POR TELMA LUZZANI
El presidente colombiano Gustavo Petro, acaso el líder contemporáneo con la visión más profunda sobre nuestra época y su lento desbarrancar, proclama constantemente –desde el 7 de octubre, cuando se agravó el conflicto en Oriente Medio– mensajes, entre furiosos y desesperados, para evitar el abismo. “¿A dónde va nuestra capacidad de suicidio y de omnicidio?”, se pregunta en un artículo calculadamente titulado “¿Por quién doblan las campanas? Las campanas doblan por ti”, en alusión a la famosa novela donde Ernest Hemingway narra la Guerra civil española, antesala de la catastrófica Segunda Guerra Mundial, donde murieron cerca de cien millones de personas, 70 por ciento de ellas civiles, si se incluyen las muertes por hambrunas y otros “daños colaterales” de la guerra.
Petro quiere advertir tres cosas. Primero, que con la excusa de “exterminar a Hamás”, Israel está asesinando sistemáticamente a los palestinos de la Franja de Gaza. El último reporte de octubre del Ministerio de Salud de ese enclave habla de 8.796 muertos, 70 por ciento de ellos menores y mujeres (40 % niños y niñas y 26 % mujeres). Este cómputo es anterior a los dos brutales bombardeos, en días sucesivos, contra el campo de refugiados más altamente poblado del norte de Gaza: Yabalia. Allí los muertos y los cuerpos carbonizados se cuentan por cientos. Aún no hay cifras oficiales porque, como los edificios fueron totalmente destruidos, hay innumerable cantidad de víctimas bajo los escombros.
Segundo, que este genocidio atroz tendrá secuelas en Cisjordania y luego podría expandirse fácilmente a los países vecinos, convirtiéndose en una guerra regional y aún más. Hezbollah, la organización chiita del Líbano vinculada con Irán, intercambia disparos misilísticos casi a diario con las fuerzas israelíes en su frontera común, por ahora sin mayores consecuencias. No obstante, tanto Irán como Hezbollah advirtieron que si Israel invade Gaza no dudarán en intervenir. “Traspasarán una línea roja”, avisaron. A nivel global, esta segunda conflagración extendida podría sumarse a la que aún sigue activa entre Rusia y la OTAN, en Ucrania.
Tercera advertencia de Petro: que las guerras nunca quedan lejos; que la humanidad es un inmenso colectivo por lo que, si alguien es dañado, todos salimos lastimados; que como sucedió con la Segunda Guerra Mundial, las secuelas las sufrirá el mundo entero; que las campanas de los difuntos “doblan por ti”, por tus hijos y por los hijos de tus hijos.
“¿Acaso la derecha hoy no es la que aplaude la barbarie del bombardeo a los niños y la destrucción de la justicia en el mundo?”, se pregunta Petro. “¿Qué vida van a tener los jóvenes que se dicen de derecha con una derecha que destruye la vida, la justicia y que aplaude la muerte de la niñez? ¿Elegir a los que matarán a tus hijos mañana? Por quién doblan las campanas”.
Los planes del supremacismo
Muy temprano en la mañana del 7 de octubre, Hamás –organización nacionalista musulmana palestina– inició su operativo “Tormenta de Al-Aqsa”, con una serie de ataques coordinados desde la Franja de Gaza: decenas de militantes traspasaron, sin dificultad, las supervigiladas barreras israelíes; más de tres mil misiles fueron disparados desde la Franja; vehículos todoterreno ingresaron en Israel, y guerrilleros en parapente aterrizaron en suelo israelí. Los milicianos de Hamás asesinaros a unos 1.400 israelíes (muchos de ellos jóvenes que asistían a un festival de música) y capturaron a 230 rehenes, algunos de los cuales ya fueron liberados.
De inmediato, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció la guerra contra Hamás, una medida muy beneficiosa para él ya que no sólo enfrentaba tensiones con la Corte Suprema de Justicia y graves acusaciones de corrupción, sino que, desde julio, venían aumentando las multitudinarias marchas en contra de su gobierno. Netanyahu convocó a un gobierno de emergencia nacional y desató una verdadera cacería contra los palestinos de la Franja de Gaza.
La versión israelí (aseguran que el ataque de Hamás no se advirtió porque falló no solo la inteligencia militar del país y la de Estados Unidos, sino también toda la sofisticadísima tecnología de espionaje y alarma que poseen) es puesta en duda desde los más altos cargos militares de Israel hasta la prensa. En varios medios extranjeros e incluso en alguna prensa israelí se asegura que Egipto había avisado, los primeros días de octubre, al gobierno de Netanyahu que Hamas preparaba algo “grande”. Por otra parte, el comandante israelí Yoram Erez, a cargo de las fuerzas en la frontera de Gaza, escribió en las redes: “Conozco muy bien esa valla perimetral: ¿cómo pasaron sin que nadie reaccionara? ¿Cómo llegaron terroristas a pie y en vehículos, armados de pies a cabeza, a decenas de asentamientos israelíes, sin que nadie de nuestro lado moviera un dedo? Alguien tendrá que dar respuestas”.
El 13 de octubre a la madrugada, mientras las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) bombardeaban masiva y continuamente cada centímetro cuadrado de Gaza, Netanyahu lanzó un ultimátum a la población palestina del norte del enclave para que se desplazara al sur en 24 horas. “Esto provocará una tragedia humanitaria que puede y debe evitarse”, advirtió inútilmente ese mismo día la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
La pregunta es si esta deportación forzosa de civiles palestinos ya era parte de un plan y Tel Aviv, burlándose de cualquier tipo de legalidad o derecho internacional, se aprovechó del ataque de Hamás para llevarlo a cabo. Quienes sostienen esta hipótesis se basan en el discurso que dio Netanyahu en septiembre, en la última Asamblea anual de la ONU en Nueva York. Ante todos los jefes de Estado, el Primer Ministro mostró “el nuevo mapa de Oriente Medio”, donde todo el territorio que, según la ONU, debería formar parte del Estado palestino –esto incluye Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este– es presentado como parte de Israel.
¿Hay un plan? El exdiplomático británico Alastair Crooke, director del Foro de Conflictos con sede en Beirut, una entidad que busca el diálogo entre el Islam político y Occidente, considera que sí y cita las palabras del supremacista judío y actual ministro de Seguridad Nacional israelí, Itamar Ben-Gvir, para avalar su opinión. “Los palestinos deberán elegir entre marcharse o vivir bajo la servidumbre del Estado judío”, dijo Ben-Gvir.
Según Crooke, el grupo de ultranacionalistas radicales que integran el gabinete de Netanyahu tiene tres objetivos: 1) derribar la sagrada mezquita Al-Aqsa en Jerusalén, el tercer lugar más importante para los musulmanes después de la Meca y Medina –en su lugar construirían el Tercer Templo judío–; 2) refundar Israel con la supuesta extensión territorial que habría tenido en tiempos bíblicos, lo que incluye todo el territorio palestino, como refleja el mapa que mostró Netanyahu, y 3) establecer la ley judía (Halajá) en lugar de la ley secular. Esto despojaría a los no judíos que viven en Israel de su estatus legal.
En ese caso, como sostiene el gran teórico estadounidense de las relaciones internacionales John Mearsheimer, los 7.200.000 palestinos convivirían en el mismo territorio que los 7.200.000 israelíes, pero sin los mismos derechos, es decir, serían ciudadanos de segunda.
Este régimen de segregación racial o “apartheid” viene siendo denunciado desde hace años por organizaciones como Human Rights Watch, Amnistía Internacional o B’Tselem, Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos. “En toda la zona comprendida entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, el régimen israelí implementa leyes, prácticas y violencia estatal diseñadas para cimentar la supremacía de un grupo –los judíos– sobre otro –los palestinos–. Un método clave para lograr este objetivo es diseñar el espacio de manera diferente para cada grupo”, denuncia B’Tselem en su informe “Esto es apartheid”, de enero de 2021.
Las víctimas
El 23 de octubre, la organización Amnistía Internacional publicó un informe titulado “Pruebas irrefutables de crímenes de guerra: ataques israelíes aniquilan a familias enteras de palestinos”. Allí, entre los peores “ataques ilegítimos e indiscriminados”, incluyen el bombardeo del 17 de octubre contra el hospital Bautista Al-Ahli Arabi, el más grande de la Franja, donde cientos de personas –la mayoría niños, mujeres y ancianos– buscaban tratamiento médico o refugio. Solo en las primeras horas murieron más de quinientos civiles.
Según cifras oficiales de Israel, hasta el último día de octubre habían atacado 11 mil posiciones en la Franja de Gaza. Se calcula que por hora, la FDI lanza 42 bombas, mata a quince personas (de las cuales seis son niños o niñas) y destruye doce edificios. “Gaza se ha convertido en un cementerio de niños”, dijo ese mismo día James Elder, portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Además de estas agresiones, Tel Aviv sometió a la población palestina a un bloqueo prácticamente total de alimentos, agua, medicinas y todo tipo de elemento básico para la subsistencia.
“Hace décadas que Israel controla el espacio aéreo, terrestre y marítimo de la Franja. En tiempos normales, para abastecer a los 2.200.00 palestinos que viven en la Franja llegan, desde Egipto, trescientos camiones diarios con alimentos, medicina, agua, combustible, etcétera. En estas semanas, solo han ingresado 85 camiones”, explica Riyad Alhalabi, encargado de negocios de Palestina en la Argentina, a dos semanas de iniciada la represalia israelí.
“Hay 1.500 camiones esperando en la frontera, en el paso de Rafah. Pero necesitan, primero, un cese de fuego para no ser víctimas de los bombardeos y, segundo, autorización y garantías por parte de Israel. Hace semanas que no hay casi combustible y ya casi no pueden funcionar los generadores de los hospitales. No hay anestesia. Se realizan cesáreas u operaciones sin calmantes. La situación es tan dramática que los médicos están haciendo cirugías sólo a quienes se pueden salvar”, dice profundamente dolido Alhalabi.
El horror que provocan estas masacres ha generado una fuerte reacción en el mundo. A pesar de que Europa censura cualquier expresión a favor de Palestina, miles de ciudadanos salieron a pedir un cese del fuego en las principales capitales europeas. También Nueva York y otras importantes ciudades de EE.UU. fueron ocupadas por miles y miles de personas que pedían por Palestina, al tiempo que muchos grupos de judíos estadounidenses divulgaron videos en los que decían “No en mi nombre”, por las matanzas israelíes.
En América Latina, Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Israel por considerar los ataques crímenes de guerra. Colombia y Chile llamaron a consulta a sus embajadores en Tel Aviv. El 1 de noviembre, Jordania –un país vecino con el que Israel ha tenido históricas tensiones y acercamientos– y Baréin – situado en el golfo Pérsico, en el centro de las más importantes rutas comerciales– también cortaron relaciones diplomáticas.
El 26 de octubre, la Asamblea de la ONU aprobó una resolución que pide una tregua humanitaria. Obtuvo 120 votos a favor, 45 abstenciones (Italia y Alemania, entre otros europeos, y Paraguay y Guatemala, entre los de nuestra región) y catorce en contra (con Estados Unidos a la cabeza). Una vez más la ONU demostró su impotencia, ya que la resolución no se implantó.
Ante esto, varios líderes mundiales subrayaron la ineficacia de la ONU. “Basta de matar niños, ¿qué mundo queremos crear?”, se preguntó indignadísimo el presidente brasileño Lula da Silva al tiempo que rogó un inmediato cese del fuego. “Las personas ya no están siendo humanas. En una mesa de negociación no muere nadie, es más barato y se pueden encontrar soluciones. ¿Qué esperan? Pero la ONU no hace nada porque está debilitada. Sin embargo, es muy simple: así como los israelíes tienen derecho a su tierra, los palestinos también tienen ese derecho”, reclamó.
El gran dilema
En un mundo en transición hegemónica como el actual, cualquier rincón del planeta es virtualmente un foco de disputa y desestabilización. En el caso de Medio Oriente, esto se suma al regalo envenenado que dejaron las potencias occidentales, al terminar la Segunda Guerra Mundial y decidir la existencia de un Estado judío. La ONU designó lo que era entonces un protectorado británico como territorio para un Estado de Israel y otro de Palestina. Cuando el Reino Unido se retiró, el líder sionista David Ben-Gurión declaró en forma unilateral la creación del Estado de Israel, en 1948, pero no se creó el palestino.
El apoyo de Estados Unidos a su gran aliado en Oriente Medio es incondicional. Luego de la visita del presidente Joseph Biden, el pasado 17 de octubre, la Casa Blanca solicitó al Congreso el envío de armas y una importante partida de dinero para respaldar la decisión belicista de Netanyahu. El Pentágono ordenó el desplazamiento de fuerzas aéreas y navales a la región, entre otras, la V Flota y el portaviones nuclear Gerald Ford, considerado el más potente del mundo. Pero, ¿podrá Washington sostener dos frentes de guerra, uno en Europa del Este y otro en Oriente Medio?
John Mearsheimer ha advertido a su gobierno que está en problemas. El académico señala que Washington se encuentra en un dilema de muy difícil resolución: por un lado, no puede distanciarse de Israel, pero por otro, siendo China el verdadero tema de preocupación para EE.UU., distraer las energías en dos conflictos que nada tienen que ver con eso es darle a su rival asiático una gran ventaja. “Estamos en problemas. Ojalá esté equivocado, pero es una de esas situaciones que no tienen salida. No veo que ni Ucrania ni Oriente Medio vayan a mejorar. Lo que EE.UU. necesita en Oriente Medio en este momento es estabilidad, no caos”, dijo el autor del famoso libro ‘El lobby israelí y la política exterior estadounidense’.
Para Gabriel Sivinian, titular de la Cátedra Libre de Estudios Palestinos “Edward Said” de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la brutalidad del ataque al hospital Bautista Al-Ahli y el asesinato de civiles inocentes ha producido un punto de inflexión que erosionará el apoyo a Israel. “Hay dos factores clave que el gobierno de Netanyahu necesita para operar sobre Gaza en función de sus objetivos estratégicos: la legitimidad y el tiempo. Y está claro que a partir del ataque al hospital esos factores han empezado a jugar en su contra”, aseguró. En efecto, en las últimas semanas han aumentado exponencialmente los reclamos globales a favor de los palestinos. Una multitud ocupó el famoso puente de Brooklyn en Nueva York, el 29 de octubre. A nivel político, al menos 55 legisladores del partido oficialista (Demócrata) piden al presidente Biden el cese de fuego y la inmediata ayuda humanitaria para Gaza.
¿Se acabará la impunidad para Israel? ¿Habrá alguna instancia en la que se pueda discutir seriamente la posibilidad de la existencia de un Estado de Palestina? En la ONU, los palestinos tienen solamente estatus de observador. ¿Terminará alguna vez la doble vara y la ley del más fuerte? Lamentablemente, no por el momento. La historia sigue abierta y solo cabe esperar que el lado racional de la humanidad prime sobre nuestro costado autodestructivo y violento. Vale recordar otra vez la frase que Gustavo Petro y Hemingway tomaron del gran poeta británico del siglo XVII John Donne, cuando en los funerales sonaban las campanas: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
Caras y Caretas, Buenos Aires.