POR GILBERTO LÓPEZ Y RIVAS /
En enero de este año, la Academia de la Modernidad Democrática (Academy of Democratic Modernity), organismo autónomo de investigación, reflexión y difusión de la lucha del pueblo kurdo, publicó un singular folleto de 38 páginas titulado Oportunidades y peligros de la tercera guerra mundial, de alcances teórico-políticos estratégicos para la comprensión de la grave crisis multifactorial y civilizatoria que sufre la humanidad, con el riesgo, incluso, de su propia extinción (https://democraticmodernity.com/blog).
El análisis de la academia se fundamenta en la idea de que una tercera guerra mundial está en curso, la cual difiere de las dos anteriores porque su configuración temporal geográfica y metodológica parece, a primera vista, la de muchos pequeños focos de conflictos independientes, que manifiestan constantes fluctuaciones de intensidad, y cuyas características pueden ser sintetizadas en cinco indicadores: 1) guerras prolongadas de baja intensidad en países como Afganistán, Irak, Libia, Somalia, Siria, Yemen, y ahora también Ucrania, en las cuales se destruyen por completo tanto estructuras estatales como el tejido social de los respectivos países; 2) guerras económicas con aranceles, prohibiciones de importación o, incluso, sanciones globales, en las que las distintas partes beligerantes intentan doblegarse mutuamente. Estados Unidos, Unión Europea, Gran Bretaña, Rusia y China, en particular, utilizan una amplia gama de medios económicos, mediáticos, militares, biológicos y políticos unos contra otros; 3) alianzas flexibles, sin frentes rígidos, ni militares, ni económicos ni políticos. Países como Estados Unidos y Rusia pueden luchar entre sí en Ucrania y, al mismo tiempo, coordinar sus actividades militares en Siria; 4) los medios de comunicación como arma ideológica, a la par que los militares, políticos y económicos, y con una intensa batalla ideológica por la verdad, garantizando una creciente homogeneización de los hábitos e intereses culturales; 5) la guerra biológica, las armas químicas y las armas nucleares tácticas son parte de esta tercera guerra en curso. Además, epidemias como el Covid-19 se aprovechan para debilitar la cohesión social hasta el borde del colapso total a través del miedo, la inseguridad y la desconfianza. El resultado son masas humanas tecnológicamente vigiladas, socialmente aisladas y fácilmente controlables, a las que les resulta visiblemente difícil resistirse a las políticas bélicas o de militarización de sus respectivos Estados.
La tercera guerra mundial hace estragos desde el colapso de la Unión Soviética hace más de 30 años. Cada parte del mundo se ve afectada. Los seres humanos se enfrentan a las consecuencias de esta guerra y los centros de poder de la modernidad capitalista han movilizado todas sus fuerzas en este conflicto. Sólo las fuerzas democráticas –movimientos populares, fuerzas antisistémicas, sindicatos, partidos, organizaciones sociales, instituciones, asociaciones, artistas, intelectuales, entre otros– reconocen que la tercera guerra mundial está dando forma a nuestro mundo actual. Fuerzas democráticas significativamente importantes de diversas partes del mundo, al reconocer su existencia, están en condiciones concretar con éxito una política democrática para sus respectivas sociedades. Es el caso del movimiento zapatista en México que integra el EZLN y del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, en Medio Oriente.
En esta guerra, Estados Unidos se resiste a perder su liderazgo, con su enorme poder militar, económico y político, que está dispuesto a utilizar en todo el mundo para hacer valer sus propios intereses, dependiendo cada vez más de la alianza de la OTAN, la cual –de acuerdo con la academia– domina sin concesiones, aplicando la fórmula llamada de las tres OTAN. La primera, la OTAN europea, contra Rusia. La segunda es la del Pacífico dirigida contra China, en alianza con Australia y Reino Unido; la tercera OTAN es la de Medio Oriente, en alianza con Israel y algunos Estados árabes, dirigida contra Irán. Estados Unidos está dispuesto a sumergir grandes partes del mundo, incluida Europa, en un caos profundo y duradero para mantener su supremacía y proteger sus intereses.
Otro de los conflictos claves de esta guerra –librada entre las potencias de la modernidad capitalista sobre cómo debe de renovarse el sistema– es entre fuerzas globalistas, por un lado, y, por el otro, las del Estado-nación. En todo caso, el objetivo es imponer en todo el mundo un tipo de personalidad culturalmente desarraigada, homogénea, políticamente incapacitada, moralmente rota, alienada de la naturaleza y atrapada en los modelos de vida virtuales. A esto se opone el despertar democrático de los trabajadores, las mujeres, los jóvenes, las sociedades y, sobre todo, los pueblos oprimidos, que luchan por construir alternativas autonómicas de mandar obedeciendo al capitalismo.
La Jornada, México.
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