El desplome uribista

POR LUIS EDUARDO MARTÍNEZ ARROYO

Los filósofos uribistas atribuyeron el “buen momento” de la economía colombiana, desde 2002, a la llegada de Álvaro Uribe Vélez (AUV) al poder. El razonamiento es inverso: el buen momento de su gobierno se debió al crecimiento de la demanda de comodities en el extranjero, sobre todo en China. El azar juntó sus logros en seguridad en la lucha contra la guerrilla de las Farc y el Eln y en la economía, promesas sobre las que levantó su candidatura.

Al final de sus dos gobiernos AUV no derrotó a las Farc y dejó un saldo deficitario en la economía, sin desconocer que asestó duros golpes a esa guerrilla consistentes, sobre todo, en la dada de baja a varios comandantes, casos nunca antes vistos, entre los que destacan la de Raúl Reyes, mediante el bombardeo a su campamento en Ecuador, y Ríos y la “Operación Jaque”, aunque esta estuvo viciada de trampas a protocolos internacionales. En el terreno militar se apoyó en la modernización a las FFMM aupada por el gobierno Pastrana y el Plan Colombia.

Al arribar a agosto de 2010, AUV dejaba a un país con el trofeo de haber campeonado en la inversión extranjera en la región y al mismo tiempo en desempleo. Y aunque se crea que es paradoja no hay tal, aquí para que unos vivan deben morir muchos. Manes de la globalización. Informalidad laboral, inequidad y desigualdad campearon (BBC News, 2 de agosto de 2010). Con privatizaciones e ingreso de divisas por el boom exportador originado en el extractivismo, Uribe derrochó cuantiosos recursos y no resolvió los problemas estructurales de la sociedad colombiana. Sin bloqueos ni sanciones económicas que lo atormentaran.

2011 constituye el inicio del referente histórico y cronológico más cercano a lo que un reconocido analista ha denominado El gran acontecimiento. La juventud universitaria enfrentó al estrenado gobierno de Juan Manuel Santos y su política de financiarización de la educación pública y paró el envión fondomonetarista

Fecode, los campesinos, los indígenas se movilizaron en 2013-14-15. Recuérdese la famosa sentencia de JMS “el tal paro agrario no existe”, pero las carreteras interioranas estaban bloqueadas y la producción agrícola yacía regada en ellas.

El gobierno Duque cosecha no solo el descontento popular contra el suyo, sino también el repudio contra el uribismo por su apuesta anti-paz y su legado antidemocrático de chuzadas, “falsos positivos”, parapolítica, AIS. La paradoja del uribismo es su “triunfo” del 2 de octubre de 2016, aparejado con la aparición cuasi simultánea de un rotundo rechazo, al menos la mitad de los colombianos, al expresidente. Difícil encontrar en la historia nacional un personaje que haya caído desde tan elevadas alturas al lodo del desprecio. Su oposición a los Acuerdos de La Habana escondía su temor a lo que pudiera decirse en la JEP y eso lo entendieron bien los colombianos.

La coyuntura electoral de 2010 mostró a un uribismo disminuido, que se siguió mostrando en las siguientes jornadas de 2014, 2018 y 2019. Atrás habían quedado los tiempos gloriosos de editoriales de El Tiempo que lo exaltaban como “el irremplazable” y los recibimientos clamorosos de la SIP durante su Asamblea General de Cartagena, en 2008, ideados ellos todos por Enrique Santos Calderón.

Aunque, a decir verdad, estas situaciones faustas se encontraron con los tragos amargos de enfrentamientos con la Corte Constitucional que le reversó su pretensión de considerar delincuentes políticos a los paramilitares, el encarcelamiento de varios de sus ministros por la ‘yidispolítica’, y de buena parte de sus alfiles por la parapolítica. Y ya fuera del gobierno, su proceso penal en la CSJ que lo mantiene colapsado. Uribe Vélez no se fue como había llegado. Y ese lastre lo carga su despistado muchacho.

2021 es una versión radical de los finales de 2019, tanto en intensidad como en extensión. Esta hay que unirla a las demostraciones de apoyo de la diáspora colombiana en Europa, USA y otros continentes, así como la solidaridad de pueblos hermanos. Los periodistas de la costra siguen sin explicarse a qué obedecen las protestas populares y acuden al fácil expediente de la financiación foránea proveniente del gobierno de Maduro, cuando no a los apetitos electorales de Petro. En eso han hecho causa común con personajes como Stalin Moreno, el Vago de oro, en su nuevo rol de pirata, y otros.

¿Hay riesgo de que se desgaste el movimiento y cunda la posterior desmoralización? Todo depende de la orientación que imparta la dirección y del combustible social que pueda estar almacenado.

La costra, salvo el desaire de César Gaviria y Vargas Lleras a la invitación de Duque para “salvar el país”, parece unificada en torno a la defensa  de sus privilegios y así lo han hecho saber en las declaraciones de los voceros de los gremios empresariales y de la dirigencia política tradicional.

Los negociadores del campo popular, si se llegare a formalizar una mesa, deben tener en cuenta la actitud de Duque en 2019, a raíz del movimiento de noviembre y recordársela y apoyados en eso solicitar la presencia de garantes internacionales y nacionales, estos últimos de la iglesia católica, como algunos obispos, por ejemplo, que han mostrado disposición de diálogo.

Desde algunos sectores políticos y sociales se ha levantado la consigna de la renuncia del presidente y su segunda al mando. Idos ambos, ¿qué tipo de gobierno asumiría la transición?

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