Poder y comunicación: la importancia ética del medio de develar su intencionalidad editorial

POR VÍCTOR EGO DUCROT

La actividad periodística forma parte de la puja por el poder de ahí que los medios de comunicación en esta época de fake news, manipulación y tergiversación, para transparentar el espíritu y motivación que los mueve a brindar información y ser honestos con sus audiencias deben expresar con toda claridad su intencionalidad editorial.

Consideramos que no existe práctica periodística, ni trabajo de análisis sobre los comportamientos mediáticos que no respondan a un marco teórico, a veces preciso, otras más o menos difuso.

Este principio rige para todas las construcciones periodísticas, incluso para las que surgen de aquellas del ultraprofesionalismo anglosajón que pretende consagrar la supuesta categoría just the facts (sólo los hechos).

Cuando decimos construcciones periodísticas, nos referimos tanto a las provenientes del conglomerado de medios del campo hegemónico como a las surgidas de las múltiples experiencias comunicacionales del campo contrahegemónico.

Este principio es además aplicable a agendas informativas y noticiables y a sus temas, incluso a las llamadas informaciones de servicios.

Un modelo teórico para la producción y el  análisis  periodístico

Consideramos que el marco teórico más propicio para comprender este fenómeno es el que denominamos Intencionalidad Editorial, creado después de una ardua reflexión académica en el marco de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), de Argentina.

Revisemos a continuación los puntos cardinales del mismo.

La contradicción Objetividad-Subjetividad estuvo presente desde siempre en el centro de la polémica teórica sobre el hecho periodístico. Pero, justamente debido a su existencia como único parámetro equívoco, es que esa polémica ha sido, hasta ahora, insuficiente, segmentada y carente de rigor metodológico.

En primer lugar debemos recordar que las “hasta ahora” llamadas teorías periodísticas no pasan de ser desarrollos eficaces y útiles, pero insuficientes de análisis pertenecientes al campo de la semiótica, de los estudios culturales y de las “teorías” descriptivas de prácticas y rutinas profesionales. Es decir, “hasta ahora”, faltó el intento de un marco teórico propio del periodismo, pensado y explicado desde un propio campo de conocimiento

Ese vacío pretende ser cubierto, aunque sea provisoriamente -hasta que algún caso nos demuestre lo contrario- por el modelo teórico de Intencionalidad Editorial.

Quizá, los nudos principales del Modelo constituyan la polémica acerca de la ya citada cuestión Objetividad-Subjetividad, la pertenencia de los periodístico a  la dialéctica de la lucha por el poder -ya sea para construirlo, conservarlo, deconstruírlo, o para modificar su naturaleza de clase- y su inscripción dentro del género propaganda, con especificidades muy claras.

Algunos antecedentes

El marxismo plantea que las ciencias sociales son tales, porque cumplen con el requisito de la objetividad. Sin embargo no comparte la tesis de los llamados objetivistas, es decir de quienes asumen la objetividad de la ciencia social, de la misma forma como se asume en las ciencias naturales.

En las tesis de Carlos Marx sobre Feuerbach se establece una crítica a aquellos materialistas que, creyendo ser científicos excluyen en su interés de captar la realidad, a la actividad humana concreta, es decir, excluyen el elemento subjetivo.

El principal defecto de todo el materialismo clásico, incluyendo el de Feuerbach, reside en que capta el objeto, la realidad del mundo sensible sólo bajo la forma de objeto o de intuición, pero no en cuanto a actividad humana concreta, en cuanto práctica, es decir de manera subjetiva.

Esto explica por qué el aspecto activo fue desarrollado por el idealismo, en oposición al materialismo; pero sólo de modo abstracto, puesto que el idealismo no conoce la actividad real y concreta como tal: Feuerbach quiere objetos concretos, realmente distintos de los objetos del pensamiento, pero no concibe la actividad humana en sí como actividad objetiva. Por ello, en  Esencia del cristianismo, establece que la única actividad verdaderamente humana es la teórica.

Frente al modelo sensual- empirista -basado en la teoría del reflejo, en el cual la relación sujeto-objeto- conocimiento se da en un proceso en el que el sujeto es un agente pasivo-receptivo; y también frente a su contraparte, el modelo extremadamente subjetivista -que en la tríada sujeto-objeto-conocimiento establece que el predominio es del sujeto, el marxismo postula el principio de la interacción sujeto- objeto de manera dialéctica y permanente.

En realidad, el marxismo asume también la teoría del reflejo pero otorgando al sujeto un papel activo, y caracterizando al conocimiento como el resultado de un proceso de interacción que se da sólo en la práctica social, en la práxis.

Esta concepción de la relación sujeto-objeto-conocimiento se complementa con otra tesis sobre Feuerbach, sobre todo en el sentido de que el hombre es en realidad el conjunto de sus relaciones sociales. Es decir, el hombre es un ser social, histórico, cultural, que vive inmerso en la sociedad, siendo sólo así posible concebir el papel de la práctica social como componente esencial entre el sujeto y el objeto.

En estas condiciones y como riguroso requisito científico en las ciencias sociales, la objetividad aparece en términos de un proceso subjetivo-objetivo, en el cual el sujeto cognoscente es el agente que orienta la actividad de aprehensión del conocimiento hacia los objetivos que le marca su propia subjetividad, la cual cumple un papel mediador en la articulación sujeto-objeto-conocimiento.

Entonces el conocimiento -en nuestro caso aquel volcado en y al proceso periodístico- equivale a una actividad, nunca a una actitud pasiva.

Lo objetivo en el proceso del conocimiento para el marxismo no se reduce entonces a lo exterior al sujeto, sino a su propia esencia interior en una relación que se da en la praxis social como una totalidad, de tal forma que lo objetivo es aquello que es válido para todos y no sólo para un único individuo, por lo cual el conocimiento social tiene una validez universal.

Con esa perspectiva del conocimiento científico de la realidad social, Marx introdujo en su análisis la categoría de  totalidad.

La categoría de totalidad es una herramienta teórica para la reconstrucción de una realidad social concreta. Su punto de partida es la respuesta materialista y dialéctica de lo que es la realidad y por ello debe considerarse a partir de la unidad indisoluble entre lo ontológico y lo óntico, es decir, entre la postura que asume la preeminencia de la existencia sobre la conciencia, pero a la vez considerando lo existente como expresión de esa preminencia.

Dicho de manera más explícita. Proponemos conocer la realidad a partir de las expresiones concretas del mundo social, de lo sencillo, de lo dado, pero en el marco de un proceso global en el cual se considera toda la riqueza y complejidad del mundo social, particularmente la unidad entre lo estructural y lo superestructural, y entre lo objetivo y lo subjetivo.

 Acuerdo semánticos

Immanuel Wallerstein dice: “Si lo que entendemos por objetividad es la de los estudiosos perfectamente despegados que reproducen un mundo social exterior a ellos, entonces no creemos que tal fenómeno exista. Pero objetividad puede tener otro sentido (…). Los estudiosos intentan convencerse mutuamente de la validez de sus hallazgos e interpretaciones (…) en suma se presentan al juicio intersubjetivo (…) lo que no aceptamos es que se reduzca a la ciencia a una miscelánea de visiones privadas, todas igualmente válidas (…) En resumen, el hecho de que el conocimiento sea una construcción social también significa que es socialmente posible tener un conocimiento más válido”.

Esas palabras nos llevan a lo siguiente: nuestro modelo teórico aplicable al campo del periodismo obliga a la creación de acuerdo semántico propio, de la misma forma que lo tienen otros campos del conocimiento y de la práctica social.

Es decir, para la Historia, objetividad tiene un significado, para el Psicoanálisis otros, y así de continuado.

El acuerdo semántico propuesto para nuestro campo de estudio -el proceso periodístico analizado desde una metodología propia, la del modelo teórico que denominamos Intencionalidad Editorial- consiste en lo siguiente: para nosotros Objetividad significa que todo proceso periodístico, para ser tal, debe remitir a fuentes; excluimos el concepto de Subetividad, por irrelevante, y los sustituimos por el de Parcialidad, en sentido de que todo proceso periodístico toma partido por (en la disputa por el poder, y en ese sentido es propaganda objetiva (porque remite a fuentes), independientemente de que lo sepan o no, que lo reconozcan o no su autores individuales (los periodistas) y los propios medios. Ahora lo analizaremos en profundidad.

El periodismo es Objetivo y Parcial

En su  Diccionario general de periodismo, José Martínez de Souza sostiene que las cualidades de una agencia de noticias son “urgencia, objetividad y servicio completo” y define a la Objetividad como una “cualidad de la información realmente imposible de conseguir, refleja los hechos tal cual son, sin aditamentos de opiniones personales”.

En Las agencias de noticias en América Latina, Hernando Salazar Palacio afirma que “(…) si una agencia latinoamericana no busca la Imparcialidad en sus informaciones le será imposible extender sus servicios y lograr la consolidación de su credibilidad (…) el profesionalismo no puede ponerse en tela de juicio”.

El manual de estilo de la agencia francesa France Press (AFP) proclama “sea usted Objetivo. No opine. No juzgue. Proporcione información”.

En los medios y las escuelas de periodismo estadounidenses y británicas se reclama just the facts u only facts.

Un corresponsal de la agencia estadounidense Associated Press (AP) en Washington escribió “mi trabajo es comunicar hechos, las instrucciones que me dan no me permiten hacer comentario alguno sobre los hechos que comunico. Mis despachos son enviados a periódicos de las más distintas orientaciones políticas. Me limitan a lo que se consideran noticias válidas. La Objetividad estimula una honrada búsqueda de la verdad de los hechos, impone restricciones a dueños y directores”.

En el libro Ética para periodistas, de María Teresa Herrán (TM Editores, Bogotá 1995), se afirma que “la discusión sobre Objetividad, bien puede volverse un circunloquio tan estéril como tratar de definir el sexo de los ángeles, por tener como punto de referencia conceptos absolutos. Es obvio que nadie puede ser absolutamente Objetivo (…). La mejor forma de subsanar este problema pasa por la buena fe en la búsqueda de los hechos materiales de información noticiosa. La buena fe es un valor moral (…). Esa exigencia moral hacia la Objetividad en realidad supone la obligación Subjetiva de esforzarse en el estudio lo más completo posible de todos los factores que concurren al hecho que se transmite”.

Cada persona observa según sus particulares intereses.

En Desinformación: métodos, aspectos y soluciones (EUNSA, Universidad de Navarra, 1994), Gabriel Galdón López distingue los siguientes aspectos de la desinformación: la visión parcial y superficial de la realidad, la acumulación trivializada de los hechos, la idolatría de la realidad, la omisión de lo esencial y la visión parcial.

El mismo autor recuerda que “ya Heráclito decía que los hombres no son capaces de tomar junto lo que siempre está junto” y que “los científicos sociales, entre ellos los historiadores, han descubierto que no existen hechos simples como pretende el periodismo Objetivo, sino formas simples de enfocar los hechos”.

En ese mismo sentido, afirma que “la neutralidad es imposible, el periodismo de la Objetividad nace en el marco del positivismo y, en general, de la modernidad como cultura dominante y configuradora de la sociedad”.

Por su parte, en el libro La agencia de prensa en el sistema de los medios de comunicación (Organización Internacional de Periodistas, Praga, 1983), Slavaj Haskovec, vicedecano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Praga, reconoce lo siguiente: “Se dice que la limitación de los hechos garantiza la Objetividad (…). Aunque se abstenga de formular opiniones personales, todo corresponsal está inevitablemente bajo la influencia de valores prevalecientes en el medio ambiente en el que ha crecido o se lo ha educado, de las instrucciones que le da su jefe de redacción y de la política que sigue el editor (…). La idea de que hoy una actividad informativa ideal que no hace más que registrar hechos en forma Imparcial, es insostenible (…) El periodismo objetivista impide el saber sobre la realidad, y, por tanto, el esfuerzo documental imprescindible para el logro de ese saber”.

Las citas anteriores representan un claro ejemplo del confuso arco conceptual y de la carencia de reflexión epistemológica que caracterizan al debate sobre el hecho periodístico en general. Esas confusiones y esas carencias indican por qué el periodismo aun no encontró su propio método para analizar su discurso, quedando esclavo de los aportes provenientes de otro ámbito del conocimiento como es el de la semiología.

Subjetividad: cada persona habla desde su propia perspectiva.

La definición de Objetividad que propone Martínez de Souza es decididamente paradójica y paralizante, negadora de sí misma e incapaz de la menor síntesis. Por un lado remite al concepto de realidad “sin aditamentos de opiniones personales”, excluyendo la interacción dialéctica entre los hechos y los sujetos históricos protagonistas, transmisores e intérpretes, para después afirmar que se trata de una cualidad “imposible de conseguir”, es decir, desconoce la existencia de la Objetividad.

Mientras Salazar Palacio entra de lleno en la oscuridad teórica que intentaremos despejar, al confundir Objetividad con Imparcialidad, el manual de estilo de AFP nada aporta al debate sino que nos remite al discurso periodístico del poder, que por ser dominante, le otorga carácter universal a una concepción que, como veremos más adelante, es una concepción de clase o de grupo. En otras palabras es un ejemplo contundente del escenario al cual nos han conducido la carencia teórica de nuestra actividad y la falta de una epistemología propia.

Los dichos del manual de estilo de la agencia francesa no pasan de representar una aplicación automática del only facts de la prensa anglosajona, sector dominante dentro del periodismo del bloque de poder, no sólo porque expresa el mayor nivel de concentración empresaria sino porque se expresa en inglés, la lengua dominante.

Es el propio corresponsal de AP ya citado quien, se encarga de ilustrar lo afirmado en el párrafo anterior. Sólo basta preguntarse quién es el encargado de otorgarle “validez” a las noticias y cuál es el paradigma de esa “validez”, tan marcado que impone restricciones a dueños y directores de medios de comunicación.

Por su parte, María Teresa Herrán introduce en el debate dosis equilibradas de escolástica, frivolidad y metafísica de bajas calorías: afirma que la categoría definitoria del hecho periodístico, la Objetividad, no puede superar el marco del “circunloquio estéril”, compara nuestro debate con la discusión en torno al sexo angelical sin siquiera detenerse, aunque sea por simple sentido del humor, en las distinciones entre género, sexualidad y erótica en el mundo de los querubines, y por último deja todo librado al ámbito de la ética, campo de la especulación que para esa autora se circunscribe al terreno de la moral, de la buena fe subjetiva.

Por otra parte, Galdón López se acerca al núcleo de la cuestión cuando asevera que la neutralidad del hecho periodístico es imposible, pero su lectura del fenómeno se ve paralizada al no entender la disyuntiva Objetividad-Subjetividad como categoría diferente a la que él define como neutralidad.

Haskovec se aproxima aún más al punto medular del tema que nos ocupa cuando dice que todo corresponsal se encuentra inevitablemente bajo la influencia de valores prevalecientes en el medio en el que ha crecido, pero no alcanza la superación dialéctica que nos llevará al concepto de Intencionalidad Editorial, porque la polémica en torno a la objetividad sigue cubierta por un manto de confusión.

Fue Jorge Ricardo Masetti, fundador y primer director de la Agencia Prensa Latina (PL) quien a principios de la década del 60 y en el marco de los originales aportes hechos por la Revolución cubana al periodismo de la región, comenzó a acercarse al corazón del debate. En varias de sus intervenciones y escritos de la época sostuvo que el periodista no puede ser imparcial, que siempre, lo quiera o no lo quiera, lo sepa o no lo sepa, el periodista toma partido, se identifica con una de los elementos de la ecuación social, económica o política que caracterizan a determinado escenario informativo.

Nuestra perspectiva –el periodismo es Objetivo porque debe remitir a fuentes y Parcial porque toma partido ante la disputa dialéctica por el poder- tiene algunos antecedentes, es cierto, pero ninguno de ellos entró en la medula del problema, ninguno vio que el tema debe ser tratado desde dos ejes dialécticamente relacionados: Objetividad-Subjetividad y Parcialidad-Imparcialidad.

Así por ejemplo, Armand Mattelart afirma: “Como escribían Marx y Engels, ´la principalísima libertad de prensa consiste en no ser un oficio´. La misma lógica abstraccionista reviste el sistema cuando tratase de legitimar y regimentar la práctica social de los llamados profesionales de la noticia. La ´objetividad´ se convierte entonces en la regla de oro de la práctica periodística, en su código de deontología profesional y en el equivalente al juramento de Hipócrates, que fundó la ética médica y, por ende, dotó al gremio de respetabilidad pública”.

Por su parte, Gomis sostiene: “En su selección de noticias los medios siguen principios de universalidad y neutralidad (…). Por principio de neutralidad entendemos que las noticias no se clasifican en buenas y malas, favorables y contrarias. El valor noticia es moralmente neutro”.

Incluso el destacado periodista polaco Riszard Kapuscinski aseguraba: “Estamos viviendo en un mundo muy contradictorio, de muchas desigualdades e injusticias y por lo tanto no se puede ser una persona con objetividad. Los que relatan sin ninguna actitud son los que trabajan con eso que se llama objetividad. Por el otro lado, estamos tratando de cambiar algo, de mejorar la situación, de estar donde tenemos que estar. Queremos tratar de mostrar el mundo y de escribir sobre el mundo para que nuestros lectores u oyentes despierten su conciencia y tengan una actitud de cambio. Creo que hay una falsa interpretación de la tradición anglosajona de la objetividad”.

Algunas de estas observaciones adolecen de falta de rigor metodológico o son incompletas o apenas se acercan al centro del problema, pero ninguna da el salto cualitativo que proponemos desde el modelo Intencionalidad Editorial, para avanzar en un método propio en el análisis del proceso periodístico.

Coincidimos con Mattelart cuando expresa: “La actividad y el producto comunicacional no escapan a la relación social dominante. Ahora bien, para legitimar y asentar la forma mercantil de comunicación, hacer de ella una actividad ´natural´, una actividad que se desempeña sin que los dominados o receptores puedan sospechar su carácter de instrumento de dominación de una clase, el medio de comunicación pasará por el proceso de ´fetichización´ por el cual transitan todo producto y actividad (…). Marx saca a luz el fetiche, detrás de concepto ´valor del trabajo´, que es la forma aparencial, expresión real de una clase dada (…). La sociedad burguesa determina el valor del producto por el intercambio, pero no quiere reconocer lo que le da su valor: el trabajo gastado en su producción”.

La dicotomía Objetividad-Subjetividad no sólo es insuficiente sino que es errónea. La naturaleza del hecho periodístico surge de la relación dialéctica que existe entre (a) y la dicotomía entre Parcialidad e Imparcialidad (b). Consideramos que si la teoría del valor revela al fetiche en términos de procesos históricos en general, partiendo de ese principio, el desarrollo de esa doble dicotomía tiende a descubrir cómo se expresa ese fetiche en el marco de la actividad periodística.

Asimismo, esa resolución dialéctica encierra el principio de autonomía metodológica necesario para llevar adelante el análisis del discurso periodístico con herramientas propias, es decir pertenecientes al dominio de la teoría y la práctica periodística con independencia del marco teórico propuesto por la semiología (análisis del discurso).

Así como la Objetividad es un componente del hecho periodístico, el mismo necesariamente será Parcial, como lo es toda actividad humana desde el punto de vista cultural antropológico, y entendida esa Parcialidad no como aceptación de una parte en detrimento del todo sino como asunción de una posición del periodista y/o del medio ante el complejo y multifacético entramado de hechos sobre los que trabaja la práctica profesional. En consecuencia sostenemos que el hecho periodístico debe ser necesariamente Objetivo y es necesariamente Parcial.

¿Por qué entonces tanta polémica infructuosa y tanta falta de claridad? Porque el periodismo y la práctica periodística forman parte de la puja por el poder, ya sea para construirlo o defenderlo, ya sea para modificarlo en su tipo o naturaleza.

En esa dialéctica se apoya el discurso periodístico del bloque de poder para incurrir entonces en un “error” deliberado -en un alejamiento del concepto de Objetividad respecto de su necesaria referencia a hechos comprobables-, al convertir su Parcialidad en Objetividad. Dicho de otro modo, al convertir su propia Parcialidad (discurso de clase o de grupo) en Objetividad (en discurso universal).

¿Por qué ese ocultamiento conceptual deliberado?

Porque la experiencia histórica del discurso como disciplinador social y herramienta de construcción y conservación de poder demuestra que la efectividad del mismo depende de su convalidación como discurso universal.

A los efectos didácticos recurramos a dos ejemplos de la historia universal.

Para que la humanidad no tuviera dudas acerca de la inmoralidad de la esclavitud fue necesario que ese principio dejara de ser una necesidad para la instalación de un nuevo sistema económico basado en una mayor productividad del trabajo humano y se convirtiera en una necesidad o valor de universalidad indiscutible.

Para su triunfo e imposición, los principios de libertad, igualdad y fraternidad debieron dejar de ser requerimientos de las burguesías europeas en ascenso durante los siglos XVII y XVIII para convertirse en valores también de carácter universal.

La Parcialidad transformada en Objetividad del discurso del poder permite que el lenguaje encubra las necesidades históricas de ese mismo bloque, a tal punto que, por ejemplo, ningún dirigente político latinoamericano contemporáneo se atrevería a reconocer en forma expresa un programa contrario a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, a la vez que la mayoría de ellos han desarrollado programas que condujeron a la pobreza extrema al 70 por ciento de la población del subcontinente, según  mediaciones de Naciones Unidas.

Para constatar lo que acabamos de afirmar y comprobar cómo la prensa del bloque de poder transforma su propia Parcialidad en Objetividad, sugerimos una lectura detenida de las coberturas periodísticas realizadas por los diarios estadounidenses The New York Times y Washington Post sobre la invasión Irak y los motivos esgrimidos por el entonces presidente estadounidense George Bush para llevar adelante esa iniciativa, y la efectuada durante el año 2004 por el periódico argentino La Nación sobre las negociaciones gubernamentales en torno a la deuda externa en cesación de pagos que afecta a este país. Todo ese material se encuentra en las versiones electrónicas de los mencionados medios de prensa.

Los emisores del discurso de poder saben, con sentido estratégico, que si se derrumba la mitificación que acabamos de desarticular -es decir, si reconocen que la Objetividad de la que hablan no es otra cosa que simple Parcialidad propia-, entonces ese discurso perdería eficacia como ordenador y disciplinador social.

Por consiguiente, el desafío a la hora del análisis del discurso periodístico desde un marco teórico e instrumental particular consiste en develar cuál es la Intencionalidad Editorial de ese discurso, entendiendo a esta última categoría (Intencionalidad Editorial) como el conjunto de informaciones y de reflexiones, fundadas, constatables y confirmables, según fuentes, que a su vez permiten descubrir qué discurso de clase o de grupo se esconde detrás del discurso con pretensiones de validez universal. Es decir, cuál es la Parcialidad transformada en Objetividad.

Debe notarse también que esta metodología de trabajo apela a los recursos técnicos y profesionales del periodismo, ya que el “descubrimiento” de la Intencionalidad Editorial exige una investigación periodística.

Es necesario explicar además que la Parcialidad puede y debe ser construida respetando la Objetividad en el sentido de remisión a los hechos según fuentes, a partir de la conformación de la agenda informativa, del enfoque de los temas de esa agenda y de los puntos de vista de la misma.

Por ejemplo: En ocasión de los episodios represivos ocurridos en Buenos Aires a mediados del año 2002, en los que dos militantes del movimiento de desocupados fueron asesinados por efectivos policiales, según se comprobó a través de fuentes testimoniales y documentales. El diario Clarín de esta ciudad, publicó en portada un título con tipografía resaltada que decía: “La crisis provocó dos muertes”Clarín optó por su propia Parcialidad y la cubrió de Objetividad (en sentido de transformación del discurso de clase en discurso universal) al elegir las fuentes, los puntos de vista (la policía), al elegir el enfoque (esas muertes fueron consecuencia en un sentido vago de los hechos en los que desembocó la crisis social argentina y no de los disparos concretos efectuados por sujetos concretos).

Otro ejemplo. Si comparamos el espacio y los tiempos de micrófono y de pantalla que diarios, radios y emisoras de TV pertenecientes al bloque de poder le dedican a las informaciones procedentes del sector empresario y financiero, con el espacio que esos mismos medios le asignan a las informaciones procedentes de organizaciones campesinas, de trabajadores y desocupados, comprobaremos que la relación es de 99,5 a favor del primer universo. Eso es elección de agenda como construcción de Parcialidad.

Cuando esa Parcialidad se construye por fuera de los hechos y sus fuentes -situación en la que los medios del bloque de poder incurren con frecuencia- ya no estamos ante la construcción de una Parcialidad determinada, sino frente a una vulgar tergiversación y falsedad informativa.
Para “descubrir” la Parcialidad con pretensiones o en acto de Objetividad (el discurso de clase o grupo transformado en discurso universal), es decir la Intencionalidad Editorial se puede investigar o recabar, entre otros, sobre los siguientes puntos:

– Pertenencia corporativa del medio en cuestión. El entramado de su estructura societaria y de su ingeniería financiera.

– Relaciones del medio con el medio cultural, económico, social y político, tanto local como internacional.

– Antecedentes históricos del medio, tanto desde el punto de vista de su propia conformación como desde su posicionamiento ante hechos informativos de trascendencia. Por ejemplo, para entender la verdadera profundidad el discurso periodístico del diario La Nación de Buenos Aires, a favor del golpe de Estado de 1976 es necesario conocer, desde el contexto histórico, cuáles fueron las características de sus discursos periodísticos ante episodios similares, tanto en Argentina como en otros países de la región y cuál el desarrollado en torno a las principales referencias políticas en cada uno de esos casos (por ejemplo la política de Estados Unidos).

– Características de las fuentes utilizadas. Comportamiento histórico y contextualizado de las mismas.

– Comportamiento histórico y contextualizado del autor concreto de la pieza o de las piezas periodísticas sometidas a análisis.

Concluimos con la siguiente síntesis conceptual de nuestro modelo o marco teórico, el que, subrayamos, es aplicable tanto a la producción periodística (adopción y aplicación de una línea editorial determinada) como al análisis de medios (identificación de esa línea editorial en casa caso).

Hablamos de procesos periodísticos porque cada ejemplo de ese hacer comunicacional es mucho más que el discurso que llega al receptor. Encierra una base de materialidad compleja y multifacética, en la cual se ubica, por ejemplo, lo que otros autores denominan economía política de los medios.

El periodismo es una especie (Objetiva dentro del acuerdo semántico señalado) del género Propaganda. No hay proceso periodístico que se produzca y se difunda al margen de la disputa por el poder.

El modelo Intencionalidad Editorial es aplicable a todos los casos de procesos periodísticos, en todo tipo de soporte mediático, género profesional y especialidad, incluso en el campo denominado información de servicios. Se trata de un modelo aplicable tanto a la producción como al análisis de los procesos periodísticos.

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