Hace 529 comenzó años comenzó el cubrimiento de América con la invasión hispánica cuyo nombre más conocido fue el de Cristóbal Colón, uno de los más grandes genocidas de todos los tiempos, quien danzaba alrededor de hombres, mujeres y niños quemándose en jabón ardiente. Nos vendieron como herencia hispánica un ‘descubridor’ y una palabra que representa lo más nefasto de esta herencia: la colonización. Está expresión es sinónimo de invasión destructiva de los territorios debido a que los Estados la promueven para ampliar la frontera agrícola destruyendo territorios indígenas, campesinos y afrodescendientes.
El colono que normalmente es un campesino más, que transforma un bosque que le han dicho que de nadie es, para convertirlo en un potrero de alguien, normalmente un adinerado favorecido por los poderes de la nación maltratada. Ese espíritu colonizador en Colombia está impregnado en la mente de los que diseñan la explotación de los recursos naturales y es practicado valiéndose de todas las violencias para extraer madera, minerales y hasta el paisaje y los bienes de creación de los pueblos ancestrales y campesinos.
Es hora de acabar con la colonización de la vida, la tierra y los recursos de la nación legalizados con las licencias ambientales. En la Audiencia Pública realizada en los municipios de Corrales, Tasco y Busbanza hace un mes, durante dos días se escucharon a las comunidades manifestándose contra el proyecto petrolero y la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) le entregó la licencia ambiental de más de 500 páginas y solo en un párrafo señala que se hizo Audiencia Pública, menospreciado la participación de las gentes, ahí se expresa el espíritu colonizador que anida en el corazón de un Estado Social de Derecho como lo establece la Constitución de 1991, de cuya esencia ya no va quedando ni el nombre, porque viola todos los derechos. Acabar con el espíritu y la práctica de la herencia maldita de la colonización es la tarea de actualidad.
Derecho humano al medio ambiente sano saludable y sostenible
El 8 de octubre Naciones Unidas aprobó por resolución este derecho después de décadas de discusión, lo cual implica que es reconocido como derecho humano fundamental y universal, constituyendo un fuerte estímulo a las luchas sociales por el agua, el aire limpio, la protección de la biodiversidad y la vida silvestre.
Siendo reconocido como derecho universal se impone por encima de las leyes nacionales y tiene supremacía para combatir la minería y otras actividades que afectan gravemente la integridad de la naturaleza y con ello el ambiente sano, saludable y sostenible.
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