POR ITA MARÍA DÍEZ Y LUISA FERNANDA GÓMEZ CRUZ /
Ya lo ha dicho en otras ocasiones: llegar a la presidencia no es el fin último de Francia Márquez. Es un punto en el camino de lograr que Colombia sea un lugar que anteponga la vida y el cuidado por encima de todo lo demás. Un país que reconozca y proteja el “Útero Mayor”, como ella le llama, y que repare las deudas históricas que tiene con los jóvenes, los negros, las mujeres, los campesinos, las diversidades, los oprimidos.
Francia Márquez nació hace 39 años en Yolombó, vereda del municipio de Suárez al norte del departamento del Cauca, Colombia. Es activista por los derechos humanos, de las mujeres y por la defensa del medioambiente y en 2018 fue galardonada con el Premio Medioambiental Goldman, comúnmente llamado “el Nobel del medioambiente”. Fue reconocida alrededor del mundo como “la mujer que puso en jaque a la minería ilegal y a las represas en Colombia”.
Ahora, de cara a las elecciones presidenciales de 2022, es también precandidata por la coalición política Pacto Histórico a través del movimiento Soy porque somos. Es una mujer sencilla, capaz de reconocer lo que sabe y lo que no, sin pretensiones de sabiduría aunque ciertamente sus palabras son sabias, producen inspiración y ofrecen un escenario fértil para cultivar la esperanza.
“Soy porque somos” es el nombre de tu movimiento político. ¿Cómo traducirlo a quien no conoce la filosofía Ubuntu?
Yo creo que es una apuesta de vida, de humanidad. Y no es nuevo. Es una filosofía de los pueblos afrodescendientes. Significa Ubuntu, la filosofía africana que hace que nos pensemos en colectivo, que nos veamos como familia extensa, que entiende que nosotros no existimos si la naturaleza no existe, que somos parte de ella. Yo creo que esa filosofía de vernos como parte de un todo, de la naturaleza, es lo que ha permitido que, como pueblos, podamos haber resistido a tantas situaciones históricas de opresión y de injusticia. No ha sido un pensamiento colectivo, ha sido la solidaridad entre los pueblos y la hermandad. Ha sido vernos desde la familia extensa lo que le permitió a nuestros ancestros y ancestras resistir a la esclavitud y lo que nos ha permitido a los descendientes resistir a la colonización y al racismo, a la exclusión, a las violencias estatales, a la violencia armada, a todo ese sinnúmero de violencias estructurales que hemos vivido.
Y, como mamá, siento que “Soy porque somos” es el instinto, es el cuidado, es el amor maternal que se teje entre una mamá y un hijo a partir del cordón umbilical. Para mí eso significa sembrar el ombligo. Tejer y anclar el ombligo con el territorio. Para mí, “Soy porque somos”, es una apuesta de vida pensada en colectivo.
Desde esa propuesta colectiva, de unión de los pueblos, ¿cuál es tu estrategia? ¿Cómo tienes pensado llegar a la presidencia en un país machista, racista y clasista como Colombia?
Nosotros no somos expertos en política representativa y, en términos de esas estrategias, lo que queremos hacer es construir una política desde lo que sabemos hacer que es el trabajo comunitario. Desde lo organizativo, desde las resistencias. Y hoy queremos colocar esas formas en la política. Creo que recorrer este país es importante en términos de dar voz a los lugares que han sido silenciados por esta política de muerte. Y es un desafío para una mujer negra. Es decir, voy a disputarme con todos los que siempre han estado ahí, con los hombres blancos privilegiados. La forma en que podemos hacerlo es con el voz a voz, es yendo casa a casa, es yendo comunidad por comunidad, es yendo a los barrios, es con la periferia, es construyendo desde la raíz.
Nosotros no tenemos el dinero que implica una campaña presidencial en este país, donde la corrupción es lo que se impone y donde se juega y se obtienen las ganancias políticas del hambre, de la miseria, de la violencia, del destierro, de las necesidades de la gente. Creo que no nos interesa hacer una política así y queremos que el pueblo entienda, que la gente entienda, que las mujeres entendamos, que el poder está en nuestras manos y que tenemos que asumir ese poder para hacer los cambios y las transformaciones que necesitamos. Es atrevernos a imaginar lo posible en un mundo de imposibilidades, en un mundo de negaciones.
¿Cómo han recibido los partidos tradicionales, que están atravesados por prácticas y conductas patriarcales, sean de derecha o de izquierda, la apuesta de poder de una mujer? ¿Cómo es esa lucha dentro de los espacios políticos para disputarse el poder con los hombres?
La lucha es afuera y la lucha es adentro. Primero, tenemos que lograr que en esos espacios nuestra apuesta tenga legitimidad, porque hay muchos intereses y también ninguneo. Te ningunean, te desprecian e intentan decirte cuál es el lugar que tienes que ocupar. A mí sectores incluso progresistas me dijeron: “No, Francia no aspire a la presidencia, váyase al Senado”. Pero, ¿por qué? ¿Quién es usted para decirme cuál es el lugar que yo tengo que ocupar? Yo soy la que decido qué lugar vamos a ocupar y es la sociedad quien elige si ese es el lugar que debo ocupar o no. Eso no sólo es patriarcal, sino que es racista. Porque soy una mujer negra y siempre a nosotros nos han dicho cuál es el lugar que tenemos que ocupar en esta sociedad. Y ya no, llegó el momento de nosotros decidir cuál es el lugar que queremos ocupar como sociedad, como pueblos y como mujeres.
Las mujeres siempre estuvimos ahí para hacer de secretarias, para acompañar a los señores, a ponernos detrás de la mesa para acomodarle el saquito al candidato para que se viera bien presentadito. Pues no. Ya llegó el momento de ponernos a nosotras mismas en frente y decir “yo ya no le voy a estar sobando su chaqueta. Yo me pongo en frente, porque tengo las mismas capacidades que usted”. Y que gane el que gane. El país decidirá.
A nosotros como gente negra nunca nos han respetado en este país, ni de un lado ni del otro. Todo el mundo cree que nos puede usar. Y llegó el momento de dignificarnos como pueblos y de poner una política digna en este país. Eso es lo que estamos haciendo. Más allá de los resultados, la política tiene que ser digna para poder poner en el centro la vida. De resto, no pasa nada. Es discurso y es palabra y es engaños y mentiras. Y la gente ya está cansada de tanto engaño.
Escucho a muchos diciendo “hay que ir a las regiones, hay que ir a los territorios”, “hay que ir a la Colombia profunda”. Yo no tengo que decir “hay que ir a las regiones” porque yo soy de la región. Yo no tengo que “ir” porque yo soy de la Colombia profunda, aunque ese término a mí no me gusta porque es peyorativo, para no darles valor a las mayorías excluidas y oprimidas y que son esa gente que está allá.
“La Colombia profunda” es como que los miro desde acá arriba y entonces ahora los voy a mirar porque estoy en campaña, pero después suerte. Eso no está bien. El poder está en el pueblo. Yo lo que estoy haciendo es que esa gente, a la que miran desde arriba, sienta que su poder está y que las posibilidades reales de transformar están si ellos se miran desde la raíz. Solo el pueblo salva al pueblo y es la misma gente que tiene que hacer su trabajo y que tiene que hacer su esfuerzo por parir una política digna aquí, porque ningún mestizo privilegiado va a venir a salvarnos.
Esta es una oportunidad para construirnos desde abajo, como mujeres y como pueblos diversos. Esta es la oportunidad para que la gente oprimida nos pongamos de pie, porque nos han mantenido de rodillas, y construyamos juntos nuestro propio camino. Y no lo digo porque soy precandidata. Si no lo fuera, también estaría diciendo lo mismo.
¿Consideras que la tuya es una política feminista?
No todas las mujeres se reconocen feministas y eso no invalida su acción. Son parte de la construcción y han sostenido este país. En mi comunidad, la mayoría de las mujeres no se reconocen como feministas. Yo apenas estoy empezando a entenderlo, pero tampoco me veo. Simplemente me veo como una mujer que lucha, que quiere un cambio por justicia, por igualdad, por dignidad, para todos, para todes, para todas. Pero también para el planeta, para la casa grande. Es poder abrir todas esas posibilidades de construir en la diferencia. Y que la diferencia sea lo rico, lo importante, lo que nos va a permitir un cambio real en este país y no como ha hecho el patriarcado y los hombres blancos privilegiados que nos han gobernado. A la diferencia la han liquidado. Entonces tenemos esa estrategia de construir un programa en diversidad. Hay la necesidad de recoger las voces de otros pueblos. Tenemos que ponernos en condición de igualdad. Yo creo que la filosofía Ubuntu es eso. Es posible construir un gobierno diverso, un gobierno colectivo en este país. Es posible que logremos que los funcionarios entiendan que son los mandaderos del pueblo y no los jefes del pueblo.
Y no es fácil porque eso implica incentivar, motivar, deconstruir, porque la gente no está acostumbrada a esa otra forma de hacer la política. Llevamos 200 años con esa forma y es romper con muchos paradigmas de la forma como se hace la política. Es un desafío muy grande. Creemos que hay que llenar de contenido la democracia porque en este país se habla de una democracia que a mucha gente no le significa nada.
Ahí también hay un desafío para nosotros porque, también cuando uno pone su nombre, la gente lo lee como a los políticos tradicionales. Entonces, ¿cómo hacer que la gente vea que no somos lo mismo? Estamos construyendo desde otra orilla, desde otro espacio.
¿Cómo te encontraste con el feminismo?
Yo no sé si me he encontrado aún con el feminismo. Tal vez el feminismo me está encontrando. Yo parí a los 16 años y he vivido un sinnúmero de violencias y me tocó crecer con mi mamá, viéndola recibir maltratos de su compañero. Yo he vivido en carne propia las violencias. Y cuando las mujeres académicas creen que el feminismo solo es desde la academia, pues uno termina a veces asustado.
Yo le cogí miedo a hablar de feminismo. Cogí miedo de llegar a espacios de mujeres feministas porque yo no era feminista, yo era una mujer campesina del norte del Cauca que simplemente se vinculó a la lucha para ayudar junto a las mujeres a defender el territorio como un espacio de vida. Y, claro, eso lo reconocen como feminismo, pero yo entonces le decía a Ochy Curiel “yo no soy feminista”. Ahora estoy entendiendo más, y he ido poco a poco reconociendo eso. Es algo que se va tejiendo poco a poco y uno va aprendiendo.
Por eso digo que yo creo que el feminismo me ha ido descubriendo más que yo descubrirlo, porque he ido aprendiendo y reconociendo todas las visiones. Por ejemplo, el aborto para mi familia no es posible. Mi abuela tiene su historia y dice “¿cómo vamos a abortar? Hay que cuidar la vida”. Sí, y yo parí mis dos hijos y los crie con esa visión. Pero yo entiendo también todo lo que eso significa para las mujeres. Entonces, tengo esas visiones de la lucha de las mujeres en comunidad, pero también de las mujeres que luchan por dignificar la vida y por cuidar sus cuerpos. Y estoy de acuerdo con que si una mujer no quiere tener un hijo, ¿por qué la van a obligar? ¿Por qué imponerle la maternidad? He ido aprendiendo y espero seguir aprendiendo y que esto sea para mí una oportunidad para profundizar el debate en este país.
Hablando sobre autonomía y el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, ¿Cuál es tu postura frente a la eutanasia?
Yo sí creo que si una persona decide, toma su propia decisión, porque ya siente que su vida no tiene sentido, que su vida no vale y que está sufriendo demasiado, y desde su propia autonomía decide que no quiere vivir más, pues yo creo que eso debería estar permitido. Y respetar esa decisión de esa persona. Yo creo que deberíamos dar ese paso. Hay que poner los debates sobre la mesa y avanzar y quién más para decidir si quiere vivir o no que la misma persona.
La crisis ambiental es inminente y los Estados tienen una gran responsabilidad con el medio ambiente. ¿Qué podría hacerse desde la política para hacernos responsables de esta crisis antes de que sea aún más tarde?
Yo creo que hay que cambiar el modelo económico de desarrollo. Sin duda, eso no va a ser fácil. No por llegar a la Presidencia eso se va a cambiar de una, pero yo creo que si hay una conciencia sobre la necesidad de ir haciendo esas transformaciones, podemos por lo menos poner el debate en lo nacional y público. Yo colocaría en consulta de todo el país esas decisiones, así como la gente ha venido haciendo consultas populares sobre minería, fracking y extracción de petróleo. Respetar esa autonomía, por supuesto. Y como este Estado se volvió dependiente solo del petróleo, y de esas economías extractivistas, no va a ser fácil.
Para eso hay que tener una conciencia muy elevada y yo espero que la conciencia de esta sociedad se eleve en términos de reconocer todos y todas, que estamos en una sin salida como humanidad y que tenemos que hacer un tránsito por lo menos de esas energías extractivistas, para contribuir a frenar la destrucción del planeta. No hay marcha atrás y, si no asumimos a reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero, si queremos que las próximas generaciones sigan existiendo, hoy tenemos una tarea y eso pasa por cambiar la cultura del consumo. Eso pasa por incluso nosotros mismos evaluarnos sobre muchos hábitos que hemos tenido, pues este modelo nos hizo ver la felicidad en las cosas materiales. Y eso nos ha llevado a la destrucción de la casa.
Para mí, la política de muerte hay que cambiarla y es por eso que estamos haciendo esto. Pero no es fácil y hay que ser realistas de que eso no va a hacer que mañana Francia llegue a la presidencia y ya va a cambiar el modelo. Pero sí tiene una voluntad política para reconocer que eso hay que cambiarlo, y vamos haciendo pasos.
Lo otro es la conciencia social. Esto no se cambia sin la gente. Cada uno tiene su responsabilidad y tenemos que asumirla. Por supuesto, como lo dice la ONU, son los gobiernos y los sectores económicos los responsables directos, pero nosotros también porque hemos aceptado esas acciones.
¿Cómo romper con el racismo, el machismo y el clasismo que representan muchas de las personas que tienen amplia visibilidad en los medios y que, desde sus vitrinas, validan las opresiones? ¿Cómo hacer que estas personas entiendan que existen estas opresiones y que, de hecho, ellos son parte del problema?
Yo no soy responsable de buscarle la forma, a la gente que es racista en este país, para erradicar su racismo. Creo que bastante responsabilidad ya tenemos la gente que nos toca llevar sobre nuestros hombros el peso de vivir en una sociedad racista, excluyente y patriarcal. La responsabilidad de erradicar el racismo no es una responsabilidad de la gente racializada, es una responsabilidad que debemos asumir como sociedad y hay que cuestionarse permanentemente los privilegios. La responsabilidad de deconstruir el patriarcado y las violencias de género no son responsabilidad de las mujeres y de las diversidades sexuales. No. Es la responsabilidad humana, de toda la humanidad.
Por ejemplo, a mí no me incomoda, no me molesta, que me digan negra. Pero quien lo dice tiene que saber que decírmelo tiene una carga histórica de opresiones y de violencia sobre mi cuerpo. Sobre los cuerpos de mucha gente. Y que esas violencias históricas no solamente han imposibilitado nuestra dignidad humana, sino que a mucha gente como yo, como George Floyd, o como Anderson Arboleda, como muchos jóvenes en este país, les cuesta la vida. En los barrios populares a los jóvenes negros su color de piel les cuesta la vida, porque hay una visión de ver en los cuerpos racializados a un criminal. Dorothea Roberts dice que “la gente negra nace culpable”, demostrando cómo el simple hecho de ser negro ya te implica un perfilamiento criminal. Por eso la fuerza pública en los barrios populares, a quien más golpea, a quien más maltrata, es a los jóvenes negros. Por supuesto, todos los jóvenes populares de barrios empobrecidos viven violencia, pero la sevicia con la que tratan a estos jóvenes negros, es terrible.
Yo siempre me pregunto, por qué, por ejemplo, en términos de racismo ambiental, ¿Cuáles son los territorios que están llenos de mercurio en este país hoy? Los territorios racializados, donde está la gente negra, gente indígena empobrecida, gente campesina, gente de sectores populares. La vida de esas personas no les importa.
¿Cuáles son los temas que más te interesan y te mueven en este momento?
Los puntos que nos interesan ahora son seis:
1) Parar la guerra en este país. Estamos poniendo muertos y ya es suficiente sangre derramada. Parar la guerra usando también ese sentido de amor maternal e instinto del cuidado. Los hombres han sostenido la guerra porque eso les da ganancias electorales y eso los mantiene en el poder. Nosotras no necesitamos la guerra para estar en el poder. Nosotras, como mujeres, podemos parar la guerra para poner en el centro la vida.
2) Resolver el tema de las drogas. Nosotros abiertamente estamos diciendo que hay que avanzar en la legalización de las drogas, teniendo en cuenta varias perspectivas: una, justicia de género. Las mujeres hemos vivido las consecuencias, tanto el narcotráfico como la política antidrogas, y hay que parar las drogas para resolver esas violencias patriarcales. Dos, desde una perspectiva racial. El perfilamiento racial, con el que se impulsó la política antidrogas, fue infundado a partir de los cuerpos racializados en Estados Unidos y eso se ha irradiado en el mundo. Hoy una reparación histórica para el pueblo afrodescendiente, indígena, para los campesinos en este país, que implica parar la guerra y parar la guerra implica resolver el problema de las drogas. Y tres, de justicia económica. Pensar en cómo esas mismas plantas que se usaban en términos ilícitos se usan en términos medicinales, en términos comestibles y generan ingresos para estas mismas comunidades. Ahora lo están haciendo con el cannabis. Han empezado a hacer regularización del cannabis, pero el negocio no está llegando a la economía de la gente negra, a los pueblos indígenas, a las mujeres, a las víctimas. Necesitamos que esa economía se ponga al servicio de reparar a las comunidades que han sufrido los efectos de esa política.
3) El medio ambiente. Ayudar y contribuir a frenar la crisis ambiental es una necesidad y eso pasa por la transformación del modelo extractivista hacia un modelo más sustentable, donde la vida se ponga en el centro. Creo que hay la necesidad de pensar economías distributivas, economías feministas, economías populares diversas. Que la gente las hace y las han desarrollado, pero el Estado no ha puesto las garantías que le pone a los sectores empresariales, financieros e industriales poderosos. Hay que poner esas garantías del Estado al resto, para que otras iniciativas tengan cabida y ayuden a cuidar la Casa Grande.
4) La reparación histórica. Para nosotros hay que reparar los efectos de la esclavitud, el racismo y el colonialismo que hoy todavía llevamos a cuestas muchas personas en este país. Y eso pasa por justicia distributiva. El Estado tiene que invertir socialmente en esos territorios donde toda la vida usó la exclusión y usó las opresiones.
5) El feminismo y las diversidades. Creemos que hay que hacer una política antipatriarcal, feminista y diversa. Aquí siempre se ha hablado del tema de la tierra, pero de forma muy patriarcal. “¡La reforma agraria!”, eso lo hablan mucho los hombres. Yo creo que nosotras, las mujeres, tenemos que colocar el discurso en una distribución equitativa de la tierra. Una reforma agraria feminista y ecológica que cuide y que garantice que las mujeres, como cuidadoras de la vida, podamos tener territorios para que la vida sea posible. Yo soy una mujer rural, entonces pienso mucho en las situaciones de las mujeres en el campo, porque ellas son las que están más llevadas también.
6). El tema carcelario. Yo lo he aprendido mucho con Angela Davis, y es que el sistema carcelario aquí, y en muchos lugares del mundo, es la continuidad de la esclavitud. Por eso esas personas que llegan ahí, pues tampoco sus vidas importan, porque ¿quién es la gente que encarcelan mayoritariamente? La más empobrecida. Los ricos no van a la cárcel, son presos en casa por cárcel y ya. Es la gente empobrecida, son los negros o los indígenas, son los campesinos, son las mujeres empobrecidas quienes van a las cárceles. Y ahí no socializan a nadie y el Estado no está jugando su papel. Entonces yo creo que hay que buscar otras formas de prevenir más que de castigar.
Esas son las líneas programáticas en las que hemos trabajado. Y son temas que seguramente no nos alcanzará la vida para hacer que sean posibles. Pero creo que son parte de los temas estructurales que colocaríamos, además de la educación. Pero como dicen, la educación gratuita no es suficiente. ¿Cuántos jóvenes de la zona rural, e incluso de ésta ciudad, de barrios populares, pueden acceder a esa educación gratuita? Yo vi a jóvenes de primera línea que no han terminado ni el bachillerato ni la primaria y pensar en estudio a ellos les significa pensar en cómo van a comer, antes que en cómo se van a educar. Necesitamos también mirar cómo el conocimiento se pone al servicio de la vida y eso implica la transformación del sistema de educación que tenemos, que ha estado al servicio del modelo neoliberal capitalista, salvaje y depredador.
Quizás con todo este panorama es difícil ser optimista. ¿Cómo mantener la esperanza?
Yo no sé si sea la persona que vaya a convencer a la gente de creer en un país donde la muerte atraviesa nuestras vidas todos los días. Donde el hambre golpea a la juventud, donde se violan las mujeres, donde se permite que haya casas de pique, donde un niño va y hurta algo y después los encuentran asesinado como pasó en Tibú hace varios días.
No sé si hay posibilidades de que yo tenga palabras para decirle a la gente: crea. La gente tiene derecho a no creer y eso es respetable. Tiene derecho a no creer en una sociedad donde todo lo expropian, en donde nos quitan las posibilidades de soñar sin devolverle la esperanza a ese país. A mí misma me ha costado. Yo salí huyendo de mi casa con mis hijos, ¿y cómo decirles a mis hijos que crean en esto que estoy haciendo cuando a ellos les quitaron sus posibilidades de estar tranquilos? Porque este es un país inseguro, este es un país que no le ofrece nada a la juventud.
Sin embargo, aquí estamos diciendo que, a pesar de todo eso, nos construimos en medio del dolor. Nos construimos en medio de la desesperanza para intentar sembrar esperanza. Estamos vivos y mientras estemos vivos hay posibilidades de cambiar muchas cosas y eso está en nuestras manos, cada uno, cada una.
En las elecciones pasadas tomamos decisiones erradas y dolorosas que han costado vidas. Nos costó ochenta y cuatro jóvenes asesinados y muchos desaparecidos y encarcelados y ha costado desplazamiento forzado de comunidades que creían que iban a vivir en paz, porque ya habíamos silenciado los fusiles. Ha costado que mucha gente haya tenido que irse de este país. Ha costado que hoy se haya profundizado el hambre. ¿Qué nos queda? Pararnos en medio de las cenizas, del rescoldo que hay ahí y caminar. No tenemos de otra. Nos toca a cada uno, cada una, que hace parte de esta sociedad, sobre todo a las mayorías violentadas y excluidas. Pararnos y caminar juntos, cogidos de la mano.
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