La causa del internacionalismo de Toni Negri

POR MICHAEL LÖWY

Con la muerte de Antonio Negri (1933-2023) en diciembre del año pasado -Toni para sus amigos- la causa comunista perdió a un gran pensador y a un luchador incansable. Perseguido por sus ideas revolucionarias y encarcelado en Italia durante muchos años, Toni se hizo famoso por sus obras que, a través de un enfoque filosófico inspirado en Spinoza y Marx, pretendían contribuir a la emancipación de la multitud.

En el último mensaje que me envió desde el hospital el 7 de octubre, Toni escribió: “¡Háblame de la situación brasileña, y de si podemos volver a imaginar, con circunspección y tenacidad, una nueva y feliz idea del comunismo!”. Toni Negri nunca dejó de soñar y esperar, hasta su último aliento, una renovación del comunismo.

Antonio Negri (1933-2023)

Las siguientes líneas son un resumen de su biografía, basada en dos obras autobiográficas publicadas en Italia: ‘Storia di un comunista’ (Historia de un comunista, Madrid: Traficantes de sueños, 2018, 554 pp.) y ‘Da Genova a domani. Storia di un comunista’ (Cárcel y exilio. Historia de un comunista II, Madrid: Traficantes de sueños, 2021, 392 pp.).

En ellas relata su juventud, sus primeros trabajos y luchas en el movimiento autonomista, sus años de prisión y sus batallas intelectuales y políticas, con gran ingenio y finura, y no sin una distancia crítica.

Político de las Juventudes Católicas italianas en los años 50, Negri se hizo comunista antes de descubrir a Marx. Pasando con bastante rapidez “del laicismo radical al ateísmo virtuoso”, se afilió -sin grandes ilusiones- al Partido Socialista Italiano (PSI) paralizado por la división entre la tentación socialdemócrata y la sumisión al estalinismo.

Pero en 1961 se unió al operaismo de la revista Quaderni Rossi (Raniero Panzieri, Mario Tronti), que proponía un regreso a las fábricas para construir una política obrera anticapitalista sobre la base de las luchas locales. El joven Negri se interesó mucho por Kant, Hegel, Dilthey, Max Weber y Karl Mannheim -temas de sus primeros trabajos filosóficos- pero permaneció indiferente ante Marx, aún identificado con el Diamat [materialismo dialéctico] estalinista. No fue hasta los años sesenta cuando descubrió, gracias a Lukács y a sus amigos operistas, al Marx de la lucha de clases.

Amigo íntimo de Mario Tronti, cuya obra destacaba el trabajo vivo como subjetividad subversiva de la clase obrera, se separó de Tronti cuando éste decidió afiliarse al PCI en 1967. Fue entonces cuando el comunista Negri fundó, con comités de fábrica radicalizados, el periódico Potere Operaio y poco después (1969) una organización política, con el mismo nombre, que se oponía al reformismo del PC italiano y se definía como “el partido de la insurrección”.

No obstante, Negri desarrolló una brillante carrera académica, convirtiéndose en el profesor universitario italiano más joven de la Universidad de Padua. Su enseñanza se centró en “Las doctrinas del Estado”, basadas en los tres grandes pensadores antiestatistas que él reivindicaba: ¡Condorcet, Jefferson y Lenin!

El atentado fascista de la plaza Fontana de Bolonia (1969), del que se acusó falsamente al anarquista Pinelli -supuestamente se suicidó durante el interrogatorio de la policía-, provocó una ola de indignación en el país. El folleto Masacres de Estado (escrito por un grupo que incluía a Negri) -que denunciaba la colisión de los servicios del Estado con los círculos fascistas- vendió un millón de ejemplares.

Los intentos de unir Potere Operaio con Lotta Continua fracasaron, y los de hacerlo con Il Manifesto de Rossana Rossanda, o con el editor guevarista Giangiacomo Feltrinelli -que murió trágicamente en un intento de sabotaje- duraron poco (1970).

Mientras trabajaba con los comités de fábrica y escribía panfletos incendiarios, el filósofo paduano escribió un libro sobre Descartes, definido como “el principal ideólogo de la revolución capitalista en la Europa continental”, y en cierto modo la inspiración del Partido Comunista Italiano (PCI), ese “partido cartesiano”.

Toni Negri era partidario del ilegalismo de masas de los movimientos sociales, reflejado en actos de sabotaje y expropiaciones de supermercados -uno de ellos protagonizado por Dario Fo-, pero se oponía a la militarización del movimiento. Estos desacuerdos condujeron a una escisión en Potere Operaio y a la creación, por parte de Negri y los comités de fábrica, de un nuevo movimiento político, Autonomia Operaia (1973), que desempeñaría un papel importante en las grandes huelgas y movilizaciones de 1977, el Mayo del 68 italiano.

Analizando las divisiones en el seno del operaismo italiano de los años setenta, Negri distingue dos corrientes principales: los “escolásticos tomistas” (Panzieri, Tronti, Cacciari), que insisten en la “autonomía de la política” y en el papel hegemónico del Partido, y los “agustinianos” (Negri y sus amigos), que apuestan por la autonomía de los trabajadores y se oponen tanto al capitalismo como a cualquier intento de hegemonía por parte de un Partido o una Iglesia. Curiosamente, Antonio Gramsci -erróneamente asimilado al PCI- estaba entonces ausente de su horizonte intelectual y sólo lo descubrió, tardíamente, durante una estancia en… París en 1978.

Autonomia Operaia se opuso frontalmente a la propuesta de Enrico Berlinguer, secretario general del PCI, de un compromiso histórico con la Democracia Cristiana, y en un panfleto de 1977 Negri elogiaba el sabotaje como “la clave fundamental de la racionalidad de la clase obrera”.

Pero se oponía al militarismo amoral y vertical de las Brigadas Rojas (BR), que iniciaron en esta época su práctica de ejecutar a los enemigos. Negri rechazaba categóricamente el homicidio político: “Nunca hemos matado. Dejamos el asesinato para el Estado”. En sus escritos, comenzó a plantear la tesis del trabajador social, que ya no se limitaba a las fábricas, sino que se extendía a toda la vida social urbana.

Durante una estancia en París en 1978, impartió un seminario sobre Gramsci con Robert Paris en la École Normale de la rue d’Ulm, y conoció a Félix Guattari, Gilles Deleuze, Jacques Rancière, Guy Hocquenghem y Alain Krivine (entre otros).

Preocupado al enterarse del secuestro de Aldo Moro por la BR, Negri se unió a los intentos de presionar a los brigadistas para que liberaran a Moro. En vano, como sabemos, fue asesinado por sus secuestradores. Poco después, el filósofo fue detenido (en 1979) bajo la absurda acusación de ser el cerebro intelectual de las Brigadas Rojas y, por tanto, responsable del asesinato de Aldo Moro. Esta detención sería el inicio de un interminable calvario judicial y carcelario.

Condenado en una lamentable farsa judicial, pasó cuatro años y medio en prisión. Aún preso, fue elegido diputado; liberado provisionalmente, pero amenazado con un nuevo encarcelamiento, Negri optó por el exilio en Francia, donde pasó varios años dando clases en la Universidad de París 8.

En 1997, Toni Negri, a pesar de la pena de prisión que le esperaba en su propio país, decidió regresar a Italia con la esperanza de que su vuelta desencadenara un debate que desembocara en una amnistía general para los (miles de) presos políticos italianos. Fue un raro acto de valentía y generosidad… El filósofo fue recibido en el aeropuerto de Fiumicino por “una kermesse de policías, perros y periodistas” e inmediatamente encarcelado en la prisión Rebbibia de Roma. El escritor Erri de Luca le rindió un emotivo homenaje público: “Querido Toni Negri, que has preferido la cárcel en Italia a las universidades de medio mundo (…) Quiero ante todo agradecerte tu sacrificio. Has devuelto el honor a un país cuyo único orgullo son sus cuentas”.

El sueño de amnistía del filósofo optimista resultó ser una ilusión, y Negri fue condenado a 8 años y medio de cárcel… Pero no se rindió, y terminó de escribir con su amigo Michael Hardt el libro ‘Imperio’ entre rejas. Las principales -y controvertidas- tesis de este libro son bien conocidas: el Imperio es el mercado capitalista global, que ya no reconoce fronteras nacionales; su principal adversario ya no es el trabajador industrial de masas, sino el trabajador inmaterial, cognitivo y a menudo precario, que está destinado a convertirse en hegemónico.

El propio Negri se dio cuenta del excesivo optimismo de este libro, e incluso se planteó no publicarlo… De hecho, fue un gran éxito, convirtiendo al filósofo encarcelado en una estrella internacional.

Al cabo de dos años, se le concedió la semilibertad, bajo constante vigilancia policial, con registros nocturnos en su domicilio. Fue durante este periodo cuando Judith Revel, una brillante académica francesa, se convirtió en su compañera para el resto de su vida.

Apartado de la actividad política, observó con esperanza los acontecimientos en Italia: el movimiento de los Tutti Bianchi (batas blancas) y la gran manifestación antiglobalización de Génova en 2001, sofocada con sangre por una auténtica guerra de Estado contra el movimiento social.

Finalmente, fue en 2003 fue puesto en libertad –¡é finita la galera! – tras un total de once años en prisión. Decepcionado por el declive de las luchas en Italia y en conflicto con sus antiguos seguidores, decidió regresar a París e instalarse, con su compañera Judith, en Francia.

Por fin, habiendo recuperado su pasaporte, ahora podía viajar, un viejo sueño hecho realidad. Viajó mucho por América Latina, sobre todo a Brasil y Venezuela, “más para aprender que para hablar de mí mismo”. Hugo Chávez le rindió homenaje como uno de los inspiradores de la Revolución Bolivariana, con su libro sobre el poder constituyente. También fue invitado a China, donde mantuvo una (decepcionante) reunión con representantes del Comité Central del PCCh. Aunque admiró el deslumbrante posmodernismo de Shanghai, sin embargo creía que “el Termidor del PCCh desarrolló el capitalismo antes que la democracia”

Su segundo libro, ‘Multitud’, con M. Hardt, se publicó en 2004 y también fue objeto de mucho debate y controversia. Francis Fukuyama se apresuró a proclamar que la multitud a la que se refería Negri era “una horda bárbara empeñada en destruir el mundo civilizado”.

El significado de este concepto, de origen spinozista, no es fácil de precisar: a veces es la única categoría de trabajadores cognitivo-precarios, a veces son todos los trabajadores, materiales e inmateriales, las mujeres, las razas oprimidas. A ojos de Negri, la multitud es la nueva forma de operaismo, la universalización de la teoría Italiana de los años sesenta y setenta.

Hostil a toda forma de nacionalismo, Negri afirma con orgullo: “en mi vida de comunista, nunca me he desviado del internacionalismo”. Esto le llevó a depositar grandes esperanzas en Europa, hasta el punto de apoyar el Sí en el referéndum francés sobre la nueva Constitución (neoliberal) para Europa en 2005.

En este contexto escribió un panfleto, Good By, Mister Socialism (2006), del que él mismo renegó en retrospectiva, como un libro “triste”; la crítica más dura, en su vocabulario spinozista… Pero en 2009 apareció un nuevo gran libro con M. Hardt, Commonwealth, denunciado por el Wall Street Journal como un libro oscuro y malvado.

En su opinión, esta teoría de los comunes es una “ontología marxiana de la revolución”, y un primer paso hacia un programa político para la multitud. Considera que el movimiento italiano en defensa del agua como un bien común es un ejemplo sorprendente de este procomún.

Como sus predecesores, este libro fue un gran éxito, pero 2010 fue un annus horribilis para Negri: sus amigos y seguidores italianos, organizados en el movimiento Uninomade, decidieron excluirle e intentaron un acercamiento “oportunista y cínico” con Daniel Cohn-Bendit y los Verdes alemanes.

En agosto de 2013, Negri celebró su 80 cumpleaños. Optimista obstinado, reconoce que el comunismo aún no ha ganado, pero espera que la generación más joven cumpla esta misión, y les desea ¡Buona fortuna!

La vejez no impide a Negri pensar y escribir: su último libro con M. Hardt, ‘Assembly’ (2017), proclama la superioridad de los movimientos sociales sobre los partidos, y de la democracia directa sobre la representativa. La organización por excelencia de esta forma de ejercicio democrático es la asamblea. Para pasar de las organizaciones locales a la escala de una región, un país o un continente, Negri y Hardt proponen estructuras federativas y “asambleas de asambleas”.

La última parte de su autobiografía de 2020 se titula De Senectute (Sobre la vejez). Se trata de una especie de reflexión filosófica sobre su experiencia como comunista inspirada en Spinoza, Marx y los postestructuralistas franceses (Deleuze-Guattari, Foucault) y hostil a Rousseau, Hegel y la Escuela de Fráncfort. Contra la melancolía y el pesimismo de esta última -una especie de polo negativo para Negri- proclama, con Spinoza, la fuerza de la Hilaritas, el poder liberador de la risa y la espontaneidad, sin las cuales la revolución no puede respirar.

En una posdata más bien… melancólica titulada “Pascua 2020”, Negri concluye: hemos sido derrotados –il combustibile si è esaurito–.

Constata que los trabajadores, como clase, están divididos y son relativamente impotentes. Pero no renuncia a la resistencia y la lucha: en la crisis, debemos poner fin a la era del sectarismo y la división.  La consigna del presente es: “¡Todos juntos! Con la “Internacional Obrera Comunista” como horizonte.

Estas son las palabras finales de este fascinante libro, que puede considerarse como su testamento político.

Mediapart, Francia.