¿QUEQUÉ? /
La contundente frase es del reconocido filósofo mexicano, especialista en comunicación, Fernando Buen Abad Domínguez, residenciado hace ya algunos años en Buenos Aires, por cuanto señala, “tenemos que poner a discusión nuestra democracia y avanzar en la democratización de la comunicación, porque es una debilidad de los sectores progresistas”.
Actualmente, Buen Abad Domínguez dirige el Centro para la Información y la Comunicación Sean MacBride de la Universidad Nacional de Lanús (Argentina), desde donde se hace investigación en pro de “un nuevo orden mundial de la información y la comunicación más justo y más eficiente”.
En concepto de este investigador social “por el engaño mediático nos han derrotado más que por la fuerza” y explica que la magnitud de las guerras mediáticas, semióticas y cognitivas generan alienación en las sociedades. Exhorta a los sectores políticos comprometidos con el cambio social en América Latina a enfrentar de manera inteligente la descarada manipulación de los grupos comunicacionales oligopólicos; los golpes “blandos” y las batallas que se emprenden desde las plataformas de radio, televisión, prensa escrita y portales de en internet contra los gobiernos progresistas.
A través de estos medios hegemónicos, añade, “nos están golpeando, sistemáticamente. Por ahí se pudre el proyecto de la revolución de la conciencia, porque la conciencia necesita información cierta, profunda, verdadera y consensuada”.
“Los medios de comunicación esconden la verdad, manipulan, engañan a nuestros pueblos. Ellos tienen el control de la velocidad y de la ubicuidad del mensaje. Son las dos coordenadas de una guerra mediática y nosotros, si bien no estamos desarmados, porque hay un continente levantado en luchas, no logramos articularnos para trabajar el punto de no retorno. Somos un archipiélago enorme de voluntades comunicacionales emancipadoras, pero inconexas”, explica Buen Abad.
Sostiene además que “los medios son un partido y tenemos que tratarlos como iguales porque son los que disputan la política”.
El diagnóstico es más o menos común en todos los países latinoamericanos: los movimientos de izquierda ganan más gobiernos, pero no logran ganar las mayorías parlamentarias. Los dirigentes sociales pasan a los gobiernos y pierden la conexión con el pueblo, mientras los sistemas financieros y los medios de comunicación ejercen una presión brutal sobre los mandatarios, que se ven limitados en el ejercicio de gobierno.
Se recrudece la ofensiva mediática
Buen Abad advierte que en los meses próximos de 2024 será peor la ofensiva mediática debido a los escenarios electorales que se darán en varias naciones latinoamericanas, los cuales “son caldos de cultivo para ensanchar el reino de su pandemia de engaños. Bajo la dictadura de la información-mercancía, intoxicarán paradigmas que se creyeron intocables. Veremos a la verdad presa de jaurías relativistas y de sabihondos escapistas. Secuestrarán los hechos con sus batallones de opinología mercachifle y pelearán para desfigurar la construcción colectiva de la conciencia. Todo a cambio de intereses y negocios de lenguaraces centaveros. Disfrazados como ‘demócratas’, un ejército de ‘profesionales’, especialistas en demolición de conciencias, operará con franca impunidad bajo el tutelaje de la ‘libre empresa mediática’ hegemónica”.
Recomienda que ahora que “se alían las mafias mediáticas y reorganizan sus ejércitos de ‘informadores’, para bombardearnos con misiles de injurias y mentiras”, los sectores progresistas y de izquierda en América Latina deben “hacer de la producción de información un ejercicio de organización nueva, un salto de calidad organizativa para un despliegue de información riguroso en sus principios y adaptable a las condiciones más diversas y adversas. Preocuparnos y ocuparnos en suministrarnos datos y hechos comprobados y verificados comunitariamente, para darnos la dirección humanista y revolucionaria que nos hace falta con urgencia”.
¿Cómo fijamos en la agenda política de la región las estrategias para lograrlo? Buen Abad dibuja una ruta: “En nuestras identidades históricas y políticas están las claves guardadas que tienen que fijar el punto de no retorno, para que lo ganado no se retroceda, y para que no vuelvan estos a hacer de las suyas”.
Pero esas identidades necesitan información. El campo de batalla está, pues, en la comunicación. Lo que se juega son las narrativas sobre el momento histórico que vivimos.
Dentro de este contexto, Abad Domínguez se refiere al famoso Informe Mac Bride promovido por la Unesco en 1980 que lleva por título Un solo mundo, voces múltiples, cuyo espíritu luego de 44 años de su publicación, sigue vigente, en el sentido de que hoy continúa siendo urgente la democratización de la información, la comunicación y el acceso a las tecnologías.
Este informe que lleva el apellido de quien presidió la comisión que lo redactó, el excanciller británico y Premio Nobel de Paz, Seán MacBride (1904-1988), advertía sobre los riesgos que para la libertad de expresión y especialmente para la participación equitativa de los pueblos constituye la concentración de la propiedad de los medios.
Buen Abad puntualiza que los sectores políticos progresistas en América Latina deben tomar conciencia de la necesidad de generar acciones contundentes para enfrentar la batalla comunicacional. “Se trata –dijo- de dar una batalla contra el engaño”.