Moscú-Washington: ¿nuevo reparto?

Los presidentes de EE.UU., Donald Trump y de Rusia, Vladimir Putin, mantuvieron una conversación telefónica el pasado miércoles 12 de febrero en la que abordaron las relaciones bilaterales entre las dos naciones, especialmente el conflicto con Ucrania.
LA JORNADA /
El mandatario estadounidense Donald Trump y  su homólogo ruso Vladímir Putin ya han hablado. Empezarán a negociar sin considerar los intereses de Europa ni de Ucrania, evidenciando el fracaso histórico de la diplomacia europea.
Al reseñar la muy larga y productiva conversación telefónica que sostuvo con el Presidente ruso, Trump, se centró en el asunto de la guerra en Ucrania en términos que confirman los peores temores de la Unión Europea (UE) y del gobernante ucranio, Volodymir Zelensky: la Casa Blanca abandona la política de apoyo irrestricto a Ucrania y se dedicará a construir una paz negociada por Washington y Moscú, dejando de lado a los países que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y también, desde luego, al propio Zelensky.

Por si hiciera falta confirmar el giro radical de la política estadunidense ante el asunto, la Casa Blanca no sólo se ha manifestado en contra del ingreso de Ucrania a la OTAN, sino que el propio Trump expresó la idea de que esa nación eslava podría ser absorbida algún día por la Federación Rusa.

Volodímir Zelensky, el mandatario ucraniano, ha quedado prácticamente solo tras las negociaciones que han comenzado ya entre la Casa Blanca y el Kremlin.

De poco le servirán a la UE los alegatos para defender su participación –y la de Kiev– en la solución a la guerra en curso, como los manifestados, en reacción a las afirmaciones trumpianas, por los ministros del Exterior de Francia, Alemania y España; es claro que ante la cruda y brutal redefinición de las esferas de influencia por parte de Trump y de Putin, Bruselas tendrá que optar entre someterse a los lineamientos estadunidenses o proseguir, con sus propios recursos y con una perspectiva nada halagüeña, el apoyo a Zelensky y distanciarse de Washington, con el riesgo de provocar una agudización de la embestida económica y geopolítica del desenfrenado ocupante de la Casa Blanca; y la segunda solución es, evidentemente, muy poco probable.

Si para las potencias europeas esta circunstancia marca un nuevo capítulo de su declinación en el mundo y de su capacidad para influir en las determinaciones geopolíticas globales, para el gobierno de Kiev representa una completa catástrofe: tal y como se prefigura el futuro próximo, Ucrania se verá obligada a entregar a Rusia sus provincias orientales, habitadas mayoritariamente por rusos étnicos, después de haber perdido en la guerra a cientos de miles de sus habitantes, de haber sufrido la devastación de su infraestructura y sin una perspectiva de cómo y con qué fondos emprender la reconstrucción.

La Jornada, México.