
POR OMAR ROMERO DÍAZ /
El relato de la realidad ha sido históricamente un campo de disputa, donde la verdad se subordina a los intereses de quienes controlan los medios de producción de la información. En este marco, la prensa tradicional —anclada en los intereses corporativos de la oligarquía y el gran capital— ha pasado de ser un mecanismo de información a convertirse en un instrumento de dominación. A través de estrategias calculadas de desinformación, estos medios configuran narrativas que no solo buscan desprestigiar a los gobiernos de tinte progresista, sino que también moldean la percepción colectiva para sostener estructuras de poder excluyentes.
En este escenario, el primer gobierno popular de Colombia, encabezado por Gustavo Petro, ha sido objeto de un ataque sistemático de noticias falsas promovidas por los medios tradicionales. Las tácticas empleadas no son casuales ni aisladas, sino parte de una estrategia más amplia que busca erosionar la credibilidad del Gobierno y generar un clima de inestabilidad.
La mentira como arma política
La difusión de la supuesta hospitalización del presidente Petro ilustra el nivel de descaro con el que la prensa corporativa opera. No basta con la invención de un hecho inexistente; es necesario amplificarlo, hacerlo tendencia en redes y reforzar la imagen de un líder debilitado o incapacitado. ¿Con qué fin? Socavar la confianza popular y alimentar el imaginario de un gobierno en crisis. Lo más perverso de esta estrategia es que, una vez desmontada la mentira, no hay consecuencias para los artífices de la calumnia. La impunidad informativa es la regla.