80 años de neocolonialismo financiero y de imposición de políticas de austeridad

POR ERIC TOUSSAINT /

En julio de 2024, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) cumplirán 80 años. 80 años de neocolonialismo financiero y de imposición de políticas de austeridad en nombre del pago de la deuda.

¡80 años son suficientes! Las instituciones de Bretton Woods deben ser abolidas y sustituidas por instituciones democráticas al servicio de una bifurcación ecológica, feminista y antirracista. Para conmemorar estos 80 años, volvemos a publicar todos los miércoles hasta julio una serie de artículos que analizan en detalle la historia y los daños causados por estas dos instituciones.

Los gobernantes de EEUU aprenden de los errores cometidos en los años 1920-1930

Finalizada la Primera Guerra Mundial, con el Tratado de Versalles, los vencedores impusieron a Alemania el desembolso de unas sumas muy altas en concepto de reparaciones y deudas de guerra [1]. Muy pronto Alemania se encontró en dificultades para pagar y el descontento social fue en aumento. El crash de Wall Street, que se produjo en 1929, desencadenó una crisis económica mundial. EE.UU. redujo drásticamente el flujo de capitales hacia el exterior. Alemania cortó los desembolsos a Francia, Bélgica y el Reino Unido, países que a su vez suspendieron el pago de su deuda a EE.UU. El mundo más industrializado se sumió en la recesión y se instaló la desocupación masiva. El comercio internacional se hundió.

Previendo el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades de Washington decidieron adoptar una actitud diametralmente opuesta a la que mantuvieron desde el fin de la primera guerra mundial hasta principios de los años 30.

Optaron por el establecimiento de las instituciones de Bretton Woods y de las Naciones Unidas. Es la parte institucional internacional.

Se trata ahora de analizar qué es la política bilateral pregonada por las autoridades de Washington.

Mejor que prestar dinero, donarlo

La preocupación del Gobierno estadounidense al finalizar la Segunda Guerra Mundial era mantener el pleno empleo alcanzado gracias al colosal esfuerzo de guerra. Así mismo quería garantizar un superávit comercial en las relaciones de EE.UU. con el resto del mundo [2]. Pero los principales países industrializados capaces de importar mercaderías de EE.UU. estaban literalmente sin un céntimo. Para que pudieran comprar productos estadounidenses había que proporcionarles dólares en grandes cantidades.

Pero ¿en qué forma? ¿Donaciones o préstamos?

En síntesis, el razonamiento de los estadounidenses era el siguiente: si préstamos a los europeos que son de nuestro bando el dinero que emplearán para comprarnos lo que necesitan para reconstruir su economía, ¿con qué nos van a pagar? Los dólares que les prestamos, ya no los tendrán, porque los habrán gastado en comprarnos lo que necesitan. Por lo demás, no hay más que tres posibilidades. Primera, nos pagan en especie. Segunda posibilidad, nos reembolsan en dólares. Tercera posibilidad, les donamos el dinero hasta que salgan adelante.

Veamos la primera posibilidad: si nos pagan en especie más que en dólares, sus productos competirán con los nuestros en nuestro mercado interno, el pleno empleo se verá amenazado en casa, los beneficios de nuestras empresas decaerán. No es una buena solución.

Consideremos la segunda: nos reembolsan en dólares. Los dólares que les habíamos prestado ya los gastaron en la compra de nuestros productos. En consecuencia, para que puedan reembolsarnos debemos prestarles por segunda vez la misma suma (que nos deben), más los intereses. El riesgo de entrar en un círculo incontrolable de endeudamiento (que bloquee o frene de nuevo la buena marcha de los negocios) se combina con el riesgo evocado en la primera posibilidad. Si los europeos tratan de no acumular deudas con nosotros, vendrán a vender en nuestro mercado sus productos, compitiendo con nuestras empresas. Obtendrían así una parte de los dólares necesarios para reembolsarnos. Pero esto no será suficiente para que se desendeuden, y encima hará crecer el desempleo entre nosotros [3].

Queda la tercera posibilidad: mejor que prestar masivamente dinero a los europeos (por medio del Banco Mundial o por cualquier otra vía), conviene donarles los dólares necesarios para que reconstruyan su economía en un período relativamente corto. Los europeos utilizarán los dólares recibidos para comprarnos bienes y servicios. Esto asegurará una salida para las exportaciones estadounidenses y, por consiguiente, el pleno empleo. Una vez realizada la reconstrucción, los europeos, no endeudados, estarán en condiciones de pagar la factura de lo que nos compren.

Las autoridades estadounidenses llegaron a la conclusión de que era mejor proceder mediante donaciones y lanzaron el Plan Marshall.

El Plan Marshall [4]

Entre 1948 y 1951, EE.UU. destinó más de 13.000 millones de dólares de la época (de los cuales, 11.000 millones en donaciones) a la reconstrucción de 17 países europeos, a través de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE, hoy OCDE). El monto total de la ayuda corresponde a unos 90.000 millones de dólares actuales. Washington exigía a los Estados que aceptaran la ayuda varias contrapartidas: de entrada, que los países europeos coordinaran los gastos de reconstrucción en el seno de la OECE. De este modo, reforzando el bloque opuesto al soviético, EEUU contribuyó a la cooperación europea, preludio de la construcción europea. Por otra parte, exigía que el dinero prestado sirviera para comprar productos de la industria estadounidense.)

Notas:
a. El total del préstamo incluye 65 millones para Bélgica y 3 millones para Luxemburgo.
b. Ayuda del Plan Marshall a las Indias Neerlandesas (Indonesia) extendida a los Países Bajos antes de la transferencia de soberanía, el 30 de diciembre de 1949.
c. Incluye la contribución de EEUU al fondo permanente social europeo de sindicatos (EPU): 361,4 millones. Este maná financiero estaba destinado principalmente a reforzar los sindicatos que actuaban en contra de la influencia comunista.

Además de las donaciones acordadas en el marco del Plan Marshall, hay que agregar la anulación parcial, en 1946, de la deuda de Francia con EE.UU. (2.000 millones de dólares condonados). Igualmente, Bélgica se benefició por parte de EEUU de una reducción de la deuda en compensación por el uranio proporcionado para la fabricación de las primeras dos bombas atómicas, lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, que causaron el holocausto nuclear. El uranio provenía de la mina de Shinkolobwé (cerca de Likasi, ex Jadotville) situada en la provincia de Katanga, en el Congo Belga. Primer acto, Bélgica se benefició de una anulación de la deuda gracias a su colonia, cuyos recursos naturales explotaba. Segundo acto, unos quince años más tarde, legó al Congo independiente las deudas que había contraído para explotar sus recursos naturales y a su pueblo. (Ver «Préstamos odiosos a las metrópolis coloniales…» en http://cadtm.org/En-un-clima-de-caza-de-brujas-el)

Conclusión

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y hasta hoy, las grandes potencias siempre han rechazado poner en marcha un plan Marshall para los países en desarrollo (exceptuando Corea del Sur y Taiwán; véase más adelante). Los préstamos con intereses constituyeron el instrumento fundamental de la supuesta financiación del desarrollo del Tercer Mundo. Este rechazo a un Plan Marshall indica que los acreedores no deseaban que estos países se desendeudaran. Los acreedores consideran que lo que les interesa es mantenerlos en el endeudamiento permanente, para obtener de este modo un beneficio máximo bajo la forma del pago de la deuda, y para imponerles unas políticas acordes a sus intereses de acreedores y asegurarse su lealtad en el seno de las instituciones internacionales.

Lo que los estadounidenses realizaron con los países más industrializados destruidos por la guerra, mediante el Plan Marshall, fue concedido de manera excepcional a Corea del Sur y a Taiwan, dos PED aliados de EE.UU. que ocupaban un lugar estratégico en la vecindad de la Unión Soviética y de China. EEUU otorgó en forma de donaciones unas sumas netamente superiores a los préstamos concedidos por el Banco Mundial al resto de los PED. Es el caso, en particular de Corea del Sur y de Taiwán, que desde los años 50 han recibido una ayuda determinante, que es uno de los ingredientes de su éxito.

Para dar una idea: entre 1954 y 1961, Corea del Sur recibió como donación de EE.UU. una suma superior a todos los préstamos juntos otorgados por el Banco Mundial a los países independientes del Tercer Mundo (incluidos la India, Pakistán, México, Brasil y Nigeria). Corea del Sur recibió como donaciones de EE.UU. más de 2.500 millones de dólares entre 1953 y 1961, mientras que los préstamos del Banco al conjunto de los PED independientes durante el mismo período sumaban 2.323 millones de dólares. Las donaciones a Taiwán se elevaron a cerca de 800 millones de dólares en dicho período [5]. Debido a encontrarse en un lugar estratégico frente a China y la URSS, la pequeña Corea del Sur, agrícola, con una población de menos de 20 millones de habitantes, recibió los favores de EE.UU. En el plano de las políticas económicas, el Banco Mundial y EE.UU. toleraron a Corea del Sur y a Taiwán lo que no le admitieron a Brasil, o a México. Ese aspecto es el que desarrollé en el artículo sobre Corea del Sur entre 1945 y los años 1990 (véase Éric Toussaint «Corea del Sur: el milagro desenmascarado», publicado en marzo 2006, http://cadtm.org/Corea-del-Sur-el-milagro,1869).

Notas:

[1] John Maynard Keynes, contratado por el Tesoro británico, participó activamente en las negociaciones del Tratado de Versalles (1919) que concluyó la primera guerra mundial. Opuesto a la amplitud de las reparaciones exigidas a Alemania, renunció a la delegación británica y publicó a continuación Las consecuencias económicas de la paz (Crítica, Barcelona, 2002)

[2] Y eso fue lo que pasó: la balanza comercial de EE.UU., que era deficitaria, se mantuvo positiva hasta 1971. En otras palabras, EE.UU. exportó más que lo que importaba.

[3] «La oposición a un reembolso en forma de importaciones es una constante de este país, y el motivo es que éstas entran en competencia con los productos nacionales y eso contribuye al desempleo.» Randolph E. Paul, Taxation for Prosperity, Bobbs-Merrill, Indianápolis, 1947, citado por Cheryl Payer, Lent and Lost. Foreign Credit and Third World Development, Zed Books, Londres, 1991, p. 20.

[4] Información y cuadro sacado de la enciclopedia Wikipedia: http://fr.wikipedia.org/wiki/Plan_Marshall

[5] Cálculos del autor. Fuente: 1) informes anuales del Banco 1954-1961; 2) US Overseas Loans and Grants (Greenbook) http://qesdb.cdie.org/gbk/index.html

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