“Colombia abre posibilidad de construir narrativa ejemplarizante contra representantes globales del armamentismo y el narcotráfico”: editorial de Diario Red de España

DIARIO RED /

En su nota editorial de este miércoles 5 de marzo, el Diario Red que dirigen los fundadores de la formación política española Podemos, Pablo Iglesias Turrión y Pablo Echenique Robba, se refiere al proceso penal que afronta el cuestionado expresidente Álvaro Uribe Vélez.

El medio periodístico considera que con el desarrollo de esta causa penal “Colombia abre la posibilidad de construir una narrativa ejemplarizante contra los representantes globales del armamentismo y el narcotráfico”.

El editorial que lleva por título “Juicio contra Uribe y comienzo del post-uribismo”, está concebido en los siguientes términos:

Superando a “El Patrón” Escobar

En los últimos 50 años, Álvaro Uribe Vélez se ha adjudicado la potestad de borrar su pasado, el de su familia y falsear la historia de Colombia. Su biografía revela el triunfo de la principal estrategia de intervención norteamericana guiada desde los años de Nixon: instrumentalizar el narcotráfico para pagar y justificar las guerras en el tercer mundo.

La historia de Uribe Vélez se remonta a la génesis del narcotráfico en Colombia a mediados de los años 70, cuando su familia logró ascender en la escala social como testaferra y rejoneadora del Cartel de Medellín. Al interior del emporio que condujo Pablo Escobar también figuraban ilustres apellidos asociados al negocio de caballos y estupefacientes, como los Henao, los Ochoa y los Villegas Uribe. Oriundos del nordeste antioqueño, hacia los años 80 las familias del Cartel de Medellín definieron la toma gradual del Estado colombiano, el control territorial del país y la administración del tráfico internacional de cocaína.

En 1980, el joven mimado de los Ochoa, Álvaro Uribe Vélez, asumió la Dirección de la Aeronáutica Civil luego del asesinato de su predecesor, el periodista Fernando Uribe Senior, a manos del Cartel de Medellín. En menos de dos años Uribe Vélez firmó más de 200 licencias de vuelo que beneficiaron al cartel de Escobar. Entre los beneficiarios estuvo el banquero y narcotraficante Luis Carlos Molina Yepes, autor intelectual del homicidio del director del importante diario El Espectador, Guillermo Cano, en 1986. El rol del joven Uribe Vélez fue clave en el afianzamiento del comercio internacional de cocaína.

Entroncar al narco en el Estado

Uribe fue alcalde de Medellín en 1982, cuando Pablo Escobar ocupaba un asiento en el Congreso. Mientras Uribe se vio obligado a dimitir ese mismo año por sus escandalosos vínculos con el narcotráfico, Escobar se sostuvo dos años más como suplente a la Cámara, hasta cuando tuvo que renunciar por las denuncias del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla. Esa estrategia de entronque con el Estado quedó plasmada en la autobiografía ‘Mi vida en el mundo de los caballos’ del narcotraficante Fabio Ochoa. En los dos tomos publicados en 1988 quedaron inmortalizados importantes registros de la articulación entre el narcotráfico, los hacendados y el bipartidismo. En una de sus páginas se puede ver a Santiago Uribe, hermano del expresidente, abrazado con los asesinos del ministro Lara Bonilla, quien fue acribillado en 1984 luego de denunciar a Escobar.

Las familias nordestinas de Antioquia y las élites históricas del país se hartaron de los excesos de Escobar y le dieron muerte en 1993, echando mano de la organización paramilitar ‘Los Pepes’, o Perseguidos por Pablo Escobar. A partir de entonces, el entronque del narcotráfico con el Estado se selló como una boda de sangre. La nueva burguesía narcotraficante se vio llamada a conducir políticamente la inserción del ‘oro blanco’ en las fauces del proyecto globalizador del neoliberalismo, mientras fomentaba su propio esquema de seguridad privada. En 1994, el presidente de la apertura neoliberal, César Gaviria, legalizó la militarización del narcotráfico con el Decreto Ley 356, que buscaba regular nuevos “servicios especiales de seguridad privada” en zonas de conflicto. Las o adquieren una objetividad de valor, socialmente uniforme, separada de su objetividad de uso, sensorialmente diversa.” (p. 124[3]).

Moseley acusa el golpe. “Vista aisladamente, esta frase parece apoyar la interpretación de Heinrich” (p. 116). La evidencia textual parece ir en su contra. Pero, entonces, decide reinterpretar lo que Marx dice apelando al contexto para buscar un significado más consistente con su argumentación. Afirma lo siguiente: “Yo argumento que el intercambio en esta frase no significa una fase en una economía mercantil que sigue a la producción, sino que por el contrario significa un modo de producción basado en el intercambio; esto es, los productos del trabajo adquieren valor solo en un modo de producción basado en el intercambio.” (p. 116). Es curioso qué al comentar otras frases de Marx no expuso esta interpretación del concepto de intercambio. Pero el hecho es que le está dando la razón a Heinrich, tratando de ocultarlo. Esta distinción entre dos significados de la noción de intercambio, la toma de Rubin[4], en su libro Ensayos sobre la teoría del valor.

Al comentar la frase citada de Marx, sostiene Moseley que cuando se está refiriendo a que el valor existe en la producción, lo mismo que  el trabajo abstracto, no está haciendo alusión a la producción como una fase del proceso social de producción (en el capitalismo) que es seguida por la circulación. Afirma que se está refiriendo a la producción en un sentido amplio, a un modo de producción, y específicamente, a un modo de producción mercantil. Desde esta perspectiva, las mercancías se producen dentro de una organización social particular, la producción a partir de productores privados independientes que hacen parte de una división social del trabajo, que implica necesariamente que deben intercambiar sus productos para poder satisfacer sus necesidades. Es en este tipo de organización social de la producción, basada en el intercambio, que los productos del trabajo adquieren valor y por tanto se convierten en mercancías.  Este planteamiento es completamente diferente a su posición sistemática a lo largo del libro, en el cual se refiere a la producción y a la circulación como fases separadas y sucesivas (recordemos que llega a decir que en capítulo 1 Marx solamente habla de producción y que el intercambio o circulación solo aparece en el capítulo 2).

La fuerza de trabajo, mural de Diego Rivera.

Por tanto, de acuerdo con Moseley, en este tipo de sociedad (o, mejor, dimensión de la sociedad capitalista) desde la producción ya se tiene en cuenta el carácter del valor de las mercancías, el productor sabe que produce para la venta, y ya está implícito que dado que se van a cambiar por otras mercancías, también se van a reducir los trabajos concretos al trabajo abstracto. Esto es una posición diferente. A lo largo del texto es Moseley reiterativo y consistente, en defender la otra concepción, en la consideración de la producción como una fase separada de la circulación, y su crítica insistente a Heinrich es que considera que el valor y el trabajo abstracto solo aparecen en la fase de circulación.

Pero cuando se encuentra una frase clara de Marx, una evidencia textual contundente en contra de su argumento, recurre a Rubin para afirmar lo contrario. Resulta que ahora, en esta frase, intercambio es producción. Tanto repetir una y otra vez que la interpretación de Heinrich es errónea para terminar aceptándola. Moseley, como hemos señalado, toma esta distinción entre la producción como una fase seguida por la circulación, y la producción como un modo de producción general (que incluye tanto la fase de producción como la de circulación), de Rubin, quien ya había examinado el asunto en 1929. Heinrich, en mi opinión, coincide este aspecto con la posición de Rubin. Pero lo paradójico es que si se lee el conjunto de la obra de Rubin se encuentra que es una crítica de fondo a los planteamientos de Moseley, quien selectivamente extrajo uno textos para intentar defender su débil posición.

Sobre el trabajo fisiológico y el trabajo abstracto humano

Con base en algunas afirmaciones de Marx, parece ser que Moseley  piensa que el trabajo humano abstracto es el trabajo fisiológico igual. Los productores de mercancías desarrollan un trabajo concreto de carpintería, de tejido, de agricultura, etc., pero al mismo tiempo realizan un gasto de fuerza de trabajo humana en general, de gasto de cerebro, de músculo, de nervios, etc. Los dos tipos de trabajo son trabajos físicos -uno general, otro particular- que ocurren en el proceso de producción de valores de uso: para elaborar una mesa se realiza un gasto de fuerza de trabajo en sentido fisiológico (gasto de cerebro, músculos, nervio, mano, etc.) en una determinada forma particular (trabajo de carpintería, que se distingue del trabajo de sastrería o de agricultura).

Dice Moseley:

“Por tanto, todas las diferentes clases de trabajo concreto útil son gastos de trabajo humano que son iguales en un sentido fisiológico (cerebros humanos, músculos, etc., sin un entrenamiento especial), y es solo en esta cualidad de ser trabajo abstracto humano fisiológicamente igual en la producción de mercancías que el trabajo produce el valor de las mercancías.” (Moseley, p.21)[5].

Aquí queda claro que Moseley está pensando que el gasto de trabajo concreto produce el valor de uso, y el gasto de trabajo fisiológico (general, común, etc.) en la sociedad productora de mercancías produce el valor. La abstracción en la cual piensa Moseley con respecto al concepto de trabajo humano abstracto, es la abstracción mental que compara un conjunto de objetos y busca el elemento en común para elaborar una definición o concepto de dicho objeto. En este sentido, efectivamente todas las mercancías tienen en común ser gasto de fuerza humana de trabajo en sentido fisiológico. La posición de Moseley se fundamenta en unas frases de Marx (quien a juicio de Heinrich incurre aquí en una ambigüedad o ambivalencia). Al tomar este camino Moseley se adentra en el callejón sin salida.

En su libro de 2011 Heinrich ya había comentado sobre este punto (y no es el primero en hacerlo) que interpretar el trabajo abstracto en este sentido, lleva a concluir que en toda sociedad, no solo en la capitalista, ha habido trabajo abstracto y valor, lo cual es claramente falso. Esta categoría de trabajo abstracto es una categoría supra histórica y va en contravía del objetivo claro de Marx de estudiar específicamente el modo de producción capitalista y de su observación de que es en esta sociedad precisamente en la cual los valores de uso son portadores dllamadas ‘Convivir’, o empresas de seguridad privada, permitieron a los hacendados instrumentalizar el paramilitarismo para llevar adelante la mayor expropiación de tierras de la historia, bajo la excusa de la lucha contra la guerrilla. En ese momento, Álvaro Uribe se convirtió en el capataz del país, coronándose como el gobernador del departamento de Antioquia y el mayor dirigente político del entronque en cuestión. Bajo su gobierno departamental se perpetraron las masacres de La Granja (1996), El Aro (1997), Santa Rita (1997), San Carlos (1998) y La Unión (1998). El modus operandi se basó en reforzar el accionar paramilitar con el apoyo de la fuerza pública, tal como lo reconoció en una de sus últimas indagatorias en la Fiscalía.

El senador del Pacto Histórico, Iván Cepeda Castro, uno de los testigos clave en el proceso contra Uribe Vélez.

¿Qué será el post-uribismo?

Tras 50 años de escándalos velados por la toma de las instituciones con la aquiescencia de las clases dominantes del país, Uribe enfrenta su mayor reto jurídico. El político lo perdió frente a Gustavo Petro luego de quemar su última carta presidencial con Iván Duque.

Uribe es investigado en la Fiscalía por presunto soborno, fraude procesal y soborno de testigos en actuación penal. Es decir, tres cargos de baja monta en relación con su expediente histórico. De comprobarse, el expresidente y líder de la ultraderecha podría enfrentar de 6 o 12 años de prisión. Entre los testigos en su contra se encuentran el exparamilitar e hijo del capataz de su hacienda las Guacharacas, Juan Guillermo Monsalve, alias Guacharaco, y el senador y fundador del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (MOVICE), Iván Cepeda.

En el 2011, mientras cubría la problemática carcelaria, el congresista Iván Cepeda recibió un inquietante testimonio de Monsalve en el que aseguraba tener pruebas de la participación de la familia Uribe en la conformación del Bloque Metro de la organización paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Desde entonces, el expresidente intentó por todos los medios torcer el testimonio del paramilitar e incriminar al congresista Cepeda, llegando a exigir a la Corte Suprema de Justicia que le investigara por, supuestamente, buscar testigos falsos para incriminarlo en denuncias por paramilitarismo. Esa estrategia ya la había usado contra el magistrado Iván Velázquez, responsable de investigar al 40% del Congreso salpicado por relaciones con el paramilitarismo tras el debate impulsado en el 2007 por el entonces congresista Gustavo Petro. No casualmente, los implicados en las investigaciones por parapolítica pertenecían a la bancada del presidente Uribe, incluyendo a su primo Mario Uribe.

En el 2014, Iván Cepeda realizó un debate en el Congreso en el que sacó a la luz el resultado de las investigaciones que comprobaban la relación entre la familia Uribe y las organizaciones paramilitares del nordeste antioqueño.

En el 2018, la Corte Suprema de Justicia promulgó un acto inhibitorio contra Cepeda y decidió investigar a Uribe, quien para la fecha se desempeñaba como jefe de su bancada en el Congreso. Para huir de la investigación de la Corte, Uribe renunció a su cargo. El proceso quedó entonces en manos de su hijo político, el Fiscal Francisco Barbosa, denunciado por favorecer a los paramilitares del Clan del Golfo en el Pacífico colombiano.

En agosto de 2020, la Corte Suprema de Justicia imputó formalmente a Uribe por los delitos de soborno y fraude procesal. Ese mismo día, la Corte ordenó su arresto domiciliario como medida preventiva, argumentando que existía riesgo de obstrucción a la justicia. En octubre de 2021, la Fiscalía General de la Nación (que tomó el caso después de que Uribe dejara de ser investigado por la Corte Suprema al renunciar a su curul como senador) decidió archivar la investigación por “falta de pruebas suficientes”.

Desde entonces, no han faltado los atentados de muerte y las campañas de difamación contra Monsalve, Cepeda, los magistrados a la cabeza de las indagatorias y sus familias. Basta leer los titulares de la prensa al servicio de los banqueros beneficiados con el entronque paramilitar para entender el alcance del proyecto de Uribe Vélez. Los intentos dilatorios de su defensa, centrados en buscar el vencimiento de términos en octubre, han incluido desplantes, recusaciones y tutelas contra la jueza a cargo, Sandra Liliana Heredia. En este escenario, no resulta peculiar la constante pedida de ayuda a los gobiernos estadounidenses. Finalmente, Uribe también es su invento, por lo que su caída arrastraría a todos los mandatarios estadounidenses desde el Plan Colombia (1999) hasta el presente.

A modo de balance, podría decirse que el posible apresamiento de Uribe Vélez es el mayor aporte latinoamericano a la lucha internacional contra las drogas y el tráfico de armas. Pero, sin el narco y sus organizaciones criminales, ¿cuál sería la excusa para imponer Noboas y Bukeles? ¿Qué sería del sistema financiero que se lucra con el 98 % de las ganancias de la cocaína depositadas en los paraísos fiscales? ¿De qué se alimentarían las redes armamentistas sin las transacciones que se esconden a la vista de todos desde que Reagan implementó el Irán-contras para impulsar su guerra contra los proyectos soberanistas de la región? ¿Qué fundamentos tendrían las periodistas emanadas del silenciamiento, como Salud Hernández, Claudia Gurisatti o Vicky Dávila? En últimas, ¿qué sería de la historia contemporánea de valores de cambio, algo que no existe en todas las sociedades.

Dice Heinrich, citado por Moseley:

“Sin embargo, la propiedad del trabajo que ahora Marx argumenta es su carácter de creador de valor, el gasto de trabajo en el sentido fisiológico, no está de ninguna forma limitado a la producción de mercancías” (Moseley, p 86)[6].

Moseley es consciente de que esta crítica de Heinrich al trabajo fisiológico igual como fundamento del trabajo abstracto debilita su argumentación; se ha enredado y trata de salir del atolladero. Se ve obligado a recular, a cambiar sustancialmente su posición, pero tratando de no reconocerlo, para lo cual hace un conjunto de maromas explicativas que no son, en mi opinión, convincentes, y que lo lleva a que su argumentación se enrede, por no decir que se desmorona. Cuando llega a este punto de contradicción en sus planteamientos, nuevamente recurre a la ayuda de Rubin.

Plantea que  el trabajo fisiológico igual  no es el fundamento del trabajo abstracto, sino que el trabajo abstracto humano presupone la existencia del trabajo fisiológico. Y en forma muy rebuscada afirma entonces que no todo trabajo fisiológico es fundamento del valor, que esto solo ocurre con el trabajo fisiológico en una sociedad productora de mercancías, con lo cual no explica nada y simplemente hace una afirmación sin sustentación.

Tratando de aclarar su posición, dice Moseley:

“Sin embargo, yo argumento que Marx no asume que el trabajo fisiológico per se es trabajo humano abstracto, sino que más bien que el trabajo fisiológico igual específicamente histórico en una economía mercantil- entendido como el gasto de cerebros y músculos humanos, etc., y la capacidad de ejecutar trabajo en una forma concreta- es un prerrequisito del trabajo humano abstracto en la economía mercantil.” (Moseley, p. 86)[7].

Resulta entonces que el trabajo abstracto humano, que es la sustancia del valor, no es el trabajo humano en general en sentido fisiológico; este tipo de trabajo sería un prerrequisito del trabajo abstracto humano. Queda entonces por ver qué entiende por trabajo abstracto humano que necesita de ese prerrequisito.

Y para rematar el enredo:

“El trabajo fisiológico en sí mismo no produce valor pero el trabajo fisiológicamente igual en una economía mercantil (esto es, más las características sociales de una economía mercantil) si produce valor.” (Moseley, p. 86).

Reitera que el concepto de trabajo abstracto humano en Marx no es trabajo fisiológico per se, sino trabajo fisiológico en una economía mercantil, que aplica específica y solamente a una economía mercantil, y que implica que “solamente el trabajo fisiológico en una economía mercantil produce valor” (p. 88).

Moseley se limita a afirmar, pero no explica específicamente como es que el trabajo fisiológico puede producir valor en una economía mercantil. Si está pensando en que dado que se trata de producción de mercancías con destino al cambio se produce una reducción de los trabajos concretos al trabajo abstracto en el intercambio, estaría aceptando la posición de Heinrich. Pero no es claro. Su argumentación es: 1) reconocer que el trabajo fisiológico per se no crea valor, dado que entonces habría valor en todo tipo de sociedad; 2) plantear que el trabajo fisiológico en una economía mercantil es distinto y en este contexto si crea valor. Con lo cual, realmente vuelve a su posición inicial. Moseley se queda en lo profundo de su callejón sin salida.

En conclusión: 1) el valor y el trabajo abstracto existen en la interacción entre producción y circulación en una forma particular de organización social de la producción basada en el intercambio; 2) el argumento del trabajo fisiológico no puede sostenerse, dado que se refiere a un tipo de trabajo que existe en la producción en todo tipo de sociedad.

Como hemos señalado, resulta que Moseley cuando se vio acorralado en dos argumentos centrales de su posición, buscó la ayuda de Rubin. Supongo que habrá leído todo el libro de Rubin, pero me entran dudas. Toda la argumentación de Rubin es una crítica de la posición de Moseley y favorable a la interpretación de Heinrich, lo cual es asunto para una nota posterior.

Notas:

[1] Heinrich, Michael, Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx. Escolar y Mayo Editores, Madrid, 2008; Heinrich, Michael, ¿Cómo leer El Capital de Marx? Indicaciones de lectura y comentario del comienzo de El Capital, Escolar y Mayo Editores, Madrid, 2011; Heinrich, Michael, How to Read Marx´s Capital. Commentary and Explanations on the Beginning Chapters, Monthly Review Press, New York, 2021; Heinrich, Michael, Die Wissenschaft vom Wert, Verlag Westfalisches Dampfboot, Munster, 1999.

[2] Moseley, Fred, “Marx´s Theory of Value in Chapter 1 of Capital. A Critique of Heinrich´s Value-Form Interpretation”, Palgrave Macmillan, 2023.

[3] Marx, Karl, El Capital, Crítica de la Economía Política, Libro primero. EL proceso de producción del capital, Siglo XXI editores España, 2017, traducción de Pedro Scaron. La traducción de Wenceslao Roces es la siguiente: “Es en el acto de cambio donde los productos del trabajo cobran una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles” (p. 38), Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la economía política, volumen I, Fondo de Cultura Económica, séptima reimpresión, 1975. El texto en inglés “It is only by being exchanged that the products of labour acquire a socially uniform objectivity as values, which is distinct from their sensuously varied objectivity as articles of utility.” (p. 166), Marx Karl, Capital, Volume One, Vintage Books, Random House, 1977, traducción de Ben Fowkes. Esta edición es la utilizada por Fred Moseley en su libro.

[4] Rubin, Isaak Illich, Ensayos sobre la teoría marxista del valor, Cuadernos de Pasado y Presente, Ediciones Pasado y Presente, 1974.

[5]  “Thus all the different kinds of concrete useful labors are expenditures of human labor that are equal in a physiological sense (human brains and muscles, etc. without special training), and it is in this quality of being physiologically equal abstract human labor in the productione los países del tercer mundo sin la escritura a muerte de imbatibles como Uribe Vélez y sus voceadores del horror?

La gesta impulsada por el senador Iván Cepeda en el contexto de mediana apertura institucional del Pacto Histórico, solo se entiende con la posibilidad de responder esas preguntas en un marco que contemple el futuro de Colombia anidado con un proyecto de paz para la región y para el mundo. Más que un anhelo, juzgar a los operarios internacionales de las armas, el narcotráfico y el saqueo como -Uribe Vélez- pretende enarbolar la posibilidad de recuperar la escritura de la historia y el futuro de las periferias latinoamericanas y caribeñas, convertidas, solo entonces, en potencias mundiales de la vida.

Diario Red, España.