POR MÓNICA PERALTA RAMOS /
El Comando Estratégico del Departamento de Defensa de los Estados Unidos (USSTRATCOM) es un organismo que dirige el combate unificado de las Fuerzas Armadas y tiene a su cargo, entre otras operaciones, las vinculadas a la guerra nuclear, espacial y electrónica. Esta semana, desde un twit, esta institución sugirió la posibilidad de que las condiciones de un conflicto lleven rápidamente a un enemigo del país a considerar que la nuclear “es la opción menos mala” que tiene.
El twit precedió a la exposición del almirante Charles Richard, jefe del Comando estratégico, ante el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado norteamericano, donde advirtió sobre la rápida y creciente capacidad nuclear de China y su avance en tecnología militar del espacio (neewsweek.com 20 4 202). Expresiones similares constituyen muchas veces parte de una campaña de presión política sobre el Congreso norteamericano para obtener financiamiento específico para el complejo industrial militar, eje central de la economía norteamericana. Hoy, sin embargo, estas definiciones trascienden su posible implicancia económica y adquieren especial relevancia.
Ocurren en un contexto de creciente tensión militar entre las principales potencias del mundo y echan luz sobre un mecanismo de manipulación cognitiva utilizado desde tiempos inmemoriales para consolidar relaciones asimétricas de poder. El mismo consiste en la naturalización de un fenómeno, en este caso la guerra nuclear, y su utilización para inculcar miedo de un modo subliminal. Este último arrastra consigo una tempestad de emociones que impiden la reflexión y el cuestionamiento. Hoy se inculca miedo, odio, confusión etc., a través de falsedades que, bajo la apariencia de verdades absolutas, buscan manipular subjetividades, opiniones y comportamientos. El objetivo es siempre el mismo: controlar al otro, sustituyendo su capacidad de reflexión por comportamientos de manada en una dirección determinada, acorde a los intereses que dominan la relación. Esta técnica es hoy usada cotidianamente para controlar el disenso en distintos ámbitos de la vida social.
En el caso específico de la guerra nuclear, si esa es la “opción menos mala” que tienen los enemigos de los Estados Unidos, la capacidad de destrucción catastrófica de un ataque nuclear y su carácter irreversible y terminal desparecen de la escena. La guerra nuclear se convierte así en una opción entre otras más letales que no se identifican. Además, si no es catastrófica admite retorno, desarrollo gradual y contención a voluntad. Estas implicaciones chocan contra la realidad objetiva de la evidencia científica. Asimismo, la cantidad de armas nucleares acumuladas y las experiencias de las dos últimas guerras mundiales indican que cualquier conato militar escalaría rápidamente convirtiéndose en una carnicería inimaginable. Plantear a la guerra nuclear como una opción posible falsea la realidad y bloquea la crítica, sembrando subliminalmente el miedo y la pasividad ante un poder capaz de desatar a piacere la fuerza bruta del diluvio nuclear.
El twit de UUSSTRATCOM no es un episodio aislado. Se replica en una política exterior norteamericana que hoy presiona abiertamente a China y a Rusia con la amenaza nuclear. Esta militarización de los conflictos geopolíticos ocurre en un mundo donde las potencias en conflicto no discuten el predominio de las “leyes del mercado”. Tanto Rusia como China consideran que “la tendencia a la apertura y a la integración económica es imparable… cualquier país que intente desacoplar las economías o erigir barreras que atentan contra los principios económicos del mercado está condenado a fracasar (Xi Jinping, zerohedge.com 20 4 2021). Maximizar la apropiación de ganancias, rentas, excedente, riqueza acumulada y recursos del planeta y concentrarlas en pocas manos es la ley que hoy rige a la economía mundial y a la relación entre naciones. Las diferencias institucionales e ideológicas entre Occidente y Oriente no han logrado revertir esta dinámica.
En este contexto, la pandemia ha agudizado la crisis sistémica del capitalismo global monopólico. Esto agrava los conflictos domésticos, erosiona la legitimidad institucional a escala global y profundiza la competencia geopolítica por el dominio de los mercados, la tecnología y los espacios: cibernético, terrestre, marítimo, aéreo y estratosférico. En el tumulto de esta crisis y, a pesar de las diferencias institucionales políticas e ideológicas entre países, los mega-monopolios tecnológicos de capitales privados pujan por acumular poder al interior de las naciones y a escala global.
Su bramido socava los cimientos del capitalismo y erosiona a las instituciones imponiendo un autoritarismo creciente basado en el control y la manipulación de la información, de las subjetividades y de las acciones individuales y colectivas. Su rol en la economía, en las finanzas y en los conflictos muestra, sin embargo, que sólo desatando sus privilegios se podrá encontrar el camino de salida a una crisis que, por primera vez, abruma al mismo tiempo al conjunto de la humanidad.
El desarrollo tecnológico que engendran, con su secuela de aplicaciones móviles de distinta índole, permiten conectar a una humanidad fragmentada y eventualmente movilizar las energías necesarias para producir una transformación social. Para que ello sea posible, sin embargo, es necesario resolver el desafío de los tiempos que vivimos: la conjunción entre la capacidad oficial de bloquear el pensamiento crítico manipulando las subjetividades y la posibilidad única de acrecentar el conocimiento de las causas más profundas de los problemas que nos aquejan.
Monopolios tecnológicos, crisis global y control social
La crisis económica y financiera global amenaza hoy al dólar como moneda internacional de reserva. En este contexto, el bautismo oficial del yuan digital emitido por el gobierno de China, y con curso legal internacional constituye, según Morgan Stanley, una amenaza para el dólar (zerohedge.com 18.4 2021). Sin embargo, también cumple otras funciones cruciales, entre ellas controlar el avance impetuoso de algunos monopolios tecnológicos sobre las finanzas chinas y los mega datos de sus usuarios.
Así, por ejemplo: la aplicación de mensajería y pagos electrónicos wechat desarrollada por Tencent y alipay, la mega plataforma de pagos digitales de Ant Group, filial de Alibaba, llegaron a controlar conjuntamente el 90% de los pagos electrónicos del comercio minorista, constituyendo una capa intermedia entre los bancos y sus clientes. El yuan digital restablece el control del Banco Central Chino sobre el sistema de pagos comerciales en el ámbito minorista y coarta la posibilidad de que los monopolios tecnológicos adquieran más poder sobre las finanzas y los datos de miles de millones de usuarios.
El yuan digital se engarza en el marco de un conjunto de medidas tomadas recientemente por las autoridades chinas para “disciplinar” a los monopolios tecnológicos y limitar su control de los mercados. El gobierno conminó a 34 monopolios tecnológicos a rectificar en el plazo de un mes una serie de conductas que las autoridades chinas consideran lesivas para la competencia leal en sus mercados, incluyendo irregularidades y violaciones en el pago de impuestos. También impuso severas sanciones económicas a uno de ellos. Alibaba, y obligó a una de sus filiales –Ant Group, uno de cuyas empresas es alipay– a dividirse reestructurando sus componentes como entidades aisladas sujetas a control regulatorio (wsj.com 12 4 2021, zerohedge.com 12 4 2021).
En los Estados Unidos, el subcomité de prácticas monopólicas del Congreso interpeló hace poco tiempo a los principales ejecutivos de Amazon, Google, Facebook y Apple acusándolos de prácticas predatorias de diversa índole. Sin embargo, no se formularon sanciones ni se analizó su relación con los megabancos. La interpelación permitió exponer la magnitud del control que estos monopolios ejercen sobre la cosecha de datos, su monetización, su capacidad ilimitada de lucrar y su capacidad de manipular la información y la opinión pública (judiciary.house.gov 29 7 2020).
Algunos de estos monopolios tecnológicos también han intentado penetrar en el mundo de las finanzas y controlarlo. Facebook, por ejemplo, intentó vincular sus actividades con una moneda digital propia, la Libra, cuyo valor estaría asociado a una canasta de monedas. El intento fue resistido por la Reserva Federal y otras autoridades y terminó en un fracaso. Ahora Facebook intenta recrear una nueva versión con la criptomoneda Diem, asociada esta vez al valor del dólar norteamericano. La Reserva Federal sigue resistiendo estos intentos por considerarlos una amenaza a la supremacía del dólar, al control que ella tiene sobre el sistema financiero y a la función de intermediación financiera de los bancos. Desde hace un tiempo estudia, junto con el BIS (Bank of International Settlements) y el FMI, la posibilidad lanzar un dólar digital bajo su control.
En China, los monopolios tecnológicos son funcionales a un sistema de espionaje y control social manipulado por el gobierno. Este acaba de lanzar una aplicación que induce a los ciudadanos a reportar las “opiniones equivocadas” que se expresan por internet. Esta aplicación se suma al sistema de crédito social que vigila, evalúa y castiga a los ciudadanos de acuerdo al grado en que su comportamiento se adecua a las normas existentes. En los Estados Unidos, los monopolios tecnológicos que dominan las redes y los medios de comunicación también han incursionado con éxito en la censura y el control del disenso. En otras notas hemos analizado el rol crucial que han jugado durante la última campaña electoral, censurando información y sancionando a Trump y a sus votantes. Hoy tienen un rol central en la censura construyendo relatos a partir de noticias falsas, que se mantienen y repiten a ultranza aunque exista evidencia objetiva en su contra.
Dos casos ejemplifican este modo de operar: el supuesto pago de recompensas por parte de Rusia a los talibanes en Afganistán para que asesinaran a soldados norteamericanos y el supuesto asesinato a golpes de un policía por un partidario de Trump cuando una turba invadió el Congreso el 6 de enero pasado. Ambos episodios fueron desvirtuados: en el primer caso por los propios organismos de inteligencia y en el segundo por la autopsia del policía. A pesar de ello, estos episodios siguen siendo utilizados tanto por los medios como por las redes y el gobierno para inculcar fobia contra Rusia en un caso, y para desprestigiar a Trump y sus votantes en el otro (entre otros, Glenn Greenwald, zerohedge.com 16 y 20 4 2021).
El Cohete a la Luna, Buenos Aires.
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