POR HÉCTOR PEÑA DÍAZ
La reforma tributaria en Colombia es un cadáver insepulto. El gobierno de I)ván Duque en un alarde de prepotencia y falta de entendimiento de lo que pasa, pretende revivirla a través de la amenaza y la coacción. La instrumentalización de la acción de tutela para prohibir la protesta es un adefesio y autoriza de hecho la resistencia civil. La idea del gobierno con este prevaricato a la vista de todos es transformar la legítima manifestación del pueblo contra un proyecto clasista en un conflicto de orden público, en el que como de costumbre el vandalismo y la anarquía sean sobredimensionadas para desviar el foco central del problema. En un régimen parlamentario, el rechazo generalizado a una reforma de esta envergadura implicaría de inmediato la caída del gobierno y la convocatoria a nuevas elecciones. En un régimen presidencial, como el nuestro, al retiro de la reforma tributaria tiene que seguir la renuncia del ministro Carrasquilla. No hay medias tintas en esto.
El pueblo parece haber dicho basta y ello tiene consecuencias. Más aún, ha sido tal el rechazo popular a la reforma que líderes de partidos de la coalición de gobierno han puesto el grito en el cielo como si la cosa no fuera también con ellos. Saben del precio que pagarían electoralmente o quizás esperan su pote de mermelada oficial. Al frente del Estado colombiano tenemos a un monifato desconchinflado, un niñato vanidoso y soberbio de una mediocridad insuperable que no solo ha demostrado una gran incapacidad como gobernante, sino, paradójicamente, un afinada puntería para vulnerar los derechos de la gente del común. Lo ideal es que este desgobierno concluyera y se convocaran elecciones a la mayor brevedad; que el fracaso del atraco a los bolsillos menguados de la ciudadanía sea un momento de la inteligencia social para encontrar consensos básicos, garantizar los ingresos del estado y repartir las cargas públicas. Los tiempos difíciles que estamos viviendo exigen otro gobierno muy distinto del actual, un gobierno que pusiera al servicio de los sectores sociales más afectados por la pandemia todos los recursos públicos necesarios para salir a flote; la gente se está ahogando y estos sinvergüenzas en lugar de salvavidas les tiran rocas para que se hundan más rápido. La sensación que más de uno tiene es que el gobierno fue tomado por un grupo de personas fatuas y mal preparadas, con una agenda mezquina que solo responde a los intereses de los banqueros y la burocracia política enquistada en el Estado. Los malos gobiernos se han sucedido unos a otros y la gente anhela un cambio. Con la reforma tributaria, para decirlo coloquialmente, le están midiendo el aceite al pueblo… Vamos a ver si estamos a la altura de este desafío en concreto: la reforma tributaria cae porque cae. Lo demás es literatura.
Reforma tributaria (colombianismo). Pena de muerte en cómodas cuotas anuales. Carrasquillada.
Impuesto, m. donación involuntaria. Exacción sin pausa.
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