
RESUMEN AGENCIAS /
El pasado 15 de abril se cumplieron dos años de una fratricida guerra civil en Sudán, un país situado al noreste de África que ha dejado decenas de miles de muertos y millones de desplazados.
Sudán es la peor crisis humanitaria del mundo. En los últimos dos años han muerto más de 150.000 personas. Trece millones de personas huidas de sus hogares definen la peor crisis de desplazados en el planeta. Casi dos tercios de la población necesita ayuda humanitaria urgente, incluidos 16 millones de niños. La acción humanitaria para prevenir la hambruna en 2025 está financiada en menos de un 10 %.
La guerra en este país africano ha desencadenado una serie de consecuencias devastadoras que lo han llevado a enfrentar lo que se considera la peor crisis humanitaria del mundo. La violencia y el conflicto han dejado profundas cicatrices en la población y en la infraestructura del país, exacerbando los problemas ya existentes y creando nuevos retos para millones de personas.

Uno de los primeros y más evidentes efectos de la guerra en Sudán ha sido el deterioro de la seguridad en todo el territorio nacional. Las constantes luchas entre facciones armadas han convertido grandes áreas del país en zonas de guerra, donde la vida cotidiana se ha vuelto extremadamente peligrosa. Los civiles se encuentran atrapados en medio de los enfrentamientos, convirtiéndose en víctimas de la violencia, los asesinatos y los secuestros.
La guerra ha obligado a millones de sudaneses a abandonar sus hogares en busca de seguridad y refugio. El desplazamiento masivo ha generado campamentos de refugiados y desplazados internos, donde las condiciones de vida son precarias y las necesidades básicas no están garantizadas. La falta de alimentos, agua potable, atención médica y educación es una constante en estos campamentos, lo que perpetúa el ciclo de pobreza y vulnerabilidad.
La crisis humanitaria en Sudán ha tenido un impacto devastador en la salud de la población. La destrucción de hospitales y centros de salud, junto con la escasez de medicamentos y personal médico, ha dejado a millones de personas sin acceso a servicios esenciales. Las enfermedades prevenibles han proliferado, y la falta de atención adecuada ha aumentado las tasas de mortalidad, especialmente entre los grupos más vulnerables, como niños y ancianos.

La guerra ha exacerbado la inseguridad alimentaria. La destrucción de tierras agrícolas y la interrupción de las cadenas de suministro han llevado a una grave escasez de alimentos. Millones de sudaneses enfrentan hambre y desnutrición, lo que aumenta la mortalidad y disminuye la capacidad de recuperación de la población. La falta de acceso a alimentos afecta especialmente a los niños, cuyo desarrollo y crecimiento se ven seriamente comprometidos.
El conflicto ha tenido un impacto devastador en la economía de Sudán. La destrucción de infraestructura clave, como carreteras, puentes y fábricas, ha paralizado la actividad económica. Las oportunidades laborales se han reducido drásticamente, lo que ha llevado a un aumento del desempleo y la pobreza. La inflación galopante ha hecho que los precios de los bienes básicos sean inalcanzables para muchos, exacerbando aún más la crisis.
La guerra también ha afectado gravemente el acceso a la educación en Sudán. La destrucción de escuelas y la falta de seguridad han hecho que millones de niños no puedan asistir a clases. La interrupción de la educación tiene consecuencias a largo plazo, ya que limita las oportunidades futuras y perpetúa el ciclo de pobreza y violencia. La falta de educación también afecta la capacidad de la población para reconstruir el país y contribuir a su desarrollo.
La gravedad de la crisis humanitaria en Sudán ha llevado a una intervención internacional significativa. Organizaciones humanitarias, gobiernos extranjeros y agencias de la ONU han intentado aliviar el sufrimiento de la población proporcionando ayuda humanitaria, alimentos, agua y atención médica. Sin embargo, la inseguridad y los desafíos logísticos han impedido que muchas de estas ayudas lleguen a los lugares más necesitados.
En medio de las ruinas de Sudán, se despliega una auténtica red nacional de grupos de ayuda mutua que posibilitan la frágil sobrevivencia que por las características del conflicto es muy incierta.
Las fuerzas que desgarran este país tienen poco interés en poner fin a esta guerra, que ha creado el tipo de capitalismo de enclave que probablemente será característico del Cuerno de África en las próximas décadas.