos; cuando hacemos lo mismo, una y otra vez, esperando resultados diferentes.
Usualmente incurrimos en disonancia cognitiva cuando hacemos lo que bien sabemos que no es correcto. Por ejemplo: sabemos que fumar es nocivo para la salud y, sin embargo, fumamos. Y así, sucesivamente: padecemos de conflictos mentales más de lo que, conscientemente, percibimos.
Las contradicciones nos acompañan en todo momento… Nos vestimos, comemos, amamos, odiamos y ene mil actitudes cotidianas, movidos por mensajes subliminales. Expertos en comunicaciones llegan hasta nuestro cerebro emocional, lo bombardean con noticias, encuestas, publicidad y un sinnúmero de piezas más de la alta tecnología comunicacional, y crean en nosotros una especie de discapacidad mental que nos conduce a obrar aun en contra de nuestros propios intereses. Los medios de comunicación nos llevan de la mano como el lazarillo al invidente.
La ‘petrofobia’
La población de Colombia se enfrenta en estos momentos a una crucial elección presidencial entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. No sería difícil la elección, si alrededor de la justicia social el establecimiento no hubiera creado a lo largo de los años una especie de distopía política que ha trastornado la mente colectiva, al extremo de afectar a personas clase media y media-alta que confiesan su temor de que Petro les expropie la casa, el carro y la finca de recreo que conforman su patrimonio, apenas justo de una vida digna. Y hay casos más aberrantes de personas que difícilmente llegan al final del día, compartiendo el mismo concepto.
Petro “el guerrillero”, es el relato que se mantiene vivo en la mente de las personas al cabo de 33 años en que su grupo, M-19, se acogió a un proceso de paz (1989) y participó, inclusive, en la confección de la Constitución fundada en el Estado Social de Derecho que nos rige. “El guerrillero” al que nunca le han podido encontrar una foto en armas contra el Estado, aunque por ese delito fue puesto preso; al que nunca le han podido comprobar ni uno solo de los mil infundios que le han emboscado; el senador que destapó el paramilitarismo en Colombia; que ha denunciado la corrupción como el que más. Petro, el comunista… Ese es, en síntesis, el relato que alimentan los medios de comunicación que, en Colombia, son todos los más influyentes y penetrantes de propiedad del poder dominante, hoy liderado por un sector financiero que terminó por destruir su propia matriz de la economía real.
Esa población ignorante (me apena decirlo), tímida, asustadiza y alienada es la que se decanta por Rodolfo Hernández a sabiendas de que es un patán, servidor público malintencionado, imputado por corrupción… No votan por Hernández; votan contra Petro… “Entre dos males, el menor”, se oye decir a personas que uno considera medianamente informadas, y aun inteligentes, como el exministro Alejandro Gaviria quien, al decir que estamos “durmiendo encima de un volcán” (cierto), ratifica la falacia del mal menor diciendo que “podría ser mejor una explosión controlada con Petro…”, como si Petro fuera una de las bocas de ese volcán alentado por más de 200 años por un régimen oligárquico con poder absoluto que, como lo concibió correctamente Lord Acton, “corrompe absolutamente”.
Conclusión.- Petro es el último recurso que hoy desfigura el poder dominante de espantapájaros para hacer realidad la sentencia de que el pueblo tiene el gobierno que se merece… “Y un espíritu burlón, que entre las sombras había, se reía, se reía”.
Fin de folio.- Me hizo acordar un caro amigo, Fernando Arellano, de mis lecturas de alta gerencia por allá en la década de los 90… Si los tiempos son difíciles, para eso estamos aquí, para hacerlos fáciles.
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