POR RAMIRO GÁLVEZ ALDANA /
En febrero de 2020 las editoriales Sylone y Viento Sur dieron a luz la primera edición en español del libro del activista social belga y dirigente de la Izquierda Anticapitalista, Daniel Tanuro, que lleva por título ¡Demasiado tarde para ser pesimistas!
(La catástrofe ecológica y los medios para detenerla). El autor es ingeniero agrónomo y especialista en cuestiones medioambientales. Autor de El Imposible capitalismo verde, Cambio climático y alternativa ecosocialista, Frankenstein en la casa Blanca. Trump y el interregno global, entre otros. Firme defensor de la alternativa ecofeminista y ecosocialista.
Reseña del Capítulo 3. Ciencia, modelos e ideología
En este capítulo Tanuro refiere al informe del Club de Roma de 1972 sobre los límites del crecimiento, escrito por Jay W Forrester, profesor del MIT, pionero de la modelización de sistemas urbanos. Posteriormente Forrester escribió “World Dynamics” en el que aplicaba su método a problemas globales mundiales. Dennis Meadows fungía entonces como asistente de Forrester. Su equipo fue instado a continuar por la vía del maestro para “examinar de manera global las causas y las consecuencias del crecimiento de la población y de la producción de bienes materiales en el mundo”.
Malthusianos y neomalthusianos
La obra de Meadows, explica Tanuro, alertaba acerca de que las tasas de crecimiento de la población y de la producción material no podían mantenerse más allá de una generación, precisaba que la capacidad de carga de la tierra quedaría sobrepasada en algún momento durante el siglo XXI y que el resultado sería un declive que escaparía a todo control. Incluso se fijaba la fecha aproximada: 2030.” “Limits to Growth” desencadenó un debate apasionado en medios científicos y políticos”. Un grupo de la Universidad de Sussex cuestionó no sólo el modelo matemático del MIT, sino también la ideología presente de manera velada en los Meadows. Su réplica fue publicada en forma de libro, con un título explícito: “L’Anti-Malthus”.
Los Meadows, autodefinidos como malthusianos, admitían el carácter de tales… siempre y cuando se entendiera en un sentido amplio, es decir, en una perspectiva global. “Malthus, como se sabe, apoyaba los intereses de los terratenientes británicos en favor de las Corn Laws, leyes proteccionistas sobre el trigo que los capitalistas librecambistas querían abolir. Con su matización, los autores de “Limits to growth” aceptaban su maltusianismo, aunque rechazando el proteccionismo de éste.
El razonamiento de Malthus es extremadamente retorcido, precisa Tanuro. Se podría resumir de la siguiente manera: puesto que Dios quiere que el género humano pueble la tierra sería impío sustraerse a su voluntad; pero el mundo es limitado y no puede ser repartido; en efecto si se repartiese, los humanos se dedicarían a procrear y faltaría el alimento; al estar excluida la prevención de los nacimientos (es un vicio contrario a la naturaleza y a la voluntad divina), los pobres deben sufrir, Dios lo quiere; este sufrimiento no es algo malo, por que incita a los pobres a trabajar para aumentar la producción, sin lo cual no es posible poblar la tierra.
El Primer ensayo sobre la población fue la obra que dio fama a Malthus. No es posible comprenderla sin proyectarla en el contexto de la época, agrega Tanuro. El autor nació en 1766. A los veintitrés años, le estalló en la cara la Revolución francesa. El 3 de marzo de 1794, Saint Just pronunció un discurso que, por un efecto espejo, iluminó las motivaciones del pastor anglicano: “¡Que se entere Europa que ya no queréis ni un desgraciado, ni un opresor sobre territorio francés; que este efecto fructifique sobre la tierra; que propague el amor a las virtudes y la felicidad! La felicidad es una idea nueva en Europa”. Al otro lado de la Mancha Malthus había adoptado justo la posición contraria: el “populacho” debe ser mantenido en “la desgracia, o en el temor a la desgracia, inevitable resultado de las leyes de la naturaleza (…) El pueblo debe considerarse a sí mismo como la causa principal de sus sufrimientos”. El espectro de la revolución le atormenta: la multitud que se amotina es el producto de una población excedente. El “Primer ensayo sobre la población” es un panfleto de propaganda, no una obra científica sobre la demografía o sobre los límites del crecimiento, precisa Tanuro.”
Ruptura y continuidades
Para los Meadows, La historia demuestra que “el crecimiento de la población y del capital siempre ha ido acompañado de la concentración de la riqueza y la agravación de la brecha relativa entre la renta de los ricos y de los pobres”. Para tales autores, “el capital” no designa un modo de producción histórico sino la producción material en general, abstracción hecha de todo contexto…”la solución, en definitiva, consiste en modificar “la concepción del hombre, para que cambie su comportamiento”, bien por la fe o por algún otro planteamiento. La salida es moral no social…
Por su parte, Jay Forrester… en sus trabajos sobre la dinámica de los sistemas urbanos en crisis conducía invariablemente a formulaciones que él llamaba “contraintuitivas” opuestas a las hipótesis “humanitarias”.
Adaptación y mitigación: los sesgos ideológicos del GIEC
Según el escritor Belga, “El quinto informe de evaluación del GIEC (ciencia del clima, adaptación, mitigación) transcurre como si el gran rigor en el diagnóstico sobre el estado físico del planeta (Ciencia del clima)… pusiese al conjunto al abrigo de toda crítica”.
Sobre el grupo de trabajo 2, añade Tanuro, es necesario precisar que el tema de la adaptación fue introducido en las negociaciones por iniciativa de la Administración de EE.UU. a fin de retrasar la reducción de las emisiones. Ello cristalizó en una convergencia con los países del Sur que veían en esta temática una fuente de financiación suplementaria sin constreñir su desarrollo”. Por eso desde 2004 la adaptación fue puesta, por lo menos, a la misma altura que la mitigación.
El capítulo se centra específicamente en la ideología del grupo 3 (mitigación)… “En este sentido, los escenarios tienden hacia descripciones del futuro como normativas, focalizadas en la economía. Como es característico, los modelos suponen mercados que funcionan plenamente y comportamientos competitivos de mercado.”
Nos quedamos cortos al decir, como anota Tanuro, que los modelos “están influenciados por los valores y las finalidades sociales dominantes”, ¡están tallados a medida por los valores y las finalidades del capitalismo en general y de su versión neoliberal en particular! La sumisión al neoliberalismo es explícita: el alineamiento con “los mercados” que funcionan plenamente y los comportamientos competitivos del mercado” significa nada menos que la exclusión de la planificación y del sector público, del sector asociativo, de los sindicatos, de los movimientos de mujeres, de las comunidades, así como de los pueblos indígenas. Las “descripciones del futuro” están “focalizadas en la economía”, nos dice el texto. ¿Pero de qué economía se está hablando? No se introduce “la economía” en un modelo matemático: se introducen indicadores característicos de un sistema económico preciso. Como dicen dos autores críticos, “el sistema social que domina el mundo no es la economía, es decir un sistema fuera del tiempo y del espacio, sino el capitalismo, esto es un sistema históricamente específico y basado en clases, que extrae, transforma y organiza flujos de mercancías para intercambiar en el mercado”. Este sistema tiene como motor la búsqueda constante del sobrebeneficio frente a la competencia. Sus indicadores son, por ejemplo, el retorno de la inversión, los tipos de interés, el índice de precios, la tasa de paro, el nivel salarial, la formación bruta de capital fijo, el crecimiento del PIB, etc. Salvo mención contraria, los modelos “centrados en la economía” son modelos en que se ha introducido este tipo de indicadores, no otros.
¿Transiciones rápidas y profundas en el marco del mercado?
“En su informe sobre 1.5°C, el GIEC nos dice: “Las trayectorias que limitan el calentamiento global a 1.5°C sin desbordamiento o con un desbordamiento limitado implican profundas reducciones de las emisiones en todos los sectores”. Para nosotros, explica Tanuro, es un misterio precisar cómo podrían efectuarse “transiciones rápidas y profundas, sin precedentes en términos de escala”, en el marco de mercados que funcionan plenamente y de comportamientos competitivos de mercado”.
Al respecto, Tanuro recuerda la experiencia exitosa lograda a propósito de la reconstitución de la capa de ozono, único punto positivo de chequeo de la salud del planeta. El ozono desparecía a causa de los hidrocarburos (CFC) empleados en los sistemas de refrigeración. Para luchar contra esta calamidad, los gobiernos no decidieron distribuir cuotas de emisión de CFC intercambiables, como lo han hecho para el CO2; no decidieron crear un mercado de CFC “que funcione plenamente”, como lo hacen para el carbono. Decidieron prohibir el uso de los CFC y crearon un fondo financiero para ayudar al Sur global y hacer lo mismo.
“(…) La recuperación de la capa de ozono fue en este caso coherente con la del clima…. Este resultado no habría sido posible “con mercados que funcionan plenamente y comportamientos competitivos de mercado”.
La experiencia más antigua -al respecto- es el giro hacia la economía de guerra en EE.UU. En apenas tres años, de 1941 a 1943, la parte de la producción militar en EEUU pasó del 2% a cerca del 40% del PIB. Para ganar la guerra, las esferas dominantes no hicieron la tontería de apostar “por mercados que funcionan plenamente y comportamientos competitivos de mercado”. El profesor Tassava, especialista en historia de EE.UU., escribe que reconocieron que la apuesta era demasiado importante para dejar la economía de guerra al laisser aller, laisser faire…. Se adoptaron medidas de regulación en todos los ámbitos (incluida la vida cotidiana) y la financiación del giro fue asegurado por una profunda reforma fiscal: “A partir de 1940, el gobierno extendió el impuesto sobre la renta a la casi totalidad de la gente (…) quienes apenas ganaba 500 dólares anuales tuvieron que pagar un 23 % de impuestos, mientras que quienes ganaban más de un millón de dólares fueron grabados en un 94%Y el objetivo se alcanzó: con el apoyo de la opinión pública, el imperialismo estadounidense ganó la guerra y aseguró su hegemonía mundial”.
Frente al reto climático, no planteamos reproducir las fórmulas aplicadas para salvar la capa de ozono, ni en la lucha contra los nazis. En el primer caso, es evidente que prohibir los combustibles fósiles que sustentan toda la actividad es más complejo que prohibir un componente particular empleado en una industria concreta. En el segundo caso, el problema es más importante. El esfuerzo de guerra favoreció una expansión sin precedentes de la economía estadounidense: el PNB (en dólares constantes) pasó de 88.600 millones de dólares en 1939 a 135. 000 millones de dólares en 1944. Era el keynesianismo de guerra. Ahora bien, el keynesianismo -el relanzamiento por medio de la inversión pública- no aportará la solución a la crisis climática, por la razón indicada en el capítulo 2: para salir de esta crisis, hay que romper con la acumulación de capital, hay que producir menos y compartir más.
Cuando los investigadores e investigadoras buscan, encuentran
Una publicación erudita examina, sector a sector… el máximum maximorum de las posibles reducciones de emisiones… Hacen la suma de las reducciones correspondientes y se preguntan si esto bastará para mantenerse en el presupuesto de carbono o si será indispensable recurrir a tecnologías de emisiones negativas. El resultado es a veces gracioso considera Daniel Tanuro.
El sector del transporte aéreo es el único para el que el mencionado artículo contempla una reducción de actividades: no ocurre lo mismo para el sector militar. ¡Tabú! Pero las emisiones de este sector no son nada despreciables. En Estados Unidos, la industria militar representa al 10% de la producción industrial…. Se puede deducir que la mayor superpotencia mundial envía anualmente a la atmósfera unos 150 millones de toneladas de CO” por producir y utilizar máquinas de muerte (alrededor del 3% de las emisiones estadounidenses en 2017, un tercio de las emisiones de Francia en 2016) No puede negarse que podríamos arreglarnos sin esa producción… muy rentable, su grandísimo volumen aumenta desde principios del siglo y Trump lo ha estimulado más aún.
Paradoja, estos investigadores e investigadoras que hacen sonar la alarma diciendo que, para mantenerse debajo de 1.5°C “cada tonelada de carbono no emitido cuenta”. ¡ni siquiera tienen la curiosidad de contabilizar (en todo o en parte) las toneladas de carbono emitidas por producciones nocivas e inútiles ¡Pero no faltan posibilidades: emisiones debidas a la industria automovilística, a la obsolescencia acelerada de los productos, a los transportes internacionales, ¡a los cruceros de lujo! A la industria de aparatos desechables, sin olvidar las debidas al agronegocio (fabricación de pesticidas y abonos, mala conservación de los productos), etc.
¿Habéis dicho utopía?
Sin duda, afirma Tanuro, se nos dirá que la supresión de estas producciones es utópica. ¡Pues hablemos de utopía! La bioenergía con captura y almacenamiento (Y la mayor parte de las tecnologías de emisiones negativas) precisa del almacenamiento geológico del CO2. Al no estar garantizada la estanqueidad de los depósitos, equipos de investigación identifican formaciones rocosas en las que el CO2 se mineralizaría (integrándose en la roca). Y las encuentran: en Islandia hay sedimentos recientes de un basalto extremadamente poroso dentro del cual han podido ser mineralizadas 120 toneladas de CO2 en algunos días.
Comentario de un equipo de investigación: “Dentro de algunos años esta experiencia se podría aumentar en cantidad, aunque no en tamaño (si se entiende bien, no hay otro sitio conocido pero sus capacidades son grandes, DT) y en el centro de Islandia se podrían utilizar grandes volúmenes de basalto y de lava de reactividad única para almacenar varios centenares de millones de toneladas de CO2”. Muy sagaz, pero hay un problema, añade Tanuro: “Suponiendo incluso que una empresa pueda pagar y que se pueda construir rápidamente la infraestructura para transportar el CO2 a Islandia, obtener la autorización pública sería un factor limitante”. ¿Es éste el realismo científico? ¿Imaginar un mundo sin armas es más utópico que imaginar una solución al desafío climático basada en el transporte de centenares de millones de toneladas a Islandia?
Esta anécdota, nos dice Tanuro, nos lleva de nuevo a las tecnologías. No hemos acabado con ellas porque la bioenergía con captura y almacenamiento no es más que la punta del iceberg. Una vez abierta la caja de Pandora hay que temer que la economía multiplique las presiones a favor de una diversificación de las fórmulas para prolongar al máximo el uso de combustibles fósiles y tocar lo menos posible la estructura del sistema energético.
Geoingeniería y nuclear: ¡se acabó la fiesta!
La segunda familia de tecnologías, recuerda Tanuro, es la geoingeniería. La idea aquí no es retirar carbono de la atmósfera, sino reducir la radiación solar que entra en la atmósfera. Principal medio contemplado: la dispersión de partículas reflectantes a gran altitud. Objeciones técnicas: 1°) las partículas vuelven a caer, de manera que la temperatura del globo aumentará brutalmente si no se repite la operación; 2°) se perturbará el ciclo del agua, con consecuencias, sobre todo, en el régimen de los monzones; 3°) la tecnología no resuelve el problema de la acidificación creciente de los océanos. Pero los peligros son también geoestratégicos. “cualquier programa global de geoingeniería presentará diferencias regionales en términos de compensación efectiva de los riesgos climáticos, de manera que los países más poderosos intentarán controlar tanto las agendas de investigación como los planes de ejecución (…) Por ejemplo, advierte Tanuro, es fácil imaginar a los EEUU buscando resultados que favorezcan el mantenimiento de los regímenes de precipitaciones favorables a los granjeros del Midwest, aunque con ello se agrave la sequía en el Sahel (…) Se podría configurar una agenda de investigación o una estrategia de ejecución que priorice intereses militares o económicos específicos, minimizando las prioridades de las personas y de las comunidades climáticas vulnerables.
“(…) Por suerte el GIEC decidió no tenerla en cuenta: estas medidas suscitan grandes incertidumbres y lagunas en el conocimiento, así como riesgos sustanciales en su ejecución y presiones institucionales y sociales en términos de gobernanza, de ética y de impactos sobre el desarrollo sostenible…”
La tercera familia es una tecnología cuyo gran peligro ya ha experimentado la humanidad tres veces en versión civil y una en versión militar: la fisión nuclear, que produce electricidad para la sociedad y plutonio para el ejército. Cuatro escenarios del GIEC recurren a ella de forma masiva: la parte de la energía nuclear en el consumo primario aumentará en 2030 en un 59%, 83%, 98% y 106%, respecto a2010, en los escenarios I, II, III y IV respectivamente.
¡En 2050 será 150%, 98%, 501% y 468%! La parte de lo nuclear en la en la energía primaria. “El desarrollo de la energía nuclear es la más peligrosa de las huidas hacia delante (que derivan) de la imposibilidad del sistema de reducir la producción material y por lo tanto de renunciar a su bulimia energética”, recordaba Daniel Tanuro diez años atrás.
“(..) El desarrollo de la energía nuclear es la más peligrosa de las huidas hacia delante (que derivan) de la imposibilidad del sistema de reducir la producción material y por lo tanto de renunciar a su bulimia energética”, recordaba Daniel Tanuro diez años atrás.
La única racionalidad de esta elección es la de los militares: sus planes estratégicos a largo plazo crean el mercado en que operan los Areva, Westinghouse y otros. Después de la catástrofe de Fukushima, cuando aún resuenan en el mundo los tambores de guerra entre países que disponen del arma atómica, resulta alucinante que el GIEC sugiera esta opción, aunque sea a título “indicativo”.
Atención a la guerra por el uso de los suelos
La cuarta familia, precisa Tanuro, no es propiamente hablando tecnológica. Intenta retirar CO2 de la atmosfera favoreciendo su absorción por las plantas verdes y el almacenamiento en los suelos. Si, pero… Por una parte, repitámoslo, la duración de la fijación del carbono en los árboles y los suelos se cuenta por siglos; no puede compensar la liberación del carbono resultante de la combustión de los stocks fósiles cuya duración de vida se cuenta en millones de años. Por otra parte. Desde el punto de vista social, la elección de las opciones de mitigación según el criterio de menor coste amenaza con favorecer la plantación de árboles y otras medidas poco costosas en detrimento de la reducción de las emisiones y en detrimento de otros usos del suelo.
El informe especial sobre 1.5°C señala que transiciones tan importantes plantean profundos desafíos de gestión sostenible de las diversas demandas de tierra para establecimientos humanos, alimento, alimentación del ganado, fibras, bioenergía, almacenamiento del carbono, biodiversidad y otros servicios”. Hay que limitar por tanto la demanda de tierras por medio de “la intensificación sostenible de las prácticas agrícolas, la restauración de los ecosistemas y cambios de los regímenes alimentarios en el sentido de menos intensivos en recursos” (hablando claro: menos carne)”.
Hace falta una regulación, leyes. Sobre todo, a favor de los pueblos indígenas y de las comunidades que luchan contra el acaparamiento de tierras sin tener títulos de propiedad oficiales. En concreto, millones de kilómetros cuadrados de tierras de pastos avivan la codicia de los inversores en el mercado del carbono. Ahora bien, en esas tierras viven pueblos con sus rebaños. Es fácil introducir en un modelo matemático la idea de que el suelo debe cambiar de afectación, pero esto no puede llevar a sacrificar en el altar del clima el modo de vida de unas poblaciones que, además, no son responsables del desastre climático” concluye Daniel Tanuro.
¿Y si a pesar de todo hubiera una solución en el marco del mercado?
Al examinar de nuevo el escenario I del GIEC, el único que a juicio de Tanuro, implica evitar la locura del “desbordamiento temporal” del 1.5°C de calentamiento, lo cual supone “mercados que funcionan plenamente y comportamientos competitivos de mercado, incluye también… un importante desarrollo de la energía nuclear. En nuestra opinión, dice Tanuro, eso basta para alinearlo en el capitalismo verde y, por lo tanto, para descartarlo… No obstante, también según el GIEC, dicho escenario requeriría una reducción significativa del consumo final de energía: -15% en 2030 y -32% en 2050. “pero una reducción tan importante es irrealizable sin una disminución de la producción material y/o de los transportes. Por consiguiente, aun olvidando por un instante nuestra oposición a la energía nuclear: ¿Sería posible quedar por debajo de 1.5°C de calentamiento sin “producir menos, transportar menos y compartir más” y sin tecnologías de emisiones negativas? Dicho de otra manera: ¿es tan necesario como hemos afirmado salir de las leyes del mercado?”
Las simulaciones del GIEC, cuya versión más radical denominada Low Energy Demand estima, según Tanuro, que “la digitalización, la electrificación y la urbanización crecientes reducirán la demanda final de energía un 40% en 2050…, lo cual permitirá el margen necesario para la descarbonización del sistema energético… Entonces la producción industrial disminuirá espontáneamente un 15%. Sin que cambie nada más: continuará la urbanización, la productividad agrícola del agronegocio seguirá mejorando el aprovisionamiento y el transporte de mercancías… continuará repartiendo las mercancías por todo el planeta. Además, la disminución del uso de biocarburantes permitirá incluso extender los bosques… ¿No es magnífico?”
Pues no, no es magnífico, replica Tanuro, para que esto funcione, hay que suponer que las empresas no se aprovecharán del aumento de la eficiencia energética para producir más mercancías. Pero esto nunca ha ocurrido en la historia de este modo de producción. Nunca: cuando la eficiencia de un proceso aumenta, los capitalistas se aprovechan siempre para producir más, para embolsarse más beneficios. Es lo que se denomina el efecto rebote. Las y los autores de Low Energy Demand lo reconocen: su proyecto solo puede salir bien si se desactiva este efecto rebote. Una parte de la solución podría venir de la reducción tendencial de la demanda en cierto número de ámbitos (debido a la urbanización, menos jóvenes comprarán coche, habrá más coches eléctricos compartidos, etc.). Pero no bastará con esto, de manera que hará falta… ¿qué? Un impuesto, ¡claro! No un pequeño impuesto: un impuesto -agarraos- los suficientemente elevado para que las facturas de electricidad de los consumidores se mantengan constantes… ¡aunque su consumo disminuya por cien¡ En realidad , hay científicos y científicas que admiten que salvar el clima requiere reducir la producción material, pero no ven que otro medio que intensificar las políticas fiscales desigualitarias,… Uno no sabe si indignarse o echarse a reír, porque estos autores y autoras… admiten que su solución “podría eventualmente ser difícil de aplicar “¡Es lo menos que se puede decir! De todas maneras, aun suponiendo que las y los empresarios se dejen privar de la posibilidad de explotar el efecto rebote y que las clases populares se dejen estafar de esa manera, salta a la vista que la crisis ecológica global estará estando allí, dado que todo continúa como antes y nada cambia en lo que respecta al declive de la biodiversidad, al envenenamiento químico de la biosfera, a la degradación de los suelos, a la perturbación del ciclo del nitrógeno…”
Desconfiemos del computador ventrílocuo
En este acápite, Tanuro discurre sobre la ideología implícita en los modelos. Con Harvey Simmons establece que “De un ordenador se recibe exactamente lo que se ha introducido en él”. El problema, precisa, no es la modelización como tal -es una herramienta fantástica- sino los presupuestos que la guían. Si los modelos climáticos “suponen mercados que funcionan plenamente y comportamientos competitivos de mercado”, dan por supuesto la continuidad de la acumulación del capital. Si suponen la continuidad de la acumulación del capital, desembocan en un escenario apocalíptico. Si se produjera ese escenario apocalíptico se pondrían en peligro” los mercados que funcionan plenamente”. ¿Entonces, qué hacer cuando se modeliza la evolución del clima respetando la doctrina neoliberal? En primer lugar, introducir hipótesis cifradas sobre el incremento de la eficiencia energética, el desarrollo de las renovables y las reducciones máximas de las emisiones (¡respetando el coste eficiente, porque hay que seguir “focalizados en la economía”!) Como los modelos dicen que esto no es suficiente, se introducen nuevas hipótesis: la bioenergía con captura almacenamiento, las otras “tecnologías de emisiones negativas”, la energía nuclear, las compensaciones de emisiones por cambio en el uso de los suelos, etc. (o bien, como aquí arriba, la hipótesis de un impuesto sobre la electricidad los suficientemente alto que impida el efecto rebote del capital”. “Algunos llaman a esto las conclusiones de la Ciencia. En realidad, el computador ventrílocuo no hace sino expresar las concepciones políticas de los científicos y científicas que diseñan los modelos”.
Con la mosca detrás de la oreja
Comienza Tanuro por resaltar dos índices problemáticos que, según dice, le ponen la mosca detrás de la oreja:
Primero: el IPBES denuncia que la pesca industrial afecta a más del 55% de la superficie oceánica. No obstante, falla al no establecer ninguna relación explícita entre este fenómeno, las tecnologías industriales, el sobredimensionamiento de la flota, la destrucción de la biodiversidad marina y los mecanismos imperialistas de dominación en los países industrializados. Tales bloques utilizan sus estados para imponer al Sur global acuerdos de pesca que, de hecho, son derechos de saqueo de los recursos pesqueros organizados, en detrimento de las comunidades locales que viven tradicionalmente de los productos del mar…y cuyo papel positivo en la preservación de la naturaleza, extrañamente, se ensalza en el informe del IPBES.
Segundo índice: al indagar sobre la contaminación, el informe se centra en los plásticos. Resulta menos incisivo sobre el impacto de los pesticidas y los fertilizantes sintéticos. Sin embargo, no abriga ninguna duda respecto a que la hecatombe de insectos voladores en Europa, se debe principalmente a los insecticidas que -¿sorpresa?- matan a los insectos. En el mismo sentido dice, está probado que la atrazina diezma los anfibios: este compuesto es un disruptor endocrino que, incluso, en dosis bajas, acaba con la fertilidad de los machos. El glifosato también es fatal por su combinación con el surfactante Roundup. ¿No resulta sospechoso alarmar sobre las tasas récord de extinción entre los anfibios (40%), sin decir palabra del hecho que los dos herbicidas más utilizados en el mundo tienen una responsabilidad aplastante en esta masacre?
¿Agricultura contra naturaleza? ¿Población contra biodiversidad?
En este acápite, Tanuro examina, críticamente las relaciones entre forestación, expansión de la agricultura y destrucción de la biodiversidad; temática que en el informe del IPBES se encuentra deformada al ignorar las relaciones sociales. “La expansión agrícola es la forma de cambio de uso de la tierra más extendida: más de un tercio de la superficie terrestre se utiliza para el cultivo o la ganadería. Esta expansión… se ha producido principalmente a expensas de los bosques (primordialmente los bosques tropicales de edad madura), los humedales y las praderas”. Pero ni toda agricultura destruye la biodiversidad… ni tampoco lo hace toda la población…; en cambio, el agronegocio destruye los modos de explotación agrícola favorables a la biodiversidad. Por tanto, hay (al menos) dos agriculturas -y dos poblaciones- cuyos impactos son muy diferentes. No decirlo es sugerir falsas conclusiones neomalthusianas…
En realidad, la concepción que subyace al informe del IPBES -enfatiza Tanuro- es que la defensa de la biodiversidad depende sobre todo de la protección de santuarios naturales. Éstos son ciertamente útiles, … por consiguiente, no se salvará la biodiversidad defendiendo oasis de bosques, de humedales o de praderas naturales en medio de desiertos infranqueables y monocultivos estimulados con pesticidas. Se salvará si, en torno a los oasis, los desiertos ceden el sitio a cultivos diversificados, salpicados de árboles, de setos, de charcas y sin insumos; dicho de otra manera, a la agroecología. Según el panel internacional de expertos y expertas sobre agricultura sostenible (IPBES), en comparación con la agricultura convencional, la agroecología aumenta la diversidad de especies en un 30% y la abundancia de organismos en un 50%. ¿Permite satisfacer las necesidades alimentarias? Globalmente si: el análisis de los resultados de las explotaciones que han pasado de la agricultura convencional a la agroecología indica una débil caída del 8% en los países desarrollados y un incremento del 80% en los países en desarrollo… La conclusión se impone: el combate por la biodiversidad se une estrechamente al de los campesinos y campesinas y al de las y los sin tierra a favor de la agroecología y la soberanía alimentaria y contra el agronegocio.
La prueba por la pesca
Esta demostración también vale mutatis mutandis, para la biodiversidad marina-dice Tanuro-. La pesca industrial y la artesanal extraen cada año el mismo tonelaje de pescado para la alimentación humana: alrededor de 30 millones de toneladas. La primera, que recibe de 25.000 a 27.000 millones de dólares de subsidios emplea a unas 500.000 personas, consume 37 millones de toneladas de fuel, arroja al mar entre 8 y 20 millones de toneladas de animales muertos y transforma otros 35 millones de toneladas en aceite o en alimento para animales. La segunda que no recibe más que de 5.000 a 7.000 millones de subsidios, emplea a doce millones de personas, consume 5 millones de toneladas de fuel, arroja al mar una cantidad insignificante de presas y no transforma casi ningún pescado en aceite o en alimento para animales. Además la eficiencia comparada de los dos sistemas es inapelable: ¡de una a dos toneladas de pescado por tonelada de fuel para la pesca industrial, de cuatro a ocho toneladas para la pesca artesanal!… Además, la agroecología y la pesca artesanal requieren más brazos que el agronegocio y la pesca industrial, la Blue growth y la apropiación de las costas por la industria turística.
En concreto, refiere el escritor belga, proteger las especies, salvar el clima, luchar contra el paro y mejorar la salud pública necesita de un gran aumento de la mano de obra ocupada en una agricultura y una pesca realmente sostenibles (en el verdadero sentido del término). Además de estas actividades productivas, añade, cuidar, proteger y restaurar los ecosistemas necesita el desarrollo de un sector de servicios de nuevo tipo, susceptible de ocupar una parte importante de mano de obra. Por tanto, hay que dejar de sembrar el pánico sobre el tema más humanos = menos no humanos. La sobrepoblación es relativa, no absoluta.
“El informe del IPBES, como ya se ha reconocido, valora el papel de los pueblos indígenas y de las comunidades. Ahora bien, sin la perspectiva que acabamos de esbozar, estos pueblos y estas comunidades, a pesar de su resistencia, continuarán estando contra las cuerdas. Su situación empeorará por que el mecanismo social de la deforestación no se reduce a la “expansión de la agricultura”. El caso de Brasil es esclarecedor: mientras no se quiebre el poder de la oligarquía terrateniente, las y los pobres rurales desposeídos sólo tendrán dos posibilidades: el éxodo rural -intentar sobrevivir en las favelas-, o desbrozar una parcelita… de la que les echarán los propietarios y propietarias terratenientes para criar ganado, cultivar soya o cederlo a la explotación minera”.
¿Cómo destruir el planeta haciéndose pasar por un amigo de la naturaleza?
En una operación engañosa, insuficientemente desenmascarada “(…) la política climática ha creado “instrumentos de mercado” que permiten a las grandes empresas contaminadoras, a los Estados y a otras entidades del Norte compensar sus emisiones comprando créditos de carbono provenientes de inversiones limpias en el Sur o de la protección de bosques y la plantación de árboles. Pues bien, este hallazgo neoliberal inspiró a las partes en la Convención sobre la Biodiversidad: una empresa puede destruir la biodiversidad en un lugar si se compromete a reconstituirla en otra… esta cumbre supuso una aceleración en la mercantilización de la naturaleza. En 2017 según la UICN, no menos de 115 países se habían impuesto el objetivo legal de prevenir cualquier pérdida neta de biodiversidad”, sobre todo mediante la compensación de biodiversidad. La “pérdida neta de biodiversidad” hace pensar inmediatamente en las “emisiones netas de CO2” Veremos que la coincidencia no es fortuita: es la misma argucia”.
En teoría las medidas de compensación deberían mantener el nivel de biodiversidad. En la práctica no ocurre así. Al igual que los créditos de emisión de carbono, raramente son equivalentes a las emisiones que supuestamente compensan, también las medidas de compensación de biodiversidad son propicias a trampas de todo tipo. La trampa está en el centro de sus objetivos: el interés de las compañías es hacer creer que el extractivismo no perjudica al medio ambiente… “Cómo destruir el planeta haciéndose pasar por un amigo de la naturaleza” esta es la preocupación que está en la base de la compensación” Pero también hay una ventaja material: comprometiéndose a reparar sus destrozos en un lugar diferente de donde los comete, una empresa dobla subrepticiamente la superficie de tierras que controla. La compensación es también una palanca para el acaparamiento de tierras (land grabbing). Lo cual demuestra que la desposesión es un rasgo estructural de la acumulación capitalista, no sólo un episodio del pasado, ligado a los cercamientos ingleses que prepararon el terreno para la revolución industrial…
En marzo de 2018, el IPBES celebró su sexta asamblea plenaria en Medellín, Colombia. El texto adoptado celebra el desarrollo de instrumentos económicos y financieros innovadores, entre ellos los mecanismos de compensación para la preservación de la biodiversidad. Para saborear la ironía de esta frase, recalca Tanuro, hay que saber que Colombia usa tal cantidad de mecanismos de compensación que no habría espacio para citarlos todos. Según un observador colombiano, “con más de 8 millones de hectáreas con título de propiedad minera y más de 130 sociedades petroleras y gaseras que operan en el país en, al menos, 1,5 millones de hectáreas (entre ellas Shell, Oxy, Chevron, Exxon Mobil y Petrobras) y miles de kilómetros de carreteras y de oleoductos que tendrán incidencia sobre los puntos calientes (hotspots) de la biodiversidad, una de las cuestiones clave es saber de dónde vendrán los centenares de miles de hectáreas necesarias para las compensaciones”.
“Especies invasoras” y jerarquía de causas
“Por detrás de las frases sibilinas sobre la gobernanza inclusiva, y a pesar de las tomas de posición favorables a los pueblos indígenas y a las comunidades, el IPBES resiste mal a la presión de los dictados de la acumulación capitalista. Habría que saber también si resiste a las presiones ideológicas que, por desgracia, están en boga. No es seguro que algunas investigadoras e investigadores no los favorezcan de forma inconsciente, e incluso consciente. Por ejemplo, el neomalthusiano Jarred Diamod…en su best seller Colapso comparaba directamente a las y los inmigrantes asiáticos con “algunas especies invasoras de plantas y de champiñones, y afirmaba que “la mayor parte de los problemas medioambientales en California” se deben al aumento de población imputable a las y los inmigrantes latino-americanos, por que las mujeres latinas procrean más”.
“(…) Ante los malos vientos que soplan en la política, hay que temer que un discurso científico ambiguo sobre las “especies invasoras” se desvíe a favor de un discurso político abyecto sobre la “invasión migratoria”. Rechazando la “guerra de especies” el botanista francés Jacques Tassin advierte (I) sobre el riesgo de generalizar los impactos de las especies “invasoras “en ecosistemas cerrados, como los lagos o islas, a los medios abiertos; (II) Hay que combatir la concepción inmutable de una naturaleza fijada como “colección de ecosistemas bien ordenados y que existe desde toda la eternidad”, en favor de la concepción de la naturaleza” perpetua renovación, sanamente gestionada y dominada”
“(…) El mundo de la biodiversidad es sobre todo el de las pequeñas cosas, de las bacterias a los insectos”, siendo la megafauna sólo un subaspecto del tema principal… ¿La clasificación del IPBES de las causas del declive de la biodiversidad está influenciado por un enfoque basado principalmente en el interés por los grandes mamíferos? Se pregunta Tanuro.
Un elefante en la habitación
En opinión del investigador belga, “(…) los trabajos encargados al Club de Roma… y los realizados después en el marco de las convenciones de Rio sobre el clima y la biodiversidad… tienen en común hacer abstracción de las relaciones sociales. “Hay un elefante en la habitación y nadie lo ve”: el movimiento feminista ha popularizado esta fórmula para expresar el hecho de que la dominación masculina está hasta tal punto omnipresente que a la sociedad patriarcal se le olvida incluso citarla para explicar fenómenos que entran por los ojos. La metáfora vale también para el capital: está hasta tal punto omnipresente en particular en la financiación de la investigación que al pensamiento científico dominante se le olvida citarlo para explicar una crisis ecológica de la que es el principal responsable. La mayoría de las investigadoras e investigadores estudia esta crisis haciendo como si la carrera por la ganancia, la rentabilidad y la competencia fueran intangibles leyes de la naturaleza. Lo menos que se puede decir, agrega Tanuro- es que esta ceguera no ayuda a disipar la confusión ideológica y estratégica ante una catástrofe que no deja de crecer.
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