Agua: enderezar el presente, salvar el futuro

LA JORNADA /

En su informe ‘La economía del agua: valorar el ciclo hidrológico como un bien común global, la Comisión Global sobre la Economía del Agua’ (GECW, por sus siglas en inglés) alerta que más de la mitad de la producción mundial de alimentos podría desvanecerse en el próximo cuarto de siglo a menos que se tomen medidas urgentes para conservar los recursos hídricos y poner fin a la destrucción de los ecosistemas de los que depende la generación de agua dulce. La organización recuerda que la falta de agua ha provocado sequías, inundaciones, olas de calor e incendios forestales cada vez más frecuentes y graves en todo el planeta y pone ante el público la realidad alarmante de que “ya no podemos contar con la disponibilidad de agua dulce para nuestro futuro colectivo” debido al uso irracional que hacemos del líquido.

Los efectos catastróficos ya están aquí: cada día mil niños mueren por falta de acceso a agua potable, más de dos mil millones de personas (uno de cada cuatro seres humanos) carecen de este servicio y 3600 millones de personas (44 por ciento de la población mundial) no tienen servicios sanitarios seguros, todo lo cual afectará a cada vez más gente y en mayor medida mientras no se haga frente al cambio climático y en tanto no se ponga fin al uso destructivo de la tierra, la debilidad de la economía y la mala gestión de los recursos hídricos.

Con estos datos, y sin ignorar la necesidad de reducir las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) y de mitigar otros impactos climáticos adversos, cabe concentrarse en el uso de la tierra, la economía y la gestión de los recursos hídricos. En el primer tema, está claro que buena parte de los países tienen todo por hacer, desde regular al sector inmobiliario depredador hasta la revisión integral de un modelo de agronegocio diseñado para producir ganancias, no alimentos, basado en la exportación de unas cuantas mercancías de alto valor comercial e ingente consumo de agua.

En este mismo ámbito, es urgente que los Estados empeñen todas sus capacidades en el que acaso sea uno de los más graves problema ecológico del planeta: la creciente deforestación, causa del empobrecimiento del suelo y de interrumpir el ciclo del agua por falta de una cubierta forestal que impida su evaporación y la conduzca a los mantos freáticos.

La gestión de los recursos hídricos tiene que ver con la responsabilidad personal de cada usuario, pero ante todo con poner fin al sistema de concesiones que regala el líquido a la industria que puede y debe operar con aguas tratadas, con neutralizar a las corporaciones y los grupos delictivos que depredan los territorios, así como con terminar de inmediato con formas insultantes de desperdicio del líquido.

En cuanto a la economía, debe reconocerse que la población más desfavorecida es también la que padece en mayor proporción por la baja disponibilidad y la mala calidad del agua, la principal víctima de los desastres asociados al cambio climático y la que se ve empujada a realizar actividades nocivas para el medio ambiente por falta de condiciones favorables, por lo que subsanar la deuda social con los pobres es también una forma de cuidar el ciclo hidrológico.

Si no modifica los factores a su alcance e impulsa el combate global a la crisis climática, el mundo verá cómo se escapa el objetivo de la autosuficiencia alimentaria, cimiento indispensable para el desarrollo social. Autoridades y ciudadanos no tienen tiempo que perder.

La Jornada, México.