Ad portas de las elecciones para renovar el Parlamento de la UE el 9 de junio: la fatídica hora de Europa

POR ENRIC JULIANA /

Europa se halla en una encrucijada. Si no avanza hacia una mayor integración y no adquiere más capacidad de competición industrial y tecnológica frente a Estados Unidos y la República Popular China, la Unión puede adentrarse en un insondable proceso de decadencia que conduzca a una lenta disgregación. No es una profecía apocalíptica. No es un negro augurio en mitad de la noche. Es la severa advertencia que se desprende de los informes presentados en las últimas semanas por Enrico Letta y Mario Draghi sobre el mercado único y la competitividad. El contenido de ambos informes, solicitados por la Comisión y el Consejo Europeos, está teniendo un fuerte impacto en las élites del continente. No oirán hablar en los bares de esos dos informes, ni serán muy citados en los mítines, pero no estaría de más leerlos antes de ir a votar el próximo 9 de junio. Ambos textos se pueden consultar aquí ingresando a los siguientes enlaces: PDF del informe de Letta y artículo de Draghi.

Si la decadencia se convirtiese en un proceso inexorable, la Unión Europea (UE) seguiría existiendo durante años, pero se convertiría en una carcasa cada vez más vacía, con crecientes enfrentamientos entre los países miembros. El bucle podría presentar la siguiente dinámica: a mayor debilidad de la entidad europea, mayor pujanza de las fuerzas nacional-populistas que dicen “mi país, primero”; a mayor pujanza del nacional-populismo, creciente formación de constelaciones “regionales” enfrentadas entre sí (norte contra sur, este contra oeste, áreas urbanas contra zonas rurales y viceversa, zonas climáticas templadas frente a zonas recalentadas, viejos contenciosos reabiertos, independencias pendientes…). Y a río revuelto, ganancia de las grandes potencias. Regreso a las trifulcas del siglo XX con los dispositivos de aceleración del siglo XXI. Una Europa sin colonias, envejecida y nostálgica, peleando por un lugar en el sol de Blade Runner, segunda parte, ambientada en 2049.

Rusia intentaría recuperar el control de buena parte del este de Europa, topando con la renacida Mancomunidad Polaco-Lituana. China no se conformaría con las posiciones adquiridas en Hungría y Serbia. Y Estados Unidos intentaría asegurarse las máximas cuotas de influencia en la Europa Occidental, como ya ocurrió después de 1945. Una Europa condenada a una irreversible decadencia oscilaría entre un nuevo Gran Juego, un avaricioso todos contra todos, y la cortina de acero que vino después de la conferencia de Yalta. Quienes en España sueñan en secreto con un debilitamiento de la Unión Europea –son pocos, pero fervorosos-, no debieran ignorar que en ese escenario de disgregación, España se convertiría a todos los efectos en colonia americana, invirtiendo de manera definitiva el proceso histórico iniciado en 1492. País bajo control geopolítico de los Estados Unidos, con creciente influencia de las potentes oligarquías latinoamericanas, cada vez más presentes en la ciudad de Madrid. A menos Europa, más motosierra. Creo que nos entendemos.

No deja de ser significativo que sean italianos los autores de los dos informes de prospectiva que enmarcan las más importantes elecciones al Parlamento Europeo que se han celebrado hasta ahora. Italia, tercer país más poblado de la Unión y miembro del G-7, posee una potente élite política e intelectual, relativamente autónoma de la coyuntura gubernamental. La política italiana es muy embrollada, sí, pero menos carnívora que la española. Hay zonas de descanso para los políticos que han alcanzado cierta notoriedad. Ellos lo llaman “la reserva de la República”. El método de elección del Presidente de la República, elección indirecta mediante un cónclave formado por diputados, senadores y representantes de las regiones, es un incentivo para que los políticos con experiencia busquen el aura del consenso para un día optar a la más alta magistratura del Estado. El sistema español incentiva a Felipe González a hablar mal de todos sus sucesores y a acudir a un programa de televisión para intentar hundir a Pedro Sánchez en las elecciones europeas. El sistema español incentiva a José María Aznar a simular que todavía sigue mandando. La política española es un ruedo en el que hay que saber matar.

‘Momento Italia’

Enrico Letta es el más joven exponente de la vieja escuela democristiana. Protegido por Romano Prodi y por su tío Gianni Letta (uno de los más influyentes consejeros personales de Silvio Berlusconi), fue primer ministro entre abril del 2013 y febrero del 2014 hasta que el hiperactivo Matteo Renzi, también proveniente de la Democracia Cristiana, le puso la zancadilla. El florentino Renzi tiene más voluntad de poder que el pisano Letta. (Florencia y Pisa, una vieja competición: siempre se han detestado). Se alejó de la política, dirigió la Escuela de Asuntos Internacionales de París y regresó a la dirección del Partido Democrático en 2021. Apoyó sinceramente el gobierno de unidad nacional encabezada por Mario Draghi entre 2021 y 2022, y al fracasar el experimento no pudo derrotar a Giorgia Meloni que asaltaba la fortaleza del establishment desde la periferia del sistema. Más profesor que condottiero, Letta es un político honesto y un europeísta convencido.

El banquero Draghi sigue siendo uno de los hombres más influyentes de Italia. Formado en Estados Unidos y con una amplia experiencia en el mundo de las finanzas, es considerado el ‘salvador’ del euro por su apuesta por la expansión monetaria cuando ejercía la Presidencia del Banco Central Europeo (BCE). Aquella frase pronunciada el 25 de julio del 2012: “El BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente”. Anteriormente fue director del Banco Mundial, director para Europa de Goldman Sachs y gobernador del Banco de Italia. En febrero del 2021, Matteo Renzi, siempre Renzi, hizo caer el precario gobierno de coalición entre el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático, para propiciar un gobierno de unidad nacional encabezado por Draghi, que tomase el control de los fondos europeos y congelase la adhesión de Italia a la Nueva Ruta de la Seda china, adhesión que escandalizaba a Estados Unidos. Después de matar a Enrico Letta, Renzi apuñaló a Giuseppe Conte, sin imaginar que el experimento Draghi colapsaría y ello significaría entregar el gobierno de Italia a los postfascistas.

Draghi no se esforzó mucho en mantener en pie su gobierno cuando vio que al experimento ya no le quedaba cuerda. Marchó con la cabeza alta. Ahora el presidente francés Emmanuel Macron amaga con proponerle como presidente de la Comisión Europea en sustitución de Ursula von der Leyen, la cual ha empezado a cortejar a Meloni para que le apoye. Se está fraguando un ‘momento Italia’ en la coyuntura europea. En estos momentos, los italianos aportan ideas y maniobras.

Europa, conjunto de asimetrías

Hay que ganar peso estratégico en un mundo polarizado por Estados Unidos y la coalición euroasiática China-Rusia. Eso dicen los informes. Eso dicen las élites europeas conscientes del momento histórico. Esa es la consigna principal, cuyo eco social es el siguiente: “Hay que ser estratégicos”. Todos nos hemos vuelto estratégicos y geopolíticos. Pero quizá haya una confusión. Por arriba proponen concentración de esfuerzos y aumento de tamaño. Más unidad y menos dispersión. Decisiones ejecutivas y ‘campeones europeos’ en los sectores económicos determinantes. En los pisos inferiores se habla otro lenguaje aunque se utilicen las mismas palabras. Se defienden los ‘campeones nacionales’, se acentúan las defensas estratégicas nacionales y se mira de reojo al país vecino. La élite europea apunta en una dirección y las pasiones nacionales apuntan en otra.

Beatriz Navarro, corresponsal de La Vanguardia en Bruselas, aportaba recientemente un interesante ejemplo en una crónica sobre el actual momento europeo. Mientras Macron llama a frenar la competencia ‘desleal’ china en algunos sectores industriales, especialmente el del coche eléctrico, Alemania, todavía traumatizada por el final del gas barato ruso, se palpa la ropa antes de entrar en una guerra comercial con China, país fundamental para sus exportaciones.

La Europa comunitaria es una realidad muy compleja que se ha ido construyendo con una cierta lentitud a lo largo de las últimas décadas. Lentitud y constancia. Ahora los tiempos exigen una aceleración súbita –Draghi dixit-, y muchas son las contradicciones que pueden estallar. Europa es un conjunto de asimetrías. Ejemplo: la compañía estatal de ferrocarriles franceses compite agresivamente en España para la explotación de algunas líneas de alta velocidad, mientras que la compañía estatal española es objeto de trabas burocráticas francesas para que no opere en la línea Barcelona-Lyon-París durante los Juegos Olímpicos de este verano. Hay que hablar más de esas asimetrías. El reloj de Europa marca angustiosamente las horas y nos viene a la memoria aquella película de Lars Von Trier titulada Europa, referida a la inmediata posguerra. De nuevo, las horas empiezan a ser angustiosas.

La Vanguardia, Barcelona.