POR GONZALO ABELLA
El siglo XX fue testigo de la confrontación de los pueblos contra el Capitalismo mundial imperialista. Hubo avances extraordinarios; pero a partir de 1990 la causa de los pueblos sufrió un grave retroceso y el imperialismo pareció triunfar sobre las ruinas de nuestros sueños. Para peor, muchos partidos y movimientos tradicionalmente antiimperialistas se resignaron y se acomodaron a la nueva situación.
Pero los pueblos seguían y siguieron con su misión emancipadora, a veces en pequeños núcleos de resistencia, a veces en la reconstrucción subterránea de sus fuerzas.
En el siglo XXI, el saqueo ambiental nos advierte que la catástrofe definitiva sólo podría evitarse derrotando al capitalismo a escala mundial. Y debe ser en este siglo. La humanidad no resistiría cien años más bajo este sistema opresor y saqueador. Las luchas sociales se multiplican en el planeta, con una diversidad cultural imprevisible, y con nuevos actores diferenciados que se suman al torrente principal; pero nuestra gran debilidad es la inarmonía entre el alto nivel de las luchas sociales y la debilidad de las herramientas políticas para la lucha por el poder.
Hay hechos nuevos que deben tomarse en cuenta. Cuando Rusia capitalista quiso incorporarse al mercado mundial, EE.UU. y la OTAN le mostraron claramente que no había lugar para ella si no se sometía al mismo saqueo que sufren los países empobrecidos. Cuando China, manteniendo de su mejor pasado la economía planificada, complementó su desarrollo con Rusia, la amenaza para la supremacía mundial de EE.UU. y sus satélites se vio amenazada. Nos interesa entender esta contradicción desde la óptica de la lucha de los pueblos y no hay duda de que esta contradicción tiene dos aspectos: uno positivo (el debilitamiento de EE.UU.-OTAN), y otro negativo: el aumento del riesgo de una conflagración mundial.
Pero hay otro factor que se vuelve evidente: en los Estados sometidos, en los procesos de liberación nacional, el factor cultural pasa a jugar un papel movilizador de multitudes. En este plano debe incluirse la religiosidad popular dominante en cada lugar.
Es el caso del Islam, aunque no el único caso ni mucho menos. Los pueblos invadidos y saqueados por el Occidente falsamente “cristiano” (o por el sionismo, falsamente “semita”) hicieron de su memoria y de su fe un arma de resistencia y liberación.
Y de pronto, en el 2023, todo se agudizó, y no debería sorprendernos. El epicentro hoy es Palestina. La propaganda imperialista, clonada en los medios de los Estados serviles, intenta presentar el genocidio como una respuesta a un acto “terrorista” ocurrido el 7 de octubre. En realidad, aquella acción fue un operativo exitoso en territorio ocupado, y la mayoría de las víctimas civiles lo fueron por el fuego cruzado, ante todo por el fuego indiscriminado de los ocupantes momentáneamente sorprendidos. Pero desde entonces, la propaganda sionista va agregando nuevos detalles macabros, totalmente falsos, a aquella acción. Ya no tienen suerte; el mundo se horroriza ante los hechos inocultables del genocidio.
¿Cómo resiste tanto tiempo el heroico y martirizado pueblo de la Franja de Gaza? ¿Dónde almacena el agua, el alimento, las armas? ¿Cómo recibe nuevos suministros para sí y para su pueblo? No lo sabemos, pero lo planificaron durante décadas de opresión y martirio. Lo cierto es que su resistencia reactivó una ola de protestas entre los pueblos del mundo y agudizó las acciones del Eje de Resistencia, desde el Líbano a Yemen e Irán.
Ahora lentamente se resquebraja la cohesión entre la OTAN, la Unión Europea (UE), y los dóciles sirvientes como Japón o Australia. A pesar de todos los esfuerzos imperialistas, los pueblos movilizados y la crisis desatada por el complejo industrial-militar van forzando a los gobiernos a sus primeros retrocesos. Mientras monarquías como Suecia muestran su verdadero rostro criminal, antes disfrazado de socialdemocracia, mientras el fascismo crece en Europa Occidental y en algunas regiones de Nuestra América, ya en varias zonas del planeta la ofensiva de los pueblos organizados se vuelve incontenible. En vano nos fragmentan la información sobre los triunfos de los heroicos pueblos de Burkina Faso, Malí o Níger; en vano presentan a la RPDK (Corea del Norte) como un monstruo de maldad. Las señales de la contraofensiva planetaria de los pueblos son inocultables.
Algo cambió en el 2023. Desgraciadamente, en medio del dolor, no tenemos certezas de grades triunfos inmediatos, pero nuevamente la vida nos recuerda que los pueblos son invencibles. Hermanos, hermanas: en nombre de los pueblos del mundo, de su dolor y de su coraje, ¡a redoblar nuestro esfuerzo, desde nuestro humilde puesto de lucha!