POR ARAM AHARONIAN /
El 12 de octubre de 1492, tres carabelas que habían zarpado en agosto desde el español Puerto de Palos, tocaron tierra en la isla de Guanahani en el Caribe, en el inicio de la invasión europea a este continente, que los conquistadores llamaron América. Llegaron con una cruz, armas y baratijas y se llevaron el oro, la plata y todo lo que pudieron subir a sus carabelas.
Más de cinco siglos más tarde, los líderes de ambas regiones se comprometieron a celebrar cumbres cada dos años y ahora, en Bruselas, acordaron que la próxima será en Colombia, que en 2025 ostentará la presidencia pro témpore de la CELAC, después de la de Honduras en 2024.
“Vivimos hoy profundos cambios a nivel global, de grandes riesgos y desafíos, pero también de oportunidades. Creo firmemente que podemos y debemos construir mejores relaciones: más justas, equilibradas, solidarias y cooperativas para mejorar la vida de nuestros pueblos”, afirmó en la sesión plenaria el presidente colombiano Gustavo Petro.
“América Latina y el Caribe —dijo— ya no son el traspatio de Estados Unidos. Tampoco somos antiguas colonias que requieren consejo, ni aceptaremos que se nos trate como simples suministradores de materias primas”.
El mandatario recordó que “la expoliación colonial y el saqueo capitalista convirtieron a Europa en acreedora, y a América Latina y el Caribe en deudores”. Y en la misma línea de pensamiento reflexionó que las políticas financieras de la Unión Europea “siguen imponiendo barreras al desarrollo de nuestra región”, por lo cual se requiere “una reforma integral de la arquitectura financiera heredada de la Guerra Fría y de Bretton Woods, y buscar soluciones al grave problema de la deuda externa, que hemos pagado varias veces”.
Por su parte, el presidente brasileño Lula da Silva afirmó que “la guerra en el corazón de Europa ha supuesto un aumento del hambre de la desigualdad y a la vez está aumentando el gasto militar global. En vez de eliminar el hambre de tantos millones de seres humanos, estamos gastando miles de millones de dólares en alimentar la maquinaria de guerra que sólo causa guerra, destrucción y más hambrunas. Esta cumbre entre la Unión Europea y CELAC es el momento de decir basta. Otro mundo es posible, que es el que tenemos que construir entre todos”.
La CELAC declaró hace años a Latinoamérica y el Caribe zona de paz, lo que la inhibe ante cualquier tentación de sucumbir a los cantos de sirena bélicos del norte.
La región aboga por una construcción de paz extensiva al mundo y “se concibe como un mecanismo representativo de concertación política, cooperación e integración económica, social y cultural, articulado en torno a la vigencia democrática y el diálogo como instrumento para dirimir las diferencias, a la vez que reconoce el derecho de cada país a definir libremente su sistema político y económico”.
Esta definición de zona de paz está atada a su compromiso con el multilateralismo. Por eso la región se rehusó a tomar partido contra Rusia y respaldar a Ucrania como exigía la Unión Europea. Cuando los vendedores de armas han puesto a disposición desde bombas de racimo hasta bandejas nucleares ‘disuasivas’, “hay que perpetuar el humanismo y combatir el armamentismo y la proliferación de armas nucleares. La Unión Europea nos debe garantizar un esfuerzo superior para alcanzar la paz”, enfatizó la presidenta de Honduras, Xiomara Castro.
Mientras se invierten trillones para la guerra no se ha logrado (o no se ha querido) tomar medidas eficaces para erradicar las desigualdades y tampoco el hambre. En 2022 el gasto mundial en armas fue de unos 2.2 billones de dólares, sólo la Unión Europea invirtió más de 345 mil millones, mientras el gasto de su socio Estados Unidos ascendió a 877 mil millones.
Proyecciones geopolíticas distintas
No debiera extrañar que ambas regiones tengan proyecciones geopolíticas diferentes. La CELAC promueve relaciones internacionales con las distintas regiones y articula sus prioridades en torno a la consolidación de sus capacidades y su soberanía, política y financiera, en momentos en que la deuda externa supera el 70 % del PIB regional y constituye una vía para la fuga de recursos indispensables para su subsistencia y desarrollo. Y por ello insiste en la creación de una moneda propia.
A los países latinoamericanos y caribeños también les preocupa las vulneraciones de los derechos humanos en los procesos migratorios, principalmente en el Mediterráneo, o la represión a la sociedad civil por sus demandas.
La Unión Europea (UE) propone una alianza basada en su proyecto Global Gateway, una agenda que busca reposicionar a Europa en el mundo, activando las inversiones en líneas energéticas, limpias, verdes y digitales, como también en infraestructuras, salud, educación e investigación. Suena prometedor, pero de lo que se trata es de una movilización de recursos públicos para reforzar el potencial de inversiones y ganancias del capital privado.
De Perogrullo: el presidente del Consejo de la Unión Europea, el español Pedro Sánchez, afirmó que la inversión pública va a apalancar a la inversión privada y crear, por esa vía, sociedades más justas. De lo que se trata en realidad es competir con la propuesta china de la Ruta de la Seda. En 2022 el comercio entre China y América Latina alcanzó unos 485.700 millones de dólares.
Es por ello que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció la inversión de 45 mil millones de euros en la región latinoamericana y caribeña, sin especificar dónde ni para qué.
La UE tiene alianzas comerciales con 26 de los 33 países de la región, y logró nuevos acuerdos sobre hidrógeno limpio con Argentina, Chile y Uruguay, mientras se mantiene a la espera de firmar un convenio de libre comercio con México y sobre todo de lograr la conclusión del principio de acuerdo de libre comercio emprendido en 2019 con el Mercosur.
Junto al Global Gateway se ha posicionado el llamado “Orden internacional basado en reglas” que, como señala el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, no ha sido acordado por los Estados, suplanta a la legislación internacional e incluso releva a las instancias multilaterales, en beneficio del sector privado y corporativo. El presidente boliviano Luis Arce, recordó que “todos los Estados tenemos el atributo de la soberanía y con ese respeto deben tratarse los recursos naturales de los países”.
Una herida de más de cinco siglos
La relación entre Europa y América Latina siempre ha estado marcada por una herida de siglos. Por más que desde España insistan en que se trató de un idílico “encuentro entre dos mundos” se sucedieron más de tres centenares de coloniaje, dominación política e imposición cultural que, paralelamente, dio origen al mestizaje.
Los representantes americanos insisten en el reconocimiento al legado colonial y de esclavitud europeo. El presidente pro témpore de la CELAC, el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonçalves, señaló que “Ucrania no es el único escenario de guerra o conflicto armado que hace estragos entre la población y destruye vidas y medios de subsistencia más allá de la inmediatez de los peligrosos campos de batalla: el pueblo de Haití, los palestinos, las poblaciones de diversas partes de África, Oriente Medio y Asia tienen retos más inmediatos”.
Desde hace más de cinco siglos, los conquistadores se dedicaron a la explotación de poblaciones indígenas para la extraer las riquezas naturales del “nuevo” continente. Entre esas riquezas estaban la plata y el oro que aceleraron lo que Carlos Marx llamó la acumulación originaria del capitalismo industrial. Ahora también intentan apoderarse del litio.
Fue gracias a las riquezas de América que Europa se convirtió en hegemónica a nivel mundial, una posición de privilegio que recién cedería en el siglo pasado. La herida no sanó con la independencia de numerosos países latinoamericanos, porque la soberanía estatal del siglo diecinueve preservó en las nacientes repúblicas latinoamericanas el racismo y la opresión “made in Europa” hacia los pueblos originarios.
En 2015, el papa Francisco pidió “humildemente perdón por los crímenes cometidos contra los pueblos originarios durante la llamada Conquista de América”, un arrepentimiento trascendental ya que la Iglesia católica desde México hacia el sur, lo mismo que el protestantismo hacia el norte, fueron parte esencial del régimen colonial genocida y depredador.
¿Integración?
Desde Europa venden ahora la idea que este siglo XXI es “el siglo de la integración” entre los 27 países que conforman la Unión Europea y los 33 países que el año 2010 fundaron la CELAC. Y se programaron reuniones bianuales para abordar temas de interés compartido bajo la premisa de lograr acuerdos en un plano de igualdad.
Hoy América Latina no es una región subordinada a Europa, y (aunque no lo asuman) Europa no es más el centro del mundo. Hoy la relación a nivel de bloques es cada vez más de igual a igual, aunque los dirigentes europeos lo olviden a menuda.
Los encuentros “de dos mundos” se interrumpieron hace tres años por la pandemia, pero también por el alejamiento brasileño del bloque latinoamericano bajo la presidencia de Jair Bolsonaro.
Desde 2015 (y no por culpa del ultraderechista expresidente brasileño) fue perdiendo protagonismo en una geopolítica global dominada por Estados Unidos y China, al mismo tiempo que Latinoamérica retomó el impulso integrador con los nuevos gobiernos progresistas en México, Chile, Argentina, Bolivia, Colombia y Brasil.
En estos últimos ocho años también se gestó la guerra en Ucrania, que deterioró aún más la situación europea, por la subida general de precios de los energéticos y de los alimentos, causando un malestar social que está catapultando a la ultraderecha hacia los gobiernos, como ya ocurrió en Italia y Finlandia.
Ahora, cuando volvieron a reunirse la Unión Europea y la CELAC en Bruselas, sede del Parlamento Europeo, Alemania, la potencia industrial del viejo mundo, entró en recesión económica, mientras que la mayor parte de los países de América Latina mantienen una relativa estabilidad financiera y de abastecimiento alimentario.
Esto pone en desventaja coyuntural a los países europeos, siempre necesitados de los mercados y recursos naturales que los latinoamericanos poseen. Mientras los latinoamericanos hablan de multilateralismo, los europeos insisten en el neocolonialismo.
El intento de involucrar a los países latinoamericanos en el financiamiento y el abastecimiento de armas a Ucrania fue rechazado por varios países de la CELAC, con lo que fracasa la estrategia guerrerista de los países europeos miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), prevaleciendo la orientación latinoamericana de encontrar una salida negociada y pacífica a la matanza.
Lo posible era retomar los acuerdos internacionales para frenar el calentamiento global, acelerar la transición energética, rediseñar el sistema financiero mundial y discutir si para América Latina conviene acoplarse al gran proyecto de inversión (Global Gateway) con el que Europa quiere recuperar el terreno perdido ante el avance chino.
El presidente de la CELAC, Ralph Gonsalves, rememora que “en 2009 ya se habló de un fondo de mil millones para mitigar el cambio climático y que aún no ha pasado nada”. Pero más allá de los fondos, el propio Gonsalves y varios presidentes latinoamericanos, como el presidente boliviano Luis Arce, señalan que la cuestión de fondo son las dinámicas del propio sistema capitalista que prioriza la reproducción del capital antes que la vida humana y planetaria”.
Arce llamó a “pensar como la comunidad internacional que somos e identificar conjuntamente las causas y soluciones para cada una de las vertientes de la crisis múltiple del capitalismo”.
La CELAC tiene ante sí la urgencia de afinar su propuesta de autosuficiencia regional y su propio plan de transición energética, así como de extremar las proyecciones de desarrollo tecnológico, de soberanía digital y del conocimiento, que figuran en su Plan de Reactivación y Fortalecimiento. Sobre esa base, debieran establecerse las relaciones extrarregionalas respetuosas que deben incluir, como enfatizó el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, la viabilidad de ser socios entre iguales con Europa.
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