Empezó la sucesión en México: AMLO le deja una trascendente reforma judicial a Sheinbaum

El presidente Andrés Manuel López Obrador y la mandataria electa Claudia Sheinbaum Pardo reciben honores militares de las Fuerzas Militares de México.

POR BOYANOVSKY BAZÁN /

México tendrá nueva Presidenta el próximo 1° de octubre. La renovación de la Justicia forma parte de la ambiciosa Cuarta Transformación (4T) encarada por el mandatario saliente.

El presidente saliente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) firmó este domingo 15 de septiembre el decreto para la publicación en el Diario Oficial de la Federación la reforma constitucional al Poder Judicial con Claudia Sheinbaum Pardo, mandataria electa, como testigo. “Ahora sí es el pueblo el que manda, el que decide”.

La reforma judicial es una victoria emblemática con la que se retira triunfal tras seis años de gobierno, y le deja allanado el camino en ese terreno a su sucesora, Claudia Sheinbaum. Es una de las grandes batallas políticas y estructurales que la próxima presidenta, que asumirá el 1 de octubre como la primera mujer en ocupar el cargo en la historia del país, ya no necesitará dar, ahorrándose el natural desgaste que implica este tipo de confrontaciones.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como autoridad del Gobierno federal y la mandataria electa, Claudia Sheinbaum como testigo, firmaron el decreto de la reforma judicial “en un día histórico”, el cual se publicó en la edición vespertina del Diario Oficial de la Federación, el 15 de septiembre de 2024.

“La reforma al Poder Judicial ha sido aprobada. Es bueno para nuestro país. Hablamos de un verdadero poder independiente y autónomo electo por el pueblo”, celebró Sheinbaum el pasado jueves 12 de septiembre, horas después de que el Senado aprobara la enmienda Constitucional requerida con 86 votos a favor y 41 en contra, un número ajustadísimo que logró con la ausencia del senador opositor del PAN, Miguel Ángel Yunes, a quien los detractores de la medida llamaron “traidor” (fue reemplazado por su padre, quien votó a favor). Todo en un marco de manifestaciones callejeras en contra del nuevo sistema que, entre lo más destacado, abre el juego electoral para que todos los jueces, incluidos los ministros de la Suprema Corte, sean designados mediante el voto popular.

La reforma abrió una grieta en la sociedad mexicana desde que fuera presentado el proyecto, en febrero pasado. El primero en rechazarlo fue el cuestionado Poder Judicial. Acaso una señal de que el argumento esgrimido para reformar el sistema es acertado, que también fija topes salariales y elimina ingresos de privilegio. Tras la aprobación se decretó un nuevo paro judicial, que la cúpula de la Suprema Corte. Los gremios que representan a los trabajadores todavía se encuentran debatiendo si continuaban con la medida del paro o no, más allá de este martes 17.

Para el Gobierno de Morena, las modificaciones implican un “combate a la corrupción y al nepotismo” en el seno de un Poder Judicial que históricamente jugó para el gobierno de turno o los poderosos, dejando al grueso de la población con una representación escasa o al menos dudosa. En su articulado, el nuevo sistema asegura garantizar el acceso a la Justicia a todas las capas de la sociedad tanto como transparentar y agilizar los procesos de designación de todas las escalas de funcionarios públicos del sector. Introduce la paridad de género, establece una ley de carrera judicial y acota los mandatos de los jueces a seis años con posibilidad de renovar según acuerdo del Consejo de la Judicatura Federal, un órgano preexistente que gana espacio con la reforma.

Los críticos apuntan más que nada al sistema de elección de jueces. Creen que será difícil de implementar y que cambiaría el perfil de los postulantes, que debieran estar enfocadas en cuestiones legales, hacia el de una carrera política.

En una entrevista con la BBC, la cuestionada presidenta de la Suprema Corte de Justicia de México, Norma Piña, quien desede un principio se erigió en opositora acérrima del mandatario López Obrador, criticó que el sistema carga “más responsabilidades al propio ciudadano, en lugar de asumirla el Estado”.

Piña se preguntó si, partiendo de los 1650 jueces que existen a nivel federal, “¿el ciudadano va a conocer a todas las personas que integran esa planilla y va a saber si esta persona es capaz de resolver conflictos, si tiene oficio, si es experto, si hace las cosas como deben ser?”.

La crítica de Piña va en sintonía con otras voces de la ultraderecha mexicana que creen que la reforma afecta la división de poderes y que la elección de magistrados partidizará a la Justicia.

Un elocuente baño de masas recibió el presidente Andrés Manuel López Obrador en su último informe como presidente en el emblemático Zócalo de Ciudad de México.

Igualmente, voces conservadoras a nivel internacional han asumido una posición injerencista intentado deslegitimar la reforma. Es el caso de la Relatoría Especial de las Naciones Unidas sobre la Independencia de Jueces y Abogados pidió reconsiderar el proyecto para salvaguardar la «independencia judicial». Argumento similar fue el de la organización de financiada por el magnate especulador George Soros, Human Rights Watch que emitió una declaración señalando que la enmienda “socava la independencia judicial, la privacidad y la rendición de cuentas”. También se habían pronunciado en contra en una actitud intervencionista los Gobiernos de Canadá y EE UU, lo que generó una respuesta contundente del presidente López Obrador.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió el viernes 13 de septiembre un comunicado en que haciéndole el juego a la ultraderecha mexicana advierte “posibles afectaciones en materia de independencia judicial, acceso a la Justicia y vigencia del Estado de derecho” que podrían derivar de la reforma.

La CIDH también hace extensiva una pregunta que se formulan varios dirigentes y representantes del derecho en México: si el nuevo sistema judicial podrá resolver el grave problema del crimen organizado en varias zonas del país. La reforma fue presentada al Congreso en febrero, cuando la coalición gobernante no contaba aún con los votos necesarios para aprobarla, pero tras la amplia mayoría que obtuvo en las elecciones del 2 de junio, se consiguió la mayoría calificada en ambas cámaras.

Tiempo Argentino