POR OCTAVIO QUINTERO
Ni global ni per cápita el Producto Interno Bruto (PIB) es la medida adecuada para calificar el bienestar social relativo de la población de cualquier país.
El neoliberalismo (moderno Midas), que todo lo convierte en dinero, permite a Bloomberg, medio digital especializado en información económica, hablando del PIB per cápita de Brasil, señalar que es “la cantidad de dinero que un país genera anualmente y distribuye (¿?) para cada uno de sus habitantes”.
Si esto fuera real, los 67 millones en pobreza extrema de Brasil, serían “ricos” de 10.000 dólares anuales; unos, 850 mensuales –28 diarios –. El nivel de pobreza extrema global se tasa en 2,15 dólares diarios, a partir de los cuales, una persona, más mal que bien, tiene para proveerse una alimentación de sobrevivencia; 700 millones de seres hoy, no alcanzan ni a eso (Banco Mundial).
Este análisis, referido a Brasil, es, por extensión, común a todos los países del mundo, incluyendo los ricos en PIB, cuya pobreza se ve en las calles pero no en los medios de prensa.
Anatol France se mofaba de la Revolución francesa diciendo que el derecho a la igualdad conquistado permitía, de ahora en adelante, tanto a ricos como a pobres dormir bajo los puentes del Sena. El sarcasmo del inmortal escritor sigue vigente; lo nuevo, es que se ha globalizado: hoy todos los puentes del mundo son dormideros de paso (resort).
Bogotá tiene un proyecto bandera: el metro elevado de Peñalosa, que tiene puentes cada 200 metros… ¡La vida que se van a dar los habitantes de calle, colonizando semejantes dormideros!