POR JUAN J. PAZ Y MIÑO CEPEDA
El pasado 14 de marzo se conmemoraron los 141 años de la muerte de Karl Marx, quien nació en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Este recuerdo movilizó numerosos textos recordatorios de la obra y vida del filósofo y economista alemán. Pero, además, existe una enorme cantidad de libros y artículos sobre este pensador de valor universal. Y, naturalmente, queda su gigantesca obra intelectual, no tan fácil de comprender, especialmente las de clara orientación económica como El Capital, su obra más famosa, a la que hay que sumar los Grundrisse (Elementos fundamentales para la crítica de la economía política) o Teorías sobre la plusvalía. Publicar todo lo escrito por Marx también ha resultado una labor titánica. El proyecto inicial de las obras completas de K. Marx y F. Engels, conocido como MEGA 1, se inició en los años 20 del siglo XX, a cargo de David Riazanov, fundador del Instituto Marx-Engels de Moscú en 1919. De los 42 volúmenes previstos se alcanzó a publicar 13. Entre 1975-1989 se lanzó el proyecto MEGA 2, por iniciativa de los Partidos Comunistas de Alemania y de la URSS, llegando a publicarse 40 volúmenes. La interrupción provocada por el derrumbe de la Unión Soviética no impidió retomar un nuevo proyecto, que desde 1998 está a cargo de la Internationale Marx-Engels-Stiftung (IMES) con sede en Ámsterdam, que ha previsto la publicación de 114 volúmenes, que incluyen escritos inéditos y alrededor de 200 cuadernos de los resúmenes y estudios que realizó Marx.
La evolución del pensamiento de Marx ha merecido innumerables estudios, entre los que merece destacarse los tres volúmenes del filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel (1934-2023) y especialmente ‘El último Marx’ (1863-1882) y ‘La liberación latinoamericana’ (1990). Además, cabe seguir los 12 tomos de ‘Historia del marxismo’ del historiador inglés Eric J. Hobsbawm (1917-2012), así como la actualizada obra de Marcello Musto titulada ‘O Renascimento de Marx. Conceitos-chave e novas interpretações’ (2022), o la que editó CLACSO, reuniendo a varios investigadores, con el título ‘Marx, 200 años. Presente, pasado y futuro’ (2020). De modo que hay Marx y marxismo para una prolongada dedicación.
Desde luego, las ideas de Marx han sido combatidas desde que comenzaron a difundirse. Igual es la tergiversación de sus tesis. Y aún más abundante la incomprensión o ignorancia sobre las previsiones que hizo acerca del socialismo y del comunismo. En todo caso, el gran descubrimiento y aporte de Marx a las ciencias sociales y que él resumió genialmente en su famoso “Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política”, es su teoría/metodología (su “hilo conductor”) que sostiene: “en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.
El marxismo, que a inicios del siglo XX era poco o nada conocido en América Latina, es hoy una teoría de amplia extensión e influencia. Su hegemonía teórica hasta mediados de la década de 1980 perdió mucho a raíz del derrumbe del socialismo de tipo soviético. A su vez, con el avance del neoliberalismo latinoamericano, se conformó un amplio sector social identificado como progresista y que, además, asumió ser de nueva izquierda, sin que ello implique necesariamente asumir una orientación marxista, como ocurría en el pasado, cuando ser de izquierda se identificaba exclusivamente con ser marxista. Y, sin embargo, el amplio espectro del progresismo, que incluye a los marxistas, tiene una conciencia común de cuestionamiento al capitalismo, rechazo total al neoliberalismo y búsqueda de una nueva sociedad, a menudo entendida como “socialista” o por lo menos como economía social de bienestar o buen vivir. Además, es importante observar que los movimientos sociales (como el movimiento indígena en Ecuador) igualmente se identifican con la izquierda, a pesar de la variedad de dirigentes, entre los que se puede ubicar a personajes que han jugado papeles francamente reaccionarios al rendirse a las derechas políticas, como ha ocurrido en Ecuador. Paradójicamente, los partidos socialistas y comunistas de larga raíz histórica en América Latina no han podido recrearse como fuerzas marxistas capaces de ofrecer alternativas exitosas en el campo de las democracias representativas actuales de la región.
Las polémicas sobre los alcances del marxismo y su vigencia seguirán durante largo tiempo. Entre tanto, se descuida que hay un país que se ha ubicado a la vanguardia en la edificación de un nuevo mundo multipolar y multicentral, convertido ahora en verdadera potencia y referente global: se trata de la República Popular China. Este país ha definido la construcción del socialismo con características chinas, fundamentándose precisamente en el marxismo. Aquí la teoría marxista está viva en la teoría y en la práctica, lo que ha permitido que China avance en la construcción de una sociedad-civilización que merece ser seguida y estudiada desde el marxismo latinoamericano, por su inédita experiencia histórica. El profesor brasileño Elias Jabbour es hoy el de más amplio reconocimiento en los estudios sobre China y su economía de planificación socialista de mercado.
En todo caso, las fuerzas marxistas, progresistas, de nueva izquierda, expresan los intereses sociales contrapuestos a los de los grupos económicos y élites empresariales que ahora se identifican como las nuevas derechas latinoamericanas, usufructuarias del neoliberalismo y que han asumido características oligárquicas que impiden el desarrollo económico con bienestar social. Pero, a diferencia de estos sectores dominantes, que logran unificarse cada vez que se vuelve necesario impedir el avance de cualquier bloque popular, la unidad del progresismo se mantiene más como aspiración recurrente, que como realidad consolidada. Al mismo tiempo el retorno de Marx vuelve a despertar viejos fantasmas. Esta vez las alertas provienen desde Argentina, cuyo presidente Javier Milei ha sido muy claro en atacar al “marxismo cultural”, como el gran obstáculo para la edificación de la utopía de la libertad empresarial absoluta, que postula su libertarianismo anarco-capitalista.
Sin duda, queda en claro que la lucha por la hegemonía ideológica está en pie y que el marxismo latinoamericano está desafiado a examinar las nuevas realidades para guiar los procesos de liberación humana.
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