POR CARMEN PAREJO RENDÓN /
Si el cuestionamiento del unilateralismo se pudiera identificar con imágenes, el petrolero iraní Fortune, atracando en la refinería de El Palito en el estado venezolano de Carabobo el 24 de mayo de 2020, sería una de esas imágenes.
Abril de 2009. El presidente venezolano, Hugo Chávez, junto a su homólogo iraní, Mahmud Ahmadineyad, realizan un acto en Teherán para inaugurar el primer Banco Binacional Irán-Venezuela; coincide con este encuentro la cumbre del G-20 en Londres. Tras el evento, el presidente Ahmadineyad afirma: “Estamos aquí para diseñar y crear un nuevo mundo. Pero los que han hecho daño al mundo han vuelto a fracasar mientras nosotros estamos haciendo algo nuevo. Reuniones como la de Londres no pueden reanimar algo que cae como un muerto”.
Irán y Latinoamérica
Las relaciones entre los países latinoamericanos y el país persa han estado marcadas por las propias condiciones de dependencia de estas naciones al respecto de EE.UU. o las potencias europeas. La participación conjunta de Venezuela e Irán en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) benefició unas relaciones históricas más duraderas entre estas dos naciones, en comparación con otros países de la región. En 1975, el sha Reza Pahlevi visitó Caracas, y Carlos Andrés Pérez viajó a Teherán en 1977. Tras el triunfo de la Revolución Islámica de 1979, en términos generales, no cambió de forma destacada la relación. Sin embargo, a partir del inicio del siglo XXI, el país persa comenzó un nuevo tipo de relación con los países latinoamericanos, y especialmente, con Venezuela. Esta etapa coincide con el auge de los llamados gobiernos progresistas latinoamericanos.
A primera vista, la propuesta política de los llamados gobiernos progresistas latinoamericanos difiere en el plano ideológico de la apuesta de la Revolución islámica; no obstante, hay un principio compartido que es la defensa de la soberanía nacional de sus Estados en un mundo que se ha construido sobre la base del expolio económico hacia los países periféricos y su dominación política.
El enemigo común se ha manifestado de una forma más evidente a raíz de los ataques incesantes de EE.UU. y sus aliados europeos hacia los distintos proyectos soberanos —con bases ideológicas diferentes entre sí— que se han ido desarrollando. Desde el plano económico, a través de la imposición de bloqueos a su economía y de la aplicación de medidas coercitivas unilaterales; desde la perspectiva política, con la injerencia constante en los asuntos internos de estos países; y también desde la esfera de la propaganda. Distintos ataques mediáticos coyunturales que se sostienen por grandes relatos como aquel del ‘Eje del mal’, o más recientemente, el “jardín” europeo al que hizo referencia el alto representante de la Unión Europea para los Asuntos Exteriores, Josep Borrell, que persiste en esa idea supremacista de EE.UU. y las potencias europeas, que sostiene, desde la perspectiva ideológica, las relaciones internacionales de dominación y expolio actualmente vigentes, aunque cuestionadas.
Cooperación mutua
Lo cierto es que las relaciones entre Irán y América Latina no han estado ajenas a las coyunturas vividas en los últimos años: el reflujo de los gobiernos progresistas afectó de forma directa a estas relaciones. Sin embargo, en la actualidad se dibuja un nuevo escenario, en el que el presidente Seyed Ebrahim Raisi inició su reciente gira por Latinoamérica, donde visitó Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Durante estos encuentros se han firmado múltiples acuerdos de cooperación económica y de desarrollo tecnológico y científico; pero, sin lugar a dudas, ha destacado el valor político del encuentro entre estas dos latitudes, lejanas por muchos motivos, pero cercanas en un fin común: dejar de ser tratadas como naciones de segunda categoría, subordinadas a intereses externos.
Cuba da lecciones de solidaridad
Otra de las imágenes para la posteridad de la construcción de este mundo multilateral fue la llegada de los médicos cubanos a Italia en el pico de la pandemia del Covid-19 que afectaba de forma acuciante en ese momento al país europeo.
Cuba ha sido una de las principales víctimas directas del mundo unipolar. Tras la desintegración de la URSS, EE.UU., como potencia hegemónica, agudizó su bloqueo a la isla y potenció, aún más, su aislamiento internacional. Esto tuvo consecuencias directas contra el pueblo cubano, que aun así supo encontrar mecanismos para continuar su proceso revolucionario e independiente hasta nuestros días.
Estas circunstancias adversas, promocionadas desde el exterior, no han impedido que Cuba haya desarrollado una política internacional propia basada en la solidaridad y el apoyo a otros países, fundamentalmente naciones en desarrollo. La llegada de los médicos cubanos a Italia, un país desarrollado, de la Unión Europea y de la OTAN, suponía, además, un cambio total en el imaginario construido. Ya no era solo la cooperación sur-sur, sino el Sur global actuando de forma directa para socorrer a un norte que se había enriquecido sobre la explotación y el expolio de los pueblos del sur.
El presidente cubano, Miguel Díaz Canel, inició esta semana una gira europea, precisamente en Italia, donde visitó al papa Francisco y se reunió con el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella. Tras esta visita, además, participará como presidente ‘pro témpore’ del bloque negociador de los países en desarrollo (Grupo de los 77 + China) en la cumbre propiciada por Enmanuel Macron, para un Nuevo Pacto Financiero Mundial en París, Francia. Lejos de esa Cuba aislada, Díaz-Canel será estos días en París, el representante del Sur global.
Por último, otra de las imágenes destacadas de este momento histórico, ha sido la reciente visita de la delegación de siete países africanos (Sudáfrica, Senegal, Egipto, Uganda, Zambia, Congo y Comoras) a Kiev y Moscú con el fin de establecer una agenda para la mediación en el conflicto en Ucrania. África, continente saqueado y denostado, se levanta como actor diplomático internacional. Y no se levanta para exigir venganza, sino que lo hace como un actor de paz.
Mientras los aliados de la OTAN ahondan en sus guerras y pierden la capacidad de imponer a otros sus propias agendas, vemos cómo el sur global comienza a perfilar las líneas que deberán ser fundamentales para la construcción de un nuevo modelo en las relaciones internacionales.
La cooperación sur-sur se fortalece y el papel del llamado Sur global gana protagonismo en un mundo cambiante que apuesta y comienza a definir su idea de multilateralismo.
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