POR SOPHIA GOODFRIEND /
La destrucción que Israel ha desatado sobre Gaza evoca una época de guerras analógicas. Cráteres que engullen complejos residenciales, calles enteras reducidas a escombros y nubes de polvo que no dejan pasar la luz del sol. El ejército israelí ha lanzado más explosivos sobre el enclave de 321 kilómetros cuadrados que los contenidos en las bombas nucleares que arrasaron Hiroshima y Nagasaki en la segunda guerra mundial. La magnitud y densidad de la destrucción rivaliza con los episodios más devastadores de los bombardeos de ciudades de la historia reciente, desde el Blitz de Londres hasta décadas de contrainsurgencia en Vietnam.
No obstante, en contraste con esas guerras del siglo XX, el asalto israelí en Gaza es básicamente una campaña de asesinatos de alta tecnología. A comienzos de abril, una investigación de +972 y Local Call reveló el papel protagonista de la IA en la carnicería. De acuerdo con seis oficiales israelíes del servicio secreto, los militares han utilizado una máquina de IA apodada Lavender para generar decenas de miles de objetivos humanos condenados a morir por formar parte supuestamente de los brazos armados de Hamás o la yihad palestina. Los datos obtenidos se introducían entonces en un sistema automático de seguimiento llamado ¿Dónde está papá?, que permite al Ejército matar a cada uno en su casa, junto con toda su familia y a menudo con muchos de sus vecinos.
Aquellas revelaciones siguieron a una investigación anterior de +972 y Local Call sobre otro sistema generador de objetivos mediante Inteligencia Artificial (IA), llamado Habsora (el Evangelio). Mientras que Lavender genera objetivos humanos, Habsora marca edificios y estructuras que supuestamente desempeñan funciones militares. Un exoficial del servicio secreto explicó a +972 que esta tecnología permite al Ejército israelí operar fundamentalmente una “fábrica de asesinatos masivos”.
La última investigación hizo furor en la prensa internacional, en que hubo comentaristas que conjuraron escenas de armas basadas en Inteligencia Artidfi IA que escapan al poder de sus operadores humanos y matan compulsivamente. Sin embargo, personas expertas en derecho internacional y guerra basada en IA subrayaron a +972 que la carnicería en Gaza es fruto de decisiones humanas concertadas. Y junto con las altas esferas del Ejército y de la clase política israelí, en la matanza pueden estar implicados sectores enteros de la industria tecnológica civil mundial.
Generación rápida y autorización rápida
Con una tasa de muertes diaria en Gaza más alta que cualquier otra guerra del siglo XXI, se ve que el compromiso de minimizar las bajas de civiles en los asesinatos selectivos, en la medida en que se hubiera respetado alguna vez, simplemente se lo ha llevado el viento. De acuerdo con las fuentes, los mandos militares israelíes han rebajado significativamente los criterios aplicados a la hora de decidir qué objetivos pueden ser atacados en sus hogares, al tiempo que han subido el umbral del número de muertos civiles permitido en cada golpe, en algunos casos autorizando el asesinato de cientos de civiles para matar a un único objetivo militar importante. Como dijo el portavoz del ejército israelí, Daniel Hagari, al comienzo de la guerra, lo que interesa es “causar el máximo daño”.
Para que quede claro, Israel no se basa en armas totalmente autónomas en la guerra actual en Gaza; más bien, los servicios secretos utilizan sistemas de localización de objetivos apoyados por inteligencia artificial para clasificar a personas e infraestructuras civiles en función de la probabilidad de que estén relacionadas con organizaciones combatientes. Esto acelera y amplía rápidamente el proceso por el que el ejército elige a quién matar, generando más objetivos en un solo día que el personal humano puede definir durante todo un año.
La rápida generación de objetivos conlleva la necesidad de una rápida autorización: los oficiales de inteligencia que hablaron con +972 admitieron dedicar apenas 20 segundos a dar el visto bueno a los ataques individuales, a pesar de saber que Lavender se equivoca al identificar los objetivos ‒incluso según sus propios criterios laxos‒ en aproximadamente el 10 % de los casos. Muchos se limitaron a asegurarse de que la persona a la que iban a matar era un hombre, convirtiendo así la mayor parte de Gaza en una trampa mortal.
“Lo que me llamó la atención del informe [de +972] es el grado de autonomía y fiabilidad que las fuerzas armadas otorgaron a esta tecnología”, ha declarado a +972 Alonso Gurmendi Dunkelberg, profesor de Relaciones Internacionales en el King’s College de Londres. “Permite al Ejército firmar fríamente el ataque sistemático contra una población civil”.
Ben Saul, profesor de Derecho Internacional y relator especial de la ONU sobre Derechos Humanos y Lucha contra el Terrorismo, afirma que la excesiva dependencia de estos sistemas confiere un barniz de racionalidad a la devastación que Israel ha provocado en Gaza. Los llamados sistemas inteligentes pueden determinar el objetivo, pero los bombardeos se llevan a cabo con munición tonta, no guiada e imprecisa, porque el ejército no quiere utilizar bombas caras en lo que un oficial de inteligencia calificó de “objetivos basura”. “Israel tiene abogados militares; tiene un sistema de justicia militar; tiene procedimientos operativos y normas de combate que se supone que le ayudan a respetar los derechos humanos internacionales”, dice Saul, “pero esta [guerra] está [librándose] muy lejos de las normas humanitarias básicas”.
La ONU, grupos de derechos humanos y decenas de gobiernos han advertido de que Israel incumple continuamente la legislación internacional en materia de derechos humanos, así como las disposiciones fundamentales de las Convenciones de Ginebra y La Haya, de las que es signatario. Cada uno de estos tratados prohíbe el asesinato sistemático y deliberado de civiles. Sin embargo, los juristas afirman que estos sistemas de alta tecnología han favorecido un incumplimiento sistemático del derecho internacional durante los últimos seis meses y medio de guerra, en los que Israel ha matado a más de 34.000 gazatíes, herido a más de 76.000, y hasta 11.000 más siguen en paradero desconocido.
Convertir a los palestinos en números
El hecho de que estas máquinas sean manejadas y explotadas por personas reales tiene graves implicaciones para los militares israelíes. Puede que Lavender y ¿Dónde está papá? se presenten como sistemas basados en IA, pero incluso los jefes militares israelíes afirman que no actúan de forma autónoma: una cadena de mando concertada dicta cómo se ponen en marcha estas tecnologías. Como dijo a +972 Zach Campbell, investigador principal de vigilancia en Human Rights Watch, “Sí, esta tecnología es problemática, pero también se trata de cómo se utilizan estos sistemas. Y esas son decisiones humanas”.
Los funcionarios del gobierno israelí dejaron claras sus intenciones tras los terribles sucesos del 7 de octubre. En los primeros días de la guerra, el presidente israelí Isaac Herzog proclamó que “no hay civiles inocentes en Gaza”, y los ministros del gabinete declararon que la guerra era el comienzo de otra Nakba. Otros políticos pidieron que toda la franja fuera “arrasada”. Bombas de dos mil libras arrasaron barrios enteros; las excavadoras arrasaron escuelas y hospitales, y secciones enteras de la Franja fueron consideradas zonas de exterminio. Estos comandos coincidían con los esfuerzos, que llevaban años gestándose, para transformar el ejército israelí en lo que el sociólogo Yagil Levy denominó recientemente “un ejército generador de muerte”.
“El problema no está en la IA”, dice a +972 Brian Merchant, un reportero tecnológico que investiga el desarrollo sin paliativos de los sistemas de IA. “El problema es lo que la IA permite hacer a los militares. Proporciona una justificación para ser más violentos, para ser más descuidados, para hacer valer una agenda que ya tenían o que buscan un pretexto para justificar”.
Mona Shtaya, investigadora no residente del Instituto Tahrir de Política de Oriente Próximo, afirma que esto es lo que ocurre desde hace tiempo en la estrategia militar israelí contra los palestinos; Lavender es solo la más reciente de una larga lista de armas algorítmicas en el arsenal de Israel. Por ejemplo, los algoritmos policiales predictivos y los sistemas de reconocimiento facial analizan montones de datos extraídos de numerosas fuentes, como redes sociales, datos de teléfonos móviles y grabaciones de drones. Al igual que Lavender, estos sistemas utilizan los datos para asignar a los palestinos una calificación de seguridad. Esa calificación puede determinar cualquier cosa, desde quién debe ser detenido en un puesto de control en Hebrón, arrestado frente a la mezquita de Al Aqsa o asesinado en un ataque con drones en Gaza.
“Estos sistemas convierten a los palestinos en números”, declara Shtaya a +972. “Permiten a las autoridades calificarnos, deshumanizarnos, no pensar en el hecho de que somos personas, sino justificar nuestra muerte basándose en una estadística. Por eso hemos visto aumentar la violencia desde que Israel empezó a basarse en estos sistemas”. En opinión de Shtaya, los sistemas de selección de objetivos impulsados por IA son el resultado natural de la inversión desenfrenada de Israel en vigilancia masiva. “Es el ciclo del desarrollo tecnológico en Palestina. Cada sistema es más peligroso”.
Una cadena de suministro algorítmica
El abuso de la IA puede tener sus raíces en las políticas militares, pero también implica a amplios sectores de la industria tecnológica civil. Los sistemas de selección de objetivos basados en IA dependen de montones de datos de vigilancia extraídos y analizados por empresas privadas de nueva creación, conglomerados tecnológicos mundiales y técnicos militares. Las empresas tecnológicas de los complejos de oficinas de Silicon Valley diseñan las bases de datos de imágenes de Google que las tropas israelíes utilizan para detener a los civiles que huyen de los bombardeos aéreos. Los algoritmos de moderación de contenidos determinados por la dirección corporativa de Meta en Nueva York ayudan a los sistemas policiales predictivos a clasificar a los civiles según su probabilidad de unirse a grupos activistas. Las empresas de seguridad con sede en Petah Tikvah transfieren el contenido de los teléfonos móviles a los técnicos militares que elaboran listas de asesinatos.
La dependencia de Israel de productos tecnológicos civiles para llevar a cabo sus operaciones letales choca con muchas de las políticas y condiciones de uso de las empresas con las que colabora. El mes pasado, el New York Times reveló que el ejército israelí está utilizando una base de datos de Google Images para identificar y clasificar a civiles en toda la Franja de Gaza. Cheyne Anderson, ingeniero de software de Google y miembro del grupo No Tech for Apartheid, una coalición de trabajadores tecnológicos que se oponen a los contratos con el ejército israelí, declaró a +972 que se trata de un grave uso indebido de la tecnología de Google.
“Estos sistemas no están concebidos para decidir sobre la vida o la muerte de personas en los campos de batalla de Oriente Medio; están destinados a fotografías familiares”, explica Anderson. “Llevar algo así a una zona de guerra… atenta directamente contra nuestras políticas de privacidad y nuestras condiciones de uso”. De hecho, las políticas de privacidad de Google prometen que los usuarios deben prestar “su consentimiento explícito para compartir cualquier información personal sensible” con terceros. En sus protocolos de actividades peligrosas e ilegales, Google advierte de que Google Images no debe utilizarse “para promocionar actividades, bienes, servicios o información que causen daños graves e inmediatos a las personas”.
A pesar de las evidentes infracciones de sus políticas establecidas, Google y otros conglomerados tecnológicos no han impedido que el ejército israelí utilice sus productos en la actual guerra contra Gaza o en las décadas de dominio militar de Israel sobre los territorios palestinos ocupados. Muchas de estas empresas privadas se benefician del intercambio, ya que los civiles palestinos a los que se niega el recurso a las protecciones básicas de la privacidad ofrecen un suministro ilimitado de datos con los que las empresas de vigilancia pueden perfeccionar sus productos. “Estas empresas forman parte de una vasta cadena de suministro algorítmica fundamental para la guerra actual”, ha declarado a +972 Matt Mahmoudi, investigador de Amnistía Internacional. “Sin embargo, no se han quejado”.
A medida que aumenta la lista de abusos israelíes en Gaza, estas empresas pueden verse implicadas legalmente en las violaciones sistemáticas del derecho internacional por parte de Israel. “Es un cuento con moraleja para cualquier empresa”, afirmó Mahmoudi. “No solo están violando el derecho internacional en materia de derechos humanos, no solo se arriesgan a que se deteriore su reputación, sino que se arriesgan a ser consideradas cómplices de algo que seguramente se tipificará a su debido tiempo como delito grave”.
Las acusaciones de crímenes de guerra no han impedido a los oficiales del ejército israelí prometer que todo el derramamiento de sangre producirá avances sin precedentes en la guerra impulsada por IA. En su intervención en el Día Anual de la IA de la Universidad de Tel Aviv en febrero, la general de brigada Yael Grossman, comandante de la unidad Lotem, dijo a una multitud de líderes de la industria tecnológica civil y militar que el Ejército sigue desplegando sistemas de vanguardia. “La fricción genera datos”, dijo. “Nos permite crecer mucho más rápido y ampliar nuestras posibilidades con las diferentes soluciones que ofrecemos en el campo de batalla”.
Históricamente, estos eslóganes han movilizado a los gobiernos occidentales y a los conglomerados tecnológicos en torno a las proezas militares israelíes. Pero hoy, la marea puede estar cambiando. Los gobiernos occidentales han comenzado a considerar la posibilidad de retener las ventas de armas, y el personal de Google y otros grandes conglomerados tecnológicos se están rebelando contra los contratos de sus empresas con el ejército israelí. En medio del desprecio de Israel por las normas internacionales, Shtaya dice que este cambio radical puede ser la única esperanza para controlar los sistemas de armas emergentes. “Lo que ocurre en Palestina no se limita al Ejército israelí”, explica Shtaya. “El abuso de estos sistemas es un problema mundial”.
Viento Sur
Gaza: el 7 de octubre en perspectiva histórica
POR GILBERT ACHCAR /
Más de seis meses y medio después del ataque con proyectiles de Hamás a través de la valla que rodea la Franja de Gaza, el 7 de octubre de 2023, el balance provisional es desalentador.
Un balance provisional
Según las cifras disponibles, el 7 de octubre murieron 1.143 personas, en su mayoría israelíes —767 civiles, entre ellos 36 niños y 71 extranjeros, y 376 militares y miembros de las fuerzas de seguridad—, mientras que cerca de 250 personas fueron secuestradas. El mismo día, según fuentes israelíes, más de 1.600 combatientes entre los asaltantes murieron en el acto, y cerca de 200 personas fueron detenidas. Desde el 7 de octubre, según fuentes gazatíes, han muerto más de 34.000 palestinos, entre los que se calcula que hay un 40 % de niños, es decir, más de 13.500, a los que hay que sumar hasta 20.000 personas que se cree que están sepultadas bajo los escombros, y cerca de 77.000 heridos, muchos de ellos muy graves. La inmensa mayoría de los 2,4 millones de gazatíes han sido desplazados y toda la población de la Franja sufre una hambruna creciente, infligida por la severa limitación israelí de la cantidad de ayuda que entra en el enclave. La mayoría de las viviendas de Gaza han sido destruidas en la que es sin duda la campaña de bombardeos más destructiva de este siglo, y probablemente la más destructiva de la historia en términos de intensidad (combinando extensión y velocidad), exceptuandolas armas nucleares. De hecho, mientras que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima tuvo una explosión de 15 kilotones de TNT, las fuerzas armadas de Israel ya han lanzado cerca de cinco veces este tonelaje sobre los 365 kilómetros cuadrados de Gaza. Ni que decir tiene que todas estas cifras son provisionales y siguen aumentando día a día al momento de escribir estas líneas.
¿Cuál fue la continuación del 7 de octubre?
La reacción inmediata de Israel al atentado del 7 de octubre no fue solo calificarlo de la mayor matanza de israelíes en un solo día, lo cual es indiscutible, sino también de “la mayor masacre de judíos desde el Holocausto”, una descripción mucho más discutible, cargada de una declaración política implícita. Y, sin embargo, esta última descripción se ha convertido en un mantra en los países occidentales, repetida, por ejemplo, por el presidente francés Emmanuel Macron, quien, el 7 de febrero de 2024, calificó el 7 de octubre como “la mayor masacre antisemita de nuestro siglo” durante una ceremonia en honor a 42 titulares de la ciudadanía francesa caídos entre los asesinados cerca de la frontera de Gaza ese día.
La analogía implícita entre el atentado del 7 de octubre y la masacre nazi de judíos debe sonar bastante inapropiada para cualquiera que tenga en cuenta el terrible balance descrito anteriormente, ya que ignora por completo el equilibrio real de fuerzas, así como la identidad de los opresores y los oprimidos en cada caso. Como muy bien expresan varios expertos en antisemitismo y Holocausto en su “Carta abierta sobre el mal uso de la memoria del Holocausto” colectiva:
Es comprensible que muchos miembros de la comunidad judía recuerden el Holocausto y los pogromos anteriores cuando intentan comprender lo que ocurrió el 7 de octubre: las masacres y las imágenes que se difundieron tras ellas han aprovechado la memoria colectiva profundamente arraigada del antisemitismo genocida, impulsada por una historia judía demasiado reciente.
Sin embargo, apelar a la memoria del Holocausto oscurece nuestra comprensión del antisemitismo al que se enfrentan los judíos hoy en día, y tergiversa peligrosamente las causas de la violencia en Israel-Palestina. En el genocidio nazi, un Estado —y su predispuesta sociedad civil— atacó a una pequeña minoría, lo que se convirtió en un genocidio a escala continental. De hecho, las comparaciones de la crisis que se está produciendo en Israel-Palestina con el nazismo y el Holocausto —sobre todo cuando proceden de dirigentes políticos y otras personas que pueden influir en la opinión pública— son un error intelectual y moral.
Ello a pesar de que, sean cuales sean las semejanzas que se puedan identificar entre Hamás y los nazis, sin duda hay más semejanzas entre estos últimos y el gobierno sionista de extrema derecha de Israel, dominado por el Likud, un partido con pedigrí fascista, y que incluye a ministros a los que el historiador israelí del Holocausto Daniel Blatman, profesor del Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, no dudó en calificar de “neonazis” en el diario israelí Haaretz.
El 7 de octubre en su contexto
Por haber afirmado el 24 de octubre la verdad bastante obvia y banal de que el 7 de octubre “no ocurrió en el vacío”, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, fue acusado por Israel de “justificar el terrorismo”, mientras que el embajador de Israel en la ONU exigía su dimisión. Señalando la ocupación posterior a 1967, Guterres había explicado que “el pueblo palestino ha estado sometido a 56 años de ocupación asfixiante. Ha visto su tierra devorada sin cesar por los asentamientos y asolada por la violencia; su economía asfixiada; su población desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”.
También había comentado que “los agravios del pueblo palestino no pueden justificar los atroces ataques de Hamás. Y esos atroces ataques no pueden justificar el castigo colectivo del pueblo palestino”. Y sin embargo, incluso Benny Gantz, oponente político de Benjamin Netanyahu y miembro supuestamente “moderado” del gabinete de guerra de Israel posterior al 7 de octubre, declaró que el Secretario General de la ONU “condona el terror”, añadiendo que “los apologistas del terror no pueden hablar en nombre del mundo”, aprobando así tácitamente la exigencia formulada por el enviado de Israel.
Esas reacciones de los funcionarios israelíes no fueron más que otros ejemplos de la negación de la realidad común a todas las potencias ocupantes de los tiempos modernos, desde que la ética imperante y el derecho internacional de los tiempos modernos condenan la ocupación del territorio de otro pueblo. De hecho, el 7 de octubre no sólo “no se produjo en el vacío”, sino que era totalmente previsible que en algún momento se produjera un estallido de violencia, en particular en la Franja de Gaza. En diciembre de 2009, cuando se cumplían dos años del bloqueo impuesto por Israel a Gaza tras la retirada de sus tropas en 2005 y la toma del enclave por Hamás en 2007, y pocos meses después de la primera gran campaña de bombardeos israelíes sobre el enclave (2008-9), Larry Derfner planteó las preguntas adecuadas a sus conciudadanos israelíes en The Jerusalem Post:
La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: Si alguien nos tratara como estamos tratando a la gente de Gaza, ¿qué haríamos? …
No es que no podamos imaginar la vida en Gaza. Es que estamos decididos a no intentar imaginarla. Si lo hiciéramos, no nos detendríamos ahí. Después podríamos intentar imaginar cómo sería si nuestro país estuviera en las condiciones en las que dejamos Gaza. Y tarde o temprano podríamos intentar imaginar qué haríamos si viviéramos aquí como ellos viven allí.
O ni siquiera lo que haríamos, sino lo que pensaríamos de la gente, del país, que nos hizo eso y que ni siquiera nos permitió empezar a recuperarnos una vez terminada la guerra. Que bloqueó nuestras fronteras y sólo permitió la entrada de suministros suficientes para mantenernos en un nivel de subsistencia, para evitar el hambre y las epidemias masivas.
La verdad es que retratar a Hamás como motivado principalmente por el antisemitismo y afín a los nazis no es sino la continuación, en el nuevo e intenso episodio actual de la guerra de narrativas árabe-israelí, de una vieja estratagema narrativa de probada eficacia inaugurada por la explotación posterior a 1945 de la figura de Amin al-Husseini para presentar la conquista sionista de la tierra palestina en 1948 como la batalla definitiva de la Segunda Guerra Mundial. De este modo, el último episodio de conquista colonial de los tiempos modernos podía presentarse como la última batalla contra el nazismo. Esta estratagema funciona bien en aquellas partes del mundo que cargan con la culpa del genocidio nazi de los judíos europeos: poblaciones cuyos antepasados fueron perpetradores, cómplices directos o espectadores, incluidos aquellos que cerraron las puertas de sus países en las narices de los refugiados judíos. La misma estratagema no funciona, sin embargo, para la mayor parte de la humanidad, que, asentada en el Sur Global, tuvo poco que ver con la Segunda Guerra Mundial y siempre ha percibido a los palestinos, no como continuadores del imperialismo nazi, sino como continuadores de la larga y sangrienta serie de víctimas coloniales.
Flashback histórico: Angola 1961
Tras el 7 de octubre, mi amigo Michel Cahen, especialista francés en la historia del África lusófona, me llamó la atención sobre un episodio histórico que tuvo lugar en Angola en 1961 y que guarda un parecido asombroso con los actuales acontecimientos de Oriente Próximo. Intrigado, investigué el asunto y descubrí que el paralelismo va mucho más allá del mero momento del 7 de octubre. He aquí los antecedentes: en 1961, en el contexto de un gran avance de la descolonización en el continente africano, el resentimiento contra el acérrimo colonialismo portugués aumentó enormemente en Angola, especialmente después de que la vecina República del Congo (que más tarde se convertiría en la República Democrática del Congo) hubiera logrado su independencia del dominio colonial belga el año anterior, lo que llevó a las autoridades coloniales portuguesas a aumentar la represión contra los independentistas angoleños. La lucha armada anticolonial progresaba en los restantes dominios coloniales de África, y Angola no era una excepción. Uno de sus movimientos anticoloniales era la Unión de los Pueblos de Angola (UPA), cuyo líder, Holden Roberto, tenía vínculos tanto con el Frente de Liberación Nacional de Argelia —del que adoptará el nombre que más tarde se convertirá en Frente de Liberación Nacional de Angola (FLNA)— como con la CIA.
El 15 de marzo de 1961, los combatientes de la UPA cruzaron la frontera desde el Congo hacia el norte de Angola, a los que se unieron muchos nativos locales. Una masa harapienta de cuatro a cinco mil hombres, algunos de ellos armados con fusiles y la mayoría con machetes, se lanzaron a la matanza, asesinando de forma atroz a varios centenares, hasta mil (no hay cifras exactas), de colonos blancos —hombres, mujeres, bebés y niños— junto con muchos más angoleños de otras etnias o mestizos. Como escribió Maria da Conceição Neto sesenta años después, “las imágenes de blancos, mestizos y negros masacrados se convertirían en la pieza central de la propaganda portuguesa para desacreditar a los atacantes como ‘terroristas’ y ‘bárbaros’ sin ningún objetivo político”. Hasta el día de hoy, éstas son las imágenes más difundidas sobre ‘el 15-M’, creando inmediatamente una barrera para la comprensión de lo sucedido…” (sobre el papel de las imágenes, véase también Giselda Brito Silva).
El gobierno portugués del dictador de extrema derecha António de Oliveira Salazar —que tomó personalmente las riendas del Ministerio de Defensa para tal fin— lanzó una campaña masiva de represalias, que incluyó un amplio uso de la fuerza aérea. En pocos meses, decenas de miles de personas (más de 50.000 a finales de año, según NkwelleEkaney) murieron entre la población negra, y varios pueblos fueron quemados y arrasados en una vasta zona. Una de las principales armas utilizadas por la fuerza aérea portuguesa para perpetrar esta masacre genocida fue el napalm, proporcionado por la administración estadounidense de John F. Kennedy (véase David Birmingham, p. 72).
Dos elementos más del registro histórico son relevantes aquí. En primer lugar, el UPA/FLNA continuaría como rival, apoyado por la CIA, del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), respaldado por la Unión Soviética. Sin embargo, el ultraderechista Portugal fue miembro fundador de la OTAN. Por lo tanto, como el propio Roberto explicó más tarde a un investigador sueco:
No podíamos recibir ayuda de los países occidentales, debido a la OTAN y a las relaciones con Portugal. No teníamos ningún apoyo. El poco apoyo con el que podíamos contar era de países africanos y árabes, como Túnez. E Israel, que era muy importante para nosotros. El gobierno israelí nos ayudó en aquella época.
Tor Sellström: ¿Con armas?
Holden Roberto: Con armas. Fue con la ayuda de Golda Meir.
En segundo lugar, Frantz Fanon —que había animado a Roberto a lanzarse a la lucha armada (véanse las biografías de FrantzFanon por David Macey, pp. 386-7, y Adam Shatz, pp. 249-9)- comentó los acontecimientos angoleños en el capítulo titulado “Grandeza y debilidad de la espontaneidad” de su famoso libro de 1961 Los condenadosde la tierra en los siguientes términos:
El 15 de marzo de 1961, recordamos, los campesinos angoleños, en grupos de dos o tres mil personas, atacaron las posiciones portuguesas. Hombres, mujeres y niños, armados y desarmados, se lanzaron en masa, con coraje y entusiasmo, en oleada tras oleada, contra las regiones dominadas por los colonos, los militares y la bandera portuguesa. Pueblos y aeropuertos fueron cercados y sufrieron numerosos ataques, pero miles de angoleños fueron acribillados por las ametralladoras colonialistas. Los líderes del levantamiento angoleño pronto se dieron cuenta de que tendrían que adoptar otras tácticas si realmente querían liberar a su país. Por ello, el líder angoleño, Roberto Holden, ha reorganizado recientemente el Ejército Nacional Angoleño utilizando el modelo de otras guerras de liberación y las técnicas de la guerra de guerrillas.
En conclusión
¿Cuál de estas dos secuencias históricas se parece más a la del 7 de octubre antiisraelí liderado por Hamás y la subsiguiente embestida liderada por el gobierno de extrema derecha israelí: un alboroto antijudío liderado por los nazis seguido de la destrucción de judíos europeos perpetrada por los mismos nazis, o el alboroto antiportugués liderado por la UPA y la subsiguiente embestida liderada por el gobierno de extrema derecha portugués con la complicidad de Estados Unidos? ¿Estaban los angoleños del 15-M dirigidos por la UPA motivados principalmente por el racismo contra los blancos o por el odio a la opresión colonial portuguesa? Del mismo modo, ¿estaban los palestinos del 7 de octubre liderados por Hamás motivados principalmente por el antisemitismo o por el odio a la opresión colonial israelí? Las respuestas a estas preguntas deberían ser obvias para cualquiera que no esté cegado por el racismo antipalestino, antiárabe o antimusulmán, y la “compasión narcisista” con los israelíes blanqueados.
Traducido por César Ayala de la versión en inglés provista por el autor. El original en francés fue publicado en: https://www.yaani.fr/post/gaza-le-7-octobre-en-perspective-historique