Disputa del sentido común y transformación del orden social: la vigencia del pensamiento de Antonio Gramsci

POR ROSA MIRIAM ELIZALDE /

Tronó en X Elon Musk, investido como secretario para la Eficiencia Gubernamental: “Ha llegado el momento de que USAID muera”. Sus palabras resonaron como el presagio de una tormenta inminente. Poco después, Donald Trump, en su primer día de regreso en la Casa Blanca, ordenó suspender por tres meses casi toda la asistencia exterior estadounidense, especialmente la de la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID).

El cierre fue abrupto y contundente: decenas de altos funcionarios fueron enviados a licencia forzosa, miles de contratistas resultaron despedidos y la sede de la USAID en Washington cerró sus puertas sin un último aviso. Como si nunca hubieran existido, el sitio web de la agencia y su cuenta en X desaparecieron de la faz digital, dejando tras de sí un vacío que pronto se llenó de especulaciones y murmullos en Internet.

El desconcierto aumentó cuando, desde Dominicana y al final de su primera gira por América Latina, el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció que su Departamento recogería las riendas de las funciones que hasta entonces desempeñaba la agencia. Rubio, investido como administrador interino de la USAID, aseguró que la ayuda exterior de Washington continuaría, pero con una condición: “Debe tener sentido y alinearse con nuestros intereses nacionales”.

Tanto Donald Trump como Elon Musk han descalificado con duros calificativos el trabajo que desarrolla USAID.

Este movimiento, que algunos quieren ver como mera restructuración administrativa, es un giro estratégico que augura profundos cambios en la política exterior estadounidense dirigidos a mayor eficiencia y nuevas clavijas represivas. El fin no es aparcar los objetivos de la agencia reconocida como fachada de la CIA, sino lo contrario, ajustarlos y perfeccionar el sistema de influencia internacional del imperio. Como diría el doctor Vergerus en Das schlangenei, película de Igmar Bergman: “cualquiera puede ver aquí el futuro, es como un huevo de la serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”.

La USAID, nacida en 1961 bajo la Guerra Fría, se había convertido en un coloso de la injerencia, las operaciones encubiertas y las redes de desestabilización. Mientras hacían caridad en algunos países, intentaban desmantelar cualquier oposición a los aliados de Washington. También, ha sido el lugar para escandalosos casos de corrupción. Sin ir muy lejos, recientemente la Oficina Federal de Investigaciones reveló que indaga a Juan Guaidó, el cómico y efímero “presidente interino” de Venezuela, y a su embajador en Washington, Carlos Vecchio, por malversación de mil millones de dólares, gestionados entre 2018 y 2020 bajo “ayuda humanitaria”. Estos fondos, canalizados a través de la USAID, se esfumaron en un torbellino de gastos opacos.

En el caso de Cuba, es célebre el programa encubierto conocido como ZunZuneo, fallido “Twitter cubano”, financiado por la USAID y diseñado para avivar la “disidencia” en la isla. Millones de dólares fueron a dar a empresas fantasmas, mientras se violaba la legislación de varios países, aun la de EE.UU.

Trump, pragmático y despiadado, parece haber comprendido que las operaciones encubiertas de la USAID no sólo son ineficaces en el terreno, sino difíciles de controlar y contraproducentes. Es previsible que los fondos millonarios que alimentaban estas fallidas operaciones se redirijan hacia canales más sutiles y eficaces. Por ejemplo, dejarán de fluir hacia sitios web propagandísticos en español que operan desde Florida que, aunque útil para difundir contenido tóxico contra La Habana en redes sociales, carece de la legitimidad y el alcance necesarios para llegar a la opinión pública estadounidense.

Es probable que los dineros se destinen a medios y voceros de mayor peso en la opinión pública estadounidense e internacional. Irán también a las arcas de los contratistas privados, como advierten analistas.

En una suerte de gatopardismo, los programas de “cambio de régimen” no desaparecen con la subordinación de la USAID al Departamento de Estado, sino que las inmoralidades de las metodologías injerencistas y antidemocráticas de la esta y otras agencias de “ayuda” internacional profundizarán el control del “estado profundo” y las políticas de ajuste del nuevo gobierno trumpista.

La hegemonía es, según consenso general de los teóricos y filósofos de la política, el gran aporte teórico de Antonio Gramsci. Es un concepto que recoge muchas de las construcciones de la obra gramsciana, más precisamente, que articula o subsume otros de sus conceptos. Ella consiste, en términos técnicos, en el paso de un particular a un universal, es decir, implica que una visión particular del mundo, la de un partido político, por ejemplo, se presente como una posición universalmente aceptada por el conjunto de la sociedad, lo cual indica que esa visión del mundo ha triunfado en la lucha política.

La hegemonía es un resultado, pero este no es definitivo, ni totalizante, pues siempre estará sujeta al antagonismo, al disentimiento, pues si, por ejemplo, un gobierno pierde la hegemonía, aparecerán contradictores que intentarán construir contrahegemonías y disputar así el poder a la clase dirigente actual.  En este caso, la pérdida de la hegemonía patentizada en una crisis orgánica, por ejemplo, puede dar lugar a un cambio del régimen político con nuevas legitimidades.

En estos procesos de lucha política, el papel del intelectual es clave, pues los intelectuales orgánicos de un sector social determinado son protagonistas en la batalla cultural por la conquista del sentido común y la disputa por la hegemonía, asimismo lo es el partido político como intelectual colectivo o “nuevo príncipe”. Es el intelectual junto con las masas los que dan la batalla cultural e ideológica por la conquista del sentido común y la búsqueda del nuevo consenso. Son masas que, como decía Marx, han carnalizado y corporizado una filosofía.

Finalmente, y de manera propositiva, Pachón Soto propone una mutua contaminación entre Gramsci y Orlando Fals Borda (1925-2008). Esta apuesta implica asumir el concepto de orden social de Fals, compuesto por normas, valores, instituciones y técnicas. De tal manera que el paso de un orden social al otro implica subvertir el orden dado hegemónico y la construcción de uno nuevo.

Esta subversión del orden requiere construir contranormas, contravalores, nuevas instituciones (económicas, jurídicas, culturales, etcétera) y una nueva racionalidad técnico-científica. Ahora, el punto donde Fals y Gramsci se encuentran es justamente en ese pasaje de un orden a otro, pues en ese tránsito, en ese interregno, es donde, justamente se da la lucha hegemónica, cultural y política. Es ahí donde el arsenal conceptual de Gramsci sirve como caja de herramientas para alumbrar la praxis que requiere el cambio de orden social.

Este nuevo libro de Pachón se suma a una obra en continuo crecimiento donde sobresale el interés por el pensamiento colombiano y latinoamericano, la filosofía política, las filosofías de la vida y la divulgación filosófica misma.

Le Monde Diplomatique, edición Colombia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Disputa del sentido común y transformación del orden social: la vigencia del pensamiento de Antonio Gramsci

LE MONDE DIPLOMATIQUE /

Bajo el horizonte dado por un verso de Jorge Luis Borges que dice: “Los astros y los hombres vuelven cíclicamente”, el filósofo y profesor colombiano Damián Pachón Soto nos presenta su nuevo libro titulado ‘La disputa del sentido común y la transformación del orden social. Los aportes de Antonio Gramsci. Es el segundo libro dedicado al filósofo sardo (1891-1937) que nos presenta Pachón, pues ya en el año 2022 publicó con la Universidad Industrial de Santander (UIS) el texto ‘Antonio Gramsci y el trabajo social. Elementos para un diálogo pendiente’.

En esta ocasión, y tras la estela del verso de Borges citado, Damián Pachón presenta a Gramsci como un autor clásico, cuya obra cobra importancia de cara a los procesos políticos del progresismo latinoamericano, pero también bajo la experiencia española del partido Podemos. Por eso, el pensamiento de Gramsci vuelve a estar vigente, pero lo está no solo porque él pensó su época, sino porque la lucha política actual no se entiende sin su arsenal de conceptos, sin las herramientas teóricas que legó a la Ciencia Política, a la filosofía política y a la Ciencia Social. Estas categorías son, entre otras, las de hegemonía, ideología, intelectual orgánico, interregno, crisis orgánica, su teoría del sentido común, entre otras.

De hecho, lo que hace Pachón en los cinco capítulos que integran su nueva obra, es mostrarnos la recepción de Gramsci en Colombia y en América Latina, para luego pasar a mostrar la íntima relación que el dirigente político y pensador italiano establece entre la filosofía como concepción del mundo, la política como la manera de llevar esa concepción del mundo a su materialización histórica por medio de la praxis, y la historia como actualidad, carne viva, de esa filosofía y su realización en la historia. Así, la historia es filosofía actual, concreta, real, gracias a la política.

Damián Pachón Soto

Pero ese tránsito desde la filosofía a la historia solo es posible si se entiende que la praxis requiere necesariamente de otros elementos, de muchas mediaciones, entre ellas, la importancia de la conquista del sentido común. Esto es así porque el sentido común es el lente con el que comprendemos, miramos y actuamos en el mundo. De él depende nuestra comprensión de la vida cotidiana y por eso mismo tiene una orientación pragmática.

El sentido común es una especie de consenso sobre la realidad, el régimen político, lo dado, tal y como se nos presenta. Por eso, si bien Gramsci insiste en el carácter básicamente conservador del sentido común, también rescató su potencial, su dimensión crítica. Esa parte positiva, crítica del sentido común, la denominó buen sentido. Así, ciertos saberes de las clases populares adquieren valor para el cambio social. De tal manera que la política tiene que ver con varios momentos. En primer lugar, con la crítica del sentido común hegemónico donde, por ejemplo, se asientan las herencias coloniales de larga duración, como el racismo o el clasismo, o donde está legitimada la autoridad; en segundo lugar, con la construcción de un nuevo sentido común que debe volverse hegemónico, esto es, obtener el consenso de la mayor parte de la sociedad. Para lograr el nuevo consenso el lenguaje adquiere gran importancia, pues la política debe crear un nuevo lenguaje, una nueva gramática del mundo que se quiere instaurar consensualmente. Sin lenguaje no hay claridad para la acción, por lo tanto, este es necesario en la praxis política: el lenguaje dibuja conceptualmente el mundo que se quiere construir y crea un campo posible de experiencia.

El tránsito de la filosofía a la historia –mediado por la política y posible gracias a ella– exige el trabajo ideológico. Las ideologías, en sentido positivo, son construcciones discursivas que delinean la sociedad que se quiere y hacen parte de la lucha política, que es lucha ideológica, pero lo que aquí se disputa es, justamente, una visión del mundo, es decir, un sentido común nuevo que se inscriba en la sociedad. En esa lucha lo que se busca es la hegemonía.

Antonio Gramsci (1891-1937).

Además de financiar con dinero la campaña de Uribe, Mancuso aseguró que los paramilitares prestaron el servicio de transporte y la logística para que las comunidades sufragaran obligadas. Dijo incluso que ordenaron bajarle a la violencia en tiempos electorales. “Lo que no se conoce al respecto son los dineros y los pactos que se hicieron. Pedro Juan Moreno llega a donde nosotros antes de las elecciones para pedirnos que no se ejecutaran acciones múltiples, masacres, porque eso estaba perjudicando a la campaña del presidente, candidato Uribe para ese momento”. Sobre el apoyo de las autodefensas a la reelección de Uribe en el 2006 Mancuso sostuvo: “En una reunión con todos los comandantes ya desmovilizados, que se dio en Villa Esperanza, en Antioquia, el ministro Sabas Pretelt nos pidió que apoyáramos a Uribe abiertamente en la segunda elección como lo habíamos hecho en la primera”.

A Pretelt también lo relacionó con reuniones que se realizaron para impulsar la candidatura de Mario Iguarán a la Fiscalía. “Nosotros estábamos con la idea de apoyar a Jorge Pretelt por ser cordobés, pero el ministro Sabas habló con nosotros e incluso en algún momento me mandó a José Félix Lafaurie, con quien me mandó un listado de las personas políticas que podían influenciar en algunos magistrados de la Corte Suprema de Justicia”. El interés de Pretelt y de Lafaurie era elegir a Mario Iguarán como Fiscal General de la Nación.

Mancuso aseguró que se reunió dos veces en 2005 con el presidente de Fedegán y hoy negociador de paz con el ELN. El dirigente ganadero le pidió que apoyara a Iguarán pero Mancuso se negó por miedo a que lo expulsaran de Justicia y Paz pues ya estaba desmovilizado. Con la negativa de Mancuso, “tocaron a Carlos Mario Jiménez, alias ‘Macaco’. Él tuvo una participación particular en la elección de Mario Iguarán. Es importante que le consulten porque hizo una grande gestión para el asunto, incluso entregó algunos recursos para ese tema”.

Pastrana, Serpa, Naranjo y Barrero, otros mencionados por Mancuso

El excomandante paramilitar se explayó en detalles sobre las relaciones de la organización con políticos como Horacio Serpa, y el expresidente Andrés Pastrana. Contó que en 1998 los paras apoyaron en primera vuelta a Serpa, con quien se habían relacionado para la falsa desmovilización del EPL en 1995. “Carlos Castaño decía que era mucho mejor negociar con Horacio Serpa, que era una persona ya conocida, que traía vínculos con el narcotráfico y era mucho más fácil de ejercer presión y hacer pactos”. Según Mancuso, Castaño y Serpa se conocieron en Cali por intermedio de Orlando Henao, narcotraficante del Norte del Valle que según Mancuso financió la campaña de Samper.

Sin embargo, cuenta Mancuso, Castaño y Serpa se enemistaron y el comandante de los paramilitares ordenó finalmente que apoyaran a Andrés Pastrana.

El impresentable expresidente conservador Andrés Pastrana Arango también es señalado por Salvatore Mancuso.

Las relaciones con Pastrana también dejaron rastro en las declaraciones de Mancuso. El excomandante paramilitar aseguró que siendo presidente, Pastrana nombró de interlocutor del gobierno con las AUC a Luis Carlos Ordosgoitia, excongresista cordobés condenado por el llamado ‘Pacto de Ralito’. Para ese momento, el proceso de paz del Caguán estaba en su estertor y, a través de Ordosgoitia, el gobierno le propuso una negociación a las AUC. “Pastrana nos pide que hagamos contacto con Gabriel García Márquez, con el expresidente español Felipe González (…) nos pide el despeje del sur de Bolívar pero nosotros no aceptamos”.

Sobre la cúpula de la Fuerza Pública que mantuvo relación con las AUC, Mancuso mencionó a lo largo de las tres sesiones a 16 generales de la policía y ejército, a 18 coroneles, y a un sin número de mayores y capitanes.

Los magistrados le preguntaron por los nombres e identidades completas de los generales de la policía relacionados con las autodefensas, a lo que respondió sin titubeos Mancuso: “el general comandante de la Policía Nacional, Rosso José Serrano, y el otro era el comandante de la Dijín de Colombia, Óscar Naranjo, fue vicepresidente de la república”.

Entre los generales del ejército que Mancuso destacó por su estrecha relación con los paramilitares están Iván Ramírez Quintero, Rito Alejo del Río, Leonardo Barrero y Harold Bedoya. “Le pusimos una mensualidad al coronel Barrero, creo que fueron 10 o 15 millones de pesos, no recuerdo con exactitud. Y al mayor Sanabria”.

La conexión de Barrero con las autodefensas comenzó en Córdoba y Urabá por el año 1995 porque fue él quien encabezó la falsa desmovilización del EPL, una operación de cambio de brazalete en el que un frente guerrillero fue absorbido por las AUC. Esto constituyó uno de los impulsos militares más determinantes en la expansión del paramilitarismo en todo el país.

“Harold Bedoya, comandante de las Fuerzas Militares tuvo conocimiento, el comandante de la brigada Ortiz Chavarro, el coronel Leonardo Barrero, que luego fue comandante de las Fuerzas Militares. Justamente este logro lo llevó posteriormente, durante toda su carrera militar porque tuvo de ahí en adelante todo el apoyo nuestro por todos los territorios por donde fue pasando y estuvo en todos los lugares, apoyado en operaciones por las autodefensas hasta que fue comandante de las Fuerzas Militares”.

Con estas tres explosivas sesiones Salvatore Mancuso consiguió su ingreso a la JEP. Su compromiso conlleva la entrega de los soportes de cada una de sus revelaciones y la contribución genuina al esclarecimiento del nión-pública-150×74.jpg 150w, https://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2023/03/0001-Gramsci-Opinión-pública-300×148.jpg 300w, https://cronicon.net/wp/wp-content/uploads/2023/03/0001-Gramsci-Opinión-pública-600×295.jpg 600w” alt=”” width=”789″ height=”388″ />

La hegemonía es, según consenso general de los teóricos y filósofos de la política, el gran aporte teórico de Antonio Gramsci. Es un concepto que recoge muchas de las construcciones de la obra gramsciana, más precisamente, que articula o subsume otros de sus conceptos. Ella consiste, en términos técnicos, en el paso de un particular a un universal, es decir, implica que una visión particular del mundo, la de un partido político, por ejemplo, se presente como una posición universalmente aceptada por el conjunto de la sociedad, lo cual indica que esa visión del mundo ha triunfado en la lucha política.

La hegemonía es un resultado, pero este no es definitivo, ni totalizante, pues siempre estará sujeta al antagonismo, al disentimiento, pues si, por ejemplo, un gobierno pierde la hegemonía, aparecerán contradictores que intentarán construir contrahegemonías y disputar así el poder a la clase dirigente actual.  En este caso, la pérdida de la hegemonía patentizada en una crisis orgánica, por ejemplo, puede dar lugar a un cambio del régimen político con nuevas legitimidades.

En estos procesos de lucha política, el papel del intelectual es clave, pues los intelectuales orgánicos de un sector social determinado son protagonistas en la batalla cultural por la conquista del sentido común y la disputa por la hegemonía, asimismo lo es el partido político como intelectual colectivo o “nuevo príncipe”. Es el intelectual junto con las masas los que dan la batalla cultural e ideológica por la conquista del sentido común y la búsqueda del nuevo consenso. Son masas que, como decía Marx, han carnalizado y corporizado una filosofía.

Finalmente, y de manera propositiva, Pachón Soto propone una mutua contaminación entre Gramsci y Orlando Fals Borda (1925-2008). Esta apuesta implica asumir el concepto de orden social de Fals, compuesto por normas, valores, instituciones y técnicas. De tal manera que el paso de un orden social al otro implica subvertir el orden dado hegemónico y la construcción de uno nuevo.

Esta subversión del orden requiere construir contranormas, contravalores, nuevas instituciones (económicas, jurídicas, culturales, etcétera) y una nueva racionalidad técnico-científica. Ahora, el punto donde Fals y Gramsci se encuentran es justamente en ese pasaje de un orden a otro, pues en ese tránsito, en ese interregno, es donde, justamente se da la lucha hegemónica, cultural y política. Es ahí donde el arsenal conceptual de Gramsci sirve como caja de herramientas para alumbrar la praxis que requiere el cambio de orden social.

Este nuevo libro de Pachón se suma a una obra en continuo crecimiento donde sobresale el interés por el pensamiento colombiano y latinoamericano, la filosofía política, las filosofías de la vida y la divulgación filosófica misma.

Le Monde Diplomatique, edición Colombia.