POR JONATHAN COOK
La cifra oficial de muertos y víctimas en Gaza es mentira. El número real es mucho, mucho mayor. Las cifras llevan meses estancadas. El objetivo es minimizar la barbarie israelí y adormecer a la opinión pública occidental con una falsa sensación de complacencia.
El número de muertos en Gaza es demasiado bajo según todos los parámetros imaginables. Tenemos que insistir en ello, sobre todo cuando los apologetas de Israel se dedican enérgicamente a una campaña de desinformación para sugerir que las cifras están infladas.
El 6 de mayo, 7 meses después de la matanza en Israel, se informó de que había 34.735 muertos. Es decir, una media de 4.960 palestinos muertos al mes. Hoy (finales de julio), casi tres meses después, el número de muertos asciende a 39.400, es decir, 4.665 más.
No debería hacer falta ser estadístico para señalar que, si el aumento fuera lineal, el número esperado de muertes se situaría a estas alturas en torno a las 49.600.
Así pues, incluso según el cálculo más sencillo, hay un gran déficit de muertes, un déficit que necesita explicación.
Esta explicación es fácil de dar: Israel destruyó las instituciones de Gaza y su infraestructura médica, incluidos sus hospitales, hace muchos meses, lo que hace imposible que los funcionarios de allí lleven la cuenta de cuántos palestinos están siendo asesinados por Israel.
Las cifras de víctimas mortales empezaron a estancarse en primavera, más o menos cuando Israel completó la destrucción de los hospitales de Gaza y secuestró a gran parte del personal médico del enclave.
A finales de mayo, Save the Children señaló que unos 21.000 niños de Gaza estaban desaparecidos, además de los 16.000 que se sabe que han muerto a manos de Israel. Es probable que muchos hayan sufrido una muerte solitaria y aterradora bajo los escombros, asfixiados poco a poco hasta la muerte o muriendo lentamente por deshidratación.
Pero, una vez más, es probable que incluso esas escandalosas cifras sean un grave subregistro.
La cifra lineal pierde totalmente de vista el panorama general. ¿Cómo?
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Porque además de los continuos bombardeos israelíes, los palestinos han tenido que soportar tres meses más de una hambruna que se intensifica. Cada día de hambruna mueren más personas de las que murieron el día anterior. Las muertes en una hambruna no son lineales, son exponenciales. Si ayer murieron 5 personas de inanición, hoy morirán 20 y mañana 150. Así es como funcionan las hambrunas prolongadas. Cuanto más tiempo pases hambre, mayor será la probabilidad de que mueras de inanición.
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Porque los palestinos han estado tres meses más privados de atención médica después de que Israel destruyera sus hospitales e instituciones médicas. Si padeces una enfermedad crónica -diabetes, asma, problemas renales, hipertensión, etc.-, cuanto más tiempo te veas obligado a pasar sin atención médica, mayor será la probabilidad de que mueras por una afección no tratada. De nuevo, la tasa de mortalidad en tales circunstancias es exponencial, no lineal.
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Porque sin atención médica, todo tipo de cosas que ocurren en la vida cotidiana se vuelven más peligrosas. El parto es el ejemplo más obvio, pero incluso los cortes y rozaduras pueden convertirse en una sentencia de muerte. Por lo tanto, el hecho de que los palestinos tengan ahora incluso menos acceso a la atención médica del que tenían en los primeros seis meses de la guerra de Israel contra Gaza sugiere que la gente está muriendo a causa de sucesos de la vida en un número incluso mayor de lo que ocurría antes en la matanza de Israel.
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Porque, exactamente por las mismas razones, es probable que los heridos por los continuos bombardeos de Israel tengan peor pronóstico que los heridos similares en ataques anteriores. Menos médicos significa menos posibilidades de tratamiento, significa más posibilidades de morir a causa de las heridas.
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Porque sabemos que, dadas las condiciones de insalubridad, la falta de agua y alimentos, el debilitado estado de salud de la población y la destrucción de los hospitales, ahora están estallando epidemias. La OMS ya ha advertido de un probable brote de poliomielitis, pero seguro que surgen otras enfermedades como el cólera, la fiebre tifoidea y la disentería que aún no han sido aisladas e identificadas. Incluso el resfriado común puede convertirse en una enfermedad mortal cuando el estado de salud de la población está tan comprometido.
En una carta enviada este mes por investigadores a la revista médica The Lancet se advertía sobre el probable recuento masivo de muertos en Gaza, incluso basándose, como tenían que hacer, en el número de muertos establecido.
Su argumento era que había que tener en cuenta las muertes indirectas -como las que he enumerado antes-, además de las muertes directas causadas por las bombas israelíes. Calculan, de forma muy conservadora, que el número total de personas que morirán en los próximos meses -no sólo a causa de las bombas, sino también como consecuencia de la falta de atención médica, las condiciones insalubres y la hambruna- es de 186.000, es decir, el 8 % de la población.
Esa cifra sería válida siempre que la actual política israelí de matanzas y hambrunas se detuviera de inmediato y que las organizaciones internacionales pudieran aportar ayuda de emergencia. No hay indicios de que Israel vaya a permitir nada de eso, ni de que los Estados occidentales vayan a presionar a Israel para que lo haga.
Los investigadores médicos sugieren que una estimación menos conservadora podría situar el número de muertos en Gaza en torno a los 600.000, o una cuarta parte de la población. Una vez más, esto supone que Israel dé marcha atrás inmediatamente.
Recuérdese también que, por cada persona asesinada, varias otras quedan mutiladas o gravemente heridas. Según las cifras actuales, hay más de 91.000 palestinos heridos, a muchos de los cuales les faltan miembros.
Por desgarradoras que sean estas cifras, no son más que números. Pero los muertos de Gaza no son números. Eran seres humanos, la mitad de ellos niños, cuyas vidas han sido apagadas, su potencial borrado para siempre, sus seres queridos abandonados a un dolor que los consume por completo. Muchas víctimas murieron solas con un dolor extremo o padecieron un sufrimiento inimaginable.
Ninguna de sus vidas debería reducirse a frías estadísticas en un gráfico. Pero si es así como estamos, y por desgracia lo es, entonces como mínimo tenemos que señalar que las cifras de los titulares son mentira, que la barbarie de Israel está siendo groseramente minimizada, y que estamos siendo inducidos a una falsa sensación de complacencia.
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