POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO
Más de un mes del Paro Nacional hizo que las cuerdas se tensionaran y salieran a la palestra las posiciones más reaccionarias de las autoproclamadas “gentes de bien”, que a pesar de todo lo acontecido y de los múltiples videos y evidencias de la barbarie oficial, continúan defendiendo la represión, violencia y masacre ejercida desde el gobierno con sus instituciones policiales, Esmad, militares y paramilitares en contra de nuestros jóvenes y la población manifestante. Para ellos no valen los argumentos ni las estadísticas del mismo DANE, incluso muchos de nuestros profesionales que hoy ostentan una posición “privilegiada” -al compararse frente a la situación de las mayorías- asumen posiciones de indiferencia y rechazo al clamor popular por un país más equitativo e incluyente, por el derecho a la vida, la educación, la salud, el trabajo, la participación política, por tener derecho al futuro; por el contrario, respaldan la barbarie estatal o buscan justificaciones supuestamente en contra de los métodos “violentos” de los manifestantes (marchas pacíficas, plantones, eventos culturales, bases de resistencia), como si el actuar de las élites y de ellos mismos no fuera un acto de violencia bruta (que incluye asesinatos, desmembraciones, decapitaciones, desaparición, tortura, violación, retenciones arbitrarias, etc.) o solapada (actitudes que privilegian la impunidad, permisivas de la violencia estatal y paraestatal) en contra de los sectores populares.
Bien lo dice Charles Bukowski: “Supongo que el momento en que la mayoría de la gente piensa en la injusticia es cuando les sucede a ellos”. Este tipo de personajes autodenominados “gente de bien” se camufla con argumentos de imparcialidad, rectitud e incluso religiosos, cuando en su actuar reflejan su actitud de discriminación social y odio en contra de esos otros diferentes a quienes denominan “vándalos”, utilizan todos los métodos sofísticos para la descalificación de la protesta desde sus medios privados de comunicación y redes sociales; pero además los fácticos como las infiltraciones en las marchas para producir destrucción y la descalificación del movimiento social; todo este acervo, incluye además la diatriba de la superación personal, muy de moda en nuestro medio, hija del idealismo e individualismo para responsabilizar a los pobres de su situación. Todo lo que sea es permitido con el fin de no perder sus privilegios económicos y sociales. Esta situación se ha hipertrofiado en todos los gobiernos a cargo del uribato, pero se ha hecho más que evidente en este gobierno y denota un gran problema moral en las élites y los políticos de la derecha colombiana.
Para hacer un análisis de esta problemática moral nos basaremos en los trabajos de Lawrence Kohlberg quién en la construcción de su teoría del juicio moral establece que los individuos desarrollan su esfera moral en tres etapas durante su desarrollo: la preconvencional, convencional y postconvencional. Para Kohlberg el juicio moral progresa en la medida en que el individuo transcurre en su desarrollo biológico e intelectual; de esta forma, la primera fase preconvencional dura hasta los 9 años cronológicos y se caracteriza porque el individuo solo piensa en las consecuencias inmediatas de sus acciones, evita el castigo y busca la satisfacción de sus propias necesidades; es una fase egocéntrica, donde prima el relativismo y el individualismo; la segunda fase, la convencional, es la que define el pensamiento del adolescente y de muchos adultos, en ésta se tiene en cuenta tanto los intereses individuales como las convenciones sociales acerca de lo bueno y lo malo, se busca el consenso hacia lo que colectivamente se cataloga como bueno, pasando luego a una orientación hacia la autoridad, el bien consiste en cumplir las normas y el mal en incumplirlas; la tercera fase postconvencional o fase superior, se caracteriza porque el individuo tiene como referencia principios morales propios que pueden o no coincidir con las normas establecidas, le permite reflexionar si las leyes y las normas son acertadas para dar forma a una buena sociedad, llegando a adquirir un razonamiento moral abstracto basado en los principios morales universales (derechos humanos universales) que pueden ser diferentes a las leyes mismas dando pie a la lucha por el cambio de la ley cuando se considera injusta.
En el artículo de investigación: “Formación de la conciencia moral: desafíos para la educación superior”[1], sus autores José Luis Mesa y Luis Alfonso Suárez, encontraron que los estudiantes universitarios de Bogotá se encuentran en la fase convencional, por lo tanto, no han alcanzado la adopción de los principios de justicia universal ni el reconocimiento de los otros como iguales, lo que hace -en consideración de los autores- de la formación de la conciencia moral un imperativo para la universidad colombiana.
Esta teoría de Kohlberg ha tenido sus críticos, una de las más fuertes está basada en su aceptación de los presupuestos kantianos: una estructura a priori y universal de la acción humana, dado el hecho que Kohlberg, desarrolla la idea de Kant según la cual la base del sentido de obligación no debe buscarse en la naturaleza humana o en las circunstancias temporales en las que el hombre está colocado, sino simplemente en el concepto a priori de la razón pura; en otras palabras, considera que el criterio de moralidad deviene de la racionalidad incluso anterior a cualquier experiencia y en la formación progresiva del juicio moral. Para autores como Krebs y Denton, los juicios morales se orientan por principios prácticos que se constituyen en un medio para alcanzar fines personales y Dreyfus y Dreyfus sostienen que el desarrollo de la moralidad es el resultado de la experticia alcanzada al resolver diferentes situaciones dilémicas[2].
Todo lo anterior para indagar con respecto al problema moral que tenemos en nuestra sociedad tomando como caso a nuestras élites y a los autoproclamados “ciudadanos de bien”, dado el hecho que, a pesar de los argumentos y las evidencias múltiples, estos sectores se niegan a aceptar la realidad objetiva demostrada por las evidencias al confrontar sus intereses individuales-egocéntricos, su situación de confort y privilegio (fase preconvencional); llevándolos más bien a desconocerla o relativizarla e incluso a justificar las actuaciones inmorales -de todo tipo- provenientes desde el gobierno, los agentes estatales y para estatales.
Se puede expresar que no es suficiente la racionalidad para desarrollar el juicio moral desde los principios de la justicia universal y el reconocimiento del otro como igual, según lo establece la fase postconvencional. Más si a ello, como es nuestro caso, se le suma nuestra historia de una sociedad dominada por unas élites clasistas, patriarcales, machistas, sexistas, colonialistas, excluyentes y corruptas; un sistema educativo acrítico, anti científico, idealista, mecanicista, memorista, técnico, reproductor de inequidad; y el elemento estructural e ideológico del sistema capitalista y su modelo neoliberal que nos domina en la actualidad con su hipertrofia del individualismo, la competencia, el consumismo, el “auto emprendimiento”, la responsabilidad individual; ocultando el análisis colectivo socio-económico estructural.
Para el análisis concreto de la realidad concreta debemos tener en cuenta el razonamiento marxiano de que el hombre no vive como piensa, sino que piensa como vive, es la realidad de la vida material del individuo con sus relaciones y contextos la que determina su pensamiento, pensamiento que puede ser modificado o no dependiendo de sus posibilidades de desarrollo intelectual, social, político, cultural, ambiental y que puede posibilitar posteriormente el cambio cualitativo del pensar cómo se vive al vivir como se piensa transformando la sociedad. De esta forma, el desarrollo del juicio moral, basado en los principios de la justicia universal, donde se entienda y valore al otro como igual, solo se alcanzará cuando el sujeto se ponga en cuestión, reflexione sobre la vida de los otros, se acerque, palpe y comparta su realidad, la asimile; es posterior a ese momento, cuando se alcance la praxis: la unión de la teoría (racionalidad) con la práctica (confrontación con la realidad) cuando podremos valorar, defender y aplicar los principios de la justicia universal para todas y todos los miembros de nuestra sociedad.
Desde esta perspectiva, es por ello que el futuro del país depende de los jóvenes. Son lo jóvenes quienes pueden escabullirse más fácilmente de las cadenas materiales e ideológicas impuestas desde niños a los que hoy somos adultos y adultos mayores; son los jóvenes con las mentes abiertas quienes pueden tomar conciencia de la exclusión inmoral a la que han sometido las élites a las mayorías de los colombianos, son los jóvenes quienes pueden luchar y cambiar ese derrotero que les han demarcado esas élites: el del no futuro, son los jóvenes los que pueden cambiar este país con muchas riquezas naturales, culturales y humanas pero uno de los más inequitativos y corruptos del mundo.
Por ello, el temor y la represión violenta en contra de la juventud en estas jornadas de Paro Nacional. Los jóvenes son el resurgir de la esperanza, ante la posibilidad de lograr por la fuerza de su movimiento una apertura democrática que permita un país mejor.
Son los jóvenes con su fuerza, alegría e ímpetu quienes acompañados por los otros sectores conscientes: profesores, obreros, sindicatos, profesionales, informales, desempleados, indígenas, afros, mujeres, LGBTI, líderes sociales, desmovilizados, defensores de derechos humanos, líderes políticos de oposición, intelectuales, etc., quienes estamos llamados a la unidad para cambiar la historia de Colombia, la historia de toda esta cantidad de situaciones inmorales e intolerables.
[1] file:///C:/Users/aleja/Downloads/Formacion_de_la_conciencia_moral_desafio.pdf
[2] file:///C:/Users/aleja/Downloads/Aproximacion_pragmatica_a_la_teoria_del%20(1).pdf
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