
POR RENÁN VEGA CANTOR /
A propósito de la «gota fría» (DANA) en Valencia.
El 29 de octubre se presentó una torrencial lluvia en el territorio de la provincia de Valencia (España). En ocho horas cayó tanta agua de lluvia como la que se vierte en un año. El resultado fue catastrófico, porque se inundaron barrios de la ciudad de Valencia y de pueblos aledaños, se destruyeron puentes, carreteras, vías férreas y murieron 230 personas.
Este acontecimiento permite analizar diversos hechos para enfatizar los vínculos entre capitalismo y cambio climático, entre ellos el impacto destructor de la gestión capitalista-neoliberal del mundo urbano; el automóvil como máxima expresión simbólica del uso de combustibles fósiles; el centro comercial convertido en el templo del consumo capitalista y de su lógica fosilista; y la falacia de los desastres naturales, ahora enfatizados en forma mecánica cual si fueran resultado directo del calentamiento global, dejando de lado que son resultado del funcionamiento del capitalismo realmente existente.

Calentamiento global y gestión capitalista del mundo urbano
La lluvia extraordinaria en Valencia es un resultado directo del caos climático que hace más fuerte a la tormenta denominada DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), conocida popularmente como «gota fría». El calentamiento global se expresa en la elevación de la temperatura del mar mediterráneo y el incremento de la humedad que retiene la atmosfera, lo que genera DANAS más frecuentes e intensas. En términos más concretos, en la DANA una masa de aire polar queda aislada y circula a altitudes entre 5 mil y 9 mil metros y luego choca con el aire cálido y húmedo que circula en el mar Mediterráneo, con lo que se genera grandes tormentas, sobre todo a finales del verano y comienzos del otoño, momento en que las temperaturas del mar son más altas.
Este fenómeno climático se torna más frecuente y destructor, como resultado directo del caos climático mundial, y su destrucción es todavía mayor en aquellas zonas en las cuales la gestión capitalista del mundo urbano muestra toda su perversidad. De esta forma, el calentamiento global indica la irracionalidad del capitalismo en lugares concretos, porque en Valencia la catástrofe está ligada al tipo de desarrollo urbano de índole neoliberal y capitalista. Este se caracteriza por un desaforado incremento en la construcción de edificaciones, que llena el paisaje de hormigón y cemento y destruye las zonas rurales; por la ampliación de la red urbana hasta ocupar zonas inundables; por la presión del mercado inmobiliario y del turismo que conduce a construir en lugares inhabitables y de alto riesgo, donde eran previsibles inundaciones en cualquier momento si se tiene en cuenta que Valencia ha soportado riadas periódicas desde hace siglos, algunas de ellas en los últimos 65 años.
A la urbanización capitalista que privilegia la ganancia inmediata, sin importarle los efectos sobre la vida real de la gente, debe agregarse la mala gestión política en el plano local. Por eso, no existen planes de prevención, coordinados y de índole colectiva, sino que todo queda reducido al individualismo extremo y al darwinismo social de «sálvese quien pueda» y mucho mejor si se «salva en automóvil». Puesto que la lógica capitalista domina, el día de la tormenta los dueños de empresas, oficinas y centros comerciales obligarstrong>
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