Heinrich: la teoría monetaria del valor, primera parte

POR ALBERTO MALDONADO COPELLO /

El capítulo 6, La teoría monetaria del valor [1], se divide en cinco secciones: 1) la crítica a la teoría del valor trabajo de Marx; 2) la teoría del valor entre naturalismo y teoría de la sociedad; 3) análisis de la forma del valor, proceso de cambio y dinero; 4) el problema de la mercancía dinero; 5) dinero y circulación simple- la no neutralidad del dinero.

La traducción y notas de este capítulo se divide en dos partes. En esta primera abordamos las dos primeras secciones. En la segunda parte abordamos las tres secciones siguientes.

Señala Heinrich que la imagen de Marx dentro del movimiento de los trabajadores fue cambiando y se presentaron diferencias sustanciales en la interpretación de las diferentes fracciones. Pero tenían una cosa en común: en las diversas interpretaciones desapareció Marx como crítico de la economía política. Se reconocía que Marx había criticado ciertas teorías pero no se daban cuenta que había sometido a crítica el campo teórico de la economía política en su totalidad. No se daba suficiente importancia al subtítulo de El capital ni al hecho de que Marx no se consideraba como un miembro de la economía política. El aspecto relativo a la crítica gnoseológica solo comenzó a ser abordado en los años 60 y 70, cuando como consecuencia del movimiento estudiantil se desarrolló una nueva recepción de Marx con énfasis filosófico y metodológico (p. 296).

Hubo progresos notables pero al tiempo se descuidó el objetivo de Marx de exponer el modo de producción capitalista.

Tres problemas que la economía política no había podido resolver:

  • No captó el nexo entre valor y dinero. Marx les reconocía haber captado el contenido del valor, pero no la forma del valor, y por tanto no haber comprendido la forma dinero.
  • No fue capaz de explicar el cambio entre capital y trabajo sobre la base del cambio entre equivalentes.
  • No distinguió entre valor y precio de producción, por lo que no logró mediar entre el valor determinado mediante el tiempo de trabajo con la existencia de la ganancia media.

Para Marx, en estos tres problemas se expresaban los límites fundamentales de las categorías de la economía política, y con la crítica de tales categorías Marx intentaba resolverlos, dado que era esencial para la comprensión del capitalismo. La crítica de la economía política no debía ser solamente una crítica categorial, sino que debía proporcionar un saber positivo sobre la economía capitalista (p. 296).

Considera Heinrich que en esta doble tarea Marx no siempre logró despegarse del discurso de los clásicos, de modo que su argumentación presenta algunas ambigüedades y problemas. Se propone Heinrich, en este y los siguientes capítulos, mostrar como Marx realizó, por un lado, una ruptura con el campo teórico de la economía política clásica, pero por el otro permanece vinculado, en medida no irrelevante, a este mismo campo teórico. En el campo teórico inaugurado por Marx también está presente el discurso de la economía clásica y lleva en conceptos de fondo a ambivalencias que generan algunos problemas específicos de la exposición marxiana (como por ejemplo, el tan debatido problema de la transformación de valores en precios de producción), lo cual constituye la base para criticas e interpretaciones diferentes. (p. 297).

La crítica a la teoría del valor trabajo de Marx

Las críticas se dirigen principalmente a la exposición en el primer capítulo de El Capital. Wicksell[2], en 1893, lamentaba la insuficiente “demostración” de la teoría del valor trabajo. La formulación clásica de esta crítica se encuentra en Bohm-Bawerk (1896). Según estos autores Marx: a) habría en primer lugar deducido de la consideración de una simple equivalencia de cambio la necesidad de un tercer elemento que las mercancías debían tener en común para poder ser comparables; b) en un segundo pasaje, procediendo por exclusión, había identificado en el trabajo abstracto la sustancia de este tercer elemento.

Bohm-Bawerk puso en duda la rigurosidad de los dos textos. Dado que para él el cambio no tiene que ser concebido como una equivalencia, no habría necesidad alguna de un tercer elemento; pero incluso admitiendo esta necesidad, el argumento según el cual la única propiedad común a las mercancías cambiadas sería aquella de ser productos del trabajo no sería correcta puesto que, en primer lugar, no solo se cambian productos del trabajo y, en segundo lugar, también los productos del trabajo que se cambian poseen como mínimo la utilidad como una propiedad común. Este argumento es retomado en parte por algunos autores de orientación marxista.

Resumen de lo planteado por Marx

Comienza el análisis de la mercancía observando que ella tiene por un lado valor de uso y por el otro es portadora de valor de cambio. En un principio, el valor de cambio de una determinada mercancía es la cantidad de otra mercancía contra la cual se cambia. Pero como una mercancía se cambia con diferentes, mercancías, ella tiene diversos valores de cambio. Se concluye que los diversos valores de cambio deben ser recíprocamente sustituibles, o ser valores de cambio de magnitud igual. Los diversos valores de cambio de una mercancía son una determinada cantidad de diferentes valores de uso. La relación “es valor de cambio de” define una relación de equivalencia sobre la totalidad de la cantidad de mercancías (p. 299).

Se pregunta Heinrich si el punto de partida de Marx, es decir, la relación de cambio de una mercancía con otra es legítimo. Hay que tener en cuenta que según el primer párrafo del capítulo 1 es claro que Marx no parte de la mercancía en general, sino de la mercancía al interior de las relaciones capitalistas. Pero dentro de estas relaciones capitalistas no se dan relaciones de cambio inmediato entre mercancía y mercancía, sino un cambio de mercancía por dinero. Pero no es suficiente por el momento hacer referencia al dinero y al hecho de que es también una mercancía y que por tanto M-M sería simplemente una exposición abstracta de M-D. El dinero es un objeto empírico, que debe ser producido como objeto teórico.

El cambio considerado, M-M, es el resultado de los actos circulatorios M-D y D-M. La relación de intercambio M-M, por tanto, no es la representación de un cambio inmediato de mercancías, como a menudo se supone, sino una construcción conceptual apta para indagar las determinaciones más generales posibles de la producción de mercancías: la mediación del metabolismo social por medio del cambio. (p. 299). Pero ¿qué autoriza a Marx a concluir (implícitamente) que la relación “es valor de cambio de” es una relación de equivalencia? A Marx no le interesa el cambio ocasional, sino el cambio como forma dominante de mediación de la reproducción social. Si es así, entonces no se puede realizar alguna ganancia duradera mediante el simple cambio, y esta condición se satisface precisamente si la relación “es valor de cambio de” es una relación de equivalencia.

A partir de lo anterior Marx concluye que el valor de cambio puede ser, en general, solo el modo de expresión, la forma fenoménica, de un contenido distinguible de él. Marx no se limita a constatar la equivalencia, sino que concluye sobre la existencia de un contenido de la mercancía que está en el fundamento de esta relación: está buscando el significado económico.

Marx plantea una relación entre dos mercancías, como ejemplo: 1 quarter de trigo = x quintales de hierro. ¿Qué dice esta equivalencia? Que en dos cosas diversas existe un elemento común de la misma magnitud. Los dos son iguales, por tanto, a una tercera cosa que en sí y por sí no es ni la una ni la otra; y cada una de las dos, en cuanto valor de cambio, debe ser siempre reducible a esta tercera cosa. Debe, por tanto, haber una cualidad que poseen en la misma medida estas dos cosas, con respecto a la cual son iguales; deben ser iguales con relación a una cualidad definida cuantitativamente. Lo particular del razonamiento de Marx no es el hecho de deducir la existencia de una cualidad común, sino el hecho de que coloca esta cualidad, en un cierto sentido (por precisar) en las mismas mercancías. Marx habla luego de una sustancia común.

Para definir este tercer elemento Marx desarrolla su argumentación en tres pasos: 1) Afirma que la cualidad en cuestión no puede referirse a alguna propiedad natural de los cuerpos de las mercancías, dado que estas propiedades naturales tienen que ver solo con el valor de uso. Se puede objetar que los propietarios de las mercancías tienen mucho interés en el valor de uso; pero no se trata todavía del movimiento de los poseedores de mercancías, sino de las relaciones de cambio mismas. Marx se ocupará de los intereses de los poseedores de mercancías en el segundo capítulo, cuando investigue el proceso de cambio; 2) Después de hacer abstracción del valor de uso, Marx concluye que solo queda una única propiedad en común de las mercancías, aquella de ser productos del trabajo.

Hasta aquí Marx ha hablado en general de las mercancías; no ha explicitado el hecho de que se ocupa solo de la forma mercancía de los productos del trabajoEn este sentido, no sin cierta razón Bohm-Bawerk le reprocha a Marx haber excluido de su indagación, sin darse cuenta, con elusiva habilidad dialéctica, de una parte esencial de los bienes con valor de cambio, es decir, de aquellos bienes que no son producto del trabajo. En la Contribución Marx respondió a esta objeción prometiendo ofrecer una explicación para el valor de cambio de simples fuerzas naturales en el capítulo sobre la renta de la tierra; 3) Como tercer paso, Marx determina el carácter del trabajo que produce la mercancía. Dado que se abstrae del valor de uso, entonces las mercancías no pueden ser entendidas como productos de trabajo concreto que producen un valor de uso determinado. La mercancía es considerada aquí exclusivamente como producto de trabajo en general. Los diversos trabajos concretos son ahora reducidos todos a trabajo humano igual, trabajo abstractamente humano. El trabajo abstractamente humano es la sustancia social común a todas las mercancías cambiadas. En cuanto cristales de esta sustancia, las mercancías son valores.

Marx no intenta demostrar la teoría del valor trabajo. Esta cadena argumentativa expuesta, es normalmente vista como el intento de ofrecer una demostración de la teoría del valor-trabajo. Por teoría del valor trabajo se entiende, en estos casos, el enunciado según el cual las proporciones de cambio de las mercancías son determinadas por el tiempo de trabajo empleado para producirlas (p. 301). Los críticos piensan que Marx, entre millones de actos de cambio que ocurren en el mercado, había extractado uno, lo había considerado más precisamente y había constatado que en el cambio tiene lugar una equiparación entre cantidades de trabajo.

Dado que en el tomo III de El Capital Marx determina en modo diferente las proporciones de cambio (el cambio no se da a los valores sino a los precios de producción). Bohm-Bawerk cree poder identificar una contradicción fundamental en la teoría marxiana, en cuanto que Marx afirmaría sobre la misma circunstancia empírica, dos cosas en contradicción entre ellas (p. 302).

En trabajos recientes no se pone el énfasis en esta contradicción señalada por Bohm-Bawerk o ni siquiera se menciona, dado que se reconoce que Marx, en el primer capítulo, no pretendía hacer afirmaciones de naturaleza empírica sobre las reales proporciones de cambio en la economía capitalista. Pero la sección sobre la mercancía y el dinero se entiende como referida a un determinado modelo (ya sea que se trate de una producción simple de mercancías o de una producción capitalista de mercancías con una composición orgánica igual de los diversos capitales) y la validez de la teoría del valor trabajo viene luego puesta en duda con argumentos similares a los expuestos por Bohm-Bawerk (el cambio no tiene necesidad de un tercer elemento común, el procedimiento por exclusión es inadecuado, etc.).

Este modo de ver el asunto, sin embargo, no tiene nada que ver con la problemática de Marx. Marx no considera la mercancía como un objeto empírico, encontrado más o menos casualmente y que trataría de analizar desde distintos puntos de vista (p. 302). En las notas marginales a Wagner, dice Marx que él parte de la forma social más simple en que se presenta el producto del trabajo en la sociedad actual, el producto en cuanto mercancía.

El objeto de estudio de Marx no es simplemente la mercancía, sino la mercancía como forma social del producto del trabajo, y aquello que es social en la mercancía es su valor. El problema que se plantea Marx no es demostrar que el trabajo es la sustancia del valor, sino el reconstruir, a partir de esta forma social del producto del trabajo, el carácter específicamente social del trabajo que se presenta en tal modo. (p. 303).

El hecho de que la producción de mercancías no sea la forma natural sino una forma histórica de la producción social significa justo que el carácter social del trabajo que produce mercancías debe ser distinto de aquel trabajo hecho en un contexto social no basado sobre la producción de mercancías. Hay una diferencia sustancial entre la producción de mercancías y otras formas de producción; en las formas de producción común el carácter social de la producción es un presupuesto, en la producción de mercancías el trabajo se ejecuta privadamente y obtiene su carácter social, su reconocimiento como parte del trabajo social completo, solo a posteriori, en el cambio (p. 303).

Marx desde el comienzo considera a la mercancía como materialización del trabajo social y aquello que intenta determinar en primera instancia no es la relación cuantitativa de cambio, sino el carácter específico del trabajo que produce mercancías (pp. 303-304). En la Contribución a la crítica, dado que este objetivo es formulado explícitamente desde el comienzo, Marx no utiliza ni el tercer elemento en común ni un procedimiento por exclusión para identificar en el trabajo la sustancia de este tercer elemento. Ni Bohm-Bawerk ni otros críticos más recientes parecen haber notado que una parte considerable de sus objeciones no encajan con la línea argumentativa de la Contribución.

 Las figuras argumentativas cuestionadas se deben muy probablemente a la popularización de la cual habla Marx en el prefacio a la primera edición de El Capital. El hecho de que Marx, con toda evidencia, no se interesaba en una demostración de la teoría del valor-trabajo, surge de la frase en la Contribución en la cual observa que es una tautología definir el trabajo como única fuente del valor de cambio.

No es plausible considerar que la tergiversación de la problemática de Marx por parte de sus críticos se debe simplemente a insuficiencias individuales; las diversas críticas dirigidas a la carencia de una demostración de la teoría del valor tienen en común el hecho de situar la argumentación de Marx dentro de su propia problemática empirista. Se da por descontado que Marx parte de un fenómeno inmediatamente dado (el cual puede ser también un modelo) y quiere encontrar sus factores determinantes mediante simples abstracciones. Pero, como se planteó en capítulo anterior, Marx ha roto con el empirismo del campo teórico de la economía política. Marx tiene bien claro que lo dado innegablemente simple de lo empírico es una síntesis de múltiples determinaciones y que por tanto se necesita la construcción conceptual. Los fenómenos empíricos están siempre formados, existen solo dentro de determinadas formas sociales que aparecen a la impresión inmediata como formas naturales. Pero de esta ruptura con el empirismo Marx, sin embargo, ha tomado conciencia en forma insuficiente. (p. 304-305).

En la Contribución, Marx indica incluso que es tarea de la economía política rastrear las formas sociales, las determinaciones de la forma económica. Pero en El Capital, por el contrario afirma, que la economía política analizó, aunque en modo incompleto, el valor, la magnitud del valor y el contenido escondido en tales formas. Pero nunca se preguntó por qué este contenido asume aquella forma (p. 305). Marx es consciente de estar tratando de responder una pregunta que la economía política no se formuló; al indagar las formas sociales en las cuales existen los fenómenos empíricos y se manifiestan como lo simple dado, Marx se plantea un problema que todo empirismo ignora en cierto sentido por definición, y que también sus críticos modernos, a causa de su empirismo, no logran ver. (p. 305).

La teoría del valor entre naturalismo y teoría de la sociedad

Para la economía política clásica el trabajo es siempre solo un proceso individual entre el ser humano y la naturaleza, que para el ser humano significa sobre todo la fatiga y la incomodidad. Dado que la referencia última de la economía política es siempre el individuo singular, la antropología del poseedor de mercancías transfigurado en el ser humano, para ella la forma específicamente social del trabajo que produce mercancías no es un objeto de indagación (p. 305). Tanto la economía política clásica como el marginalismo tematizan el cambio de mercancías siempre solo como acto entre dos poseedores de mercancías individuales. Para ambos paradigmas, la cuestión de la determinación cuantitativa está en primer plano, y en ambos esta cuestión es resuelta mediante el recurso a la antropología (pp. 305-306).

La conmensurabilidad, que en el cambio está siempre presupuesta, no es reconocida como un problema teórico, sino aceptada simplemente como un dato empírico. A pesar de sus diferencias en el plano del contenido, la teoría del valor objetivo de los clásicos y aquella teoría del valor subjetivo del marginalismo coinciden en cuanto a la estructura individualista-antropológica de sus discursos.  Marx, a diferencia de estas escuelas, no asume el cambio de mercancías simplemente como forma de mediación de la producción social: lo considera ante todo como la expresión de una forma específica del trabajo social. Marx no se pregunta que cosa piensan los sujetos del cambio mientras cambian, cuáles intereses persiguen, etc., en cambio estudia el modo en el cual está estructurado aquel trabajo social que no deja a los individuos otra posibilidad que el cambio (p. 306).

Dado que los individuos desarrollan su trabajo individual en la forma de trabajos privados independientes los unos de los otros, ellos deben intercambiar sus productos. Porque este es el único modo en el cual los trabajos privados pueden tener lugar como elementos del trabajo social completo. Pero la socialización de los productores individuales es posible solo si entre los diferentes trabajos privados existe un nexo social coherente. La generación de esta coherencia es, ciertamente, el resultado de la actuación de los individuos, pero no es un resultado transparente a los individuos en cuanto tales, o del cual sean conscientes. Para el individuo este resultado es un presupuesto de su acción, que el encuentra ya dado cuanto actúa. A él le parece que este presupuesto está ubicado en las propiedades objetivas de la mercancía o del dinero, que son dadas por naturaleza, lo mismo que la ley de la gravedad. En este sentido Marx habla de fetichismo. A este fetichismo está sujeta no solo la consciencia común, sino también la economía burguesa clásica, a causa de su empirismo. (p. 307).

Es la determinada modalidad de socialización la que asigna a los individuos sus lugares y les dicta su racionalidad; ella por tanto no puede ser descifrada a partir de los individuos y de su racionalidad. El análisis no puede basarse en la perspectiva de los individuos y más bien ésta debe ser explicada. Aquí resulta clara la ruptura con el campo teórico de la economía política. Los fenómenos económicos no se explican recurriendo a los intereses de los agentes individuales, a una determinada antropología económica. Por el contrario, se reconstruyen sobre la base del contenido formal de las acciones (de las cuales normalmente los individuos no se preocupan de hecho), la socialidad específica del trabajo, las relaciones de producción específicas que están en la base de las acciones de los individuos. Solo a continuación se pueden indagar los intereses y los movimientos de los agentes económicos (p. 308).

El núcleo de la teoría marxista del valor

La exposición de la forma específicamente social del trabajo, y la manera en la cual afecta las diversas formas económicas de la forma mercancía del producto del trabajo hasta llegar a la ganancia y al interés, constituye el propio y verdadero núcleo de la teoría marxiana del valor-trabajo. Si en cambio, la teoría del valor de Marx se interpreta como una teoría cuantitativa enfocada en la cantidad de trabajo, cuyo objetivo esencial sería demostrar que la ganancia es reducible a una determinada cantidad de trabajo no pagada, entonces ahora Marx es reducido al nivel teórico de un ricardiano socialista. Sin embargo Marx se plantea la cuestión mucho más fundamental del modo en el cual en una sociedad de productores privados se produce un nexo social coherente. (p. 308).

El trabajo abstracto

El análisis del cambio de mercancías lleva a Marx al carácter específicamente social del trabajo que produce mercancías. Solo al interior del cambio, los productos del trabajo reciben una objetividad de valor socialmente igual, separada de su objetividad de uso diferente a los sentidos. En cualquier sociedad en que exista la división del trabajo el producto del trabajo individual debe satisfacer una necesidad social. El trabajo individual es al mismo tiempo parte del trabajo social total y posee por tanto un carácter social. Sin embargo, en la producción de mercancías, este carácter social no basta: el producto del trabajo individual debe ser cambiado y eso significa que el trabajo individual privado es reconocido como parte integrante del trabajo social completo solo si puede ser equiparado a los otros trabajos privados. Los trabajos individuales deben valer como iguales unos a otros. (p. 309).

Surge ahora la pregunta sobre qué hace que surja esta equivalencia de la cual habla Marx. Se puede deducir que esta equivalencia no expresa otra cosa que la igualdad de los trabajos privados en cuanto trabajo humano. A continuación se puede preguntar si esta igualdad se apoya en una propiedad que corresponde a todos los trabajos privados en forma igual e independientemente el uno del otro, o se trata de una determinada relación social de los trabajos privados entre ellos. En el contexto del análisis de la forma de valor y de la parte sobre el carácter fetichista de la mercancía, Marx argumenta sin dudas en favor de la segunda opción. La igualdad de los trabajos privados en el cambio no es una simple propiedad que corresponda a los trabajadores privados individuales de por sí, sino que es efectivamente una determinada relación social en la confrontación entre todos los trabajos privados. Y es solo en virtud de esta igualdad no natural, sino específicamente social, que se puede hablar de trabajo abstracto (p. 309).

El trabajo abstracto es una determinación específicamente social que tiene solo lugar mediante el cambio; en la edición francesa reitera que la reducción de los diversos trabajos privados concretos a esta abstracción de trabajo humano igual se cumple solo mediante el cambio. (p. 309).

No es una abstracción mental consciente de los individuos. Marx aquí enuncia claramente que no se trata de una abstracción operada conscientemente por los sujetos del cambio. También aquí vale la afirmación: no lo saben, pero lo hacen. No se trata de un procedimiento intelectual de abstracción; la abstracción se cumple por medio de las acciones de aquellos que cambian (p. 310).

Al poner el acento en la cuestión del carácter específicamente social del trabajo que produce mercancías y respondiendo a un interrogante al cual no es posible responder recurriendo a la perspectiva de las acciones de los agentes involucrados (o a sus operaciones de abstracción), Marx abandona el campo teórico de la economía clásica. Por esto subraya, con razón, que la distinción nunca hecha por los clásicos entre trabajo en cuanto produce valor de uso y el trabajo que produce valor, es el punto crucial en torno al cual gira la comprensión de la economía política (p. 310).

Pero se encuentran ambivalencias en Marx en la exposición de este concepto fundamental. Tanto en la Contribución como en la primera edición de El Capital, Marx todavía identificaba el trabajo abstracto con el trabajo simple, no cualificado.

Marx aquí identifica dos abstracciones diferentes. Por una parte, la abstracción del trabajo cualificado, el trabajo simple siempre más maquinizado, es decir, un tipo particular de gasto de trabajo; por la otra, el trabajo abstracto que no existe en ninguna parte como tipo particular de gasto de trabajo. (p. 311). En la primera edición de El Capital al comienzo no se habla de trabajo abstracto, solo de trabajo como sustancia del valor. El término aparece por primera vez en el análisis de la forma de valor simple. Solamente en la segunda edición Marx distingue netamente el trabajo simple del trabajo abstracto, y desde el comienzo pone el trabajo abstracto como sustancia del valor.

Pero todavía hay allí ecos naturalistas de la determinación del trabajo abstracto. Al final de la segunda sección Marx afirma que todo trabajo es gasto de fuerza de trabajo en sentido fisiológico y en esta propiedad de trabajo humano igual, es decir, de trabajo abstractamente humano, constituye el valor de las mercancías (p. 312). Aquí parece que el trabajo abstracto humano hace referencia a propiedades naturales del trabajo, a sus determinaciones fisiológicas más generales, que están siempre presentes pero se volverían relevantes en términos de creación de valor solo con la producción de mercancías. Y afirma Heinrich que el hecho de que la abstracción del trabajo no es una propiedad natural sino una propiedad social del trabajo, el hecho de que se trata de una abstracción de la diversidad de los trabajos que ocurre en el cambio, no resulta claro al interior de las dos primeras secciones del capítulo 1 de El Capital (p. 312).

Heinrich considera que esto no es solo un problema de expresión. Marx desarrolló su discurso no solo en oposición a la economía política, sino también como precisión de esta última. Del doble carácter del trabajo que produce mercancías se dio cuenta relativamente tarde, y cuando lo hizo, estaba en primer plano la idea de que los clásicos habían distinguido en la mercancía entre valor de uso y valor de cambio, pero que no habían considerado este doble carácter de la mercancía se debía fundamentar en el doble carácter del trabajo que produce mercancías. Ahora, entonces, la concepción fisiológica del trabajo abstracto se podía leer, sin más, como una precisión en la confrontación con los clásicos; esta categoría serviría para precisar una distinción que los clásicos dejaron incompleta. (p. 312). Pero con esta concepción no se separa de los clásicos que interpretan el trabajo como un proceso no social entre el hombre y la naturaleza. Esto solo ocurre cuando el trabajo abstracto es de verdad entendido como determinación específicamente social del trabajo.

En la ambivalencia que caracteriza a la definición de trabajo abstracto reside también la razón por la cual en la literatura, a menudo se pregunta si el trabajo abstracto ha existido en todos los modos de producción o si es específico de la producción de mercancías. (p. 313). Si se asume el trabajo abstracto como trabajo fisiológico, entonces cualquier trabajo puede ser interpretado como trabajo concreto y trabajo abstracto. En el segundo significado, como abstracción de los trabajos concretos en el cambio, está limitado a la sociedad burguesa.

En las páginas 313 y 315 examina las posiciones de algunos autores sobre el tema. Menciona a Wolff quien plantea que el trabajo abstracto tiene también un significado social en comunidades no capitalistas, dado que hay una equiparación de trabajos, pero señala que en este caso la equiparación es un acto del teórico que observa, y no una equiparación real en el cambio. Examina también la posición de Rubin que considera que hay trabajo igualado en todas las sociedades, pero que esto adquiere una forma específica en la sociedad capitalista; señala que Rubin no ve incoherencias o ambivalencias en la exposición de Marx, aunque se da cuenta que el significado propio del trabajo abstracto no se desarrolla suficientemente en las dos primeras secciones, y destaca la referencia de Marx al trabajo fisiológico.

La objetividad de valor

Una concepción social. Si el trabajo abstracto se concibe como una determinación puramente social del trabajo que produce mercancías, entonces decir que el trabajo abstracto es sustancia del valor solo puede significar que el carácter específicamente social del trabajo se refleja objetivamente en el carácter de valor del producto del trabajo: la relación social se refleja como propiedad objetiva de las cosas (p. 315). Pero aquí hay también ambivalencias. En las dos primeras secciones se puede encontrar también una concepción naturalista del trabajo abstracto (de hecho, ahí no aparece el concepto de carácter social del trabajo). De este modo, resulta posible concebir la sustancia del valor no como reflejo objetivo de una relación social específica, sino como un sustrato presente en la mercancía individual.

En esta perspectiva, la objetividad de valor sería una propiedad de la mercancía individual, la cual le habría sido conferida por medio del gasto de trabajo abstracto (entendido como propiedad fisiológica de un trabajo cualquiera), por tanto, antes e independientemente del cambio. A menudo, por tanto, se interpreta el tercer elemento en común del cual habla Marx al inicio del capítulo sobre la mercancía, como una propiedad que toda mercancía posee antes de ser cambiada y que hace posible después la equiparación en el cambio (p. 315). Marx en el manuscrito de adiciones y comentarios se expresa en contra de tal concepción de la objetividad de valor, pero reconoce que su exposición en la primera edición da lugar a tal concepción, dado que en la reducción mediante el análisis del valor a objetivación de trabajo humano no se precisó suficientemente que esta objetivación solo existe en la relación de cambio.

El valor es una objetividad que pertenece solo colectivamente a los productos del trabajo: las mercancías tienen el tercer elemento en común solo cuando aparecen juntas, es decir, cuando en el cambio están relacionadas una a la otra como mercancías. Las propiedades naturales del cuerpo de las mercancías, que constituyen un determinado valor de uso, son propiedades objetivas independientemente del nexo social. La objetividad de valor, por el contrario, pertenece al cuerpo de la mercancía solo al interior de determinadas relaciones sociales (la producción de mercancías), y es por tanto una propiedad social, la cual sin embargo se manifiesta como una propiedad objetiva, que es lo que constituye el carácter de fetiche de la mercancía. (p. 316). Lo esencial es que esta propiedad social existe solamente en la relación social entre mercancías, es decir, en el cambio. Tomado por fuera de la relación de cambio, el cuerpo de la mercancía es solo un simple producto. En la primera edición Marx habla de una sustancia social en común, en la segunda, de una sustancia social colectiva. En la segunda expresión queda más claro que las mercancías no pueden tener esta sustancia singularmente.

La objetividad de valor es distinta de cualquier objetividad física; Marx usa varios términos como objetividad abstracta, una cosa del pensamiento, una objetividad espectral, una objetividad puramente fantástica. Esta posición ha sido objeto de críticas. Hay un argumento que sostiene que en la producción capitalista no se produce a la ciega, que siempre se produce con vistas al mercado, y que por tanto se podría hablar de mercancía y valor ya antes del cambio; para Heinrich este argumento no capta el punto de la discusión. La simple intención del productor de llevar su producto como mercancía al mercado, no le confiere ninguna objetividad de valor. Es solo posteriormente que se descubre si el trabajo privado, individualmente realizado, es efectivamente reconocido como para integrante del trabajo social total; si se pudiese asignar valor al producto ya antes del cambio, se daría este problema por resuelto.

Afirma Heinrich que Backhaus y Reichelt le reprochan por aceptar una teoría de dos mundos de carácter burgués. El primer mundo consistiría en una esfera de la naturaleza real, en el cual las mercancías serían solo productos, el segundo mundo sería el mundo del cambio. Considera que entendido en una forma tan genérica, estos dos mundos no expresarían más que la específica socialidad del trabajo en la sociedad burguesa. El trabajo se gasta privadamente (en un mundo) y solo a posteriori (en el otro mundo) es reconocido como parte del trabajo social (p. 318). Les critica a Backhaus y Reichelt que utilizan otra dicotomía, entre magnitud real y magnitud monetaria, difundida tanto en la economía política clásica como en la neoclásica. El dinero, en esta concepción, es considerado solo como unidad de cuenta sin significado autónomo; el dinero y el cambio, es decir el modo específico de socialización, vienen fundamentalmente considerados como inesenciales.

Señala que estos autores tienen razón al subrayar que la economía en verdad conoce solo cosas y procesos físicos; afirma Heinrich que por esto tiene problemas con la objetividad del valor. Los clásicos intentaban reducirla a lo físico (como expresión del gasto de una cantidad dada de trabajo físico); la teoría subjetiva del valor trata de captarla recurriendo a procesos físicos (estimación de la utilidad, preferencias). Pero la objetividad del valor se les escapa a ambos enfoques.

La objetividad de valor es una objetividad específicamente social; no solo está determinada socialmente, sino que existe solamente en la relación social del cambio. El mundo de una objetividad tal se distingue efectivamente del mundo de la objetividad física. Ese mundo transforma una cosa ordinaria, en cuanto aparece como mercancía en el cambio, en una cosa sensiblemente suprasensible (p. 319).

La magnitud de valor

El modo en el cual se entiende la objetividad de valor tiene consecuencias también sobre la determinación de la magnitud del valor. Dice Heinrich que Marx distingue el tiempo de trabajo que determina la magnitud de valor, del tiempo de trabajo efectivamente necesario a nivel individual. Dado que el trabajo crea valor solo como trabajo humano indiferenciado, también la fuerza de trabajo individual valdría no como fuerza de trabajo particular sino solo como fuerza de trabajo media. Solamente el tiempo de trabajo socialmente necesario sería el creador de valor. Es el tiempo de trabajo requerido para producir cualquier valor de uso con las condiciones dadas de producción socialmente normales y con grado medio de intensidad y cualificación del trabajo. (p. 319).

Según lo afirmado en esta frase, la magnitud de valor depende exclusivamente de las condiciones tecnológicas medias en la producción. Estas condiciones medias de producción parecen determinar el valor de cada mercancía individual independientemente del cambio. Al inicio del capítulo la única mención al hecho de que el tiempo de trabajo socialmente necesario no depende solo de la tecnología es la afirmación según la cual para producir mercancías no es necesario producir valores de uso, sino valores de uso para otros, valores de uso social.

Si el tiempo de trabajo socialmente necesario es determinado en forma puramente tecnológica, entonces se trata de una determinación del trabajo concreto. Por tanto, si la sustancia creadora de valor, el trabajo abstracto, es medida según el tiempo de trabajo socialmente necesario, entonces el trabajo abstracto es, después de todo, medido con el trabajo concreto. Una concepción similar es compatible con la idea del trabajo abstracto entendido como propiedad fisiológica del trabajo, con la condición de que el trabajo abstracto sea identificado con el trabajo simple no cualificado.

Pero esto no es coherente con la noción del trabajo abstracto como una determinada relación social entre los trabajadores privados; no es posible declarar sin dudarlo la duración del gasto de fuerza de trabajo como la medida de la cantidad de trabajo abstracto; el trabajo abstracto como relación social no puede ser, de hecho, gastado. (p. 319).

Al medir el trabajo abstracto directamente con la duración del trabajo concreto, Marx termina en el terreno de la economía política. Esta no distinguía el trabajo abstracto del trabajo concreto, y su medida del valor, el tiempo de trabajo, se refería siempre al trabajo concreto. En el ámbito de su discurso, basado sobre la racionalidad del poseedor de mercancías, esto era también coherente; el trabajo concreto costaba fatiga al productor de la mercancía, y era esta fatiga la que daba valor a su mercancía. Pero en el ámbito del discurso de Marx, que demuele cualquier fundamento antropológico, una medida similar es muy problemática (p. 319).

El hecho es que el valor de la mercancía tiene una determinación cuantitativa y si el trabajo abstracto es la sustancia del valor de la mercancía, es tautológico afirmar que la magnitud de valor se mide con la cantidad de esta sustancia. Pero determinar sin vacilación esta magnitud aparece posible solo si la sustancia se entiende como un sustrato material, por así decir. Sin embargo, esta sustancia no es en sí misma un objeto, sino el reflejo objetivo de una relación social. El producto individual del trabajo tiene tan poca magnitud de valor como objetividad de valor. La objetividad de valor y la magnitud de valor pertenecen a los productos del trabajo solo colectivamente, en la medida en que aquellos están en relación uno con el otro como mercancías y el trabajo gastado privadamente se revela ser parte integrante del trabajo social. Dice Marx que la magnitud de valor de la mercancía expresa una relación necesaria, inmanente a su proceso de formación, con el tiempo de trabajo necesario.

Hablar del tiempo como medida del trabajo abstracto tiene sentido solo en la medida en que para las dos mercancías intercambiadas ha sido empleada una parte del tiempo de trabajo global de la sociedad, gastado en las diversas esferas de la producción. Estas dos partes se equiparan en el cambio. Esto, sin embargo, no debe llevar al equívoco de entender el trabajo social y global como algo homogéneo; este trabajo global no es una suma de cantidades homogéneas, sino un mero conjunto de magnitudes entre sí incomparables, que en el cambio vienen comparadas a la fuerza. (p. 320).

El tiempo de trabajo como medida de la magnitud de valor es tan poco tiempo de trabajo inmediato, como el trabajo abstracto como sustancia del valor es trabajo inmediato, es decir, concreto. El trabajo abstracto no puede por tanto ser medido simplemente mediante el tiempo de trabajo, sino solo mediante un tiempo de trabajo abstracto, por así decir. Esta medición no se puede hacer con el reloj; se puede medir solo por medio del cambio, dado que, justamente, el trabajo abstracto no existe aisladamente: el tiempo de trabajo abstracto es aquella cuota del tiempo de trabajo gastado privadamente por el productor individual que en el cambio es reconocida como parte integrante del trabajo social global. Y este reconocimiento, y con él la medida del tiempo de trabajo abstracto, ocurre, como se demostrará, solo mediante el dinero (p. 321).

Notas

[1]  Recientemente se publicó el libro “La scienza del valore” de Michael Heinrich. La critica marxiana dell ´economia política tra rivoluzione scientifica e tradizione classica. A cura de Riccardo Bellofiore e Stefano Breda, Traduzione di Stefano Breda, PGRECO Edizioni, 2023. Es la traducción al italiano del libro publicado inicialmente en Alemania, Heinrich, Michael, Die Wissenschaft vom Wert, Verlag Westfalisches Dampfboot, Munster, 1999 y, posteriormente, en varias ediciones en dicho idioma. Todavía no está disponible en español y tampoco en inglés, hasta donde llega mi información. Heinrich es uno de los intérpretes más reconocidos en la actualidad de Marx y especialmente de El Capital. Sus obras han sido ampliamente difundidas y ha participado en numerosos debates: Heinrich, Michael, Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx. Escolar y Mayo Editores, Madrid, 2008; Heinrich, Michael, ¿Cómo leer El Capital de Marx? Indicaciones de lectura y comentario del comienzo de El Capital, Escolar y Mayo Editores, Madrid, 2011; Heinrich, Michael, How to Read Marx´s Capital. Commentary and Explanations on the Beginning Chapters, Monthly Review Press, New York, 2021. Su libro La Ciencia del Valor es la obra más importante y fundamento de los otros textos. El propósito de esta nota y otras posteriores es traducir, resumir y difundir sus ideas como una contribución al conocimiento de la obra de Marx desde una perspectiva críticaEste texto es una traducción de extractos del capítulo del libro acompañada en algunos casos de alguna observación o frase de conexión. En sentido estricto todo el texto es de Heinrich razón por la cual no se presentan los textos entre comillas.

[2] Knut Wicksell, economista sueco, 1851-1926.