¿Quién fue Alexéi Navalny? Un violento supremacista blanco y fascista en nómina estadounidense

WikiLeaks reveló que las actividades políticas de Alexéi Navalny fueron financiadas por EE.UU. a través de la NED como parte de un esfuerzo para repetir lo sucedido en Ucrania en el 2014 dentro de la propia Rusia.

POR SARA FLOUNDERS /

Alexéi Navalny fue un violento supremacista blanco cuya historia es bien conocida. La cobertura exhaustiva de la muerte de Navalny por parte de los medios corporativos estadounidenses y occidentales ha blanqueado por completo su historia pasada de racismo más extremo y cruel. Si se mencionan sus opiniones políticas, se le llama cortésmente “ultranacionalista”. Apenas se mencionan los millones de dólares financiados por Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania a su organización de matones racistas en 43 ciudades rusas.

En esta cobertura sesgada siempre se omiten las acusaciones detalladas de los fiscales rusos que acusan a Navalny de “rehabilitación del nazismo” y “financiamiento del extremismo”.

Son bien conocidas las numerosas declaraciones de Navalny, su participación en marchas racistas llenas de esvásticas y otros símbolos nazis y su saqueo de pequeñas tiendas propiedad de inmigrantes. Sin embargo, los poderes corporativos siempre colmaron a Navalny de elogios y amplia financiación. Ahora, muerto, se le compara escandalosamente con Martin Luther King Jr. y Nelson Mandela.

Los funcionarios y los medios corporativos estadounidenses, que parecen consternados por la muerte de Nalvalny y alegan malas condiciones de encarcelamiento, no muestran ninguna preocupación por los presos políticos como Mumia Abu-Jamal, Leonard Peltier o Julian Assange y tantos otros.

Alexéi Navalny (1976-2024).

YouTube ha cerrado miles de sitios, citando “material objetable” en videos que apoyan la resistencia palestina o en coberturas que critican a la OTAN. Sin embargo, los sitios de extrema derecha de Navalny en YouTube tienen 8 millones de suscriptores y 130 empleados en YouTube. El vídeo que muestra a Navalny llamando a los pueblos centroasiáticos y musulmanes del Cáucaso en Rusia «cucarachas que deben ser exterminadas» mientras dispara un arma todavía está publicado en YouTube.

A continuación se reproduce un artículo de Workers World de 2021, “Alexei Navalny: ¿Por qué Biden apoya a un fascista ruso?” que ha sido ligeramente editado.

En el mismo momento en que los demócratas en el Congreso intentaban acusar a Trump por el ataque fascista del 6 de enero, el presidente Joe Biden expresó su apoyo a un líder político ruso aliado con una pandilla comparable a los neofascistas Proud Boys. En su primer contacto con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, como presidente de Estados Unidos, Biden presionó inmediatamente para que se liberara al candidato anti-Putin, Alexei Navalny.

El notorio historial de Navalny es bien conocido en Rusia. Los funcionarios estadounidenses y alemanes, que lo describen como un periodista disidente, un bloguero de investigación o un activista anticorrupción, están siendo engañosos.

¿Por qué no Assange o Mumia?

Hay una campaña internacional por la liberación de un periodista de investigación australiano mucho más destacado: Julian Assange, quien expuso la corrupción, la vigilancia y los crímenes de guerra del gobierno estadounidense. Biden podría haber enviado un mensaje alentador en materia de derechos humanos al retirar las demandas estadounidenses de extradición de Assange.

Ha habido una campaña de 40 años para la liberación de otro periodista de investigación, un aclamado autor negro que expuso la brutalidad policial racista en Filadelfia: Mumia Abu-Jamal. Si Biden pidiera su liberación, podría enviar un mensaje al movimiento Black Lives Matter de que Estados Unidos está abordando el racismo sistémico. ¡En cambio, ha centrado su atención en materia de “derechos humanos” en un chovinista nacional ruso de derecha!

La diferencia es que Assange y Abu-Jamal desafiaron el poder de la clase dominante estadounidense. Navalny lo acepta.

Un racista conocido

Navalny no es un desconocido político. Durante muchos años ha estado en el centro de atención, en los medios de comunicación, en vídeos y en las calles en movilizaciones fascistas que piden la expulsión de todos los pueblos no rusos de Rusia. Navalny fue una fuerza impulsora de la “Marcha Rusa” anual antimusulmana, antisemita y antiinmigrante en Moscú. Sus temas centrales son “Recuperar Rusia”, “Rusia para los rusos” y “Dejar de alimentar al Cáucaso”; este último es una demanda para poner fin a los subsidios federales a las regiones más pobres, menos desarrolladas y mayoritariamente musulmanas de Rusia.

Las manifestaciones de la Marcha Rusa fueron reuniones de elementos nazis, monárquicos y grupos religiosos ortodoxos. Se exhibieron esvásticas, banderas confederadas, insignias religiosas y llamados a la “venganza blanca”. Estas manifestaciones ultranacionalistas fueron contrarrestadas la mayoría de los años por manifestaciones de izquierda encabezadas por el Frente Antifascista Ruso, activistas callejeros progresistas y jóvenes comunistas.

Navalny es el organizador del “Movimiento contra los inmigrantes ilegales” y de la “Gran Rusia”; ha pedido la desintegración de Rusia. Ha exigido la expulsión de todos los pueblos del Cáucaso y Asia, ya sean ciudadanos que viven en lo que todavía forma parte de la Federación Rusa o de las repúblicas circundantes de Asia Central, que quedaron separadas después del colapso de la Unión Soviética. En vídeo, Navalny ha avivado la violencia sectaria al etiquetar a la gente del Cáucaso como “dientes podridos que hay que extraer” y “cucarachas que hay que exterminar”.

Navalny pide una privatización agresiva de más industrias rusas, recortes en el gasto público, libertad total para las empresas y una reversión dramática de las garantías y beneficios sociales que aún quedan de la Unión Soviética. Navalny se jacta de que si fuera presidente, habría relaciones muy amistosas con Estados Unidos y la Unión Europea.

¿Activista anticorrupción?

Navalny ha sido arrestado en numerosas ocasiones por cargos de corrupción y malversación de fondos, que provienen de antiguos colaboradores. Muchos cargos se basan en el saqueo de las organizaciones que formó. Pero esto no ha impedido que los oligarcas rusos y las agencias occidentales financien su Fundación Anticorrupción o lo ayuden a mantener oficinas y personal en 43 ciudades de toda Rusia. No ha impedido que el Fondo Nacional para la Democracia de Estados Unidos proporcione cinco millones de dólares en financiación para Navalny y otras campañas anticorrupción falsas.

Pero al igual que Bolsonaro en Brasil o Trump en Estados Unidos, sus opiniones reaccionarias están enmascaradas como una campaña contra la corrupción.

Por supuesto que hay corrupción en Rusia. El capitalismo, un sistema económico basado en el robo del trabajo humano y la expropiación privada de los recursos públicos, es corrupto por naturaleza.

Las llamadas campañas anticorrupción pueden resultar atractivas para las personas enfurecidas por la flagrante desigualdad del sistema. Pero, intencionalmente, tales campañas no tienen ningún programa para las masas más allá de reemplazar a los políticos actuales en el cargo.

Ahora Navalny ha tratado de remodelarse oponiéndose a nuevas regulaciones de pensiones que elevan la edad de jubilación. Esta es una inversión completamente oportunista de la posición que él y su Partido del Progreso mantuvieron durante años: ¡aumentar la edad de jubilación y liquidar el fondo de pensiones del gobierno!

El aumento propuesto en la edad de jubilación, de 60 a 65 años para los hombres para 2028 y de 55 a 63 años para las mujeres para 2034, fue recibido con indignación en toda Rusia. Fueron necesarias grandes protestas para forzar una retirada de algunos aspectos del plan. No es probable que los jubilados rusos (con edad suficiente para recordar las garantías de pensiones bajo la Unión Soviética) se dejen engañar por el falso cambio radical de Navalny en materia de pensiones.

Máxima expresión del neoliberalismo

Los medios corporativos occidentales pasan por alto toda la fea historia de Navalny. Se le llama constantemente disidente “liberal”. Esto implica que es progresista.

“Liberal” tiene un significado muy diferente en Rusia que en el espectro político estadounidense. No significa un llamado insustancial a aumentar los programas sociales, una mayor inclusión o liberalizar las leyes reaccionarias sobre el aborto y los derechos LGBTQ2S+.

Ser liberal en Rusia significa apoyar la “liberalización”, es decir, las políticas neoliberales y la economía de libre mercado. Un término más exacto es el de liberales de mercado, que abogan por una mayor libertad para los mercados capitalistas. Liberalización significa una “apertura” del comercio y una flexibilización de las regulaciones gubernamentales que restringen la especulación de las corporaciones.

Cuando las publicaciones financieras de Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) aplauden a Navalny como la “mejor esperanza para la liberalización de Rusia”, buscan un retorno al saqueo abierto de la industria y los recursos por parte de los capitalistas occidentales durante los años de Boris Yeltsin en 1991. 2000.

Los años de Yeltsin y el libre mercado

El desmantelamiento forzoso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991, bajo el presidente Yeltsin, supuso una ruptura con una economía socialista planificada y con la propiedad estatal total de la industria. La introducción de una economía de mercado capitalista condujo al saqueo de casi todos los sectores de la economía, especialmente la manufactura, la energía y la banca. Las granjas estatales se disolvieron sin un plan y se recortaron los subsidios gubernamentales a las industrias y la agricultura. Se acabaron los controles de precios. En dos años, más de 15.000 empresas pasaron del Estado a manos privadas.

Una oleada de capital estadounidense, alemán y de otros países de la Unión Europea hacia Rusia –para comprar activos y recursos públicos a precios de ganga– condujo a una caótica batalla campal, seguida de depresión económica, hiperinflación y desempleo masivo. El sistema nacional de salud y los programas sociales prácticamente fueron eliminados; la esperanza de vida se desplomó y la mortalidad infantil se disparó.

Esta “liberalización” (terapia de shock económico para las masas) ha sido calificada como el colapso económico más catastrófico en tiempos de paz para un país industrializado.

Borís Yeltsin (1931-2007).

Al mismo tiempo, un pequeño puñado de oligarcas empresariales, magnates y piratas declarados se convirtieron en multimillonarios y trasladaron la mayor parte de su riqueza robada a bancos occidentales y cuentas extraterritoriales como pudieron. Nada de esta riqueza robada se reinvirtió en la modernización de la industria rusa.

Estallaron guerras sectarias en Chechenia, Georgia y Azerbaiyán, todas ellas impulsadas por la competencia por el control de recursos ahora privatizados.

Yeltsin cumplió completamente con las demandas capitalistas estadounidenses y europeas. Cuando la Unión Soviética colapsó como potencia mundial, el mismo brutal “libre mercado” se extendió por toda Europa del Este. La alianza militar de la OTAN comandada por Estados Unidos se expandió por Europa del Este en los años 1990; esta reconquista de una vasta región fue un proceso despiadado.

Rusia puso fin a sus alianzas comerciales y militares con los países de Europa del Este, la República Popular Democrática de Corea, Cuba y los países en desarrollo de Asia Occidental y África. Esto permitió un aumento de las guerras de recolonización de Estados Unidos en el mundo árabe y musulmán, incluidos Irak y Afganistán, junto con la guerra que desmanteló por la fuerza Yugoslavia.

Sanciones a Rusia

Una ola de ira masiva y un segundo intento de juicio político por corrupción llevaron a la repentina renuncia de Yeltsin el 31 de diciembre de 1999, a cambio de promesas de inmunidad para él. Esto dejó al entonces primer ministro Vladimir Putin como presidente en funciones.

Putin no revirtió la propiedad capitalista en Rusia. Tampoco volvió a unir a la Unión Soviética. Pero sí comenzó a reorganizar la industria rusa, a imponer controles al saqueo abierto de los capitalistas occidentales y a renacionalizar algunas industrias esenciales. Se controló la hiperinflación.

La economía de Rusia hoy es más pequeña que la de Brasil. Las materias primas (petróleo, gas, minerales, cereales y madera) son sus principales exportaciones. La capacidad industrial de Rusia está destruida; ya no es la superpotencia de hace 30 años.

Pero los imperialistas nunca están satisfechos. Lo quieren todo.

En 2014, durante la administración Obama/Biden, Estados Unidos financió un golpe fascista en Ucrania, antes parte de la Unión Soviética. Esto provocó la primera resistencia a 15 años de expansión de Estados Unidos y la OTAN. Putin apoyó el levantamiento contra el fascismo en las regiones fuertemente industrializadas de Lugansk y Donetsk en el este de Ucrania. Bloqueó la toma de Crimea por parte de la OTAN, la ubicación de la Base Naval de Sebastopol y el único puerto de aguas cálidas de Rusia.

Por esta resistencia (para evitar la desintegración total de Rusia como país), Estados Unidos y la UE impusieron una serie de sanciones económicas a Rusia. La esperanza de Wall Street era que la dislocación económica y la inflación resultantes presionarían a los oligarcas para expulsar a Putin.

Se impusieron más sanciones cuando Rusia acudió en ayuda de Siria en 2015. Rusia intervino después de cuatro años de operaciones estadounidenses de cambio de régimen: la financiación de decenas de miles de fuerzas mercenarias y bombardeos coordinados que desplazaron al 2 5% del pueblo sirio.

Para ira de Washington, las industrias militares de Rusia son parte de la defensa nacional del país y nunca fueron privatizadas. La diplomacia rusa y la venta de armas brindan cierta protección contra las agresivas operaciones estadounidenses desde Irán hasta Venezuela. Acuerdos comerciales más estrechos con China han ayudado a Rusia a sortear la asfixiante red de sanciones.

Los oligarcas rusos, cuyas obscenas riquezas se encuentran en bancos occidentales, están amenazados por todo esto. Están buscando nuevas relaciones con el imperialismo. Las crecientes alianzas de Rusia con China y las exrepúblicas soviéticas no favorecen sus intereses. Esta es la base de Navalny.

Navalny tiene poco apoyo en Rusia. Después de un presunto envenenamiento por parte de las fuerzas de Putin el otoño pasado, su índice de aprobación alcanzó un máximo del 20 %. ¡Una encuesta muestra ahora que sólo el 2 % lo apoya como candidato! Pero Navalny es peligroso porque tiene poderosos partidarios en Occidente y entre los oligarcas rusos.

No se debe engañar a los progresistas para que apoyen a este neoliberal profascista.

Workers World