Hacia la paz

POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL*

El Gobierno Nacional avanza en su propósito de reestablecer los acuerdos de paz de La Habana, tan de capa caída durante el cuatrienio anterior, que lo convirtió en una pacificación, bajo el confuso término de “Paz con legalidad”. Esto, bien traducido, significa “Paz de los sepulcros”. Lo que se busca ahora es una paz total, la más completa e integral posible.

Ricardo Sánchez Ángel

Las guerras de la subversión guerrillera del ELN y las disidencias de las FARC se acrecentaron, al igual que las del narcoparamilitarismo, como la del Clan del Golfo. Una oleada de masacres, continuidad del genocidio, se recrudeció durante el gobierno del Uribato de Iván Duque.

Forma parte de la política de la paz actual la desmilitarización de la Policía Nacional, que ojalá incluya la disolución del Esmad, tal como lo exigen los jóvenes reprimidos por esta máquina de guerra.

Hay una opinión pública ilustrada, en pleno fortalecimiento, que apoya la política de paz, a nivel nacional e internacional. El Informe Final de la Comisión de la Verdad está propiciando un conocimiento y sus consecuentes discusiones sobre las verdaderas dimensiones de las heridas causadas por la guerra en la sociedad nacional. Este informe, cuya amplitud documental y analítica es digna de resaltar, abre las puertas a un frescor en la conciencia de los colombianos sobre la tragedia que continuamos viviendo. Esta debe ser una tarea pedagógica común en todos los sectores socioculturales.

Los discursos del presidente Gustavo Petro son una cátedra de paz que suscita gran interés. Y aunque circulan en las redes sociales, deberían ser trasmitidos por la televisión y la radio. La batalla por las ideas hacia la paz debe convertirse en una fuerza colectiva.

De manera simultánea, la política internacional es de paz. El mejoramiento de las relaciones con Cuba, el restablecimiento de la amistad con Venezuela y la apertura al frescor de la unidad continental mejoran las condiciones de la paz interna, logrando apoyos externos para estos propósitos pacifistas en los Estados Unidos y en Europa, al igual que de China, Rusia Irán y otros países del mundo. Viene a ser acertado colocar la paz colombiana entre los propósitos solidarios del mundo entero.

Es clave no continuar la guerra fracasada contra las drogas, con la eliminación de la erradicación forzosa y la desmilitarización de las zonas campesinas cocaleras. Al igual se requiere una estrategia agropecuaria y ambiental que amplíe y fortalezca la soberanía alimentaria, hacer la transición hacia la reforma agraria.

La extradición va a ser revisada ante el hecho protuberante de su fracaso, como política efectiva que desmonte el negocio, la violencia y la reproducción del crimen organizado. Afirmaciones como la del exembajador de Estados Unidos Kevin Whitaker en Colombia causan asombro y tristeza por lo trágico de la situación: “Cientos de narcotraficantes y terroristas colombianos han sido extraditados […] Cerca de dos mil delincuentes han enfrentado la justicia de Estados Unidos” (El Tiempo, 28 de agosto). Le faltó agregar que con ello se extraditó también la verdad.

Estamos en un momento en el que la paz verdadera se convierte en un propósito nacional que unifica el país. El obstáculo más grande que enfrentamos viene a ser la supervivencia del neoparamilitarismo, la parapolítica y las bandas que exterminan a los luchadores sociales, políticos y de derechos humanos. El país espera resultados contundentes en esta materia.

Sin duda, el contexto dramático de pobreza, desempleo, hambre, inflación, muerte, desesperación que se vive en el país es un caldo de cultivo para perpetuar las estructuras, los procesos y mentalidades de violencia y de criminalidad. El abandono cultural, la desvalorización de la educación, de las ciencias, de las artes y los pensamientos fomentan la ignorancia, la estupidez y los fanatismos, elementos que incentivan la violencia. Derrotar el miedo para poder vivir sabroso, como dice la vicepresidenta Francia Márquez, tiene que ser el otro gran propósito nacional e implica crear las condiciones materiales y de solidaridad que derroten el atraso, la humillación, la ofensa y la sumisión. Para esta tarea, hay que continuar convocando ese pueblo vigoroso que construye la república, con sus libertades y aspiraciones igualitarias desde abajo.

Adenda. No más presos políticos de la Primera Línea. No más secuestrados por la guerrilla.

*Profesor emérito, Universidad Nacional; profesor titular, Universidad Libre.

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