De la distorsión a la manipulación: el asedio mediático del poder corporativo

POR OMAR ROMERO DÍAZ /

El relato de la realidad ha sido históricamente un campo de disputa, donde la verdad se subordina a los intereses de quienes controlan los medios de producción de la información. En este marco, la prensa tradicional —anclada en los intereses corporativos de la oligarquía y el gran capital— ha pasado de ser un mecanismo de información a convertirse en un instrumento de dominación. A través de estrategias calculadas de desinformación, estos medios configuran narrativas que no solo buscan desprestigiar a los gobiernos de tinte progresista, sino que también moldean la percepción colectiva para sostener estructuras de poder excluyentes.

En este escenario, el primer gobierno popular de Colombia, encabezado por Gustavo Petro, ha sido objeto de un ataque sistemático de noticias falsas promovidas por los medios tradicionales. Las tácticas empleadas no son casuales ni aisladas, sino parte de una estrategia más amplia que busca erosionar la credibilidad del Gobierno y generar un clima de inestabilidad.

La mentira como arma política

La difusión de la supuesta hospitalización del presidente Petro ilustra el nivel de descaro con el que la prensa corporativa opera. No basta con la invención de un hecho inexistente; es necesario amplificarlo, hacerlo tendencia en redes y reforzar la imagen de un líder debilitado o incapacitado. ¿Con qué fin? Socavar la confianza popular y alimentar el imaginario de un gobierno en crisis. Lo más perverso de esta estrategia es que, una vez desmontada la mentira, no hay consecuencias para los artífices de la calumnia. La impunidad informativa es la regla.

La manipulación como estrategia discursiva

En un intento por debilitar la legitimidad del Gobierno, los medios recurrieron a la falsificación de hechos, como el caso del almirante Francisco Cubides, cuya supuesta renuncia fue anunciada sin pruebas. La lógica aquí es simple: sembrar dudas, generar incertidumbre y presentar un gobierno incapaz de sostener la estabilidad institucional. Es la repetición de una vieja táctica: crear el caos para luego señalar al enemigo como responsable del mismo.

La falsificación de la realidad

La desinformación alcanza niveles grotescos cuando se manipulan audios y videos para alterar la percepción de eventos públicos. La falsa versión de que el Presidente fue recibido con abucheos en Ubaté es una prueba de cómo la prensa de la oligarquía no solo distorsiona los hechos, sino que los fabrica. No importa que existan registros que desmientan la versión: lo importante es viralizar la mentira antes de que la verdad pueda imponerse.

La calumnia como principio editorial

Vincular sin pruebas al Presidente con personajes criminales es parte de una estrategia clásica de los medios del gran capital. La intención no es informar, sino generar un escándalo mediático lo suficientemente fuerte como para dejar en la opinión pública la idea de que “algo turbio hay”. Es el método de la posverdad en su máxima expresión: lo que importa no es la verdad, sino la capacidad de instalar una duda irreversible.

El ataque a las conquistas sociales

En su intento por bloquear cualquier avance en derechos sociales, la prensa hegemónica también recurre a la distorsión de políticas públicas. La renta básica para los adultos mayores es minimizada o presentada como una continuidad de políticas previas, negando su verdadero impacto transformador. La estrategia es clara: impedir que la población reconozca los beneficios de las reformas, restarle mérito al Gobierno y preparar el terreno para el regreso del neoliberalismo más despiadado.

La necesidad de una contrainformación popular

El bombardeo constante de noticias falsas no es un error ni una casualidad: es un arma de guerra mediática. Mientras el Gobierno de Petro intente desmontar las estructuras de desigualdad, el asedio continuará. Por ello, la única forma de contrarrestar este ataque es con la construcción de un sistema alternativo de comunicación que no solo desmienta las falsedades, sino que logre romper el monopolio informativo de la oligarquía. En tiempos de manipulación masiva, la lucha por la verdad se convierte en un acto revolucionario.