
POR ARMANDO PALAU ALDANA
Con un literal abrebocas para los países del segundo orden, hace 32 años, en Río de Janeiro se promulgó la Convención sobre Diversidad Biológica por la Asamblea General de las Naciones Unidas, 20 años después de la Conferencia sobre Entorno Humano de Estocolmo (1972). En efecto con la Declaración sobre Medio Ambiente y Desarrollo se nos colgó en el imaginario de la opinión pública mundial, el desarrollo sostenible para satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin agotar los recursos naturales para atender las de las venideras.
La pretendida sostenibilidad como modelo de desarrollo, ha sido incorporada en los discursos del mundo occidental y de casi el resto del orbe, sin que por ello haya superado el estatus de falacia, pues cada día se consolida el apalancamiento del capitalismo salvaje que sigue concentrando la mayor riqueza en un puñado de emporios dejando en su estela pueblos completos en la pobreza, esquilmándoles la biodiversidad que reside in situ en sus recursos naturales sin haber desarrollado la capacidad de aprovechamiento para beneficio propio y bienestar general.
La Convención sobre la Diversidad Biológica, anuncia y promueve la aparente utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa, entre otros, en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos, mediante un acceso adecuado a esos recursos y una transferencia apropiada de las tecnologías pertinentes, mientras los países subdesarrollados intentan tener acceso a las tecnologías que las transnacionales les venden a cambio de hipotecar la biodiversidad no cuantificada y no utilizada.
El Convenio sobre Biodiversidad gira alrededor de la «biotecnología» como aplicación científica que utiliza los sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos, teniendo en cuenta el «material genético» de origen vegetal, animal, microbiano o de otro tipo que contenga unidades funcionales de la herencia, así como los «recursos biológicos» o “genéticos” (materiales de valor real o potencial), con organismos o partes de ellos o cualquier otro tipo de componente biótico.
Para tener acceso a dichos ecosistemas de valor o utilidad real o potencial para la humanidad (realmente para la industria farmacéutica, agrícola y militar), la Convención sobre Biodiversidad impuso a cada país parte elaborar estrategias, planes o programas nacionales para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica o adaptando los existentes, integrando la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica en las políticas sectoriales o intersectoriales, identificando componentes mediante muestreo y otras técnicas.
Los países parte adoptarán medidas para la conservación ex situ de componentes de la diversidad biológica, “preferiblemente” en el país de origen de esos componentes y establecerán y mantendrán instalaciones para la conservación ex situ y la investigación de plantas, animales y microorganismos, gestionando la recolección de recursos biológicos de los hábitats naturales a efectos de conservación ex situ, es decir, posibilitando que las potencias mundiales acrecienten sus procesos de neocolonialismo en los países subdesarrollados.
Se fomentará la cooperación científica y técnica internacional en la esfera de la conservación y utilización sostenible de la diversidad biológica, para asegurar la participación efectiva en las actividades de investigación sobre biotecnología de las Partes Contratantes a través de las transnacionales, en particular los países en desarrollo que aportan sus recursos genéticos para tales investigaciones, fijando protocolos que establezcan el consentimiento fundamentado previo, en la esfera de la transferencia, manipulación y utilización de organismos vivos modificados.
Una evidente muestra del fracaso de dichas pretensiones, fueron las Metas de Aichi para la Diversidad Biológica, adoptadas en el Plan Estratégico para la Biodiversidad Biológica 2011-2020 en la COP10 celebrada en Nagoya (Japón), pasando en la COP15 de Canadá al Marco Global para la Biodiversidad Kunming–Montreal a la que también se le acabará el tiempo, aunque la Ministra de Ambiente en Colombia y sus viceministros nos quieran hacer creer que tendremos incidencia mundial con la poco consultada actualización del Plan Nacional de Biodiversidad del 2010.
De tal suerte que, mientras nosotros sugerimos
Los votantes estadounidenses acudirán a las urnas el 5 de noviembre en las primeras elecciones presidenciales desde el auge de la inteligencia artificial generativa. Es posible que la audiencia esté expuesta a audio, imágenes y vídeos creados con Midjourney, Dall-E, ChatGPT y otras herramientas. Pero se encontrarán también con formas más tradicionales de desinformación, que suelen basarse en información veraz hilada, tergiversada, recontextualizada o reelaborada por activistas y asesores de campaña con el objetivo de reforzar narrativas sesgadas.
A lo largo de las dos últimas décadas, los latinos estadounidenses han sido a menudo blanco de este tipo de campañas de desinformación. Con una estimación de 36,2 millones de latinos con derecho a voto en 2024, frente a los 32,3 millones de 2020, los latinos constituyen la mayor minoría del país y tienen un peso significativo en el futuro de EEUU, ya que muchos viven en estados en disputa como Florida, Arizona, Nevada y Georgia.
Para entender qué falsedades se están difundiendo entre los hispanohablantes en EEUU, hablé con tres expertos que las están siguiendo y verificando para esas audiencias.
Los latinos, en la diana
Tamoa Calzadilla es la redactora jefe de Factchequado, un medio digital de verificación de hechos centrado en la desinformación en español en Estados Unidos. Calzadilla destaca que los latinos estadounidenses no son un grupo monolítico de votantes y explica que las diferentes narrativas se dirigen a diferentes comunidades según su lugar de procedencia.
“Yo vivo aquí en una comunidad en Miami con muchos venezolanos y muchos cubanos que le tienen miedo a las dictaduras y al socialismo. Algunos grupos conspirativos lo saben y lo utilizan para asustar a la gente”, dice Calzadilla.
Un buen ejemplo es un anuncio en YouTube que la campaña de Trump creó en 2020 afirmando falsamente que el Gobierno venezolano apoyaba a Joe Biden. Según la organización de noticias sin ánimo de lucro ProPublica, el vídeo fue visto más de 100.000 veces en Florida en los nueve días previos a las presidenciales de 2020. El presidente venezolano, Nicolás Maduro, nunca apoyó a ninguno de los candidatos. Pero algunos votantes pueden haber creído lo que vieron.
Otras narrativas que se aprovechan de las comunidades latinas tienen que ver con la inflación (dirigida a argentinos y venezolanos), el aborto y los derechos reproductivos (la mayoría de los latinoamericanos son católicos), y la sombra del fraude electoral o de las elecciones amañadas (algo que ha ocurrido en el pasado en Honduras, Nicaragua, Ecuador y muchos otros países).
“Este tipo de desinformación va dirigida a la comunidad latina que no habla inglés”, dice Calzadilla. “Entendemos que los hispanohablantes en Estados Unidos son más vulnerables que otros porque no tienen las mismas fuentes [que los angloparlantes] para informarse”.

Aunque muchos jóvenes latinos consumen noticias en inglés, más de 15 millones de hogares estadounidenses son hispanohablantes, y al menos tres millones de esos hogares son de “habla inglesa limitada”, según la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense de la Oficina del Censo. Esto significa que una parte significativa de la población latina de Estados Unidos consume contenidos en español.
Sam Woolley, director del laboratorio de investigación sobre propaganda del Center for Media Engagement de la Universidad de Texas, también ha visto cómo estas narrativas se adaptan a poblaciones particulares. El Centro, que ha trabajado con múltiples y diversas comunidades latinas alrededor de EEUU, analiza cómo este segmento de la población está expuesto a contenidos falsos o engañosos.
“Una cosa fundamental que hay que entender es que muchas de las campañas que vemos están micro-dirigidas a subsectores específicos de la población latina en geografías específicas y hablan de temas que son específicamente relevantes para esas comunidades”, explica.
Algunas narrativas, sin embargo, trascienden las subcomunidades para dirigirse al electorado hispanohablante en general. Según Calzadilla, una de las más destacadas es el supuesto fraude electoral en 2020 y la llamada invasión de inmigrantes ilegales.
Ronny Rojas, que dirige Tverifica, la iniciativa de verificación de hechos de Telemundo, está de acuerdo y dice que ha visto a menudo mensajes sobre inmigración, incluidos algunos que utilizan datos falsos o engañosos para establecer un vínculo entre el aumento de la inmigración y la criminalidad. Aunque muchos latinos en Estados Unidos son inmigrantes o proceden de familias inmigrantes, muchos de ellos se oponen a lo que consideran la avalancha de inmigración ilegal procedente de la frontera sur.
“Hay uos-dias-de-la-cop-16-en-colombia-plantean-a-la-unesco-declarar-paisaje-cultural-de-la-cana-de-azucar-una-afrenta-a-la-biodiversidad/”>la COP DiverGente en Cali bajo el rebelde auspicio del disenso como creador de conocimiento, en medio de mitomanías avanza la retardada promoción de la COP16 que engaña a la Pachamama y que nos recuerda el tango “Se te nota en los ojos” de Felix Lipesker (1957) que dice: “Pero no puedo soportar esta amargura / Que me tortura y me mata sin piedad / Por eso vida yo te pido por favor / Me digas de una vez, ¿me quieres sí o no? / Se te nota en los ojos, corazón / Que me estás mintiendo”.