POR JOHN BELLAMY FOSTER /
La película de Raoul Peck de 2017, ‘El joven Karl Marx’, se abre con una tranquila escena de pobres “campesinos proletarios”, hombres, mujeres y niños, sucios y en harapos, recogiendo madera muerta en un bosque. De repente, son atacados por una tropa de policías a caballo armados con palos y espadas. Algunos de los recolectores son asesinados; el resto son capturados.
La escena muestra a Karl Marx, de veinticuatro años, en las oficinas de Colonia del Rheinische Zeitung, donde era editor, escribiendo un artículo en torno a “Los debates sobre la ley del robo de madera”. Escribió cinco entregas con este título entre octubre y noviembre de 1842, y fue esto, más que nada, lo que hizo que los censores prusianos se ensañaran con el periódico y con su joven y talentoso editor y escritores.
En la película, vemos al joven Marx y a sus colaboradores debatiendo el rumbo que los había llevado a desafiar tanto al Estado prusiano como a sus propios pagadores industriales liberales.
Marx era intransigente; no había otro camino posible. Como explicó más tarde en su famoso Prefacio a la Crítica de la Economía Política de 1859, fue su intento de abordar la expropiación de los derechos forestales consuetudinarios de los pobres lo que le llevó por primera vez al estudio sistemático de la economía política.
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