![0001-Juan Paz y Miño](https://larosaroja.org/wp-content/uploads/2022/12/0001-Juan-Paz-y-Mino.jpg)
POR JUAN J. PAZ Y MIÑO CEPEDA
En el lenguaje cotidiano, pero también en los estudios académicos se utilizan los términos “derecha” e “izquierda” (con sus matices de centro, ultra, radical, nueva, post, o cualquier otro), para caracterizar la inclinación política a favor o en contra de ciertas personas, partidos o clases sociales. Son términos operativos, para una identificación rápida, entendible, aunque sin la rigurosidad suficiente para definir el sentido de las estructuras históricas a las que pretenden representar.
En la configuración de los Estados latinoamericanos del siglo XIX las categorías fueron otras. Predominó la confrontación bipartidista entre liberales y conservadores, denominados igualmente como pipiolos y pelucones (Chile), blancos y colorados (Uruguay), y normalmente expresados a través de caudillos, antes que por partidos plenamente estructurados. Les diferenciaron la inclinación por los hacendados, la tradición, el catolicismo, la familia y la Iglesia (conservadores) o a favor de las burguesías emergentes, los derechos civiles, el laicismo, la apertura económica al mundo (liberales). En cambio las luchas de los campesinos, los indios o los esclavos, eran identificadas como rebeliones y sublevaciones, liquidadas con inexorable represión y mortandad.
![](http://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2022/09/0001-Noefascismo2.png)
Con el desarrollo del capitalismo latinoamericano, desde inicios del siglo XX nacieron las clases trabajadoras asalariadas y se diversificaron las tendencias políticas con el surgimiento de los radicales (ala izquierda del liberalismo) así como de los partidos socialistas y comunistas, con quienes igualmente nació el espectro político de las izquierdas. En la derecha política quedaron conservadores y liberales, porque ambos pasaron a defender el capitalismo y la estructura histórica tradicional derivada del régimen oligárquico, mientras las izquierdas eran anticapitalistas. El influjo del falangismo español, del fascismo italiano y hasta del nazismo alemán, condujo a la creación de partidos de la “extrema derecha” latinoamericana, ligados a sus tesis y principios, como se ha estudiado en Fascismos Iberoamericanos (2022), obra editada por Gabriela de Lima Grecco y Leandro Pereira Goncalves, que contiene un artículo sobre Ecuador, de Carlos Espinosa F. También aparecieron fuerzas “populistas” que, en estricto rigor, lograron inclinarse a la atención de los intereses de la población en general, para avanzar reformas sociales (por ejemplo APRA, en Perú, 1930), utilizando mecanismos de movilización, organización y reclutamiento de masas, que luego serían asimilados por todos los partidos políticos.
Es la Guerra Fría, a partir de la década de 1950, la que polarizó los conceptos: ser de izquierda acercaba al “comunismo”, considerado como izquierda “radical”; mientras ser de derecha implicaba mantener una visión tradicionalista y conservadora, de modo que surgieron los partidos modernizantes del “centro”, como los socialdemócratas (en la “centro-izquierda”) entre los que destacó Acción Democrática en Venezuela (1941) o Izquierda Democrática en Ecuador (1970) y los democristianos (en la “centro-derecha”) entre los que están COPEI en Venezuela (1946) o el PDC de Chile (1957), más aceptables por alejarse de los “radicalismos”. Así, en forma maniquea, las izquierdas fueron concebidas como potenciales o reales amenazas a la democracia, las libertades y el Estado. Las dictaduras militares inspiradas en la perniciosa doctrina de la Seguridad Nacional, no tuvieron empacho alguno en librar la “guerra interna” contra el único enemigo: las izquierdas, tratadas incluso como terrorismo y subversión, en las que se incluyeron los movimientos obreros, de campesinos y, en general, de los trabajadores. América Latina conoce bien esa experiencia de genocidios y violaciones sistemáticas a los derechos humanos, como ocurrió en el Cono Sur.
![](http://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2023/03/0001-Grupo-Libertad-y-Democracia.png)
La globalización transnacional en las décadas finales del siglo XX impulsó la hegemonía de las derechas económicas, cuya base está en grandes grupos empresariales, identificados con el neoliberalismo. Gobiernos a su servicio consolidaron modelos de economías empresariales que, en varios países (Ecuador entre ellos) revivieron políticas y comportamientos oligárquicos. Pero los riesgos de una globalización multipolar, con ascenso de regiones y países que impulsan economías diferentes a las neoliberales (China, Rusia, BRICS), más el avance de las nuevas izquierdas latinoamericanas y el despegue de gobiernos progresistas en dos ciclos diferentes, han determinado el desarrollo de las nuevas derechas latinoamericanas. Estas conjugan diversos “valores” y comportamientos políticos: racismo, clasismo, xenofobia, tradicionalismo, conservadurismo, elitismo; desprecian el pluralismo, condenan a los movimientos sociales, rechazan las políticas de género, se definen “pro-vida”; ahora también se identifican con el hispanismo y el iberoamericanismo (siguen a Vox y sus partidarios, al punto de negar la conquista y el coloniaje); son fanáticas anti-izquierdistas y tildan a todos de “comunistas”; los más recientes se autodefinen como libertarios o anarcocapitalistas, son seguidores de F. Hayek y M. Rothbard y tienen al “paleolibertario” argentino .
![](http://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2022/12/0001-Javier-Milei.jpg)
Pero tras esa aparente maraña, estudiada en el reciente libro Extremas derechas y democracia: perspectivas iberoamericanas (2023), editado por José Antonio Sanahuja y Pablo Stefanoni (aunque hay allí algunas imprecisiones al mezclar en la misma “derecha” a personajes y regímenes que deberían ser diferenciados: Putin, Bolsonaro, Kast, Trump, Bukele, Abascal, Le Pen, Meloni, etc.), no cabe perderse: las nuevas derechas latinoamericanas son, por sobre todo, económicas y neoliberales, aunque algunas “condenen” en palabras la globalización. Les identifica la misma ideología en torno al achicamiento (o desaparición) del Estado, el rechazo a los impuestos, las consignas flexibilizadoras y precarizadoras del trabajo, la supervaloración del individuo emprendedor, la libertad en los mercados, la oposición a la redistribución de la riqueza, la defensa de la propiedad privada y de las privatizaciones. Es sobre esta base económica que ahora también construyen su “superestructura” política y cultural con valores y principios basados en la tradición, el abolengo o cualquier otra definición elitista. Se une, además, el autoritarismo y el señalamiento a los movimientos sociales como violentos, terroristas y hasta paramilitares.
![](http://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2023/05/0001-Libro-extremasderchas.png)
En consecuencia, se vive un momento histórico de paradojas: mientras las izquierdas defienden la democracia representativa (o “burguesa”), las libertades, los derechos y el pluralismo, cuestionando al capitalismo y a los regímenes de dominio político de grandes grupos económicos, las nuevas derechas cuestionan la democracia liberal, arremeten contra las instituciones del Estado, rechazan el pluralismo político y a los movimientos sociales, reivindican el autoritarismo de clase. América Latina corre peligro ante el avance de estos neofascismos.
http://www.historiaypresente.com/
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.