El capitalismo no existe para fomentar la igualdad ni reducir la pobreza sino para hacer ganancias: interpelación al exdirector del DNP, Jorge Iván González

POR ALBERTO MALDONADO COPELLO

En un artículo publicado en la revista Desde Abajo [1] el breve director del Departamento Nacional de Planeación (DNP) Jorge Iván González Borrero y además académico de larga trayectoria, se refiere a una entrevista que le realizaron al recientemente fallecido exgerente general del Banco de la República, Miguel Urrutia Montoya, en enero de 2024. En dicha entrevista abordaron el tema de la necesidad de cerrar las brechas sociales que se planteó en el Plan de Desarrollo del Gobierno de Alfonso López Michelsen (1974-1978) que tenía precisamente por título “Para cerrar la brecha” [2].

La conclusión de González es contundente: durante 50 años no se han podido cerrar las brechas y por el contrario han aumentado. “Desde el gobierno de López han pasado 50 años y las grietas no se han cerrado. Al contrario ¡se han acentuado! Todos los planes de desarrollo se han propuesto de una u otra manera cerrar las brechas. Este discurso reiterado no se ha reflejado en la realidad”. González lo considera un fracaso “secular”.

El exdirector de Planeación Nacional y profesor universitario de tesitura neoliberal, Jorge Iván González Borrero.

González no dice en su artículo en qué consisten dichas brechas, pero supongo que se está refiriendo a las desigualdades de riqueza y de ingreso fundamentalmente, desigualdades que se expresan a su vez en desigualdades en condiciones de vida y en diferencias territoriales. Plantea que con base en la conversación con Urrutia Montoya llegan a la conclusión que es imposible encontrar una causa única de las brechas pero, curiosamente, luego su artículo se enfoca en mostrar que la causa única es el predominio de la política por encima de la técnica en la gestión del Estado.

En mi opinión la interpretación que hace González está equivocada. Primero la existencia de una enorme desigualdad no es un fracaso, por el contrario, es un indicador de éxito de la sociedad capitalista. Segundo, la causa principal no es el Estado, sino el propio capitalismo.

El objetivo general y razón de ser del capitalismo es la extracción de un excedente de explotación a los trabajadores. El objetivo específico de cada capitalista e inversor es obtener la máxima ganancia posible ya sea mediante ganancias en empresas industriales, comerciales o financieras, o mediante intereses o rentas obtenidas por el préstamo del dinero o arrendamiento de terrenos. Para aumentar sus ganancias los capitalistas compiten mediante la reducción de sus costos, dentro de los cuales uno muy importante es el costo salarial, la introducción de nuevas técnicas y el desplazamiento de los competidores. El aumento de los excedentes se hace a costa de los salarios absolutos o relativos de los trabajadores y de la concentración y centralización de la producción. En toda facultad de administración de empresas les enseñan a los estudiantes cómo aumentar las ganancias y quebrar a los competidores. Pero no es necesario ir a la universidad, todos los capitalistas lo saben instintivamente.

Los capitalistas colombianos han logrado someter siempre a los trabajadores a salarios muy bajos, incluso a una parte de ellos por debajo del valor de la canasta mínima requerida para superar el umbral de pobreza, y podido aumentar la productividad con el fin de extraer enormes ganancias, como lo muestra el hecho de que en la industria manufacturera los trabajadores se quedan solamente con el 20 % del valor agregado. Igualmente, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) muestra cómo se apropian todos los años de un enorme excedente de explotación y la Superintendencia de Sociedades presenta los datos de las enormes ganancias. Finalmente, la producción, el valor agregado y los excedentes se concentran en un porcentaje reducido de grandes empresas y capitalistas.

Las desigualdades (brechas) en la riqueza y el ingreso no son un fracaso: el capitalismo colombiano ha sido muy exitoso desde la perspectiva de la lógica de su funcionamiento. El capitalismo no existe para fomentar la igualdad ni reducir la pobreza, el capitalismo existe para hacer ganancias. González podría preguntarles esto a sus compañeros de columnas de opinión en La República, cualquiera se lo explicaría en cinco minutos.

La causa de la desigualdad (las brechas) en todos sus aspectos es el capitalismo. Las desigualdades son inherentes al capitalismo. La existencia de las brechas no es un fracaso para los capitalistas y para el sistema en su conjunto. Quizá podría decirse que es un fracaso para los trabajadores.

González piensa con el deseo. Cree que el papel del Estado es cerrar las brechas, tal como lo cree la Constitución colombiana que afirma que todos somos iguales ante la ley. Plantea que “cualquier modelo de desarrollo tiene que permitir el mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población, y para ello es necesario disminuir las brechas sociales”. Todo el mundo está de acuerdo con el propósito. Pero no en el diagnóstico:  la causa no es el Estado.

González habla de modelo de desarrollo pero en su artículo no aparece ni una sola vez el término capitalismo ni mucho menos modo de producción capitalista. Prudentemente omite referirse al “modelo de desarrollo” que genera las brechas. El capitalismo es sinónimo de concentración de la riqueza y del ingreso, de concentración de la producción y las ganancias, de pobreza absoluta y relativa. Pero González prefiere no ir al fondo del asunto y decide quedarse en la superficie: afirma que en Colombia el balance entre la técnica y la política no ha sido exitoso y “por esta razón las brechas no se han cerrado”.

Señala que el Estado no tiene una visión de largo plazo ni estratégica, que las inversiones no están orientadas por propósitos estratégicos sino que se fraccionan en pequeños proyectos respondiendo a las presiones políticas: no se ha cumplido la tarea de construir una razón pública estratégica. Esto es verdad, pero de ahí a afirmar que es la causa de las desigualdades hay una enorme brecha.

Llega incluso a afirmaciones de una superficialidad pasmosa: “En Colombia la planeación ha fracasado porque regiones riquísimas tienen hogares pobrísimos. El Magdalena Medio lleva más de un siglo explotando petróleo y las condiciones de vida de las familias son lamentables. La situación es similar en otras regiones, como La Guajira. Es inaceptable que en los dos grandes puertos del país se presenten niveles de pobreza intolerables como los de la isla Cascajal en Buenaventura y los de la Popa en Cartagena”. Juzga la realidad desde una noción abstracta: es inaceptable, es intolerable, ¿Por quién? El hecho es que las poblaciones pobres y miserables tienen que aceptarlo y tolerarlo. Con decir que es inaceptable e intolerable no se explica nada. Pero nuevamente González cae en la tesis de que es culpa de la mala planeación del Estado: “El saber técnico no ha logrado convencer al país que las soluciones a los problemas de la Guajira requieren implementar una estrategia de ordenamiento del territorio que toma 20 años”.

Todo es culpa del Estado. Dicho sea de paso, tan poco es que profundice en las razones por las cuáles el Estado no ha adoptado una razón pública estratégica sino por qué los técnicos tienen tan reducida capacidad de convencimiento.

Para rematar González cree que coordinó la elaboración de un plan en el cual predomina una razón pública estratégica, en el que se proponen grandes transformaciones que supuestamente “sentarían las bases para cerrar las brechas”, pero el problema es que el gobierno no sigue sus orientaciones. Se tiene confianza González. Podrá engatusar a periodistas que no estudian, como María Jimena Duzán, y consideran que es un extraordinario plan. Pero la revisión del documento muestra que técnicamente es bastante flojo y además que no se propuso metas de fondo para cerrar las brechas. Remito al lector a un artículo en Revista Sur [3] en el cual examino algunos aspectos del Plan de Desarrollo coordinado por González pero transcribo a continuación lo que escribí sobre las metas:

Estas metas muestran que los sueños técnicos de González son más bien modestos: se trata de dejar las cosas más o menos al nivel en que están. Se propone bajar pobreza monetaria de 39,3 % a 35,5 %, la pobreza extrema monetaria de 12,2 % a 9,6 %, la pobreza multidimensional de 16,0 % a 9,5 %, la informalidad del 59 % al 55,4 %, la población joven que ni estudia ni trabaja del 24,8 % a 21 %. No parece un cambio estructural ni mucho menos revolucionario. En desempleo proyecta reducir la tasa al 8,8 % al final de período y en desigualdad proyecta que las cosas sigan igual. Se hubiera esperado que un gobierno de izquierda y progresista se propusiera metas ambiciosas en reducción de la desigualdad.

No parecen las metas de un gobierno de cambios profundos ni de transformaciones estructurales. No son metas ni reformistas ni revolucionarias. Son metas de una modestia y timidez insuperables. Según esto, aunque se cumplieran plenamente las metas, nada cambiaría. ¿Este fue el gran aporte de González a la elaboración del Plan de Desarrollo?

No es posible eliminar la desigualdad ni disminuirla sustancialmente.

González da la prueba empírica. En 50 años no se han podido reducir las brechas e incluso han aumentado. Esto comprueba las tesis de Marx en El Capital. En el marco del capitalismo colombiano nunca va a desaparecer la desigualdad estructural, es decir la distinción entre capitalistas y trabajadores asalariados y tampoco las desigualdades resultantes de dicha estructura.

Notas

[1] Mirando la planeación con escepticismo, Jorge Iván González, agosto 20- septiembre 20 de 2024, Revista Desde Abajo, pp. 6-7.

[2]  https://www.dnp.gov.co/plan-nacional-desarrollo/Paginas/para-cerrar-la-brecha-1974-1978-alfonso-lopez.aspx

[3] https://www.sur.org.co/la-facticidad-y-validez-del-plan-de-desarrollo-coordinado-por-jorge-ivan-gonzalez/

Revista Sur, Bogotá.