POR RENÁN VEGA CANTOR
“Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad”.
– Simón Bolívar
El pasado 2 de diciembre se cumplieron dos siglos del momento en que James Monroe, un anodino personaje que presidía a los Estados Unidos, pronunció su discurso anual al Congreso. En ese discurso, Estados Unidos le reclamó a Europa el privilegio de dominar estas tierras americanas, aunque dicha concepción se encuentra entre líneas en medio de declaraciones altisonantes sobre el respeto a la libertad por parte de Estados Unidos. En el momento de su presentación ese discurso paso desapercibido y sólo hasta la década de 1850 se le convirtió en “doctrina”, es decir, un conjunto de pautas para justificar y garantizar la expansión de los Estados Unidos en el continente americano.
La Doctrina Monroe como formulación está unida al Destino Manifiesto, aquella pretensión de que los blancos anglosajones de los Estados Unidos han sido enviados por la Divina Providencia (Dios) para expandirse y poblar las tierras del norte del continente de costa a costa y exterminar a los pueblos bárbaros que encuentren en su camino.
El Destino Manifiesto se basa en preceptos racistas de pretendida superioridad de los blancos sobre los demás grupos humanos, a los cuales se les puede matar y extirpar de la faz de la tierra, porque así lo determina el poder de las armas y de la guerra.
A nombre de esas doctrinas, Estados Unidos liquidó a los pueblos indígenas que habitaban en Norteamérica, realizando masacres y aplicando la política de tierra arrasada como premisa para que los colonos blancos se apropiaran de esas tierras y sus recursos. A nombre de esas doctrinas mantuvo la esclavización de millones de negros de origen africano durante más de la mitad del siglo XIX y tras la abolición de la esclavitud ‒mediante una cruenta guerra civil‒- mantuvo la discriminación y racismo contra los antiguos esclavos, una discriminación que se proyecta hasta la actualidad.
La Doctrina Monroe fue la justificación para invadir, ocupar, saquear y expropiar la mitad del territorio mexicano en las décadas de 1840 y 1850, matando y expulsando a indios y mestizos y entregándoselo a asesinos, racistas y esclavistas.
La Doctrina Monroe fue el soporte para que Estados Unidos durante estos doscientos años convirtiera a América Latina en su “patio trasero”, en donde ha realizado todo tipo de tropelías a nombre de la “Libertad”, “La democracia” y los “Derechos Humanos”. Invadió y ocupó países en los que permaneció durante años (Cuba, Haití, República Dominicana, Nicaragua, en los primeros treinta años del siglo XX). Desmembró el territorio colombiano mediante la creación de un país hecho en la medida de sus intereses para controlar el Canal de Panamá, territorio que convirtió en un enclave en el que permaneció 97 años. Implantó tenebrosas dictaduras durante el siglo XX a lo largo y ancho del continente, que sembraron el terror y la muerte. Destruyó gobiernos democráticos, procesos nacionalistas y revolucionarios, a nombre de la defensa del “mundo libre” y del anticomunismo, como aconteció en Guatemala (1954), Brasil (1964), Chile (1973) y en su lugar auspicio, financió y respaldó a dictadores de extrema derecha, que aniquilaron a miles de personas que fueron considerados como enemigos por el hecho de tener otro proyecto de sociedad. Creó la tenebrosa Escuela de las Américas (‘Fábrica de Dictadores’ la denominó Eduardo Galeano) en Panamá en 1946 donde ha impartido cursos de tortura y muerte, en los que ha “educado” a miles de militares del continente (la mayor parte de ellos colombianos), que han regado de dolor y muerte a los países de la región. Ha bloqueado a países durante décadas que no se avienen a sus propósitos e intereses, como hizo con Haití durante el siglo XIX, porque allí se había abolido la esclavitud de los negros, y desde hace 60 años con Cuba, por haber proclamado su separación del yugo estadounidense, y más recientemente con Venezuela, con el fin de apoderarse de su petróleo.
A nombre de la Seguridad Nacional y el anticomunismo ‒soportados ambos en la Doctrina Monroe‒ Estados Unidos, en asoció con las clases dominantes locales y sus Ejércitos regó de escuadrones de la muerte el continente desde mediados del siglo XX, dejando miles de torturados, encarcelados, desaparecidos y exiliados. A nombre de los valores supremos de la Doctrina Monroe Estados Unidos recicló y limpió la cara de criminales nazis que regó por todo el continente y los cuales se convirtieron en los instructores del horror e impulsores de grupos de asesinos que llenaron de muerte y desolación a nuestras tierras.
A nombre de la Doctrina Monroe Estados Unidos se ha opuesto a la realización de elementales reformas democráticas, indispensables para sacar a los países de la pobreza, la dependencia y el atraso económico. En lugar de ello, defendiendo los intereses de sus multinacionales y capital financiero, ha impulsado el endeudamiento de los países, la apropiación y saqueo de sus bienes naturales por empresas multinacionales, las cuales además han sido soporte de los golpes de Estado y apoyo a las dictaduras y gobiernos corruptos en todo el continente.
A nombre de su omnipotencia continental ‒en cuyo trasfondo está la Doctrina Monroe‒ Estados Unidos inventó la “guerra contra las drogas” en 1971 y con ella ha convertido a sociedades enteras (empezando por la colombiana) a una lógica criminal, que en su camino ha dejado miles de muertos, mientras que Estados Unidos controla para su beneficio y con enormes ganancias el negocio de la producción y tráfico de estupefacientes, envenenando de paso a sus propios ciudadanos, si se recuerda que la CIA inundó las calles de ciudades de Estados Unidos con crack (bazuco) para subyugar a lo población más pobre, entre ella a los afroamericanos.
A nombre de la Doctrina Monroe, y su creencia absoluta de que somos su patio trasero, Estados Unidos ha impuesto los leoninos Tratados de Libre Comercio (TLC) que los benefician exclusivamente a ellos y a sus empresas y bancos, aunque de dientes para afuera diga que eso es traer el desarrollo y la prosperidad a nuestros países.
Estos, y miles de hechos más, son los que demuestran que en doscientos años de existencia la Doctrina Monroe es lo peor que le ha podido pasar a nuestra América, porque como lo dijo el pensador argentino José Ingenieros, la formulación de esa Doctrina en 1823 “resultó ser la llave de nuestra futura conquista”.
El Colectivo, Medellín, Colombia.