POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL /
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Alberto Antonio Berón Ospina ha vuelto a renovar la palabra poética con su aura encantada, con lucidez para nombrar las mismas cosas de manera diferente. Esta poesía está liberada del adocenamiento lacrimoso y cosificado del lenguaje instalado.
El que quiera volver a la ciudad, cualquier ciudad: Pereira, Madrid, Buenos Aires, Bagdad, Estambul, Bogotá… encontrará en esta poesía otras sensibilidades. Otro tono que desenmascara y nos precipita a la soledad, el desamor, la miseria, la rabia, la maltrecha condición humana. Al mismo tiempo, nos convoca como una voz interior al sueño diurno de la vida como política, tal como ocurre con ese magnífico poema “Plegaria del poeta en Bagdad’‘, que se emparenta con la gran poesía oriental, la de Las aguas vivas del Vietnam. Esa desalienación del lenguaje poético, que Alberto Antonio logra, es una potencia contra el capitalismo. Algo más que un testimonio de vida digna donde la poesía está para alcanzar cumbres borrascosas, al igual que señalar caminos imaginados para alimentar a ese poeta que busca su lugar en el mundo en medio del desconcierto.
Leídos en la noche alta y en la madrugada temprana, me ha conmovido mi humanidad. He retornado a la indignación como un acto de amor a mis semejantes.
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