POR ATILIO A. BORON /
Este domingo 24 de noviembre se celebran los decisivos comicios de segunda vuelta en el Uruguay de los que surgirá el próximo presidente de esta pequeña nación suramericana entre el izquierdista Yamandú Orsi y el conservador Álvaro Delgado. A propósito de este acontecimiento eleccionario cabe destacar el ejemplo de organización de las bases y de su dirigencia de las diversas corrientes que integran el progresista Frente Amplio.
La reciente historia en Uruguay nos demuestra el peso enorme que tiene la militancia para resolver desafíos colectivos. Durante este periodo de gobierno neoliberal del presidente Luis Lacalle Pou, el movimiento sindical, junto con la izquierda organizada, enfrentó un paquete de leyes regresivas que buscaban restringir derechos fundamentales como: limitar el derecho de huelga, excluir la participación docente en la educación, deteriorar el peso de las empresas públicas e implementar medidas punitivas para desalentar la protesta social.
La respuesta fue contundente: 800.000 firmas en seis meses, un logro monumental en un país de poco más de dos millones de votantes.
Esta capacidad de movilización no surge de la nada. Es fruto de una estructura militante única del Frente Amplio, que no funciona solo como una coalición electoral, sino como un movimiento profundamente arraigado en el territorio. Su estructura es peculiar: la mitad de su dirección se elige en las bases. El programa lo define un congreso de comités de base.
Más de medio siglo de trabajo en territorio respaldan esta organización que no solo articula partidos, sino que construye herramientas de participación social efectivas.