El capitalismo es incompatible con la democracia

POR ATILIO A. BORON

Texto de la introducción (editada) al curso virtual Revisitando las teorías de la democracia, al que se puede inscribir ingresando a la plataforma web: https://atilioboron.com.ar/

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¿Por qué es necesario revisar el funcionamiento de la democracia? Sobre todo las teorías de la democracia. Ha habido claramente una profunda distorsión de la idea de la democracia. Déjenme que arranque con un punto esencial, tal vez insospechado. Voy a citar nada menos que al presidente norteamericano Abraham Lincoln, que como bien se sabe, fue quien puso fin a la esclavitud en EE.UU. Para quien tenga dudas acerca de cómo funcionaba y cómo funciona la democracia estadounidense, o quienes tengan una visión idealizada, les recomiendo de manera muy enfática ver la película Lincoln y estudiarla. Qué es lo que hace Lincoln en el momento en que tiene que conseguir los votos finales necesarios para producir la enmienda constitucional que pondría fin a la esclavitud en los Estados Unidos. Apeló a los métodos que a veces cuestionamos en algunos países de América Latina, con argumentos un poco demasiado rudos.

Hay un momento en la película, al final de la misma, que es realmente espectacular, cuando Lincoln, que medía casi dos metros de altura, da un puñetazo en su mesa de trabajo y dice a sus colaboradores que hay que conseguir como sea los votos de tres legisladores que se oponen a la abolición de la esclavitud. Sostiene que por esos tres personajes, EE.UU. va a seguir sometido a la esclavitud. Pegó un grito y les dijo a sus colaborados: vayan al Congreso y consiguen esos votos.

Monumento a Abraham Lincoln (1809-1865), National Mall, Washington, D.C.

Lincoln es un personaje muy querible. Pagó con su vida la abolición de la esclavitud. Pero además dejó plasmada una de las mejores definiciones que se puede conseguir acerca de la democracia. Dijo: “La democracia es el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo”. (Discurso de Gettysburg).

Quiere decir que el pueblo es el agente fundamental de la democracia a través de sus representantes. Pero esos representantes tienen que ser genuinos representantes del pueblo. Por el pueblo, porque en el desideratum de Lincoln está la idea de que el pueblo tenga un papel protagónico en la democracia.

Ahora, ¿qué quiere decir para el pueblo? Que los frutos benignos de la democracia deben favorecer al pueblo. Y entonces vale la pregunta, ¿la democracia, tal como la conocemos hoy, está favoreciendo al pueblo o a las grandes concentraciones de poder económico y político que caracterizan al mundo contemporáneo? Tengo para mí la convicción de que es lo segundo.

La trayectoria de este ideal que es la democracia comenzó en la Grecia clásica. Y por eso tenemos que recurrir a Platón y Aristóteles, quienes fueron los primeros que elaboraron una teorización en torno al tema. No quiere decir que fueran demócratas, pero sí fueron los que diseccionaron lo que era la pequeña democracia de las polis griegas y sobre todo, la de Atenas. Y nos dieron una conceptualización que tiene vigencia hasta el día de hoy.

A lo largo de la historia ha habido otros autores que han contribuido a desarrollar la teoría democrática. Pensemos, por ejemplo, en Nicolás Maquiavelo, uno de los más grandes pensadores políticos de todos los tiempos que planteó de manera muy clara el tema de la democracia, el tema de la república. Sobre todo, nos planteó y nos enseñó cómo funciona la mecánica interna de los regímenes democráticos, sus logros, sus potencialidades, pero también las asechanzas que conspiran contra su funcionamiento. Y podemos culminar esta gran trayectoria de varios siglos, casi dos milenios, con la referencia de quien es considerado el mayor teórico de la democracia, Jean-Jacques Rousseau, nacido en Ginebra, pero que fluctuaba entre Suiza y Francia. Era un genio, multifacético, como pocas veces hemos visto en la historia; un hombre que escribía tanto obras de teatro como textos de teoría política; redactaba constituciones, era profesor de danza, gran ajedrecista, analista de temas varios, tenía una pluma maravillosa. Era hombre universal, un hombre del Renacimiento, como se dice. Y es Rousseau el que plasma de manera más clara todo este ideal democrático.

Tiene él una frase que a mí siempre me ha llamado la atención y que refiere que la democracia es un régimen político en el cual ninguno es tan pobre, tan desvalido como para tener que vender su voluntad; y nadie es tan poderoso y tan rico como para poder comprarla.

Es decir, Rousseau nos habla con esta bella metáfora de que la democracia es un régimen que se basa fundamentalmente en el principio de la igualdad. La igualdad social y económica sin la cual no hay democracia.

La sociedad contemporánea que cada vez es más desigual, comienza a producir una tensión, un conflicto entre el igualitarismo de base que requiere la democracia y la desigualdad creciente provocada por la lógica del mercado.

Dentro de este contexto, es preciso referirse al liberalismo triunfante y la gran demora en la aplicación de la democracia. ¿Por qué la gran demora? Bueno, porque el liberalismo triunfó y terminó adueñándose de la democracia. Hemos sido expropiados de una idea que no es de los liberales. La democracia no tiene nada que ver con el liberalismo. Sin embargo, vemos corrientemente la expresión democracia liberal o liberalismo democrático.

Hasta finales del siglo XIX la democracia era concebida casi como una aberración por el pensamiento dominante en Europa. La democracia era una mala palabra, se asociaba con demagogia. Era concebida como un régimen aberrante que no debería tener futuro y por lo tanto fue muy combatida. Costó mucho que el liberalismo y el capitalismo liberal aceptaran la democracia, fue un esfuerzo enorme.

¿Cuándo la aceptaron? Después de la Primera Guerra Mundial. Fue necesario una verdadera carnicería en la que murieron más de 18 millones de personas. Al término del conflicto bélico, se muestran partidarios, ahora sí, de querer tomar parte en las decisiones de los gobiernos y por lo tanto reclaman algo que nunca se les había dado, que era el sufragio universal, con montones de trabas como negarles ese derecho a las mujeres, a los analfabetos y a menores de cierta edad. En fin, toda una serie de cortapisas para evitar que la democracia fuese eso que dijo Lincoln, el gobierno del pueblo para el pueblo.

Tras la Segunda Guerra Mundial y dentro del marco de la expansión keynesiana del capitalismo la democracia es incontenible y tiene que ser aceptada por el régimen político. Y ahí aparece un gran teórico, Joseph Shumpeter, quien sostiene que la democracia es simplemente un método para elegir a quienes van a gobernar por nosotros. No es un método en el cual vamos a decidir nosotros cómo vamos a gobernarnos. No. Es una situación en la cual a los ciudadanos se les presentan dos equipos que se postulan para dirigir un país y la misión de la democracia y del ciudadano es simplemente elegir a uno de los dos para gobernar, nada más. Ahí se termina su función.

O sea, hay un empobrecimiento en el capitalismo ya relanzado de finales de la Segunda Guerra Mundial de la democracia que se convierte simplemente en lo que decía Shumpeter. ¿Cuánto duró eso? Muy poco. Coincidió con el ciclo de expansión keynesiana, el período que va de 1948 a 1973, que es lo que muchos teóricos llaman la era de oro del capitalismo. Y lo que fue ocurriendo en la medida en que el capitalismo se desarrolla con mucha fuerza es que se produce un enorme crecimiento en el poderío de los mercados y al mismo tiempo, un debilitamiento relativo de los Estados. ¿Y cuál es el problema de esto? Muy simple: para que una democracia funcione se requiere un Estado fuerte que tenga capacidad de controlar y domesticar la furia irracional de los mercados; la locura de los mercados. Po eso a mí me causa tanta indignación cuando escucho que muchos teóricos en América Latina hablan de que hay que desmovilizar a las poblaciones y que la democracia no tiene que hacer ruido porque el ruido, la movilización, las muchedumbres en la calle, las protestas producen la inestabilidad y el nerviosismo de los mercados. Los mercados son siempre animales nerviosos, hiper nerviosos. Y la apelación esta de que la gente se quede en sus casas y que los mercados hagan su negocio significa simplemente garantizar el tránsito involutivo desde la democracia a la plutocracia.

Hoy en día, hemos ingresado en lo que un autor moderado, académico serio como Colin Crouch, define como una era “posdemocrática”. Esto es gravísimo. ¿Por qué? Bueno, porque ha habido una involución que ha sido registrada no solamente por pensadores de izquierda sino por algunas de las cabezas más lúcidas del mundo académico norteamericano y europeo que, por supuesto, son las que menos se escuchan o se leen, porque están prolijamente ocultadas, disimuladas por la maquinaria cultural del imperialismo y del capitalismo. Pienso, por ejemplo, en un personaje extraordinario como Noam Chomsky con sus críticas a la democracia norteamericana. O en la obra importante de Sheldon Wolin o Michael Parenti entre los estudiosos de los Estados Unidos que hablan de esa involución y que hoy en día, en realidad la democracia norteamericana y en la mayoría de nuestros países se ha convertido en una plutocracia.

¿Y qué sería la plutocracia? El gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Y pregúntense si la situación de sus países no se ajusta mejor a esta definición de plutocracia que a la convencional de democracia.

Y, por último, es preciso referirse a la insoluble contradicción entre capitalismo y democracia. Siempre se nos dijo que capitalismo y democracia eran dos caras de una misma y única moneda. Una mentira piadosa. Capitalismo y democracia se repelen. En un capítulo de mi texto Tras el búho de Minerva me refiero a las cuatro contradicciones fundamentales que hacen que la relación entre capitalismo y democracia sea irreconciliable. El capitalismo es un sistema basado en el egoísmo y en la exaltación de los intereses individuales; en tanto que la democracia es un régimen que propone solidaridad social, altruismo, bienestar colectivo. En consecuencia, la idea del hiper individualismo tan exacerbado en el momento actual es absolutamente disfuncional para el funcionamiento de una democracia.

La democracia requiere de un clima cultural completamente diferente al que ofrece el capitalismo y exige una redistribución de la riqueza, de la renta. El capitalismo hoy ha llegado a ser un sistema en donde la riqueza está más concentrada que en la época del Imperio romano. Basta leer el libro del historiador económico francés Thomas Piketty, que no es marxista ni socialista, que lleva por título El capital en el siglo XXI, en el que trae una conclusión rotunda y es que a lo largo de dos siglos la tendencia persistente, monótona, sistemática del capitalismo ha sido acrecentar la desigualdad y fomentar la concentración de la riqueza en un segmento cada vez más pequeño de la población. Y una estructura social con ese tipo de concentración de la riqueza, la renta con esa desigualdad, con esa extensión de la pobreza, esa generalización de la exclusión social, etcétera, es radicalmente incompatible con el funcionamiento de la democracia.

Afrontamos graves problemas con la democracia en el mundo, basta ver lo que pasó en el Capitolio estadounidense en 2021 y el significado del trumpismo, o lo ocurrido el pasado mes de enero en Brasil en donde una horda de fanáticos ultrarreaccionarios destruyeron gran parte de las instalaciones de los tres poderes, hasta golpes de Estado como lo que ha ocurrido en Perú con una matanza indiscriminada de campesinos, tentativas de magnicidio en contra de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y de Francia Márquez en Colombia. Es decir, hay un abanico de situaciones que nos permiten comprender los alcances de la gravedad de este fracaso de la democracia precisamente debido a su desnaturalización. Una democracia que se convirtió en una plutocracia y que por eso genera todos estos problemas que estamos viendo al despuntar la tercera década del siglo XXI.

@atilioboron

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