POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO
El individualismo ha sido una de las características inculcadas en el mundo actual y en nuestra sociedad, producto del modelo neoliberal que nos domina, derechos como la felicidad, la libertad, hasta la salud son indilgadas a elementos individuales con la intención de desconocer los factores colectivos estructurales; de esta forma, se permite el sistema trasladar las culpas a los individuos por su condición. Pero, la realidad indica otras cosas, como bien lo expresó Anatole France: “La ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan”.
Como es una situación ideológica de engaño de una minoría sobre las mayorías es necesario utilizar todos los elementos propagandísticos de los Estados y gobiernos para convertir esos sofismas en realidad. Uno de los elementos más utilizados por el sistema capitalista ha sido la tergiversación de la teoría darwiniana de la evolución de las especies con la famosa teoría del “darwinismo social”, haciendo creer, en un burdo paralelismo, que es el más fuerte y el más competente en la sociedad el que merece poseer la riqueza, premisa falsa que desconoce el contexto, desvirtúa al ser humano y a la teoría de Darwin, con el aporte reciente de científicos como Lynn Margulis[1]; y así, la utilización de muchas otras teorías con el fin de engañar y dar sustento a un sistema económico que conlleva a la inequidad, la exclusión de las mayorías y a la destrucción de los recursos naturales; sistema basado en la explotación del hombre y de la naturaleza.
En nuestro país, son innumerables los casos de utilización ideológica de premisas falsas por parte de las élites en el poder con el fin de lograr sus propósitos de dominación. En nuestra particularidad, más inspirados dentro de la tendencia religiosa por haber tenido esta institución una preponderancia social relevante desde la Colonia, además por las falencias de nuestro sistema educativo, por mucho tiempo dirigido por la iglesia católica, con mínima formación en pensamiento crítico y científico.
Si se estudia nuestra historia socio-política se encontrarán múltiples mitos, epítetos, descalificaciones y discursos con cargas ideológicas que conllevaron a construcciones falsas para justificar los asesinatos a todos aquellos quienes desde cualquier sector social se atrevieran a confrontar las élites de cada época con ideas libertarias. Algunos ejemplos son: El “Mito Antijacobino” utilizado para evitar la entrada de las ideas de La Revolución Francesa a nuestro territorio, los apelativos desde los templos católicos como “los hijos del diablo”, por los cual era lícito matar a los liberales, así aconteció en la Guerra de los Mil Días con el ahora santo, Ezequiel Moreno; el papel en los púlpitos del primado Bernardo Herrera Restrepo en la época de la Hegemonía Conservadora 1886-1930, el famoso Monseñor Miguel Ángel Builes quién expresaba que: “matar liberales no era pecado” en época de la República Liberal 1930-1946; quién además, calificaba siguiendo la tendencia escolástica y neotomista católica, a las ideas socialistas como “paganas” y al comunismo como “monstruo”, descalificando incluso a los padres del racionalismo: Kant, Descartes y Rousseau, a quienes consideraba sus precursores, así como por supuesto a sus fundadores Marx- Engels. Toda una historia de manipulación de conciencias y violencia hasta llegar a arzobispos recientes como Alfonso López Trujillo anti teología de la liberación y el famoso “cura de las dos biblias” Gonzalo Javier Palacio Palacio, padre miembro del grupo paramilitar los doce apóstoles de Yarumal Antioquia, por quién se debe su nombre.
También podemos recordar personajes como Laureano Gómez falangista quién previo al Bogotazo catalogó al partido liberal como un gran monstruo el “basilisco” cuya cabeza “comunista” era el líder popular Jorge Eliécer Gaitán, posteriormente asesinado; y Gilberto Alzate Avendaño quién lideró la Acción Nacionalista Popular de corte filofascista; ambos personajes implicados en la formación de grupos ilegales de extrema derecha, germen de paramilitares: la policía chulavita y los pájaros, dándoles patente de corso para asesinar a sus opositores políticos y cultivar la violencia, germen de la época de la Violencia de 1948.
Pasamos así además, por el delito de promulgar las ideas socialistas o comunistas en El Frente Nacional (Acto Legislativo 6 de 1954 y Decreto 434 de 1956) al Estatuto de Seguridad Nacional de Turbay, violador oficial de los derechos civiles y políticos de la población colombiana, causante de múltiples atropellos, desapariciones, torturas y asesinatos de los activistas y líderes sociales de la época; hasta la conformación actual de los grupos narcoparamilitares instrumento del uribato y las élites contemporáneas, inspirados en la doctrina militar del enemigo interno impartida en la Escuela de las Américas, en la cual han sido formados nuestros militares y policías; doctrina según la cual los movimientos sociales, lideresas y líderes sociales, defensores de derechos humanos, sindicalistas, profesores y todo aquel que defienda ideas reivindicativas es considerado enemigo del Estado colombiano y por lo tanto, se hace acreedor de la represión y la violencia oficial y paraoficial.
Llegamos así hasta nuestra época contemporánea con una élite cargada de violencia y sangre, que para asegurar su preponderancia y permanencia en el poder con la concentración de la riqueza utiliza todos los recursos aprendidos y aplicados durante nuestros 200 años de republiqueta.
Hoy volvemos a escuchar apelativos despectivos, descalificativos, en vez de argumentos, todos cargados de odio e irracionalidad como “castro-chavista”, “socialista del siglo XXI”, “Grupo de Puebla”, “revolución molecular disipada”, etc., dándole resonancia con sus periodistas desde sus medios privados de comunicación. Situación que “justifica” todo los mecanismos de violencia, terror y represión, como lo demuestran los cientos de asesinatos de desmovilizados, lideresas y líderes sociales, la animadversión a la paz: al acuerdo de paz y sus instituciones, violando compromisos suscritos por el propio estado colombiano, impidiendo su cumplimiento, atacando a la verdad (Comisión de la Verdad y JEP) para lograr su impunidad, llevándonos de regreso a las masacres, los desplazamientos, las desapariciones, la violación de jóvenes, la tortura, el genocidio.
Fiel a su estilo sofista y manipulador, el uribato siempre ha manejado el doble discurso uno nacional otro internacional, uno de día otro en la noche, uno de curita ante los medios y otro oculto de Hitler, la oveja y el lobo, situación en la que es experto el jefe y sus secuaces.
Hoy con la decadencia social, económica, política y moral a la cual nos han conducido las élites emergentes provenientes del narcotráfico con la complicidad de las tradicionales, con el narcoestado instituido –cooptado-, con la corrupción a todo nivel y la concentración de los poderes, con la mentira y el engaño como verdad, con el miedo, la violencia y el terror como mecanismo de dominación social, hacen que la coyuntura actual y la contienda electoral del año venidero 2022 sean de gran importancia e impacto para nuestro futuro.
Por ello, el uribato ve en el levantamiento social, en los movimientos populares, en los jóvenes de las primeras líneas, en sus madres respaldándolos, en las negritudes, los indígenas, las mujeres, los sindicatos, los profesores, los intelectuales los partidos de oposición, los LGBTI, etc., todas y todos levantados en protesta en contra de tantas injusticias y barbarie, contra el gobierno, sus políticas e instituciones, una verdadera amenaza a sus intereses y harán todo lo que esté a su alcance para evitar su progreso, utilizando sus sempiternas herramientas: la mentira, el miedo, la manipulación, el terror y la violencia; como ya lo han hecho y lo siguen haciendo.
Mientras que el jefe del uribato intenta defenderse frente a todas las acusaciones que le caen por su oscuro presente y pasado; y su gobierno, el de Duque, muestra cada vez más incompetencia y convivencia con el delito, al dejarlos las investigaciones y evidencias al descubierto de forma infraganti –tanto para el matarife como para su grupo- se incrementa el descontento de la población en general en contra de este rancio sector.
El llamado desde nuestro lado, el de las mayorías, es a trabajar por cambiar esta situación, por cambiar la historia de Colombia, hoy la unidad en el trabajo y la cooperación son necesarias. La cuestión electoral es solo una parte del trabajo social de reivindicación popular a desarrollar, pero es muy importante, al considerarse al narcoestado al cual estamos enfrentando.
Es la hora de las mayorías excluidas, de la lucha por la apertura democrática. Se requiere la cualificación y articulación de todos los movimientos sociales y populares, el poder debe emerger desde las bases. Son los sectores populares, los jóvenes de las primeras líneas, los movimientos sociales, la Minga, las negritudes, los indígenas, los sindicatos, las mujeres, LGBTI, los profesores, intelectuales, defensores de derechos humanos, sectores independientes, líderes políticos de oposición, las ciudadanías libres, todas y todos, los llamados a actuar coordinadamente para hacer posible el cambio que necesitamos.
El Pacto Histórico es una oportunidad, un mecanismo viable para hacer posible dicho cambio, para cambiar el orden piramidal monopolizador por unas élites a otro invertido donde sean las mayorías las que toman las decisiones, pasando en un arriba abajo a un abajo arriba como fuente del poder.
Únete y aporta al cambio para la construcción de una Colombia mejor, con paz basada en la equidad y la justicia social, con un nuevo modelo de desarrollo económico, es responsabilidad de todas y todos.
“Decidimos que no era suficiente solo nuestro activismo social, que era necesario parir una política que sea capaz de transformar las situaciones de injusticia. Que era necesario luchar por una Colombia con sueños, con oportunidades para todos”. – Francia Márquez.
[1] https://www.nytimes.com/es/2021/07/18/espanol/opinion/pandemia-cooperacion.html
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