La ‘banalidad del mal’ en Colombia: de Adolf Eichmann a Mario Montoya

POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO

Adolf Eichmann [1] fue funcionario del régimen nazi, el tercero al mando en la jerarquía del Tercer Reich, fue encargado de la llamada “solución final” que no era otra cosa que el transporte de judíos a los campos de concentración para su exterminio, el holocausto judío. Posterior a la Segunda Guerra Mundial Eichmann huyó a Argentina, en ese país fue capturado y llevado a Israel donde se enjuició por su responsabilidad en crímenes contra el pueblo judío y la humanidad, fue condenado y sentenciado a la horca, su muerte fue el 1 de junio de 1962.

Hannah Arendt, de condición judía, fue una de las filósofas, escritoras y teóricas de la política más importantes de esa época. Después de viajar huyendo de Alemania a París fue detenida e internada en un campo de concentración nazi del que se pudo fugar y salir a exiliarse en Estados Unidos con su madre. Estando en ese país, fue encargada como corresponsal por la revista The New Yorker para cubrir el juicio de Eichmann en Israel. Del análisis de dicho juicio Arendt escribió una de sus más famosas obras denominada Eichmann en Jerusalén [2] donde postula su famosa categoría de la “banalidad del mal[3].

Esta categoría, la banalidad del mal, está fundamentada en el comportamiento de Eichman, un militar burócrata irreflexivo, que actuaba cumpliendo órdenes sin cuestionarse. Arendt esperaba encontrarse en el juicio a un monstruo malvado, pero se encontró con una persona abyecta, obediente, superficial, irreflexiva, vacía, sin conciencia de su maldad; quien en juicio sólo expresaba que cumplía órdenes y no sentía cargos de conciencia por sus actos, que por el contrario los habría sentido si hubiese incumplido las órdenes recibidas [4].

Hannah Arendt

Esta situación fue la que permitió a Arendt desarrollar su categoría de banalidad del mal. La irreflexividad, la falta de conciencia, el déficit de pensamiento y juicio, el vacío mental en una persona normal.

Arendt distingue en la sociedad de su época, la del holocausto judío, tres grupos de personas que perdieron la capacidad de juicio, por lo tanto que hacen parte de la banalidad del mal, los nihilistas, quienes asumen un juicio relativo dependiendo de su interés individual; los dogmáticos, quienes afincan su seguridad en un fanatismo político o religioso, y muchos “ciudadanos normales” que siguen las buenas costumbres acríticamente, con valores inculcados por el Estado con la educación, el cine, la televisión, la radio, etc., catalogados como “buenos”, pero sin ser pensados ni reflexionados, con ausencia de conciencia; de esta forma, diferencia el conocer como acumulación de materias del pensar –reflexionar, ponerse en cuestión, en el lugar del otro, en conflicto moral-. Son esos “ciudadanos normales” los que permitieron el desastre totalitario, los crimines contra la humanidad, al aceptar y permitir la inversión de las normas éticas: no matar por matar, no mentir por mentir, con su actitud social. Está situación es resaltada por Arendt cuando expresa: “La conciencia de Eichmann quedó tranquilizada cuando vio el celo y el entusiasmo que la buena sociedad ponía en reaccionar tal como él reaccionaba. No tuvo Eichmann ninguna necesidad de cerrar sus oídos a la voz de la conciencia, tal como se dijo en el juicio, no, no tuvo tal necesidad debido, no a que no tuviera conciencia, sino a que la conciencia hablaba con voz respetable, con la voz respetable de la sociedad que le rodeaba”. [5]

Arendt intenta establecer, partiendo del juicio de Eichmann, las bases éticas que identifican y condenan los delitos, no sólo contra los judíos, sino contra toda la humanidad. Las bases éticas en contra del totalitarismo y sus componentes raciales, sexistas, ideológicos, económicos, etc., buscando la construcción de una memoria colectiva universal, anti banalidad del mal, que se convierta en referente internacional para evitar que se repitan estos acontecimientos. De esta forma, pudiéramos decir, es una visionaria, impulsora del sentido ético global, propugnando por el derecho de las personas y poblaciones, su respeto, a nivel internacional.

El asesino nazi Adolf Eichmann.

De la época del totalitarismo y fascismo de la primera mitad del siglo XX a nuestra época existen marcadas diferencias, pero también un hilo conductor, un eje transversal, las disputas por el poder y los intereses económicos bajo la hegemonía del sistema capitalista en su fase imperial. Pasamos de un fascismo de masas, racial, anti semita, anti liberal pero no anticapitalista a un posfascismo [6] actual, estructurado por el dominio del modelo económico neoliberal, construido por la imposición del individualismo, donde se cultiva el miedo, el racismo, el odio en la población y se enaltece a los triunfadores individuales, los detentadores de la riqueza material; lo que permite y degenera en violencia; de allí se nutre la posición ultraconservadora (de ultraderecha), racista (un ejemplo es el caso del mismo Israel, ya victimario contra Palestina), la xenofobia (contra inmigrantes y extranjeros), la aporofobia (el odio a los pobres, indios, negros, campesinos, los “inferiores”), la homofobia, el machismo, el odio a quién piense diferente, la antidemocracia o la democracia formal liberal: “El fascismo no es lo contrario de la democracia, sino su evolución en tiempos de crisis”, afirmaba Bertolt Brecht.

Desde los orígenes intelectuales del neoliberalismo, con Von Hayek y la Escuela Austríaca, se avalan las jerarquías, el sexismo, el racismo, el fascismo, como mecanismo estructural de acumulación de capital, dando soporte a los atropellos a poblaciones, las masacres y los genocidios con el papel protagónico del imperio en la necesidad de no perder su hegemonía mundial.

El caso colombiano

Colombia hace parte del engranaje dentro del sistema capitalista mundial, como país periférico, siendo muy importante a la hora de valorar los intereses geo-estratégicos, geo-económicos y geo-políticos de EE.UU., al participar como proveedor de recursos naturales, cocaína y venta de servicios; y al tener, una posición geográfica privilegiada, posición central en el continente, con dos océanos, la selva Pacífica y la Amazonía, donde fuera de ser proveedor de materias primas, ha sido un aliado histórico muy importante en la región para sus intereses de control imperial, con  bases militares y como “socio global” [7] de la OTAN, llegando a denominarse el Israel latinoamericano. Este hecho es de influencia notoria al estudiar las causas de la  violencia en nuestro territorio.

Actualmente, representantes de la fuerza pública colombiana se enfrentan en juicio ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en el macrocaso 03, por asesinatos y desapariciones forzadas presentadas como bajas en combate por agentes del Estado [8].

General Mario Montoya.

Se estima en 6.402 personas asesinadas por la fuerza pública, casos de ejecuciones extrajudiciales, delitos de lesa humanidad, mal llamados “falsos positivos”. Estos delitos involucran una relación directa de agentes armados del Estado (militares y policías) en asocio con grupos paramilitares, como ha quedado evidenciado según las declaraciones de mayores, oficiales, cabos, coroneles y sargentos [9],  con una aberrante metodología utilizada para engañar a campesinos y ciudadanos pobres o habitantes de calle, se ejecutaban y disfrazaban con prendas militares por parte de estos propios agentes para hacerlos pasar por guerrilleros, con el fin de crear la impresión en la sociedad de que se estaba ganando la guerra al aumentar el número de víctimas.

El general Mario Montoya ha sido mencionado múltiples veces en estas declaraciones de los miembros de la fuerza pública, como cabeza de mando desde el Ejército de Colombia, son reiteradas las declaraciones en las que se le acusa de solicitar “litros (carrotanques) de sangre” [10]. Se resalta en las declaraciones de sus subalternos la importancia de la ascendencia del mando: “no éramos ruedas sueltas, había una jerarquía en el mando”. Si bien los declarantes ante la JEP han aceptado su responsabilidad, contado detalles de los hechos y han solicitado perdón a sus familiares y al país, el general Montoya no ha aceptado su responsabilidad en una actitud que nos hace recordar a Adolf Eichmann. Hoy los familiares de las víctimas siguen esperando sus declaraciones para construir la verdad.

De otra parte, la cabeza de la cadena de mando según la institucionalidad colombiana, Constitución Política de Colombia, artículo 189 en su numeral 3 consagra: “Corresponde al Presidente de la República como Jefe de Estado, Jefe del Gobierno y Suprema Autoridad Administrativa: … Dirigir la fuerza pública y disponer de ella como Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la República”. En otras palabras, “El presidente de la República es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas y como tal las dirige y dispone de ellas, directamente o por conducto del Ministro de Defensa Nacional”. Frente a esta grave situación de delitos de lesa humanidad denominada “falsos positivos”, los Ministros de Defensa y los Presidentes de la República de la época, guardan un conveniente silencio. Se resalta la responsabilidad de Álvaro Uribe Vélez como presidente y sus ministros de defensa  Martha Lucía Ramírez, Jorge Albero Uribe, Camilo Ospina y Juan Manuel Santos, al ser el periodo con mayor número de ejecuciones extrajudiciales en el país (2002-2008), según investigaciones de la JEP [11].

Ante este nuevo caso de banalidad del mal, que sucede esta vez en Colombia, bien vale la pena preguntarse por los grupos que la han hecho posible: los nihilistas (utilitaristas del mundo de los negocios quienes han usufructuado el modelo neoliberal para pasar por encima de las comunidades), los dogmáticos (la ultraderecha uribista y grupos conservadores),  ambos grupos con miembros que se autodenominan “la gente de bien”; y los “ciudadanos normales”, la población del común que se encuentra obnubilada por la costumbre, la educación tradicional, los medios de comunicación, seguidores de la tradición y la cultura irreflexiva, con poco o mucho conocimiento pero con bajo nivel de conciencia, de pensamiento crítico.

Hoy la JEP en el país tiene una difícil tarea en defensa de los derechos humanos y en contra de los delitos universales de lesa humanidad. No sólo debe enfrentarse a los verdugos y enjuiciarlos, sino soportar el viento en contra de esos sectores poderosos, sus resistencias. Pero, la lucha es además contra la inercia de esa ciudadanía del común acrítica, lo que significa una lucha directa contra la banalidad del mal.


[1]             https://www.youtube.com/watch?v=3rXEhcdnpJU&ab_channel=FiloNews

[2]             https://www.casadellibro.com.co/libro-eichmann-en-jerusalen/9789588773537/13450266

[3]             https://www.youtube.com/watch?v=MVZpoIz8ei4&t=4s&ab_channel=LaTraves%C3%ADa

[4]             https://www.youtube.com/watch?v=3bUCZr8fCBI&ab_channel=UnaMujerUnaVoz

[5]             Arendt Hannah. Eichmann en Jerusalen. Debolsillo 2017. 001 edición.

[6] https://larosaroja.org/el-posfascismo/

[7] https://www.portafolio.co/economia/colombia-el-unico-pais-latinoamericano-socio-global-de-la-otan-567503

[8] https://www.jep.gov.co/macrocasos/caso03.html

[9] https://www.youtube.com/watch?v=cj5LpE2Wr0A&ab_channel=CONTRAVIATV

[10] https://cambiocolombia.com/conflicto-armado-en-colombia/las-cuentas-pendientes-del-general-mario-montoya-por-falsos-positivos

[11] https://www.infobae.com/america/colombia/2021/02/18/los-cuatro-ministros-de-defensa-que-tuvo-colombia-durante-el-periodo-mas-algido-de-los-falsos-positivos/

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