Gustavo Petro, 11 años después, el candidato pateado. (La simulación como política)

POR MARINO CANIZALES P.

Este texto lo escribí el 14 de julio de 2010. ¿Ha cambiado el personaje?

En buena hora apareció el pasado 04 de junio el reportaje concedido por Clara López Obregón, presidenta del Polo Democrático Alternativo (PDA), al diario El País de Cali. Su lectura permite conocer no sólo algunos de los antecedentes de su trayectoria política como personalidad democrática, sino también su punto de vista en relación con Gustavo Petro como candidato a la presidencia de la República. Es importante advertir que existen diferencias entre ella y dicho personaje, en particular, en lo concerniente a su última salida en falso ante el presidente electo, Juan Manuel Santos. Lo anterior no significa, ni mucho menos, que el atento lector de ese reportaje suspenda su juicio crítico sobre el conjunto de la pasada campaña electoral adelantada por el Polo y su candidato presidencial. Ahora bien, Clara López habla como figura pública y como miembro del Comité Ejecutivo Nacional de su partido, y al hacerlo, no ejerce la autocrítica como dirigente nacional del mismo. Para nadie es un secreto que el desempeño del Polo y su candidato en la pasada campaña electoral, fue un desastre. Y lo fue no sólo desde el punto de vista de los guarismos electorales, tanto en la jornada del 14 de Marzo como en la primera vuelta del 30 de Mayo. El partido no creció, y perdió 6 curules de su bancada Parlamentaria, logrando 850.000 votos en la primera jornada, y 1.340.000 votos en la segunda, frente a los 2.600.000 votos depositados a favor de Carlos Gaviria en el 2006. Lo fue también, desde el punto de vista de las ideas y del abandono de su Ideario de Unidad como programa del partido, siendo reemplazado este por un recetario de generalidades elaborado a la medida de Gustavo Petro, y aprobado por el Comité Ejecutivo a finales del pasado Noviembre.

Difícil volver a encontrar un candidato de un partido de izquierda, enemigo de la izquierda. Cuando en rueda de prensa ante las cámaras de Telepacifico en la ciudad de Cali, una de las periodistas invitadas le preguntó si el Polo era de izquierda, aquel se negó a contestar en medio de un juego de evasivas. Ante la insistencia en la pregunta, con aire de fastidio, se limitó a decir: “en Colombia no hay derecha armada; tampoco existe una izquierda armada”. Después, vinieron los lugares comunes y las verdades para nadie, o, mejor, para el establecimiento uribista. Se trataba de continuar dejando en el ambiente el ánimo de ser cooptado. Ahora o después, poco importa.

La de Gustavo Petro, fue una campaña electoral propia de un candidato desdibujado, sin identidad política y sin iniciativa. Razón tuvo Enrique Peñaloza, cuando después de un ruidoso portazo en las narices, le espetó: “Creo que el Partido Verde no debe desdibujarse, debe tener una votación, ser alternativa de poder y no partido de oposición…. Tenemos una identidad clara”. (El Tiempo, 5–6-2010). Por las mismas razones y en suceso anterior, en vano esfuerzo por ser reconocido por la derecha, había sido víctima de otro portazo por parte de Germán Vargas Lleras, quien afirmó no tener nada en común con el Polo ante la persistencia de Petro de buscar una consulta interpartidista, para lograr así un candidato único a la presidencia. Lo mismo le ocurrió, aunque con otras maneras, con el partido liberal y su candidato Rafael Pardo. A éste le interesaba la idea, pero sus intereses y aliados estaban en otra parte. La puerta también le fue cerrada, sino con igual ruido, sí con desdén, que es una manera de ejercer el desprecio. Al final, para preocupación de unos y rabia de otros, Gustavo Petro terminó convertido en un “candidato pateado” por la derecha, realizando una campaña electoral en nombre de un partido político al que no respeta ni le reconoce pertenencia, así, en actitud retórica, haya radicalizado su discurso político en las últimas semanas.

Hizo uribismo, pero fue repudiado por los uribistas en medio de una campaña uribista, en la cual todos los candidatos, incluido él, se esmeraron por aparecer como continuadores de la seguridad democrática, sólo que, con diferentes tonos y maquillajes. Imposible olvidar su añoranza reaccionaria del “acuerdo sobre lo fundamental” de Álvaro Gómez Hurtado, cuando se empeñó en convertir la seguridad democrática en política de estado. Tampoco es posible pasar por alto su posición de derecha ante la necesidad del acuerdo humanitario y la solución política al conflicto armado, negando el uno, y prohijando la salida militar en el otro. Su uribismo también se vio en su propuesta de educación superior, la cual busca llenar el país de tecnólogos y técnicos profesionales, a partir de convertir los colegios públicos en un gran remedo del Sena, en detrimento de las universidades públicas, haciendo las delicias de la actual Ministra de Educación y su tramposa ampliación de cobertura. Uribismo igualmente ante los crímenes de estado cometidos por los miembros de las fuerzas armadas, al plantear en un foro en la Universidad Sergio Arboleda, frente al exministro de Defensa, Rafael Pardo, amnistía para los militares investigados a cambio de información, lo que llevó a este último a responderle en tono airado, que “los militares no necesitaban ser amnistiados”. Cómo olvidar su obra mayor: el papel activo desempeñado en la elección de Alejandro Ordóñez, factotum del régimen de la seguridad democrática, como Procurador General de la Nación, junto con otros 6 miembros de la bancada parlamentaria del Polo, quién logró el voto de 81 senadores. La candente cuestión de la propiedad de la tierra como factor de violencia y la urgente necesidad de una reforma agraria de carácter democrático que golpee la gran propiedad territorial y desactive el conflicto armado interno, la redujo a la caricatura de entrega de información y bienes por parte de los narcotraficantes y paramilitares a cambio de transformaciones en la política de extradición. Para abreviar en el recuento de tanto desatino, pues hay más, cómo dejar de lado su posición ante el gobierno de Hugo Chávez y su defensa del presidente Uribe Vélez: “Me parece que la izquierda debe expresar su voz de manera unánime para exigirle a Chávez que deje de agredir verbalmente a Uribe y, por ese medio a Colombia” (El Tiempo, 10-9-2009), posición que mantuvo a lo largo de toda su campaña electoral, en consonancia con una política chovinista en materia de política internacional. Así las cosas, la campaña de Petro a la presidencia de la República fue a contrapelo de lo que el Polo significa para los trabajadores, las clases populares y sectores democráticos de la sociedad. Aceptó a regañadientes que Clara López fuera su fórmula a la vicepresidencia, sólo cuando Cecilia López, Gina Parodi y el general Bonet le habían dicho que no. Y es Clara López, apoyada  por una lánguida unidad del Comité Ejecutivo, quien le salva la campaña, en un partido que había sido anarquizado y deslegitimado por su propio candidato.

Por último, y no contento con todo lo anterior, da un nuevo paso, el cual constituye otro revés para el Polo: plantea por escrito un acuerdo nacional a Juan Manuel Santos, como presidente electo. Tierra por confesión es su lema y, como añadidos, el asunto del agua y los derechos (???). Lo hizo en forma unilateral y pasando por encima de la dirección nacional de su partido. Todo, porque “el millón cuatrocientos mil votos, son suyos y le es fiel a ellos”. Después vendría la foto con Santos, consagrándose definitivamente como un tartufo de la política, olvidando que el 06 de Junio, luego de su fracaso ante el partido verde de Mockus, había respondido a aquel que su invitación a formar parte de su eventual gobierno de Unidad Nacional, era una propuesta electorera, ya que “entre el discurso y los hechos, hay un gran trecho” (El País 7-6-2010). En reportaje concedido a El Tiempo el 28 de Junio, ratificó tal posición, sin el mayor asomo de dudas. ¿Y su partido, el Polo Democrático Alternativo? Que se las arreglen entre ellos, parece ser su divisa, al fin y al cabo, fue su Comité Ejecutivo en pleno el que permitió que tal simulador hiciera de las suyas. Que no crean los incautos que están ante un aprendiz de brujo. Al respecto, de nada sirven las desautorizaciones tardías. La Dirección Nacional y su presidente le deben a las bases del partido un balance autocrítico de la pasada campaña electoral. Ante todo lo descrito antes, qué pensarán el Moir y el Partido Comunista, quienes promovieron en forma incondicional la candidatura del personaje de marras. Estamos a la espera.

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