POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO
Existen múltiples estudios sobre neoliberalismo realizados en sus más de cuarenta años de aplicación a nivel mundial, los resultados de su aplicación como modelo económico del sistema capitalista han sido evidentes: mayor concentración de la riqueza, aparejado con un aumento de la pobreza y la destrucción de los recursos naturales, que en conjunto con el aceleramiento de la emisión de gases efecto invernadero, nos ha conducido a la gran crisis como especie y climática, a una gran amenaza para nuestra supervivencia.
El filósofo coreano Byung-Chul Han, en su ensayo Capitalismo y pulsión de muerte, expresa:
“En el malestar de la cultura Freud escribe que el hombre, con su ´cruel agresividad´, es una ´bestia salvaje que ni siquiera respeta a los miembros de su propia especie´. La humanidad se destruye a sí misma. Aunque en algunas ocasiones Freud habla de la razón, que sería capaz de advertir órdenes superiores, sin embargo, el hombre es dominado en última instancia por los instintos. Para Freud, la causa de las tendencias agresivas es la pulsión de muerte. Apenas pocos meses después de que terminara de escribir ´El malestar en la cultura´ estalla la crisis económica mundial. En ese momento Freud podría haber afirmado que el capitalismo representa aquella forma económica en la que el hombre puede desfogar mejor su agresividad como bestia salvaje” [1].
Byung-Chul Han, con su análisis nos conduce a algo más delicado aún, al paso del efecto del neoliberalismo desde la esfera económico-social a la individual, desde la privatización de lo público a la privatización de la vida individual, la privatización de la consciencia:
“El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un empresario libre, en un empresario de sí mismo. Hoy todo el mundo es un empleado autoexplotado del empresario mismo que él es. Todo el mundo es señor y siervo en una misma persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha interior contra sí mismo. Quien fracasa hoy se culpa a sí mismo y se avergüenza de sí. Uno se problematiza a sí mismo en lugar de problematizar la sociedad” [2].
Con la crisis financiera del 2008 vivida por Estados Unidos y extendida a nivel mundial, principalmente a los países de la Unión Europea, con las hipotecas subprime o la llamada burbuja inmobiliaria, que fue la crisis económica más grave después de la depresión de 1929, hizo pensar a economistas tan destacados como Joseph Stiglitz, Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel 2001 (mal llamado Premio Nobel de Economía, el cual no existe), que significaría el fin del modelo neoliberal. En su artículo: “El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia”, Stiglitz afirma:
“Si no bastó la crisis financiera de 2008 para darnos cuenta de que la desregulación de los mercados no funciona, debería bastarnos la crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización. Pero también está claro que los demagogos que quieren que demos la espalda a la ciencia y a la tolerancia sólo empeorarán las cosas.
La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia. Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al conocimiento y democracia” [3].
Y es que evidentemente, el neoliberalismo ha significado desde su inicio un ataque a la democracia, a la figura de la democracia liberal representativa, al condicionar los derechos civiles y políticos a los derechos económicos, la democracia entendida como una persona un voto pasó a un dólar un voto; incluso, los supuestos principios desde la filosofía liberal de los que se apropia el sistema capitalista para darse legitimidad, como la racionalidad kantiana y sus normas morales como fundamento de la libertad y la vida en sociedad, son cambiados por el mercado competitivo como imperativo categórico, lo que implica la abolición por la fuerza de todo aquello que se le oponga, incluyendo los movimientos sociales, populares, sindicatos y gobernantes adversos.
El profesor Christian Laval, investigador francés de historia de la filosofía y la sociología en la universidad de parís Nanterre, en su artículo: “El desorden global”: como el neoliberalismo destruye la democracia, expresa:
“El neoliberalismo se presenta como una estrategia política de transformación de las sociedades en órdenes competitivos, lo que implica el debilitamiento o la eliminación de las fuerzas de oposición, con el objetivo de imponer a las sociedades ciertos estándares operativos generales, de los que el principal es la competencia, que es la única que garantiza la soberanía de la o del consumidor individual. El mercado competitivo es una especie de imperativo categórico que permite legitimar las medidas más extremas; incluso el uso de la dictadura militar si fuera necesario, como ocurrió durante el golpe de Estado en Chile en 1973 que fue aplaudido por las autoridades intelectuales del neoliberalismo. El neoliberalismo como lógica general del funcionamiento de una sociedad sólo puede imponerse mediante la neutralización de las fuerzas sociales, políticas y culturales que se le oponen. Pero hay dos medios para lograrlo: el aplastamiento violento a través de un fascismo tradicional o renovado, o la erosión de los resortes y las instituciones de la democracia de forma lenta a lo largo de varias décadas. En ambos casos, la lógica normativa del neoliberalismo presupone la creación de condiciones políticas, ideológicas y sociales para su extensión y, en particular, un debilitamiento de todo lo que pueda obstaculizar la racionalidad del capital” [4].
Hoy, después de más de cuarenta años de aplicación de este modelo económico y social, a nivel global, que acudimos a una gran crisis política, económica, social y ambiental por su causa, vemos como contrario a los planteamientos del profesor Stiglitz, el neoliberalismo se retro-alimenta de las propias crisis que causa para fortalecerse y reaparecer con una cara más autoritaria. Detrás del descontento social causado por el aumento de la inequidad, la pobreza, la pérdida de derechos adquiridos por la desregulación laboral, la privatización de los bienes y servicios públicos, resurgen con fuerza las tendencias y regímenes neofascistas de extrema derecha, que capitalizan a su favor ese descontento combinando nacionalismo y populismo para profundizar aún más la desregulación del mercado; nuestro mejor ejemplo la Argentina de Milei y varios países de la Unión Europea. Así mismo y ante el debilitamiento económico, social y cultural del imperio, surgen con fuerza, las guerras internacionales con la amenaza nuclear, la crisis de los organismos internacionales de justicia, organismos encargados de la vigilancia y el respeto de los derechos humanos, el derecho internacional humanitario (DIH), como La Corte Penal Internacional (CPI), El Tribunal Internacional de Justicia, la ONU, etc., permitiendo el genocidio por parte del gobierno sionista de Israel al pueblo Palestino y la reaparición de la xenofobía, aporofobia, el racismo, machismo y el colonialismo.
A ello es a lo que nos referimos como la necrofilia del neoliberalismo, que no es más, que el alimentarse de sus propios males causados en un círculo vicioso de muerte. En los términos del profesor Christian Laval:
“Esta radicalización del neoliberalismo se debe en gran medida a una lógica de auto-alimentación y de auto-agravación de las crisis, ya que las oligarquías dominantes atribuyen estas últimas a la muy limitada libertad económica. Es este proceso infernal el que actualmente acelera la crisis de las democracias liberales, hasta el punto de que las poblaciones, prisioneras de estos bucles de auto-alimentación y auto-agravación, buscan una salida en un Estado autoritario que finalmente pondrá orden en sociedad y las protegerá de la inseguridad. Para decirlo de manera más simple, el rostro autoritario y violento que adopta el neoliberalismo se debe a la explotación política e ideológica de los efectos de la libertad económica y la desestabilización social que genera. Toda la paradoja de la situación está ahí: la guerra cultural y la propaganda nacionalista se basan en las reacciones de desesperación de sectores de la población particularmente afectados por las políticas neoliberales”[5].
Para la necrofilia del neoliberalismo las élites nacionales en sus diferentes países disponen de los medios de comunicación corporativos (privados) y del poder de coerción de los Estados, porque contrario a lo que estipulaban en su teoría, del Estado débil neutral, requieren es un Estado fuerte activo que permita aplicar sus políticas y controlar la población. Por ello, surgen con fuerza, en esta época, los neofascismos y las “democracias fascistas” o el desmofascismo.
En América Latina, enarbolando ese nacionalismo populista de derecha, la primera ola de países progresistas a inicios del siglo XXI, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y Uruguay, sucumbieron a esta situación al pasar a gobiernos de extrema derecha; hoy en la segunda oleada, con López Obrador en México, Lula en Brasil, Boric en Chile y Petro en Colombia, presentan un riesgo latente para sus gobiernos con el lawfare (guerra jurídica), golpe blando y las próximas elecciones en cada país.
Esa es la amenaza con la cual se enfrenta la población colombiana y el Gobierno del Cambio hoy. La de la manipulación ideológica de sus gentes por los medios corporativos para construir una matriz de descontento que se constituya en oposición al gobierno para ser aprovechada por la centro derecha y la extrema derecha; gobierno que con sus políticas, está intentando destruir ese modelo neoliberal causante de sus males, ejecutado desde los 90s por esas mismas derechas; modelo económico internacional que está causando estragos en todos los países que ha sido aplicado, que es interdependiente y afecta las variables macroeconómicas en cada uno de ellos.
Por ello, la importancia de la claridad en el análisis de la coyuntura política, económica, social, cultural y ambiental actual.
Se requiere entonces, en el ámbito nacional, la necesidad de la educación popular, la importancia y el papel que deben cumplir los medios alternativos de comunicación y la fuerza fundamental de los movimientos sociales y populares, del pueblo como soporte del gobierno con el apoyo a sus reformas políticas; y en lo regional e internacional, la necesidad de formar bloques de países que compartan y luchen por los mismos ideales, la reactivación de Unasur, la necesidad de integrarse a los BRICS, la transnacionalización de las luchas políticas, económicas, sociales, feministas, culturales y ambientales.
Notas
[1] Han, Byung-Chul. Capitalismo y pulsión de muerte. Herder. 2022. Página 12.
[2] Ob.cit. pg. 32-3.
[3] https://nuso.org/articulo/crisis-neoliberalismo-historia-elites-capitalismo-protestas/
[4] https://vientosur.info/como-el-neoliberalismo-destruye-la-democracia/
[5] https://vientosur.info/como-el-neoliberalismo-destruye-la-democracia/