POR FERNANDO PANESSO, REINALDO GIRALDO Y WILSON SÁNCHEZ /
Fernando Panesso Jiménez, Magíster en Economía Agrícola, Universidad Nacional de Colombia. Economista, Universidad de Nariño. https://orcid.org/0000-0002-8363-2235. ferudenar@hotmail.es
Reinaldo Giraldo Díaz, Doctor en Filosofía, Universidad de Antioquia, Colombia. Doctor en Agroecología, Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Filosofía, Universidad del Valle, Colombia. Ingeniero Agrónomo, Universidad Nacional de Colombia. Docente Universidad Nacional Abierta y a Distancia -UNAD, Palmira – Colombia. ID: https://orcid.org/0000-0002-6221-9468. reinaldo.giraldo@unad.edu.co
Wilson Sánchez Jiménez, Magíster en Filosofía, Universidad del Valle. Ingeniero Agrónomo, Universidad Nacional de Colombia. Docente Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD, Palmira – Colombia. ID: https://orcid.org/0000-0002-7842-3893. wilson.sanchez@unad.edu.co
Resumen
Palabras Claves: Economía digital, Inteligencia artificial, Internet de las cosas, Educación remota, Teletrabajo, TIC.
“La inversión en bienes y servicios de TIC es una condición importante para la innovación digital y un impulsor del crecimiento (Spiezia, 2011). Las TIC tienen el potencial de aumentar la innovación acelerando la difusión de información, favoreciendo la creación de redes entre empresas, estrechando los vínculos entre ellas y los clientes, reduciendo las limitaciones geográficas y aumentando la eficiencia en la comunicación. Además, los efectos secundarios del uso de TIC, tales como las economías de red, pueden ser fuentes de ganancias de productividad. Las TIC también pueden verse como una fuente de innovación porque permiten estrechar los lazos entre las empresas, sus proveedores, clientes, competidores y socios colaboradores, para hacer de este modo a las empresas más sensibles a las oportunidades de innovación y proporcionar importantes ganancias de eficiencia”.[1]
Introducción
La revolución industrial, que también podríamos llamar la entrada de la humanidad en la era de las máquinas, iniciada a mediados del siglo XVIII, y consistente en una profunda transformación del trabajo, ha implicado desde sus inicios, además de descampesinización, grandes beneficios para una clase y desempleo y precarización de las condiciones de vida para la otra. La revolución industrial implica mecanización y la mecanización significa desempleo como una creciente mano de obra disponible para trabajar. La creación cada vez mayor de máquinas, más rápidas y más baratas, que son capaces de aumentar la explotación de los seres humanos, ha sido la constante de crecimiento de la sociedad industrial y del capitalismo. Ya Marx y Engels, en el “Manifiesto del partido comunista” lo habían denunciado cuando decían que “Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros”.
La expansión del capitalismo, desde la primera revolución industrial, ha significado el triunfo de la máquina y la explotación del hombre y la naturaleza. Zonas del Planeta cada vez más remotas han sido incorporadas de modo violento a las lógicas de acumulación del capital. La humanidad ha entrado recientemente en una fase en la cual las nuevas formas de organización del trabajo, concebidas por el progreso técnico y la ciencia, conducen a una era, la de la economía digital, en la que la inteligencia artificial es capaz de reemplazar la inteligencia humana y generar mayores procesos de acumulación del capital y generación de plusvalía nunca vistos. Con estas potencias infernales el capitalismo puede hacer desaparecer a la humanidad de la faz de la Tierra.
Desarrollo
Cada vez más el capital busca nuevas formas de deshacerse de la concentración de los trabajadores, la economía digital, es una forma de evitarla, y con ello crea unas condiciones distintas de relacionarse de estos entre sí, como ocurría en las antiguas factorías, donde la comunicación era directa, y en la cual se desnudaba la difíciles condiciones de vida en la familia, la fábrica, el barrio; esa relación era para los empresarios peligrosa, porque contagiaba al resto del personal. De allí florecieron las huelgas, los mítines obreros, la parálisis de las empresas y la unión con el resto de los trabajadores; ahí todos se congregaban e incluso se tomaban los lugares de trabajo. Esto, desde luego, resultaba inadmisible para los patronos, que su propiedad fuese amenazada y que los trabajadores tuviesen esa capacidad y beligerancia para parar, no solo el músculo, sino también las máquinas.
La economía digital, en ese sentido, es otro ensayo que el capitalismo bárbaro de nuestro tiempo, ya está utilizando para evitarla. La inversión de capital en bienes y servicios de TIC, es, según sus especialistas, la condición más importante en la innovación digital y el impulsor del crecimiento (Spiezia, 2011). Esta receta no es nueva, ya estaba inscrita en los viejos programas del capitalismo, cuando este andaba todavía en muletas, lo mismo cuando plantean que las economías en red son, para el empresariado y sus negocios otro medio de ganancias y de aumento de la productividad; las TIC, como ellos mismo lo expresan, es una fuente de innovación al permitir estrechar lazos entre las empresas, sus proveedores, sus clientes, sus competidores y sus socios colaboradores, los que las hacen más “sensibles” a las oportunidades de innovación y de nuevos negocios que les pueda proporcionar importantes ganancias, más rápido, en menor tiempo y, por tanto, maximizar sus beneficios y la acumulación de capital.
“La evidencia disponible sugiere fuertemente que la inversión en las TIC por sí sola no es suficiente, ya que el uso efectivo de las TIC es lo que principalmente genera efectos de productividad positiva. Además, el grado de efectividad en el uso de TIC depende generalmente de inversiones complementarias en capital basado en el conocimiento (KBC), en habilidades y conocimientos técnicos particulares específicos de las empresas, y en el cambio organizacional, incluidos los nuevos procesos empresariales y modelos de negocio (OCDE, 2016a)”.
Marx, en el primer volumen del capital, cuando habla de la explotación de la fuerza de trabajo, plantea, que esta no solo se reduce a la energía de la fuerza, destreza y habilidades que el trabajador despliega en el proceso de producción, sino también a su capacidad, nervios, cerebro e incluso, espirituales.
Hoy, el capitalismo de los negocios –llámese mercachifles- las TIC por sí solas no son suficientes, se requiere, además, una alta productividad, una alta innovación; pero, esto no se puede alcanzar sin una alta inyección de capital basada en el conocimiento. En la época de la revolución industrial esto ya lo había previsto Marx, lo que llamaba la aplicación de la ciencia y la tecnología cada vez más progresiva al proceso de producción, con el solo fin de aumentar las ganancias.
En nuestra época, es todavía más acuciante disponer de una mano de obra califica que pueda operar la economía robotizada, digitalizada. Ahora, como lo plantea este documento de la OCDE, se requiere explotar al máximo la capacidad ilimitada de la creación humana al servicio de la economía capitalista, que suplan los requerimientos técnicos, de conocimientos, particulares y específicos, las formas organizacionales de las empresas, nuevos modelos de negocios, la captura de nuevos mercados, la implantación de nuevas empresas en aquellos lugares lejanos del centro, donde haya abundantes recursos y materiales que requieren las nuevas demandas de la economía digital, entre otras.
La explotación de la fuerza de trabajo adopta ahora la forma de hacer parir la capacidad ilimitada de la imaginación humana que se anida en la psiquis humana, pero no en beneficio de la humanidad, sino en acrecentar el dominio y poder del capital en el planeta. Las nuevas formas de dominio y control sobre la clase trabajadora se ciernen ahora con más intensidad, con más prontitud, con más eficacia. Porque el programa de la economía digital no apunta solo aumentar la productividad, la eficiencia, la competitividad, el emprendimiento, la innovación, no, esto solo puede lograrse si se mantiene una vigilancia estricta de las y los trabajadores del mundo.
Mirado el Covid-19 desde otro ángulo, este ha servido como un primer ensayo para ver cómo opera el distanciamiento social, el teletrabajo, la educación, la ruptura de los lazos de amistad, de fraternidad, de apoyos mutuos, de las solidaridades, y de cómo las protestas pueden ser encajonadas y ponerlas solo en el mundo de la virtualidad. Y mientras tanto los gobiernos y sus establos parlamentarios expiden leyes cada vez más lesivas que recortan y eliminan los derechos sociales: la huelga, la asociación, las libertades, en general, la protesta social.
La persecución y asesinados de sus líderes, el recorte a las libertades en todo sentido, pareciera que se iniciara el camino de los zombis sobre nuestra tierras, menos contacto social, más distanciamiento social; ahora. sí que el covid les ha servido como un primer ensayo para empezar el periodo del distanciamiento social, de la desconcentración de la población en general. Las grandes manifestaciones de protestas le incomodan a los magnates, les irrita, y no quieren que las gentes sin trabajo, los informales y los ocupados se revelen contra esta despiadada explotación. El Estado colonialista, xenófobo, racista, patriarcal y supremacista busca, a través de las nuevas técnicas digitales deshacerse, no solo de esta incomoda protesta social por todo el mundo, sino capturar y domesticar, bajo otro forma, bajo otra apariencia, su programa colonialista, racista, ecologícida, femenicida, con vista a obtener un dominio y un control global de la mayor parte de los países del planeta.